miércoles, 24 de febrero de 2021

Un gran tributo al padre del autor


Se dice en la contraportada que este libro es una “biografía novelada” y creo que no es del todo exacto en la medida en que faltan bastantes informaciones sobre la vida del padre del autor. No obstante, esto no quita un ápice de interés a la novela ni de valor a lo que ha hecho Héctor Abad que queda muy bien expresado por él mismo en el siguiente fragmento ya casi al final del libro:

“Me saco de adentro estos recuerdos como se tiene un parto, como se saca un tumor. No miro la pantalla, respiro y miro hacia afuera.

(…)

Es posible que todo esto no sirva de nada; ninguna palabra podrá resucitarlo, la historia de su vida y de su muerte no le dará nuevo aliento a sus huesos, no va a recuperar sus carcajadas, ni su inmenso valor, ni el habla convincente y vigorosa, pero de todas formas yo necesito contarla. Sus asesinos siguen libres, cada día son más y más poderosos, y mis manos no pueden combatirlos”. (p 294-295) 

En estas palabras tenemos un buen resumen de lo que este libro es: un homenaje emocionado a la memoria de su padre vilmente asesinado en 1987. Un padre que queda caracterizado a lo largo del texto como: generoso, desprendido, tolerante, cariñoso, solidario, liberal, abierto, positivo, comprometido,…y también, en otro sentido,  como alguien inútil manualmente y que detesta los riesgos físicos.

Héctor Abad Gómez fue un médico dedicado a la medicina desde el enfoque de la Higiene y la Salud Pública (resulta curioso que cuando algún campesino aparecía por su casa con algún problema físico fuese la mujer del médico y no este quien le atendiese porque a él no le gustaba el ejercicio de la medicina), también participó activamente en la Asociación de Derechos Humanos, que llegó a presidir, e incluso se postuló como precandidato por los liberales para la alcaldía de Medellín, su ciudad. Todo ello sucedía en el seno de una sociedad tan convulsa como era la colombiana de los años setenta y ochenta con el conflicto abierto entre guerrilla, narcos, paramilitares y fuerzas del gobierno.

En los primeros capítulos del libro Abad nos cuenta sus años de infancia y juventud en los que estuvo siempre muy próximo a su padre en una familia en la que el resto eran todo mujeres. Un padre del que habla con gran pasión. Dedica bastante espacio a explicar el contexto religioso tanto en el colegio como en la parte materna de su familia; los múltiples rezos del rosario, las letanías y hasta las procesiones que hacían ¡dentro de la casa! En todo esto tengo que decir que me he visto perfectamente retratado porque en España esto funcionaba exactamente igual. Eso sí, hay algo que me gustaría comentar sobre este tema porque no comparto lo que dice al autor en los siguientes párrafos: 

"Si en la infancia y primera juventud se nos inculcan creencia metafísicas, o si por el contrario nos enseñan un punto de vista agnóstico, o ateo, llegados a la edad adulta será prácticamente imposible cambiar de posición.

(…)

A veces unas pocas personas ebrias de racionalidad, al crecer, recapacitan y por algunos años adoptan el punto de vista descreído, aunque hayan sido educados de un modo confesional, pero cualquier fragilidad de la vida, vejez o enfermedad los vuelve tremendamente susceptibles a buscar el apoyo de la fe, encarnada en alguna potencia espiritual”. (p 105-106)

No solo en mi caso -he logrado apostatar después de un proceso que me llevó bastantes trámites e incluso un viaje a Madrid donde había sido bautizado- no ha sucedido nada parecido, tampoco en el de muchos que conozco de mi generación con la misma (de)formación religiosa. Creo que tantos años de beatería y de una religión llena de ritos y vacía de contenidos, nos ha llevado al ateísmo o al agnosticismo y a algunos también a un fuerte anticlericalismo.

Pero volviendo a la novela, tras esa primera parte más descriptiva en la que el protagonismo es sobre todo del autor, tras el duro capítulo en el que narra la muerte de su hermana Marta, la novela se va centrando más y más en la figura del padre, en sus trabajos y en su activismo social. A partir de ahí la novela va ganando en tensión y se va cargando de emociones que se transmiten fácilmente al lector. Todo el tramo final resulta así enormemente emotivo.

Sobre el libro dice muy acertadamente Ernesto Calabuig en su reseña en  elcultural.com:

“La novela huye de dos grandes peligros que podían echarla a pique: una equivocada combinación o distribución de los muchos datos y anécdotas que la volviera aburrida y, sobre todo, el carácter sentimental-edulcorado de una hagiografía paterna. En un equilibrio que divide la obra casi en dos mitades exactas,…”

 Aunque es cierto que la novela es bastante hagiográfica, esto queda compensado por una parte porque, efectivamente, no resulta edulcorado y, por otra, por la crítica que hace a la postura del padre que en algunos momentos pudo parecer demasiado favorable a la guerrilla.

Desde luego se trata de una magnífica lectura, de un libro que emociona en muchos momentos y que hace reflexionar en otros. Para alguien de mi generación tiene además el valor añadido de compartir muchas experiencias con el autor. Por cierto, hay una que me ha parecido bien curiosa: por dos veces hace referencia Abad a que su padre guardó para él la Historia del Arte de Ernst Gombrich. Cuando hace unos meses regalé a una librería de viejo mis libros de historia, guardé ese mismo libro pensando en que a mi hijo le pudiera gustar en el futuro (ahora tiene 11 años).

Solo me queda recomendar su lectura.

No  he dicho en ningún momento que he tenido conocimiento del libro por un programa de radio en el que hablaban de la película que ha hecho Fernando Trueba con guion de David Trueba basado en este libro.

 

Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos.

 

 

 

 

 

 


 

domingo, 21 de febrero de 2021

Para conocer mejor lo que nos espera

Antisocial no es una labor de reportaje. Los acontecimientos que describe el libro han sucedido realmente; con raras excepciones, los nombres son reales. Siempre que he conocido los hechos a través del trabajo de otro periodista, he tratado de citarlo. En la mayoría de los casos, los hechos y los acontecimientos que aparecen relatados en el libro se derivan de las entrevistas realizadas, de una reconstrucción a partir de la investigación o de haberlos presenciado en primera persona.”  (p. 525) 

Con estas palabras se inicia la Nota del autor con la que se cierra el libro y que muestran la principal virtud del mismo, esto es, que todo lo que en él aparece no solo es que sea real, sino que ha tenido como testigo a Marantz. No es un libro basado en bibliografía, en fuentes secundarias; no es un libro teórico sobre la extrema derecha estadounidense basado, por ejemplo, en sus textos; sí es un libro sobre ese grupo, pero basado en el contacto personal con muchos de sus principales protagonistas y referentes.

El libro está dividido en seis partes cada una de ellas centrada en uno o unos personajes con los que a veces convive y pasa bastante tiempo. Entre ellos están: Emerson Spartz, (”Un tío viral”) -del que más adelante reproduciré un par de fragmentos-, cuyas prácticas serán seguidas por muchos de los que salen en el libro; Mike Cernovich, uno de los creadores de la “alternativa ligera” (escisión algo más moderada de la derecha alternativa); Mike Enoch, quizá el más conocido de la derecha alternativa y cuya identidad fue revelada poco antes de la investidura de Trump; o Samantha, el alias de una mujer que pasó de apoyar a Obama a meterse en los círculos de la extrema derecha hasta casarse con uno de esa tendencia y terminar abandonando al marido y al grupo; por citar solo a aquellos que ocupan lo fundamental de varias de las partes en las que se divide el libro.

Con diferentes matices e intensidad, todos comparten cosas como: el supremacismo blanco, la misoginia, la islamofobia, el racismo o el antisemitismo: Estos dos últimos menos presentes en la “alternativa ligera” más centrados en los valores “occidentales” que en los meramente blancos y por ello menos, o nada, antisemitas.

Volviendo a Spartz, reproduzco dos fragmentos muy significativos: 

“¿Quién ha visto alguna vez un bloque grande y largo de texto y ha dicho: “¡Qué emocionante!”. Siempre se lo digo a mis empleados: cada párrafo que escriban debería ser supercorto, de tres frases como mucho. Y me refiero a frases breves. Un punto y seguido es mejor que una coma. El aburrimiento es el enemigo”. (p.129)

“No deberías tener que elegir qué quieres, porque seremos capaces de conseguir los datos suficientes para saber qué es lo que quieres mejor que tú mismo.” (p.151)

Es decir, algo que podemos apreciar a diario y que tiene unas implicaciones tremendas sobre el pensamiento y, me atrevería a decir, hasta sobre la libertad individual.

Por otro lado Cernovich dice que las dos principales leyes de la mecánica de los medios de comunicación sociales son: “El conflicto es atención” y “la atención es influencia” (p.243)

No creo que sea necesario decir cómo ni quién lo practica hoy casi a diario en nuestro país. Lo mismo que pasa con la siguiente frase de Andrew Anglin, editor de la página neonazi Daily Stormer: “Todos los enemigos deberían combinarse en un único enemigo, que son los judíos.” (p.415)

Después de esta aplicación a nuestra realidad, vuelvo al libro para recoger aquello que me ha resultado más interesante o que me ha aportado informaciones más novedosas: todo lo que escribe sobre emociones activadoras y desactivadoras y el uso que de ellas se hace; el manejo de la viralidad del que ya he hecho mención; la “estrategia de Sailer” para lograr  una Norteamérica blanca; un iluminador discurso de Hillary Clinton como también lo son las respuestas que le dieron; la explicación de la Ventana de Oberton y cómo se va abriendo poco a poco; o la cantidad de medios de que dispone la extrema derecha, en cualquiera de sus versiones, sean blogs, canales de YouTube, páginas web, etc. y de grupos que existen formados en su inmensa mayoría por hombres.

El libro tiene 525 páginas por lo que hay mucho más de todos los aspectos que uno se pueda imaginar. Marantz, que es un periodista que escribe en The New Yorker, es capaz de transmitir muy bien la información y no deja que el libro decaiga en ningún momento aunque, lógicamente, tampoco es un libro que se pueda, yo diría incluso que ni se deba, leer de un tirón. Yo he estado con él un par de semanas y, claro, dada mi memoria, me he quedado más con lo leído hacia el final. De hecho los dos capítulos que me han parecido más interesantes han sido los dedicados a Mike Enoch y a “Samantha”. El primero, porque además de tratarse de uno de los principales líderes de la derecha alternativa, Marantz pasó bastante tiempo con él y, más importante aún, con sus padres que están muy alejados del pensamiento del hijo, con lo que tiene unas entrevistas bastante íntimas. Con el dedicado a Samantha porque se analiza muy bien la evolución de una persona y los distintos factores que la producen. En este capítulo casi todos los personajes aparecen con otros nombres. Estos dos capítulos dan la sensación de haberse publicado de forma independiente antes de agruparse en este libro (algo que pasa también con algún otro).

Para ir terminando este extenso comentario, dejo un par de fragmentos que tienen también mucho que ver con nuestra realidad:

“En los últimos veinte o treinta años no oías a nadie diciendo estas cosas. Ahora, de repente, se sienten autorizados.” (p. 298)

“Todo el mundo sabe que estos hombres son unos mentirosos; también podrían ser, en función de cuán literal o seriamente se tomara cada uno sus diversas grandilocuencias, unos demagogos racistas que consentían la violencia. En cualquier caso, su poder era real, y una de las funciones del periodismo es documentar y confrontar a quienes ostentan el poder. Los troles pueden ser pueriles, odiosos o peligrosos, pero saben poner trampas la mar de ingeniosas. Responder a sus provocaciones significa amplificar su mensaje, Pero si nadie les reprochaba nada, los troles dirigirían internet y, tal vez, el mundo.” (p. 340)

Un libro no solo recomendable, sino imprescindible para ver cómo funcionan y lo que pretenden los grupos de extrema derecha en Estados Unidos y poder ver mejor cómo todo eso va llegando aquí. Otra cosa es cómo se puede combatir, algo para lo que hasta ahora nadie ha encontrado la solución. De hecho, tras su lectura se cae en un cierto pesimismo.

Hay un interesante artículo de Íñigo Sánz de Ugarte sobre el libro en eldiario.es de hoy mismo y una entrevista de Carlos delCastillo con Marantz en el mismo diario.


Andrew Marantz, Antisocial. La extrema derecha y la “libertad de expresión” en Internet. Traducción Lucía Barahona.

 

 

 



 

jueves, 18 de febrero de 2021

Una buena escritora noruega


Me gusta leer libros procedentes de diferentes lugares porque en ellos se pueden encontrar distintas formas de ver el mundo y maneras de analizar la realidad. En este caso es una novelista noruega, para mí desconocida hasta ahora, la encargada de hacerlo.

El libro se vende como una cierta crítica del estado del bienestar de los países nórdicos y creo que no es del todo así. En una reseña bastante desfavorable para la novela, lo que no comparto, sí que se apunta algo con lo que estoy muy de acuerdo:

“Porque la novela funciona bien como análisis psicosocial de una generación adulta cuyos logros vitales no satisfacen sus necesidades cada vez menos materiales y más emocionales”. (Enleeresvivirdosveces.com)

 Esto es, aunque hay algunos elementos críticos sobre el estado del bienestar de los que más adelante dejaré algún ejemplo, creo que lo que cuenta la protagonista puede suceder en cualquier país sobre todo si tiene un cierto nivel de desarrollo económico.

La protagonista y narradora, Elin, es una doctora de medicina general con una situación matrimonial poco gratificante que, casi por casualidad, entra en contacto a través de Facebook con un antiguo novio que se convertirá en su amante. Así pues, estamos ante algo que ya hemos leído en otras novelas y visto en muchas películas. La gracia de la novela es lo bien que Lykke cuenta la historia y también cómo abre el foco a otros aspectos. En este sentido, todo lo que cuenta Elin sobre las relaciones con sus pacientes resultan no solo interesantes sino muy reales, como también lo es la narración de sus dos relaciones mencionadas. Un tema que no sale demasiado, pero que cuando lo hace la novela alcanza gran intensidad, es el de la relación de la protagonista con su madre. Para mí es lo más conseguido de la obra y lo que, seguramente, ayude a entender algunos de los comportamientos de la protagonista.

Introduce también un elemento novedoso: de vez en cuando conversa con un esqueleto que está en su consulta y que actúa como una especie de (mala) conciencia de la doctora; un particular pepito grillo. Lo curioso es lo bien que encaja en una obra por otra parte tan realista.

Toda la novela está escrita con mucha agilidad y usando diferentes momentos temporales sin que el lector se pierda en ningún momento. De vez en cuando echa mano de la ironía sobre todo cuando cuenta los comportamientos de algunos pacientes o cuando habla de Grenda, la ciudad en la que vivió y que estaba poblada principalmente por gente “progre”.

En la novela se habla de muchas cosas: divorcio, infelicidad, adicciones, amantes, hijos, paternidad, miedos, etc. y se hace casi con el bisturí de una cirujana aunque quien lo haga sea una doctora de medicina general. A mí me ha resultado una obra muy sugerente. Me he visto reflejado en varios momentos y en otros me ha hecho pensar y repensar ideas y comportamientos. No está nada mal para tratarse de una novela que, eso sí, fue declarada Libro del Año en Noruega.

Para finalizar dejo los fragmentos que anunciaba al principio como ejemplo de la crítica que hace a ciertos aspectos del estado del bienestar.

“(…) al Rebelde le gusta ser como Papá Noel y es generoso con los fondos públicos. El Rebelde opina que todo el mundo tiene que tenerlo todo siempre. “Es un derecho legítimo” es la frase preferida del Rebelde, y si alguien quiere algo, siempre y cuando se trate de prestaciones sociales, en ese mismo momento se lo ha ganado, en el siguiente instante le corresponde reclamarlo y justo después se convierte en un derecho legítimo”. (p. 140-1419 (El Rebelde es un médico de más de setenta años que sigue trabajando)

“Todo el mundo tiene que hacer de todo y tenerlo todo, hay que dejar todas las opciones abiertas y seguir los impulso todo el rato. No basta con zanjar una relación y empezar otra, no. Cuando ya se está inmerso en esa nueva relación, tampoco puede faltar la cubertería de plata y las iniciales grabadas y los vestidos de novia y los embarazos y los anillos y los faldones de bautizo, y si uno no lo  consigue por sí mismo, le ayudará el Estado”. (p. 170)

Un libro muy recomendable porque además de todo lo dicho es muy entretenido y se lee con gran facilidad.

Hay una buena entrevista de Carmen López con la autora en eldiario.es.

 

Nina Lykke, Estado del malestar. Traducción Ana Flecha Marco.

 


 

martes, 16 de febrero de 2021

Demasiado irregular



Una advertencia previa: No soy lector habitual de Diarios. He leído varios de los que se han publicado de prisioneros y prisioneras en los campos de concentración o de exterminio y, que ahora recuerde, alguna parte de los de Manuel Azaña. Es un género que no me llama especialmente la atención.

Claro, otra cosa es si se trata de los Diarios de uno de mis autores favoritos. De hecho, siendo también poco aficionado a la lectura de libros que recojan la correspondencia entre gente famosa, también leí hace tiempo el de la correspondencia entre Stefan Zweig y Joseph Roth por las mismas razones por las que he leído estos Diarios.

En esta edición se recogen escritos de distintas épocas: los de octubre de 1931 escritos en Salzburgo; las notas de un viaje a Nueva York de 1935; uno breve de 1935 de un viaje de París a Londres; el más extenso del libro que recoge la parte brasileña de un viaje a Brasil y Argentina de 1936; un diario de la Segunda Guerra Mundial de 1939 y, finalmente, el cuaderno de guerra de 1940.

Un periodo de nueve años que solo ocupan 134 páginas de un libro en formato pequeño. Esto significa que Zweig o no era muy aficionado a este tipo de escritos, o que tampoco tenía mucho tiempo para dedicárselo a un diario.

En general, no me ha resultado demasiado interesante su lectura, exceptuando la parte dedicada a Brasil o el Cuaderno de guerra final. El problema es que, como pasa con lo escrito en 1931, es una mera enumeración de actividades: gente que le visita, obras de teatro a la que acude, etc o, en el caso de Nueva York, es una descripción de la ciudad que podría hacer cualquier turista. Sin embargo, incluso en esas partes va dejando algunas cosas que son interesantes. Así, estas dos  reflexiones que resultan premonitorias: 

“Europa solo volverá a ser digna de habitarse cuando se unifique, permitiendo la libertad de movimientos dentro de su espacio común”. (p. 16) 

 “La Historia muestra cómo los recortes salariales que afligen a amplios sectores de la sociedad terminan por soliviantar al conjunto del país; cómo se genera, finalmente, un mayor descontento entre aquellos que se oponen al gobierno”. (p. 19) (Sobre el auge de los nazis)

Esta otra que no deja de ser curiosa:

“Dos horas en España todavía son más intensas que un año en Inglaterra, sobre todo ahora que los cañones ocupan la ciudad”. (p. 71) (Agosto 1936 en una escala en Vigo)

O estas otras que muestran ya el camino por el que está transitando y que le llevará al trágico final:

“Ya he preparado cierta “botellita” previendo que pudiera suceder cualquier cosa: por ejemplo, que los alemanes ocuparan Inglaterra si interviniera Italia o Francia capitulase”. (p. 121)

 “Jamás me he sido tan pesimista ni me he visto tan desesperanzado: doy por perdida la guerra”. (p. 131) (escrito en junio de 1940)

También son interesantes para un seguidor del escritor algunas cosas que se pueden descubrir leyendo estos diarios como son: el hecho de que escriba dictando, algo que me parece que debía de ser bastante habitual en su época, luego lo revisaba y pasaba a la redacción definitiva; su poca aptitud para la vida social que aparece en diferentes momentos y que sorprende al ser un personaje tan popular en su día y del que yo no hubiera pensado que era así, o el hecho de que, por lo que se ve, siempre estaba escribiendo varios libros al mismo tiempo, coincidiendo, por ejemplo,  su autobiografía con la biografía de Balzac o los artículos para incluir en sus Momentos estelares de la humanidad.

Para terminar un par de cosas sobre esta edición. Tiene una magnífica presentación y un extenso conjunto de notas, 298,  que ayudan a conocer a muchos personajes que se mencionan en el texto. Además, y creo que es la primera vez que lo veo, están los nombres de los que han hecho la corrección de pruebas. Desgraciadamente aquí tengo que dejar una crítica: además de un par de erratas sin importancia, se han deslizado faltas de ortografía como “reuno”, prometéico” o “prosáico”.

En definitiva, un texto muy irregular que, eso sí, es recomendable para los seguidores de este gran escritor porque, obviamente, está muy bien escrito y se puede descubrir alguna cosa interesante.

 

Stefan Zweig, Diarios (1931-1940). Traducción Ediciones 98 S.L.

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Otro buen escritor irlandés



Aunque no es muy habitual sí me sucede a veces que hay libros que no sé muy bien cómo comentar en el blog. Suele pasar con alguno que habiendo tenido muy buenas críticas a mí no me ha gustado demasiado. El año pasado fueron dos o tres.

Hoy me encuentro en el mismo caso, pero con un libro que me ha interesado y he disfrutado y, sin embargo, del que no se me ocurría qué comentar.

Por otro lado, es bastante habitual que en los comentarios que hago ponga también enlaces a reseñas y críticas que me han parecido interesantes sobre el libro y que siempre amplían lo que yo he dicho y, sobre todo, lo explican bastante mejor. A estas reseñas les suelo echar un vistazo rápido según voy leyendo el libro y solo cuando he hecho mi comentario las leo con más detenimiento. En este caso, cuando leí la reseña de Íñigo Urrutia en eldiariovasco.com se me ocurrió la idea de que fuese la que sustituyese mi comentario. Es una de esas reseñas en las que ves perfectamente recogido todo lo que es el libro  e incluso te ayuda a entender por qué te ha gustado tanto.

Dejo pues la palabra a Urrutia al que espero que no le moleste mi atrevimiento: (Por si acaso tengo que advertir que este es el blog de un aficionado a la lectura y por el que, como se puede observar, no se recibe ninguna compensación económica.)

“Donal Ryan (Nenagh, Co. Tipperary, 1976) indaga en 'Un año en la vida de Johnsey Cunliffe' en una versión ahora individualizada de los daños colaterales del 'milagro irlandés' que retrató en 'Corazón giratorio'. En cierto modo es una precuela de la cultura del pelotazo que asuela cascos históricos y arrabales. Una historia espléndida, conmovedora, extremadamente cruel y con un desenlace sobrecogedor.

Donal Ryan relata un año en la vida de Johnsey Cunliffe, un joven simple, de entendederas recortadas, que encarna la candidez y la bonhomía en un mundo que se rige por contravalores. Terreno abonado para el acoso desde que sus primeros amigos abandonan la infancia. Víctima de gamberradas en progresión violenta, la mirada transparente de Cunliffe, su pensamiento blanco y limitado, no alberga resentimiento o propósito de resarcirse de las humillaciones: «Una vez oyó a papá decirle a madre que él era un chico tranquilo y fabuloso. Madre debía de estar rezongando, diciendo que era tonto, y papá lo estaba defendiendo. Johnsey notó cariño en la voz de papá. Pero por un cachorro mestizo e imbécil al que deberían haber ahogado nada más nacer también sentirías cariño».

La muerte de sus padres granjeros ahonda en su orfandad ante el mundo, acentuada cuando un proyecto de recalificación de tierras inyecta un subidón de codicia en la comunidad, que abre sus fauces dispuesta a lo que sea por no quedarse al margen del pelotazo. El problema es que el proyecto depende de las tierras que ha heredado Johnsey Cunliffe. Y comenzarán a merodearle personajes de propósitos ambiguos, como la obsequiosa enfermera Siobhan, el 'colega' Dave Farfulla..., aunque nuestro protagonista es incapaz de interpretar sus malévolas aproximaciones. Guiado por el recuerdo de las instrucciones primarias de sus padres, su vulnerabilidad es absoluta frente a una jauría que no reparará en medios”. (Subrayados en el original,).

 

Donal Ryan, Un año en la vida de Johnsey Cunliffe. Traducción Celia Filipetto.

 


ANDAMIO

 

En esta entrega sucede algo raro y es que la mayoría de las series son norteamericanas. Sin embargo, en las películas sucede todo lo contrario. Hay un poco de todo en cuanto a géneros y, eso sí, varias revisiones de películas que me gustaron en su día.

 

Películas

 

Bloody Sunday. Después de leer el libro No digas nada me apetecía volver a ver alguna de las películas que se han hecho sobre el conflicto irlandés. He comenzado por esta del año 2002 que trata sobre la matanza perpetrada por el ejército inglés ante una manifestación organizada por la asociación por los derechos civiles. Es realmente impresionante la realización casi en forma de documental. Por lo que he podido leer se ajusta bastante a lo que pasó, aunque ninguno de los militares fuese no ya condenado sino ni siquiera verdaderamente investigado.  Y alguno incluso fue condecorado.

Llama poderosamente la atención el “a por ellos”, de infausto recuerdo,  con que despide el general a sus tropas.

 

La fille au bracelet. Interesante drama judicial francés. Una joven es acusada del asesinato de su mejor amiga por un conjunto de pruebas. La película presenta el juicio y las diferentes reacciones de su familia y de la comunidad. Muy bien interpretada y dirigida.

 

Da boot. He vuelto a ver esta película alemana que, con lo que soy para la memoria, recordaba hasta el cine en el que la vi y eso que fue en 1981. Pensaba que al verla en casa iba a perder la intensidad que es su principal virtud y no, en absoluto, está tan bien realizada que no es necesaria la sala oscura para quedar atrapado por la historia y la tensión que viven los protagonistas. Sigue pareciéndome una gran película; una de las mejores que se han hecho sobre submarinos.

 

El año del descubrimiento. Un documental español sobre lo sucedido con la reconversión industrial de 1992 en Cartagena y, sobre todo, sobre las consecuencias que ha tenido para los participantes y para mucha otra gente. Enormemente original en la forma al hacerlo partiendo la pantalla en dos. A pesar de su muy larga duración, más de tres horas, es difícil despegarse de la pantalla. Hay algunas intervenciones memorables aunque, eso sí, una vez más, resulta un tanto desmoralizador el ver lo que sucedió, dónde estamos hoy y, lo peor, dónde terminaremos llegando. Es extraordinario que haya gente dispuesta a realizar un documental de estas características.

 

 

Series

 

 

The Deuce. Tercera y última temporada de esta magnífica serie creada por David Simon. Consta de 8 episodios de casi una hora cada uno. Esta vez estamos en 1985 y aparece el Sida haciendo estragos entre la población homosexual. Salvo el primer episodio que está realizado como en anteriores temporadas, el resto está montado a base de escenas cortas en las que se va mostrando la situación y los problemas de los diferentes protagonistas. Es la temporada más coral, dentro de una serie que lo es y mucho. Hay momentos muy emotivos y Simon es capaz de trasladarnos a la época gracias a una magnífica ambientación. Toda la serie me ha gustado mucho y creo que con esta tercera entrega se pone un broche de oro.

 

Hanna. Serie estadounidense. Dos temporadas de ocho episodios de unos 50 minutos. La verdad es que la elegimos porque pensamos que es de las pocas que podíamos ver toda la familia, es decir, con nuestro hijo de 11 años. Ha resultado ser una serie muy entretenida, con muchos giros de guion y bastante bien realizada e interpretada. Ha sido una grata sorpresa.

 

The Innocence files. Serie documental estadounidense de 9 episodios de una hora cada uno. Está basado en el Proyecto inocencia, que ya hemos visto en alguna otra serie, por el que un grupo de abogados se interesan por casos de presos que afirman haber sido condenados siendo inocentes. Han centrado los defectos del sistema para condenar equivocadamente en: las pruebas dentales, la actuación de testigos y las prácticas de algunos fiscales. El resultado es desolador: gente que ha estado en la cárcel, algunos en el corredor de la muerte, hasta 28 años siendo inocente. Deja bastante mal cuerpo y la sensación de que un país que está a la cabeza del mundo en tantas cosas, sin embargo deja mucho que desear en su sistema judicial. Eso  sí, tiene la virtud de exponerlo a la luz pública de la forma tan clara y brillante como se hace en esta serie.

 

Operación éxtasis (Undercover). Serie coproducida por Bélgica y Holanda. Tiene 10 episodios de cerca de una hora. Resulta muy entretenida gracias a un guion bastante bien construido, con buenos giros y, en general, verosímil, y también a unas interpretaciones ajustadas a los papeles. Es del género policiaco sobre el mundo del tráfico de drogas. La segunda temporada, centrada en el tráfico de armas, es también muy entretenida y mantiene las mismas características de la primera.

 

Supongamos que Nueva York es una ciudad. Miniserie estadounidense de 7 capítulos de unos 30 minutos cada uno. Dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por la escritora y conferenciante Fran Lebowitz, consiste en un conjunto de entrevistas la mayoría hechas por el director, pero también se incluyen algunas hechas en programas de televisión a lo largo de los años. Para mí ha sido un auténtico descubrimiento el de esta mujer capaz de decir lo que piensa de cualquier tema y hacerlo con franqueza, sin tapujos y con un gran sentido del humor, tanto que el propio Scorsese se ríe de forma ostentosa en muchos momentos. Tremendamente divertida y entretenida. Es una pena que ninguno de los libros que publicó haya sido reeditado en España (Lebowitz dejó de escribir a mediados de los noventa). La mayor parte del tiempo corresponde a entrevistas hechas en la actualidad, es decir, cuando ha cumplido los 70 años.

jueves, 11 de febrero de 2021

Historiar la violencia



No sé si porque pasé veinticinco años dando clase de historia o porque leí muchísimos libros en su día, el caso es que es raro que en la actualidad me interese por libros que traten este tema. Sin embargo, con el profesor Casanova hago una excepción. Hace mucho leí los dos textos que publicó sobre el anarquismo que me parecieron novedosos e interesantes y luego lo he seguido a través de sus artículos en prensa e intervenciones en la radio. Es uno de los mejores historiadores españoles y tiene, además, algo muy importante: se ocupa de temas europeos. En este blog hay una entrada de 2011 comentando su libro Europa contra Europa 1914-1945.

Por todo esto es natural que prestase atención a esta nueva publicación que, además, versa sobre un tema que siempre me ha interesado: la violencia. Porque, efectivamente, El siglo XX europeo que aparece como subtítulo está enfocado desde el punto de vista del ejercicio de la violencia en sus diversas manifestaciones: guerras, fusilamientos, reclusiones en campos y asesinatos, atentados, violaciones de mujeres, limpiezas étnicas, torturas, abusos, etc.

El libro está compuesto por siete capítulos y un Epílogo. Los tres primeros se dedican a los antecedentes, el desarrollo y los efectos de la I Guerra Mundial. Los dos siguientes al periodo de entreguerras y la II Guerra Mundial. En el capítulo 6º se estudian la posguerra y las dictaduras, para terminar con otro dedicado a la situación de la Europa Central y Oriental tras la guerra, la toma del poder por los comunistas y las diferentes insurrecciones hasta concluir con la caída de los regímenes de “democracia popular”.

Como se ve, la organización del libro está hecha en función de la cronología pero, como ya he comentado, siempre a partir del tema de la violencia. Así, hay apartados como: Muerte al tirano (atentados), Furia revolucionaria (1917-1918), Violencia política y democracia, Genocidio, Violencia sexual, etc.

Casanova, y este es uno de los aspectos más relevantes del libro, utiliza una extensa y muy actualizada bibliografía que le permite ofrecer más de una versión de algunos temas cuando estos están puestos a debate entre los historiadores.

Sobre el tratamiento dado por el autor, reproduzco un largo fragmento de la reseña de RafaelNúñez Florencia en elcultural.com, que me parece muy acertado: 

“Unos acontecimientos terribles descritos con tono frío y analítico, sin recrearse en la descripción de la crueldad, como corresponde a una obra de estas características. Tampoco se subraya una reprobación ética pues se pretende que los hechos hablen por sí mismos. Casanova reconoce que la violencia es una realidad tan permanente y multiforme que es difícil conceptualizarla o incluso encontrar una lógica interna. Con todo, se atreve a señalar los grandes promotores de la barbarie en el siglo precedente: primero, el nacionalismo de cuño étnico o racista, con su proyección en el colonialismo y el imperialismo; luego, el militarismo, los totalitarismos de diverso signo —fascismo, nazismo, estalinismo— y en general las utopías redentoristas; por último, las situaciones de profunda crisis política, económica y social” (Subrayado en el original).

Obviamente, un tema como el del libro interesa en cualquiera de sus manifestaciones y momentos. Algunos ya los conocía con un cierto detalle y otros no, entre estos me han llamado particularmente la atención: la guerra civil en Finlandia tras la I GM que desconocía; la implicación de los militares alemanes en el genocidio  que es algo que se ha intentado ocultar o, al menos, marginar; la comparación del genocidio nazi con la represión estalinista y, desde luego, todo lo que cuenta sobre la Europa Central y Oriental y muy especialmente sobre Polonia y Hungría (por cierto, si no recuerdo mal, Casanova es profesor también en una universidad húngara lo que quizá explique la relevancia que da a esta zona europea).

En fin, un libro muy recomendable que conviene leer despacio y sin darse grandes atracones porque es un tema muy duro que hace pensar hasta dónde somos capaces de llegar en nuestra condición de (in)humanos.

 

Julián Casanova, Una violencia indómita. El siglo XX europeo.

 

 

martes, 9 de febrero de 2021

Para conocer algo mejor África

 

Ngugi wa Thiong’o es uno de los pocos escritores africanos que conozco. Hace cuatro años leí Reforzar los cimientos, un magnífico libro de ensayos, y la primera parte de sus memorias de la que el que hoy comento es la tercera. La segunda se me pasó en su día y tendré que leerla más adelante.

Este desconocimiento de las literaturas africanas lastra en parte la lectura de un libro tan interesante como este en el que, al tratar del despertar del autor a la escritura, aparecen multitud de nombres de otros autores en su gran mayoría desconocidos, al menos para mí. Solo los casos de Soyinka y Achebe se apartan de esta situación; el primero por el premio Nobel que obtuvo, y el segundo porque sí que he leído todo lo que se ha traducido de su obra.

El libro de wa Thiong’o recoge el periodo que va de 1959 a 1964, es decir, cuando estudiaba en la universidad ugandesa de Makerere y también el momento en el que se produjo la independencia de varios países africanos muchos de cuyos líderes aparecen por las páginas del libro. Cuenta al autor la gran riqueza de la vida universitaria y, dentro de ella, el auge de las revistas literarias y del teatro. A medida que lo leía me iba dando cuenta de lo difícil que es salir del eurocentrismo, pues me parecía casi increíble que eso estuviera sucediendo en un país como Uganda o, en general, en un país africano. Es una lucha que hay que hacer permanentemente para no caer en los tópicos y los estereotipos que manejamos en occidente, pero es algo siempre complicado por la poca información que nos llega y, cuando lo hace, por lo centrada que está en aspectos como los movimientos migratorios y los problemas que padecen esos países. Es raro que lleguen informaciones de logros y, en general, de aspectos positivos.

Por eso es más interesante si cabe la lectura de un libro como este. Vemos a un joven, nació en 1938, que poco a poco va logrando publicar en algunas revistas tanto artículos como algún relato. También consigue que se represente su primera obra de teatro. Con todo va naciendo y se va afianzando su vocación por la literatura, al mismo tiempo que va naciendo su compromiso anticolonialista.

En este último aspecto es muy interesante lo que cuenta de los distintos factores que le llevaron al descubrimiento de la “negritud”, a lo que también colabora el desprecio a los africanos que ve en dos profesores de Estudios Religiosos, uno anglicano y otro católico.

Por otro lado, este descubrimiento también le lleva a ir adoptando cada vez posturas más claras a favor de la independencia de las distintas colonias. Esto no quita para que también critique cómo se hicieron algunas lo que se puede ver en fragmentos como el siguiente:

“Todos y cada uno de los gobiernos que se sucedieron en el poder prometieron conservar el orden heredado. La continuidad era la clave de un juego cuyas reglas se decidían a puerta cerrada en Londres, París o Bruselas. Pero ese orden, estipulado como el ideal, se había creado y mantenido gracias a la manipulación de las diferencias entre regiones, grados de desarrollo, clases sociales, razas e incluso religiones. Y nosotros habíamos jurado no cambiar los cimientos sobre los que se había erigido y conservado ese orden. Queríamos nadar y guardar la ropa”. (p. 224-225)

En fin, un libro muy interesante para entrar en contacto con realidades que no solemos conocer y, desde otro punto de vista, para ver cómo va surgiendo un escritor, qué pasos da, a qué problemas se enfrenta, teniendo en cuenta que será unos de los más importantes e influyentes de África.

También son muy recomendables los otros libros publicados del autor.


Ngugi wa Thiong’o, Nace un tejedor de sueños. El despertar de un escritor. Traducción Rita da Costa

 

jueves, 4 de febrero de 2021

Decepcionante



Conocía al autor como dramaturgo por haber visto hace muchísimos años alguna de sus obras de teatro. No tenía idea de que escribiese narrativa y menos aún de que lo hiciera en el género policiaco. Sin embargo, la misma editorial Tusquets publicó hace años varias de sus novelas que ahora reedita, como es el caso de la que comento,  en el centenario de su nacimiento.

Si he que guiarme por La sospecha, tengo que reconocer que no me he perdido gran cosa con este desconocimiento.

La trama de la novela es bien simple: un comisario de policía está convaleciente en un hospital en 1948 tras una operación; leyendo una revista Life  de 1945 ve una foto en la que, al comentarla con el médico que le atiende, sospechan  que quien en ella aparece es un médico alemán que hacía experimentos operando a los prisioneros de un campo de concentración sin anestesia. A partir de ahí, en la primera parte de las dos en que divide el libro, ambos se dedican con la ayuda de un periodista a buscar la confirmación de la sospecha. Luego, en la segunda parte, el comisario ya restablecido acude a la clínica en la que trabaja en la actualidad el médico.

Como se ve no es algo especialmente apasionante, pero es que, además, el desarrollo lo hace a través de diálogos en los que muchas veces las intervenciones se desarrollan a lo largo de dos o más páginas sin que, en muchos casos, se justifique ni se sepa muy bien lo que pretende transmitir el autor.

Es cierto que en la segunda parte hay ciertos momentos en que el lector se llega a interesar por cómo se resolverá el asunto pero, otra vez, resulta bastante frustrante porque es una resolución bastante inverosímil.

Por completar la visión de la novela queda decir algo de sus protagonistas. Con esa trama no es fácil que sean muy interesantes. Sí que hay alguno, como una doctora que ha pasado por la experiencia nazi y comunista, que podría haber dado más juego lo mismo que el médico alemán, pero todos quedan en poco más que un estereotipo a pesar de sus largas parrafadas. También hay dos que tienen mucha importancia en la resolución de la trama y que resultan particularmente estrafalarios.

En fin, un libro que se lee rápidamente, tiene algo más de 200 páginas con letra grande, pero que deja bastante frío por más que hable de nazis, campos de concentración y mala praxis médica.

Un detalle que me ha gustado de la edición es que, aunque se ha mantenido la traducción que se hizo en 1996, se ha actualizado el uso de la tilde según la normativa actual.

Para una mayor y mejor información recomiendo la buena reseña de Oriol en unlibroaldia.blogspot.com.

 

Friedrich Dürrenmatt, La sospecha. Traducción Juan José del Solar.

 

martes, 2 de febrero de 2021

Otra muestra de gran periodismo


Que Leila Guerriero es una gran periodista y una magnífica escritora creo que pocos lo dudarán y no seré yo uno de esos, pero es que, además, se une en ella una característica especialmente difícil de conseguir: es capaz de hacer que el lector se llegue a interesar por cosas y personajes que, al menos de entrada, parecería difícil. A mí me ha pasado varias veces. Por ejemplo, he disfrutado con Opus Gelber, un libro entero dedicado a un pianista argentino prácticamente jubilado; o con el festival de malambo al que dedica el libro Una historia sencilla; o con perfiles como el de una diseñadora de joyas o una bailarina en Plano americano. En definitiva, tiene el inmenso mérito de lograr ampliar el campo de intereses del lector, seguramente porque, como dice el fragmento que la editorial reproduce del diario Clarín, escribe “Historias atemporales que nos recuerdan que siempre es una aventura ponerse en el lugar del otro”

En esta edición ampliada de Frutos extraños, la primera se hizo en 2009, se recogen crónicas, perfiles, conferencias y artículos de opinión escritos sobre todo en la primera década del siglo, aunque se han incorporado varios textos posteriores.

El libro está dividido en tres partes.

En la primera, Crónicas y perfiles, hay veinte textos con cierto predominio de perfiles tan interesantes como los de Fito Páez, Facundo Cabral, un gigante de 2,30 convertido casi en un juguete roto, o el de un empresario de la carne, por mostrar la variedad; y crónicas tan llamativas como las de una joven que mató al bebé que nació fruto de una violación, el papel de la mujer en el negocio de la venta directa o el de la que, algo más que presuntamente, asesinó a tres amigas para ocultar cómo las había estafado.

La segunda, Discusiones, es quizá la más personal hasta el punto de que aparecen datos biográficos de la autora que nunca había leído en ningún otro texto. Hay crítica de un tipo de turismo o también de los excesos que a su juicio se cometen en defensa de la salud.

La tercera, Sobre el periodismo, está dedicada a dar su visión de qué es el periodismo a través de cinco textos de los que el último, una conferencia en México en 2018, me parece uno de los más interesantes del libro; como también lo es la conferencia con la que lo abre, dictada en 2017 en Buenos Aires, Mi diablo, en la que explica muy bien y con gran cantidad de ejemplos cuál ha sido no solo su trayectoria profesional sino sus principales influencias.

Creo que con este breve muestrario de lo que contiene el libro ya sería suficiente, pero es que, además, y como siempre pasa con Guerreiro, si importante es lo que cuenta tan o más importante aún es cómo lo hace y qué método utiliza para obtener la información porque creo que esto es, al menos en parte, lo que explica su forma. Hablando sobre los perfiles, dice en un momento determinado:

“La pregunta, claro, es cómo se hace.

La respuesta es que no sé pero que, en todo caso, me sirve aplicar curiosidad, derrochar paciencia y cultivar discreción: preguntar como quien no sabe, esperar como quien tiene tiempo y estar allí como quien no está”. (p. 547) 

Esto se puede apreciar si uno se fija detenidamente en cada uno de los perfiles que hace, pero lo relevante es que el lector no se da cuenta de su “no presencia” y, contradictoriamente, está al tanto de que está allí junto al protagonista obteniendo todo lo que puede para componer ese perfil y mostrárselo lo más completo posible al lector.

Es llamativa la poca presencia que tienen en sus libros las referencias a la situación política tratándose de Argentina y de escritos hechos muchos de ellos  en periodos de gran convulsión. Imagino que la autora quiere que así sea para no complicar la recepción en un país tan polarizado políticamente como el suyo. Desde luego, yo que soy alguien muy interesado por la historia y la política argentina lo prefiero así.

De los libros publicados de la autora solo tengo pendientes el último,  Teoría de la gravedad, que recopila sus columnas en El País que aunque leeré no tengo demasiadas esperanzas puestas en él porque a mí de esta escritora me interesan los textos extensos de largo aliento y no esas dosis homeopáticas; y también me falta el primero que publicó, Los suicidas del fin del mundo, totalmente agotado y que espero que alguna editorial se anime a reeditarlo porque tiene que ser muy interesante. (Acabo de buscar en internet y veo que está en Tusquets.)

Si digo que es una escritora muy recomendable, me quedo muy pero que muy corto. Creo que junto a su compatriota Martín Caparrós, al que por cierto cita varias veces como maestro, componen una dupla de escritores que están ofreciendo un periodismo de los mejores, si no el mejor,  en lengua castellana.

 

Leila Guerrriero, Frutos extraños