jueves, 29 de noviembre de 2018

Feliz reencuentro



Hacía muchísimo tiempo que no veía un libro del autor en las librerías. Hay que agradecer una vez más a esta magnífica editorial que es Cabaret Voltaire la publicación de una obra de un autor marroquí tal y como viene haciendo con las de Mohamed  Chukri o  Leila Slimani. Parece mentira que los poco más de 14 kilómetros que separan Marruecos de España supongan, sin embargo, una lejanía cultural tan grande.
Dice Ben Jelloun en la última frase del libro que ha tardado casi cincuenta años para “atreverme a regresar a esa historia, a encontrar las palabras para contarla.” (p. 186)
La historia es el período de diecinueve meses en los que estuvo detenido, con otros 94 estudiantes, por haberse manifestado en 1965. El régimen utilizó la excusa de que tenían que hacer el servicio militar y así estuvieron bajo la vigilancia del ejército.
Cuenta en el libro el conjunto de malos tratos, humillaciones y penalidades varias que sufrieron en una época en la que el régimen de Hassan II fue especialmente duro tal y como han documentado varios libros como, por ejemplo, Nuestro amigo el rey de Gilles Perrault. En este sentido el texto no ofrece grandes novedades, pero tiene de valioso la visión personal de alguien que tras la experiencia se hizo escritor.
Ben Jelloun es un gran escritor y aquí lo demuestra una vez más con una prosa precisa y una gran agilidad narrativa. Dice lo justo y necesario y caracteriza muy bien con pocas palabras a varios de los militares a los que tuvo que padecer.
Me han llamado la atención un par de referencias que hace. Por un lado, aparece John Wayne criticado por su película sobre la guerra del Vietnam (que, por cierto, es realmente horrorosa) pero valorado por las que hizo con John Houston. Por otro lado, solo dispuso de un libro que le envió su hermano y que fue nada menos que el Ulises de Joyce del que afirma: “No me importaba no entender nada. Leía por leer. Adoraba tragar las páginas, muy bien escritas, en ese entorno que anulaba todo aquello que evocara la cultura, la inteligencia." (p. 72)
Un libro cuya lectura recomiendo y que tengo que reconocer que a mí me ha traído a la memoria algún que otro episodio de mi servicio militar en Ceuta aunque, obviamente, fue muy distinto de lo narrado por Ben Jelloun.

Tahar Ben Jelloun, El castigo. Traducción Malika Embarek López.

martes, 27 de noviembre de 2018

“Gracias a todos”: Nuevas citas VII



Hace más de seis años que autoedité Gracias a todos en el que recogía la mayoría de las citas que había ido recopilando hasta entonces. En este tiempo he seguido con mi vieja costumbre y he pensado que sería una buena idea publicarlas en el blog organizadas por temas, con algún comentario si se tercia, tal y como hice en el libro.

Esperanza

La  esperanza no muere como un animal, rápido y de golpe. Se parece más a una planta, que se marchita poco a poco.
Jamil Ahmad, El halcón errante
  
(…) tener esperanzas es de pobres: los ricos tienen proyectos.
Benjamín Prado, Ajuste de cuentas
  
-Más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación.
Amin Maalouf, Los desorientados


Estado

No hay nadie en este país que se haya hecho rico por sí solo. Nadie. Si levantaste una fábrica en algún lugar, me alegro por ti. Pero que quede claro: llevaste tus productos al mercado por carreteras que pagamos los demás. Contrataste a trabajadores cuya educación pagamos los demás. Estás tranquilo en tu fábrica porque hay policías y bomberos que pagamos los demás. No tuviste que preocuparte de que merodearan bandas que destrozaran tu factoría. Pero cuidado: levantaste una fábrica y resultó ser una gran idea. ¡Fantástico! Guárdate un buen pedazo del resultado. Pero parte del contrato social que subyace es que tú guardas un trozo, pero pagas para el próximo niño que venga detrás.
Elisabeth Warren, senadora en USA citada en
Luis Arroyo, Frases como puños. El lenguaje y las ideas progresistas

El estado, estimados oyentes, es solamente un poder que guarda en su seno posibilidades secretas y terribles, que a veces más, a veces menos, se disimulan o se moderan, un poder que en raras ocasiones y por breve tiempo pude desempeñar incluso un papel saludable, pero que ante todo y sobre todo sigue siendo un poder al que hemos de enfrentarnos, que  - cuando el sistema político lo permite- hemos de civilizar, controlar, tener a raya e impedirle en todo momento que sea lo que debe ser por su naturaleza: puro poder, poder estatal, poder estatal total.
Imre Kertész, Un instante de silencio en el paredón. El holocausto como cultura

Solo ahora, cuando el Estado da un paso adelante para rescatar a los financieros, ha quedado claro para todos que el Estado y el capital están más estrechamente entrelazados que nunca tanto institucional como personalmente, y que quien gobierna realmente es la clase dominante, más que la clase política que actúa en todo caso como su representante.
David Harvey, El enigma del capital y las crisis del capitalismo


Estalinismo, campos de concentración

El exterminio impune de millones de personas fue posible justamente porque se trataba de personas inocentes.
Eran mártires, no héroes.
Varlam Shalámov, Relatos de Kolimá, Volumen III, El artista de la pala


Eutanasia

Así que nos surge el interrogante de cuál es la mejor forma de morir para los mayores. El suicidio no es nada infrecuente, pero la eutanasia sería mucho más preferible, y debe cambiar la ley que la impide; los mayores deberían tener el derecho de elegir cómo morir teniendo en cuenta, además, el sufrimiento de los seres queridos. 
Lewis Wolpert, Por ti no pasan los años. La sorprendente naturaleza del envejecimiento

El final es siempre el final. Deberíamos ser conscientes de ese momento en que ya todo queda atrás. Mi vejez también está cerca. Tendrían que construir unas casas donde acabar con los viejos sin que sufrieran. Cuando ya no valga para nada, le pediré a Grzegorz que me dé algo para dormir. Igual su química me sirve de algo.
Marek Hlasko, El octavo día de la semana
  
Si somos dueños de nuestra vida, no se ve por qué no hemos de decidir también de nuestra muerte, que es su acto más propio y definitivo.
Aurelio Arteta, Tantos tontos tópicos

Igualmente atroz y, quizá peor, me parece la muerte largo tiempo diferida por las técnicas médicas, esa muerte que no acaba. En nombre del juramento de Hipócrates, que coloca por encima de todo el respeto de la vida humana, los médicos han creado la más refinada de las torturas modernas. La supervivencia. Eso me parece criminal. (…) Que se nos deje morir, llegado el momento, e, incluso, que se nos dé un empujoncito para partir más aprisa.
Luis Buñuel, Mi último suspiro

La encontraron muerta en el suelo a las nueve de la mañana siguiente. Cerró así, en la soledad de una noche, una vida acabada hace ya mucho tiempo.
Marisa Madieri, Verde de agua

En realidad, estaría bien que todo el mundo trabajara, pero pudiendo determinar el momento para dejar de hacerlo. A partir de ese momento, la sociedad debería pagarle al individuo durante tres años el dinero que necesitase para llevar una vida digna y agradable. Después, tendría que despedirse de la vida, pudiendo establecer por sí mismo la manera de hacerlo.
Bernhard Schlink, Mujer bajando una escalera


Es inconcebible que sea posible mantener con vida, contra su voluntad, a aquellos cuya única esperanza es salir de la vida. Me parece un hecho de un sadismo salvaje. Y sobre esta cuestión, como sobre la del aborto, me parece que la actitud cristiana es horrible e indefendible; y lo diría con gusto públicamente.
George Steiner, Un largo sábado. Conversaciones con Laure Adler


Desde hace muchos años creo que la manera y el momento  en que uno muere es cosa de elección. Y, la verdad, no pienso que esto debe limitarse a esas situaciones en que el sufrimiento y la muerte se hacen inminentes por una enfermedad terminal. Creo que habría que extenderlo a las temporadas en  que uno está sano. ¿Por qué esperar a la decadencia? ¿Por qué no adelantarse al destino?
Teju Cole, Ciudad abierta


Es muy cierto que la esperanza se marchita poco a poco.
Magnífica la reflexión de Elisabeth Warren.
La idea de Harvey no por sabida hay que dejar de repetirla una y mil veces.
Lo que plantea Shalámov también se dijo de los judíos y, de alguna manera, explica el hecho de que no se produjeran revueltas.
Varias citas sobre la eutanasia, uno de los temas que más me preocupa desde hace tiempo. De hecho soy socio de la asociación Derecho a Morir Dignamente. Todas aportan aspectos interesantes, pero creo que la de Arteta resume muy bien en una sola frase la idea clave y la de  Steiner da un toque también a ese cristianismo sádico.
Llegará el día en que estará legalizado el suicidio asistido, seguro; lo malo es la cantidad de sufrimiento de todo tipo que no se habrá evitado hasta ese momento.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Muy desigual




Tenía ganas de leer algo de Sousa porque he oído hablar mucho de él y de sus análisis, pero ni siquiera había leído hasta ahora alguno de sus artículos. Al ver un libro con tan sugerente título me pareció que era la oportunidad de conocer por fin su pensamiento.
Desde esta perspectiva ha sido un error. El libro apenas dedica 15 páginas a un mínimo análisis teórico en el capítulo titulado El nuevo interregno, lo que es una lástima porque en esas pocas páginas ya se adivina un autor con cosas que aportar.
El bloque principal del libro se dedica a analizar la coyuntura política, y solo política, de Portugal, Brasil, Colombia. México y España, con la idea de que, como pregona desde el título,  solo desde la unión de las izquierdas se pueden lograr cambios que favorezcan a las clases populares y mantengan la democracia.
El principal problema que le he encontrado al texto es la enorme diferencia en la claridad del análisis de los diferentes países.
Así, en los casos de Brasil y, sobre todo, de Portugal, el análisis es tremendamente claro y muy interesante para ver cómo esa unidad puede funcionar y cómo si no se produce se deja el camino expedito a la derecha. Leer las páginas dedicadas a Brasil, sabiendo ya el resultado electoral, provoca rabia y desilusión. Lo que se explica del caso portugués me parece lo mejor y más interesante del libro con mucha diferencia. A pesar de lo mucho que se ha hablado en España del pacto de izquierdas en Portugal, hasta que no he leído este libro no me había enterado bien de en qué consistía y cómo se había llegado e él.
Por el contrario, los análisis de Colombia y México me parece que, sobre todo el primero, están hechos para gente de esos países o para especialistas. La cantidad de nombres que se dan conducen a que “los árboles no dejen ver el bosque”, o al menos yo no he sido capaz de enterarme bien de qué ha pasado y por qué. En lo que se escribe sobre España el problema es otro, no es que no se entienda sino que se centra en la izquierda tras lo sucedido en Cataluña que, siendo interesante, es una mínima parte del problema
En definitiva, creo que se trata de un libro que ofrece más en el título que en el contenido. Que trata un tema crucial para el futuro de la democracia, pero que resulta poco claro e insuficiente teniendo en cuenta que, por lo que se puede apreciar en el breve capítulo de análisis más teórico, el autor es capaz de ofrecer mucho más.
También me gustaría añadir que la traducción es bastante mejorable y que rechinan algunos de los términos que se utilizan como, por poner solo un ejemplo, austeritarias.

Boaventura de Sousa Santos, Izquierdas del mundo, ¡uníos! Traducción Antoni Aguiló y Àlex Tarradellas.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Otro acercamiento a la literatura anglosajona



Como he dicho muchas veces ya en este blog, hace tiempo que apenas leo literatura anglosajona. Leí mucha en su día y me cansó. No obstante, de vez en cuando me gusta acercarme a alguna obra que de la que haya oído comentarios favorables, lo que sucede con este libro ganador del National Book Award del año pasado con lo que es el segundo que consigue la autora pues lo obtuvo también en 2011. Algo debe de tener esta escritora.
Me resulta muy difícil escribir sobre un libro como este plagado de momentos de gran intensidad emocional y en el que la mayoría de sus protagonistas son bastantes infelices en el presente y arrastran historias que les produjeron mucho dolor en el pasado.
Ward no escribe una historia en forma lineal, sino que a partir de un viaje para recoger a alguien que sale de la cárcel, nos va mostrando fragmentos de la vida de los distintos personajes de manera que vayamos conociéndolos y comprendiendo sus comportamientos. Además, la historia se desarrolla en el sur de los Estados Unidos en la actualidad lo que le da pie también para mostrarnos una sociedad que no ha abandonado el racismo sino en la que, bien al contrario, este se manifiesta de forma explícita o latente en distintas situaciones. Solo un ejemplo de este aspecto de los muchos que se podrían poner:

“El alcaide dijo: “No es natural que un hombre de color domine a los perros. Los hombres de color no saben cómo dominar, porque no está en su naturaleza ser amos”. Y luego: “Lo único que sabe hacer un negro es ser esclavo”. (p. 131) (Aunque esta escena sea de una época anterior es lo suficientemente expresiva.)


Los protagonistas son los miembros de una familia totalmente desestructurada en la que el padre está en la cárcel y la madre es incapaz de mostrar afecto hacia sus progenitores y hacia sus dos hijos como manifiesta ella misma en este fragmento: “Michaela empieza a llorar. Jojo le acaricia la espalda y ella a él la suya, y yo me quedo ahí, viendo a mis dos hijos consolándose mutuamente. Me pican las manos, necesitan hacer algo. Podría ir con ellos y tocarlos a  los dos, pero no lo hago.” (p. 97). Además, está obsesionada por la prematura muerte de su hermano que se le aparece cada vez que se droga con metanfetamina. También están los padres de ella, él con una historia terrible en el pasado y ella enferma de cáncer. Por último, Richie, otro personaje que se aparece y que es el narrador de varios capítulos con otra historia terrible.
Ward estructura la novela a partir de capítulos narrados en primera persona por Jojo, el hijo; Leoni, la madre; y Richie. Utiliza por lo general frases cortas y precisas, pocos diálogos y escasas descripciones.
Sonia Fides en su reseña en elalombrario.com expresa muy bien lo que es este libro:

 “La canción de los vivos y los muertos es una piedra que le sigue el juego a la inercia porque sabe que una vez que emprenda su camino no habrá obstáculo capaz de detenerla. Es desalentadora y mágica, es magnética y brutal, es contradicción y exactitud emocional, es mostrar la bondad de los desprotegidos construyendo ese enigma que le saca a diario los colores a Dios. Es un bumerán que siempre se encontrará con la carne de alguien para dejar sobre ella la marca de su caprichoso vuelo.”

También hay una buena, completísima y muy recomendable reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.
Por mi parte solo añadir que es una novela cuya lectura me ha hecho pasar por diferentes estados de ánimo, eso sí,  con predominio de la desazón. También, un cierto desconcierto en algunos momentos -que se corresponden en su mayoría con las “apariciones”-, y hasta incluso la dificultad de leer algunos fragmentos al final del libro por su brutalidad.
Se acaba de publicar una magnífica entrevista con Laura Hernández en elpais.com enteramente dedicada a esta novela.

Jesmyn Ward, La canción de los vivos y los muertos. Traducción Francisco González López.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Un gran clásico ruso



Tengo una deuda pendiente con los autores clásicos en general y con los rusos en particular. Si bien en su día leí a los principales escritores franceses del siglo XIX y los disfruté, no tuve luego la idea de seguir conociendo otras literaturas del mismo siglo. Craso error, porque cada texto que conozco de esa época me va demostrando que se escribía muy bien y que se trataban temas no solo interesantes sino de un gran valor universal. Además, soy especialmente aficionado a la literatura de corte realista e incluso naturalista por lo que resulta aún más sorprendente ese abandono.
Esta novela corta de Turguénev, de apenas 90 páginas, es un ejemplo de por qué hay que leer a los clásicos. El autor es capaz en los cuatro capítulos en los que divide el texto y que hace corresponder con cuatro años distintos: 1830, 1837, 1849 y 1861, de contar una historia y dejar una buena muestra de algunos aspectos de la sociedad de su tiempo, sobre todo, del papel de la servidumbre que, precisamente, sería eliminada en el año que cierra el libro.
El narrador es un miembro de la aristocracia en el que parece ser que se manifiestan varios rasgos autobiográficos del autor. En el primer capítulo cuenta con doce años y vive con su cruel abuela trasunto, dicen, de su propia madre.
De la obra ha escrito Manuel Hidalgo en su buena reseña en elculturla.com:

“Realista, aunque con efluvios románticos, Punin y Baburin, con su trasfondo histórico y sus referencias literarias, es, a la postre, un drama que, inserto en las circunstancia sociales y políticas de más de treinta años de la vida rusa, aborda con pensamiento sombrío la dificultad de abrazar un destino individual y colectivo justo y feliz.”

No se me ocurre un mejor comentario y sí la encarecida recomendación de su lectura. Le dediqué la mañana de ayer y fue una magnífica experiencia.
A partir de ahora me fijo el compromiso de ir leyendo poco a poco los varios libros de escritores rusos que tengo en los estantes de libros pendientes.

Iván Turguénev, Punin y Babunin. Traducción Marta Sánchez-Nieves.

martes, 20 de noviembre de 2018

Temas para el debate




No es muy habitual entre nosotros este tipo de libro en el que un periodista y un político dialogan y debaten sobre temas de actualidad. El otro que conozco fue el que en su día hicieron Felipe González y Juan Luis Cebrián, pero era muy diferente en sus pretensiones y en los temas elegidos. Para que un libro así se pueda hacer es necesario que ambos participantes se respeten tanto personal como intelectualmente lo que sucede de forma muy evidente en el caso del que ahora comento.
A Juliana le conozco desde hace tiempo. He leído La deriva de España y Modesta España que me parecen dos magníficas reflexiones sobre el país en las que demuestra, además, sus grandes conocimientos de todo tipo. Obviamente, también conozco a Iglesias del que también he leído varios de sus libros y de los que sobre él se han escrito.
Este Nudo España es un extenso texto de 444 páginas en las que abordan un conjunto muy amplio y variado de temas que van desde la situación de Europa a lo sucedido en Cataluña, pasando por la Transición y el ciclo electoral de 2015-2016 sin olvidar, claro está, la crisis económica.
Con un catálogo tan amplio de temas tan relevantes este comentario se tiene que centrar en pequeños detalles y alguna pincelada más general.
El libro merece la pena ser leído con detenimiento y participando en la conversación en muchos momentos. Yo lo he hecho en el capítulo dedicado a la Transición que, por otra parte, siendo el más extenso del libro, me parece el más flojo o, para ser más preciso, el que está tratado de manera menos sistemática y dejando muchos cabos sueltos.
También he de advertir que sobre la mayor parte de los temas me han parecido más relevantes las reflexiones de Juliana que las de Iglesias y, además, tiene la capacidad de volver a retomar los temas tras algunas largas digresiones.
En forma muy sintética diría que de lo planteado por Juliana destacaría: su reflexión al principio sobre cómo en Europa están discutiendo y analizando la llegada de los robots y aquí seguimos con temas muy caseros; los datos que aporta de las encuestas que Gallup hizo a principios de los setenta; su análisis de los Pactos de la Moncloa y lo que explica sobre la educación  (reconozco que lo desconocía); su explicación sobre cómo la política económica ha sido la misma desde 1959; la comparación entre Grecia y Hungría tras la que concluye: ”Es más fácil cuestionar el paradigma liberal-cultural que el paradigma liberal-económico.” (p. 299) y, finalmente, los cuatro puntos que da para caracterizar a Aznar del que merece la pena reproducir el tercero por su actualidad: “cuando el PSOE gobierne, no dejar que se asiente, zarandear el tablero para evitar toda sensación de normalidad.” (p 428)
Iglesias tiene también interesantes intervenciones en el debate, si bien comete el error de hacerlas a veces demasiado extensas –tres o cuatro páginas-, con lo que se pierde un poco el hilo. Hay bastantes cosas que me han llamado la atención, pero destacaré solo alguna: muy interesante la comparación que hace entre la generación actual y las diferencias con las anteriores, sobre todo con la mía; muy poco clara la distinción que hace entre Errejón y Mayoral y, por encima de todo, las alusiones en diferentes momentos a la moderación necesaria en Podemos. Dejo algunos fragmentos como muestra:

“PI: Es que estamos demostrando pragmatismo en muchos planos. Una de las cosas que nos sorprendía de nuestras encuestas internas era que, en realidad, las exigencias de nuestro electorado muchas veces son más modestas que nuestros propios planteamientos programáticos.” (p 20)

“PI: Por eso es importante no apedrear a las generaciones que apoyaron masivamente al PSOE y que se conformaron con cosas que luego se han revelado insuficientes o disfuncionales. (…)
O somos capaces de mostrar respeto y ser conscientes de que lo que la gente desea en un país del sur de Europa es, por encima de todo, bienestar y tranquilidad, y no una revolución  que implique asaltar el Palacio de invierno y quemar a los traidores, o no ganaremos nunca.” (p. 165-166)

Como decía al principio, un libro en el que se abordan temas  tan importantes y con tanta repercusión da para comentar infinidad de aspectos tanto de las líneas generales como de algunas opiniones o informaciones que se ofrecen, pero no es el espíritu de las entradas que hago en este blog. Sí lo es recomendar su lectura y animar a ese diálogo con el texto del que hablaba.
No quiera terminar sin dejar constancia de mi total coincidencia con la siguiente afirmación de Juliana que quienes me conocen saben la cantidad de veces que digo algo parecido:

“EJ: Me pongo nervioso cuando se utiliza el nombre del fascismo en vano. Muchas veces la gente no sabe de qué está hablando.” (p. 312)


Pablo Iglesias y Enric Juliana, Nudo España.


domingo, 18 de noviembre de 2018

“Gracias a todos”: Nuevas citas VI



Hace más de seis años que autoedité Gracias a todos en el que recogía la mayoría de las citas que había ido recopilando hasta entonces. En este tiempo he seguido con mi vieja costumbre y he pensado que sería una buena idea publicarlas en el blog organizadas por temas, con algún comentario si se tercia, tal y como hice en el libro.



Enfermedad

Caí enfermo. La vida me pareció extraña en ese estado. La enfermedad ahonda la soledad y hace que la capacidad de querernos a nosotros mismos sea más fuerte.
Mohamed Chukri, El pan a secas


Enseñanza

El gran problema de hoy no es la docilidad de la recepción, es la brutalidad de la desestimación que cada vez más alumnos contraponen a los contenidos de la enseñanza. No es la apatía, es la agresividad. No es la falta de espíritu crítico, es la crítica ignorante de la cultura escolar.
Alain Finkielkraut, La identidad desdichada


Error

Si no cometes errores, es que no lo estás intentando de verdad.
Coleman Hawkins en
F.Bianchi y P.Pitacco, 101 microlecciones de jazz


Escritura

A fin de cuentas, sólo hay dos maneras de escribir, ¿saben?: una es mirándose el ombligo y la otra mirando el de los demás. Y para hacer una obra buena hay que mirar los dos ombligos a la vez.
 Maurice Druon, La caída de los cuerpos


(…) escribir siempre me ha parecido el tipo más odioso de trabajo. Sospecho que es un poco como joder, que sólo divierte a los no profesionales. Las putas viejas no se divierten gran cosa, según creo.
Hunter S.Thompson, La gran caza del tiburón


A menudo la labor del escritor puede ser muy pasiva. Uno debe ser capaz de escuchar lo que lleva dentro. Solo así logrará producir algo natural, no artificioso.
Hans Keilson, Ahí está mi casa


Sólo puede pretender escribir aquel que no ha leído suficiente. Ése es mi mandamiento personal. Las ganas de escribir libros se matan leyendo libros. Eso es lo que yo he hecho durante casi toda mi vida.
Alberto Barrera Tyszka, Rating

Me decía que, cuando un escritor tiene un bache creativo en su trabajo, por lo general puede ser muy creativo a la hora de encontrar maneras de escapar de él.
Gay Talese, Vida de un escritor


Para escribir se ha de amar y para amar se ha de comprender.
John Fante, Al oeste de Roma


Pues bien, según cuentan, la escritura bendice a quien le es fiel y se libra de los oportunistas.
Mohamed Chukri, Rostros, amores, maldiciones


“-Si se quiere escribir, hay que suprimir esas ideas y el conocimiento del diluvio venidero, la guerra y demás. Lo único importante es beber bien y con tino. Un oficio artístico depende de modo inexorable e inevitable de los estados de ánimo.”
Irmgard Keun, escritora y amante de Joseph Rotrh, en una carta a Arnold Strauss.
Volker Weidermann, Ostende 1936, el verano de la amistad


Para eso uno es un escritor, para poder ver el mundo de otro modo, para poder desearlo y describirlo distinto de lo que es, y de lo que será.
Volker Weidermann, Ostende 1936, el verano de la amistad


Escribir es como el jazz: puede aprenderse, pero no enseñarse.
Paul Desmond en
F.Bianchi y P.Pitacco, 101 microlecciones de jazz


No es ninguna pérdida para la humanidad que un escritor decida dar por terminada su labor. Cuando un árbol cae en la selva, ¿quién se preocupa salvo los monos?
 Richard Ford, El periodista deportivo


“En el momento en que uno se pone a escribir –dice Natalia Ginzburg-, milagrosamente se olvida de las circunstancias concretas de la propia vida, pero nuestra felicidad o nuestra desdicha nos empujan a escribir de determinada manera. Cuando somos felices, nuestra imaginación tiene más fuerza. Cuando nos sentimos desdichados, gana fuerza el recuerdo.”
David Grossman, Escribir en la oscuridad


Sartre tal vez pecaba de ingenuo al afirmar que “nadie podría imaginar ni por un momento que pudiera escribirse un libro ensalzando el antisemitismo”. Libros así se han escrito y parece que se seguirán escribiendo. Pero tenía toda la razón con respecto al “único tema” que es el fundamento de la escritura y la esencia del acto literario: la libertad. La libertad de pensar de otro modo, de mirar de manera distinta las situaciones y las personas, aunque sean nuestros enemigos.
David Grossman, Escribir en la oscuridad


Escribí esta historia para sentirme un poco menos infeliz. Me equivoqué. No debemos buscar nunca un consuelo en la escritura. No debemos perseguir un objetivo. Si hay algo seguro es que es necesario escribir sin perseguir un objetivo.
Natalia Ginzburg, Y eso fue lo que pasó


Para aprender, un escritor debe vivir más que leer. Para entretenerse, un escritor debe escribir más que leer. Así podrán surgir libros que el público lea para aprender y entretenerse.
Karl Kraus, Dichos y contradichos


A mi entender, mientras los miembros de la familia humana estén enfrentados, el escritor no puede dedicarse a entretener a quienes participen de este crimen colectivo… Toda obra literaria es reprobable, a mi juicio, porque desvía la atención de los hombres del crimen que cometen y los mantiene en la mentira de estar inmersos en una vida cultural en medio de la barbarie generalizada.
Károly Pap, Azarel




Como lector apasionado y que dedica, y ha dedicado, bastante tiempo a la lectura nunca me ha dado por escribir. (Miento, me pasó una vez y no me duró ni media hora; mi inutilidad se manifestó nada más comenzar). Sin embargo, sí me ha interesado, y mucho, lo que los escritores dicen sobre la escritura. He leído más de un libro de escritores consumados y, por lo que se ve en esta entrada, suele fijarme en lo que dicen sobre el tema de forma aislada.
Solo se me ocurren unos pocos comentarios.
Thompson debe de estar pensando en sí mismo. Puede que tenga parte de razón.
La de Talese es muy Talese.
Creo que lo que dice Weidermann lo debe de firmar la mayoría.
La de Pap me parece un tanto exagerada aunque contenga elementos de verdad. ¡Qué no diría, por ejemplo, sobre la televisión!

Un cuento navideño


Hartlieb es también la autora de Mi maravillosa librería que aunque no he leído sí he visto la película y puedo imaginarme ahora mejor cómo debía de ser la novela.
La editorial dice en la contraportada que: “es un delicioso y cautivador cuento de Navidad, una evocadora historia sobre el poder de la letra impresa, el placer de la lectura y el lugar que los libros y las librerías ocupan en nuestras vidas y en nuestros corazones.” Totalmente de acuerdo con la idea del cuento y bastante menos con el tema de los libros.
Un cuento porque, efectivamente, la historia de la niñera proveniente de un pueblo y de una familia pobre, y su relación con el dependiente de una librería huérfano desde niño, junto al suceso de la pérdida en un mercadillo el día antes de la Navidad de uno de los niños que cuida, son elementos muy característicos de un cuento.
El libro se lee con cierto gusto especialmente por dos cosas que lo hacen un tanto especial: por un lado, aparte de los dos protagonistas mencionados, otro importante personaje, el padre de los niños, se llama Arthur Schnitzler y es médico al mismo tiempo que escritor de novelas y teatro, es decir, como el auténtico y, por otro lado, la obra, que se desarrolla en Viena en lo que parece ser el primer tercio del siglo XX, parece escrita por alguien de esa época, es decir, como si hubiese sido escrita por el propio Schnitzler. Ambos aspectos hacen que se trate de una novela original y que demuestra un trabajo especial de la autora para lograr esa impresión en el lector. (Dando por supuesto que esa sea su intención, lo que por el resultado creo que se puede hacer).
También hay un trabajo en la misma línea del traductor al emplear palabras tan poco habituales como: badulaque, rencillosa, estertorosa, pujo o tramontado.
Una novela corta, de apenas 150 páginas, que se lee de un tirón y que, aunque no resulte precisamente apasionante sí hace pasar un rato agradable.

Petra Hartlieb, Invierno en Viena. Traducción Richard Gross.

viernes, 16 de noviembre de 2018

¿Ajuste de cuentas?



“Cuanto más se ama a alguien menos debe adulársele; el verdadero amor es el que nada perdona.”
Molière

Con esta cita abre Debray este libro en el que desde luego “nada perdona” y en el que ese amor se le supone aunque no se vea demasiado a lo largo del texto.
Ha realizado la autora lo que yo considero una especie de ajuste de cuentas con sus padres o, para ser más preciso, sobre todo con su padre del que no dice demasiadas cosas positivas más allá de reconocer su talento siempre  y su valor en una época. Valgan como muestra los siguientes fragmentos:

“Con mis padres, nada era ligero o alegre. Su tono era serio, las metas eran cruciales. Yo no entendía gran cosa de todo aquello y ellos no se preocupaban por hacerme partícipe de sus temas de conversación.” (p 173)

"Mis padres siempre estaban insatisfechos e inquietos. Y nunca compartían el júbilo colectivo.” (p. 175)

“Incapaces de tomarse vacaciones si no era para leer y escribir, todo tenía una connotación política, incluso la lección de la criada, descendiente de refugiados españoles republicano, minusválida, a la que había que contratar aunque no pudiera pasar la aspiradora.” (p. 176)

“No conservo ningún recuerdo de mis padres haciendo algo para mí o conmigo. Cuando se veían, solo hablaban de política.” (p. 195)

”Muy pronto comprendí que mis padres se esforzaban por dar lo que podían: una ventana al mundo, un sentido crítico, una disciplina e incluso cariño.” (p. 194)

Como se ve solo aparece algo relacionado con el afecto en esta última frase.
El libro está dividido en seis capítulos. En el primero hace un resumen de los antecedentes familiares de sus padres. En el segundo se centra en la peripecia sudamericana del padre, tanto en Cuba como en Bolivia y cuenta su detención, juicio y posterior encarcelamiento. Hasta la mitad del libro la autora aún no había nacido. A partir del tercer capítulo sí que se trata ya de un libro de memorias, bien que muy selectivas, en el que habla de su infancia, de la relación con sus padres, de la vida con sus abuelos, de su estancia en Sevilla entre 1989 y 1993, de su posterior viaje a Venezuela (el país originario de su madre) y finalmente a Estados Unidos para trabajar en una banco. Esta segunda parte es la más interesante porque es la que verdaderamente responde al título del libro y es lo que yo encontraba interesante, esto es, cómo se puede compaginar la labor “revolucionaria” con la paternidad.
En este sentido, el libro no me ha defraudado y, además, me ha descubierto algo no por conocido menos relevante: cómo de unos padres con una ideología determinada y muy acendrada, pueden salir unos hijos con otra bien diferente y en muchos aspectos opuesta.
En este sentido me han llamado mucho la atención las páginas que dedica al rey Juan Carlos que son un verdadero panegírico desde su aspecto físico, pasando por su talante, hasta su acción política, llegando a decir en la comparación con el presidente francés que:

“El Rey era el más republicano de todos los soberanos; reinaba con los españoles. A la cabeza de una monarquía contrariada, Mitterand, por su parte, gobernaba desde arriba.” (p. 237)

Aquí la autora parece desconocer la distinta función que ambos tienen en sus respectivas constituciones, algo difícil de entender si se tiene en cuenta que en 2014 publicó una biografía del rey. Creo que se podría decir que ha padecido una especie de “síndrome de Estocolmo” con el monarca español.
También dedica un par de páginas a demostrar su antichavismo y anticastrismo en lo que parece ser una especie de revancha, una vez más, contra su padre, como lo parece también de forma muy explícita el siguiente fragmento:

“Han disfrutado del pleno empleo, nunca han conocido la angustia de la precariedad y dispondrán de las últimas pensiones honrosas. A fuerza de haber tenido ideales, dejan a sus hijos el calentamiento climático, una deuda pública elevada, pensiones que no están financiadas, el paro masivo, un sistema educativo poco eficaz.” (p.278-279) (Se está refiriendo a los exsesentayochistas que se aferran a sus puestos contraponiéndolos al rey Juan Carlos que abdica y deja paso a la juventud).

En resumen, un libro muy curioso en su planteamiento y muy poco habitual. Escrito de forma muy clara y con gran valentía para exponer sus resquemores y sus carencias. Uno de esos libros que se lee casi de un tirón y que da elementos para pensar sobre todo a los que estamos todavía en los inicios de la educación de los hijos. Obviamente no estoy de acuerdo con varias cosas que afirma Debray, pero eso no es lo importante en este caso.
Hay dos buenas reseñas: la de Marc Bassets en elpais.com y la de Daniel Arjona en elconfidencial.com.

Laurence Debray, Hija de revolucionarios. Traducción Cristina Zelich.