miércoles, 27 de mayo de 2020

Un joven nazi




Horvath murió muy joven, a los 37 años, al caerle en encima una rama de un árbol en París donde se había trasladado huyendo del nazismo. Escribió teatro con poco éxito en su momento y tres novelas cortas en las que dejó constancia de lo poco que le gustaba el régimen que se estaba implantando en Alemania.
He leído las tres en momentos muy diferentes y no sé si será por eso, pero la que leí primero, Juventud sin Dios, es la que más me ha gustado y la que me causó mayor impacto.
La que ahora comento tiene una gran inicio y sus dos primeros capítulos me parecen muy conseguidos, pero a partir de ahí se va diluyendo la historia y, salvo en el capítulo final, me ha dejado de interesar.
Es cierto que Horvath es un escritor muy original es sus planteamientos narrativos. Como dice la traductora en el Epílogo:

“Pues lo que el lector encuentra aquí no es un relato al uso, en el que el narrador cuenta unos hechos determinados, sino todo lo contrario: aquí los acontecimientos están relatados desde la mente del protagonista y es en ella donde el lector ha de situarse para poder seguir el hilo de la lectura.” (p. 151)

Sin embargo, al menos a mí no me basta para sacarle todo el rendimiento a su lectura. Quizá no he sido capaz de interpretar correctamente todo lo que el autor plantea, pero el caso es que me he encontrado pensando en otras cosas en más de una ocasión a pesar de que trata un tema muy interesante: el pensamiento de un joven imbuido de las ideas predominantes en su país. El siguiente fragmento puede ser un buen ejemplo:

“Con el amor se va al cielo, con el odio llegaremos más lejos…
Porque ya no necesitamos una eternidad celestial desde que sabemos que el individuo no cuenta para nada… que solo es algo si está en formación.
Para nosotros solo hay una eternidad: la vida de nuestro pueblo. Y solo un deber celestial: morir para que nuestro pueblo viva.” (. 24-25)

Exaltación de los valores militares -el joven es un soldado- o desvalorización del papel de la mujer son algunas de esas ideas.
La novela está construida con capítulos de poca extensión y con frases muy cortas por lo general, pero bastante significativas.
Seguramente se trata de una buena novela que no he sabido apreciar en lo que vale.
Hay una buena reseña sobre el autor y su obra incluyendo una visión positiva de esta novela de Eduardo Berti en lacion.com.ar.


Ödön von Horvath, Un hijo de nuestro tiempo. Traducción Isabel Fernández.


lunes, 25 de mayo de 2020

Ensayo biográfico




Esta época del confinamiento me ha traído más de una sorpresa como este libro de un escritor del que he procurado leer la mayoría de sus obras y, sin embargo, desconocía la existencia de este ensayo que hizo por encargo hace diez años.
El libro es una investigación sobre aspectos de la vida del escritor uruguayo Enrique Amorim, un personaje muy singular que queda bastante retratado en el siguiente fragmento:

“(…) comunista y millonario, homosexual y casado, escritor de todos los estilos y amigo de todos los grupos, el camaleónico uruguayo, por simpático que fuese, carecía de la cualidad que más apreciaban sus camaradas: la coherencia.” (p.290)
(Viene a cuento porque quien lo dice está planteando por qué no progresaría en el Partido)

Un escritor creo que totalmente desconocido por aquí al menos para los que no somos especialistas en literatura ni en crítica literaria. Además falleció hace ya mucho tiempo, en 1960, y los momentos principales de su obra son de la primera mitad del siglo pasado. ¿Por qué entonces el encargo? Pese a este desconocimiento se trata de alguien que tuvo mucha relación con personajes muy importantes de su época como: Federico García Lorca, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga o Pablo Picasso.
El libro se convierte así, por un lado, en la relación de Amorim con ellos, pero, sobre todo, en las relaciones que llegaron a establecer entre sí estos escritores. Es decir, el libro habla más de cómo eran, de sus amistades y sus múltiples choques, de sus acercamientos y sus alejamientos, de sus amores y desamores. En todo esto está lo mejor y más interesante del texto pasando el propio Amorim a un segundo plano salvo en momentos como, por ejemplo, su cercana relación con Lorca cuando este fue a Uruguay en 1933 o cuando se hace miembro del partido comunista y se intensifica su relación con Neruda al principio y con Picasso después.
Dentro de los diferentes momentos y temas que trata me quedo con algunos por su interés o mi menor conocimiento. Así: el amplio espacio que dedica a la muerte de Lorca, lo que impresiona todo lo que cuenta de la vida de Quiroga, esa relación con el comunismo en la que se ve bien el papel que ya en 1948 empieza a jugar Estados Unidos en la zona. La historia del retrato de Stalin que hizo Picasso o los problemas de Chaplin por invitar a una actriz a su hotel. Además, resulta muy curioso el discurso a dos voces que hicieron Neruda y Lorca del que Roncagliolo reproduce varios fragmentos.
Así pues, es sobre todo un libro sobre los poetas de la época y sus relaciones no siempre buenas. Como pasa con otros escritores, mejor no saber algunas cosas cuando se los lee o, al menos, no tenerlas en cuenta.
Un libro muy entretenido, original e interesante.
La edición se completa con la bibliografía de Amorim, el conjunto de fuentes consultadas en cada capítulo y un apéndice con fotografías algunas interesantes aunque con una reproducción mejorable.
Hay una buena entrevista de Natalia Blanc en lanacion.com.ar en la que se profundiza en alguno de los temas tratados en el libro.

Santiago Roncagliolo, El amante uruguayo. Una historia real.


domingo, 24 de mayo de 2020

ANDAMIO


Hace mucho tiempo, años, que no pongo en las entradas temas que no sean comentarios de libros, películas, series y citas bibliográficas. Antes solía hacer alguna entrada con las cosas que ponía en las redes. Hoy me apetece volver a hacerlo. En una situación tan tensa como la que estamos viviendo quiero dejar constancia de alguna de las cosas que opino aunque sea en la forma un tanto deslavazada, habitual en ese formato.


A fuer de ser sinceros hay que reconocer que los manifestantes que piden libertad tienen bastante razón, sobre todo en lo que se refiere a la libertad de expresión. Los ataques que reciben diariamente de programas de televisión como los de Ana Rosa Quintana o Susana Griso son muy duros; también Pablo Motos se ceba a veces con ellos. En La Sexta hay varios colaboradores como Inda, Claver o Marhuenda que arremeten sin contemplaciones. Me imagino que lo mismo pasará en 13TV, Libertad Digital o Intereconomía (creo que ahora se llama El toro o algo así), pero eso no lo puedo confirmar por falta de información directa.
Por otra parte en la radio es terrible escuchar a gente como Herrera, o la COPE en general, algunas cosas de Onda Cero y todo lo de esRadio o Radio Intereconomñía. Por poner solo algunos ejemplos.
De la prensa escrita que se publica en Madrid, la ciudad donde se manifiestan, estarán horrorizados antes las informaciones de diarios como El Mundo, La Razón o el ABC. Y de la digital no quiero ni pensar lo que sentirán al ver las publicaciones de OKDiario, El Español, Periodista digital o El Independiente por poner solo algunos ejemplos.
Así que sí, efectivamente, tienen razón, la dictadura está muy cerca y hay una gran presión mediática. Deben seguir con su protesta, deben seguir con sus cacerolas, con sus banderas constitucionales o no, con sus himnos, etc. hasta que este gobierno de indocumentados e irresponsables termine cediendo y abandonando muchas de sus ideas a favor de esos desgraciados que tan mal lo están pasando por no haber sabido ahorrar en su momento o por aceptar trabajos tan precarios y poco rentables.

Que sean clasistas Cayetana o Espinosa de los Monteros es normal, lo llevan en los genes, en Abascal es sobrevenido y no le pega llamar lacayos a los seguidores de Iglesias. Eso sí, su matonismo sí que resulta muy normal, no sé si también genético.

Pero no les llamemos fascistas, no lo son salvo unos pocos. La mayoría son neoliberales, no quieren que el estado ayude a quien lo necesite, quieren el nacionalcatolicismo otra vez, son clasistas. Son peores aún, porque sí coinciden en limitar las libertades.

Para saber si hay clases sociales basta con ver las imágenes de estos días del barrio de Salamanca y del de Aluche. Para saber si hay lucha de clases habrá que esperar un poco más hasta ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Definitivamente se han quedado con la bandera. Por mí no hay problema, nunca me ha gustado y desde hace tiempo me provoca un rechazo cada vez mayor. Si, además, la acompañan con el Cara al sol o el himno de la legión, me produce algo más que rechazo, algo que se acerca bastante al odio.
(Nací en 1949 y ambos himnos marcaron mi infancia y juventud en lo malo).


A mí la que me "hiela el corazón" es esa España monárquica, neoliberal solo en lo económico, nacional-católica, conservadora, llena de banderas, fomentadora del odio al diferente, que grita libertad sin saber lo que es, xenófoba, antifeminista, centralista, monolingüista,..

Menos mal que a su lado hay otra solidaria, que sabe de la importancia que tiene el papel del estado como redistribuidor de la riqueza y la renta, que conoce las emigraciones de españoles a Sudamérica y Europa en los primeros años del siglo pasado y en los años sesenta cuando aquí no había ni para comer, que defiende los derechos individuales y el derecho a la diferencia, que respeta y admira la variedad de lenguas que coexisten en partes del estado, que sabe de la importancia de que las mujeres tengan igualdad no solo de derecho sino de hecho, que respeta cualquier hecho religioso pero que no le gusta que se le imponga su moral, que la monarquía le parece algo periclitado y fuera de lugar sobre todo la restaurada por el dictador en la figura del Emérito, en fin, otra España que ha estado confinada si no con gusto sí al menos cumpliendo con la obligación de colaborar a que el maldito virus no se expanda.
A esta sí me apunto. “España de la rabia y de la idea”.
  
Si el futuro de los contagios depende de algunos grupos de adolescentes, no habrá que esperar hasta octubre para que haya un rebrote. ¿Educación para la ciudadanía? Estaría muy bien, pero ya me conformo simplemente con educación.

La estrategia del PSOE y UP, y por tanto del gobierno, parece diseñada por el matrimonio Arriola-Villalobos. Claro que habrá que cambiar la reforma laboral, pero ¿no se puede plantear en el momento adecuado y con los apoyos adecuados o se prefiere ir a por todas para quedarse sin ninguna?


lunes, 18 de mayo de 2020

Sobre un país muy desconocido




Es una suerte que  haya una editorial como Península que dedique parte de su esfuerzo a publicar libros como este y como los de muchos periodistas tantos españoles como extranjeros que están poniendo al alcance de los lectores países y situaciones de las que si no apenas sabríamos nada. Entre los españoles, a la lista de los Mikel Ayestaran, centrado en Oriente Medio,  e Iñaki Aldecoa, que lo hace en África, se une ahora Zigor Aldama que, viviendo en Shaghái, se ha desplazado en varias ocasiones a la vecina Mongolia y nos lo cuenta en este interesante y muy entretenido libro.
El libro está dividido en tres partes claramente diferenciadas.
En la primera parte, Los nómadas, concebida como libro de viajes, narra cuatro momentos diferentes en el tiempo cronológico y atmosférico pues va de 2006 a 2017 y recorre en cada uno una estación del año diferente. Es donde más se habla de la vida cotidiana además de describir los juegos, la importancia de la cetrería y el concurso anual de la caza con águilas, y hace una incursión en un pequeño grupo étnico, los Tsaan, con su propia forma de vida.
Las otras dos partes están concebidas más en forma de reportajes e intuyo que la mayoría de los textos, si no todos, han sido publicados anteriormente en diferentes medios.
La segunda, En tierra de nadie, está centrada fundamentalmente en la vida nómada y muestra aspectos concretos como: la vida cotidiana de una familia nómada,  la atención a la infancia, la búsqueda del oro en algunas zonas del país, el peligro de extinción del leopardo de las nieves o la importancia de la cabra en la economía.
Una de los temas que aparecen en forma recurrente con varias de las personas con las que conversa Aldama es la futura desaparición del nomadismo. En los dos fragmentos que reproduzco se puede apreciar esta idea.

“Las conversaciones nos dejan siempre un sabor agridulce. La mayoría de los nómadas cae en la melancolía. Son conscientes de que el nomadismo tiene los días contados.
-        ---Si no nos mudamos a una ciudad es porque allí no tenemos futuro. Y no tenemos futuro porque no hemos recibido educación. Es la pescadilla que se muerde la cola. Pero nuestros hijos sí que han ido a la escuela y podrán dedicarse a otras cosas. Incluso es posible que algunos apliquen sus conocimientos al pastoreo para que sea más productivo y, así, también más atractivo económicamente – dice esperanzado Bahitbergen Uranbai, un hombre de etnia kazaja que se mueve con la casa a cuestas siete veces al año.” (p. 158)
-         
“- Dudo que ningún mongol que estudie en la universidad regrese al campo. Aunque algunos idealizan este tipo de vida por el contacto con la naturaleza, lo cierto es que no aporta nada en el ámbito intelectual. Es un desierto de ideas y de conocimiento.” (p. 168)
(Una estudiante de medicina)

En la tercera, Los urbanitas,  escribe sobre lo que sucede en Ulán Bator, la capital que reúne a un tercio de la población del país, una ciudad rodeada de barrios de yurtas (la vivienda tradicional de los nómadas) en los que malviven la multitud de inmigrantes que se han ido desplazando desde el interior. Una ciudad muy variopinta en la que hay desde grupos neonazis  a grupos de heavy metal que, como pasa con The Hu, son  conocidos internacionalmente.
En todo momento Aldama va narrando lo que ve, pero también las penalidades que pasan tanto él como Miguel, el fotógrafo que le acompaña en la mayoría de los viajes. Así, nos enteramos de los problemas que hay cuando están con los nómadas para usar el váter, o algunos alimentos que tienen que consumir sin que se note el asco que les produce (la leche de yegua o la cabeza de cordero, por ejemplo) y el frío que pasan cuando duermen en las yurtas pues la estufa consume enseguida el combustible de bosta de vaca y se pasa la mayor parte de la noche apagada, mientras la temperatura exterior está sobre los 25 o 30 grados bajo cero.
En definitiva, un libro que toca muchos aspectos de la vida en una país casi totalmente desconocido y del que no llegan apenas informaciones de ningún tipo, pero que tiene gran interés por ser uno de los pocos lugares del planeta donde se mantiene esa forma de vida nómada.
También hay que destacar la agilidad con la que Aldama va narrando las diferentes vicisitudes e introduciendo las conversaciones que tiene con los habitantes, lo que hace que la lectura resulte muy entretenida además de provechosa.
Una sola pega a la edición. En el mapa de Mongolia que se incluye los topónimos no siempre coinciden en la forma de escribirlos con los que se utiliza en el texto lo que se presta a más de una confusión.
Hay una buena reseña de FMoya en literaturadeviajes.com

Zigor Aldama, Adiós a Mongolia. El último viaje de los nómadas.




domingo, 17 de mayo de 2020

ANDAMIO

Esta vez la desproporción a favor de las series es abrumadora; no podía ser de otra forma ante la situación de confinamiento. La única película que aparece es, además, una auténtica rareza. Esta vez en las series predominan las estadounidenses y hay dos españolas; ambas cosas son también poco habituales. Aunque no hay ninguna extraordinaria, la media resulta bastante buena.


Películas

El huevo del dinosaurio. Es la primera película mongola que veo aunque su guionista, director y productor es chino, pero de madre mongola. Curiosa película a medio camino entre el thriller, la etnografía y un cierto feminismo. Decir que el ritmo es pausado es poco ya que es de una gran lentitud sin que, sin embargo, resulte exasperante seguramente gracias a los paisajes de gran belleza que retrata. Cine muy minimalista, pero al mismo tiempo con una par de momentos muy emotivos.


Series

La línea invisible. Miniserie española sobre los orígenes de ETA. Tiene un buen guion, magnífica ambientación y unas interpretaciones como no suele ser habitual en lo que se hace por aquí (al menos en algunas cosas que he visto de pasada). Más que en los aspectos ideológicos u orgánicos, se centra en los personajes tanto del grupo terrorista como del policía Melitón Manzanas o el guardia civil Pardines. El otro día oí a su director Barroso decir que seguramente le lloverían críticas de todas partes y después de verla creo que puede ser así porque aunque es crítica con la banda, también es capaz de ver el lado humano detrás del terrorista.

Der pass. Miniserie de coproducción austro-alemana. Son ocho capítulos de unos 45 minutos cada uno. Un thriller que sigue la estela de la magnífica Bron/Broen. Asesinatos en la frontera alpina entre Austria y Alemania que, por lo tanto, precisa de la colaboración de la policía de ambos países. Bastante seguidista de las series nórdicas aportando los magníficos paisajes de la zona. El guion está bastante bien construido y resulta entretenida, aunque lejos de la calidad de aquellas.

Tiger King. Miniserie estadounidense de 7 capítulos de unos 45 minutos cada uno. En ese país son verdaderos especialistas en hacer series documentales y este es un buen ejemplo de lo bien que las hacen. Empieza hablando y mostrando imágenes sobre el tráfico ilegal de animales para irse centrando en el personaje que será el protagonista por su zoológico particular y su dedicación a la cría de cachorros sobre todo de tigres; pronto, sin embargo, se irá abriendo el foco a otros personajes y el tema se irá también ampliando a aspectos que rozan con lo criminal. Muy bien montada de tal forma que, como es habitual en este tipo de series, cada capítulo acaba con algo que te lleva a desear ver el siguiente enseguida. Además se puede ver qué tipos tan extravagantes hay en ese inmenso país, algo que suele ser también habitual en toda serie documental. Muy entretenida y bastante adictiva.

Califato. Magnífica miniserie sueca de ocho episodios de unos 45 minutos cada uno. Una demostración de que los suecos hacen algo más que thrillers, aunque también tenga algún elemento del género. Es lo primero que veo en ficción sobre el ISIS y me ha parecido muy interesante y muy bien planteado. Además de la trama propiamente terrorista, trata del alistamiento de jóvenes en Suecia y del encaje de las familias inmigrantes en esa sociedad. Muy bien realizada e interpretada, con un guion que mantiene todo el tiempo la tensión y el interés y en el que algún giro sorprende pero se explica bien. De las series que más me han gustado últimamente.

El día de mañana. Leyendo algunos comentarios después de ver La línea invisible, descubrí esta otra miniserie del mismo director que tenía, además, muy buenas críticas. Efectivamente, se trata de una serie muy interesante por sus temas y muy bien interpretada, ambientada y dirigida. Está basada en una novela de Ignacio Martínez Pisón que leí en su día pero de la que, por suerte,  no recordaba nada. Se desarrolla en Barcelona entre finales de los sesenta y la primera mitad de los setenta. Hay un personaje protagonista que me ha recordado baste al Pijoaparte de Marsé y un buen conjunto de secundarios. Al igual que en la otra serie de Barroso, no todo es blanco o negro, también se dejan de vez en cuando algunos grises.

Homeland. Octava temporada y, por lo tanto, si he llegado hasta aquí es que la serie por lo menos me entretiene, y mucho. En la misma línea que en las últimas temporadas: una protagonista capaz de hacer de todo y terminar haciéndolo bien, unos guiones bastante bien construidos en los que hay que creerse algunas cosas pero que tampoco resulta muy difícil hacerlo, una magnífica puesta en escena con una producción en la que no se ahorran medios, en fin,  un buen espectáculo. Si se buscan análisis de lo que pasa en la zona (Afganistán) no se encontrarán más allá de un par de tópicos, pero en este tipo de series basta con que sea mínimamente verosímil lo que se nos cuenta, para los análisis ya hay documentales y, desde luego, bibliografía abundante.

Gentefied. Serie norteamericana de ocho capítulos de unos 30 minutos cada uno. Hecha mayoritariamente por hispanos tanto en la creación como en la interpretación. Refleja algunos aspectos de la vida de un grupo de hispanos en un barrio en riesgo de gentrificación. También describe las penosas condiciones laborales a las que están sometidas sobre todo las mujeres entre otras cosas por ser ilegales. Buenas intenciones, pero una realización un tanto básica que, en el fondo, deja los problemas apenas enunciados sin profundizar en ninguno. Entretenida en general y con algún buen momento, pero podría sacarse mucho más jugo de esos temas.

Trampa 22. Miniserie estadounidense de seis capítulos de unos 45 minutos cada uno. Se desarrolla en Italia durante la II Guerra Mundial con el protagonismo absoluto de un soldado bombardero que lo que quiere es abandonar la guerra. Película antibelicista y muy crítica con los valores militares. Está basada en una novela y eso lastra un poco el relato en algunos momentos. Bien ambientada y con muy buena fotografía. Entretenida.

Killing Eve. Segunda temporada con ocho capítulos de algo menos de 45 minutos. Totalmente centrada en la relación entre las dos protagonistas y abandonando lo que podía tener de thriller en la primera temporada. Entretenida en líneas generales, pero con algunos episodios un tanto reiterativos que la hacen algo pesada. Tiene como baza principal el personaje de “la mala” y las interpretaciones de las dos protagonistas

El niño que no quería hablar




Hace algo más de un mes hice el comentario de la otra novela traducida de la autora. Saniee es socióloga y psicóloga de formación y esto está marcando y dirigiendo sus libros. Si en el anterior se basaba en una serie de estudios sobre la situación de la mujer en Irán, en este elige un caso concreto y a partir de él construye su relato que yo he leído casi  más en forma de un cuento con su moraleja final.
Shahab, el niño de cuatro años protagonista, no habla y no porque tenga algún problema físico, sino porque no quiere. Es miembro de una familia en la que su padre tiene puestas todas sus esperanzas en el hermano mayor y la madre centra su afectividad sobre todo en la hermana pequeña. Tanto para su padre como para toda la familia paterna se trata de un deficiente y así lo tratan. Solo su madre le defiende cuando, fruto de su malestar, hace algunos desastres como romper utensilios de cocina o cortar con tijeras el traje de novia de una prima.
Todo cambiará cuando su abuela materna vaya a pasar una temporada con ellos y  centre su afecto en Shahab.
Saniee va narrando esta historia a través de la voz del niño que alterna en algunos capítulos con la de la madre. La mayor parte de los personajes que intervienen son bastante negativos y demasiado planos en sus comportamientos y actitudes que no siempre están bien explicadas. Como tampoco ocurre en el caso de la abuela materna. No sé cuánto hay de real y cuánto de inventado en la historia pues, desde luego, el comportamiento del padre sin ser ejemplar, no parece tampoco tan exageradamente duro como para explicar una reacción así.
Sea como sea, lo cierto es que el libro se lee con interés y con mucha facilidad ya que Saniee tiene una gran agilidad narrativa y construye muy bien los diálogos de los que el libro está lleno.
Quizá peca de una cierta simplicidad y de algo de maniqueísmo, pero seguramente era una tentación evidente ante un tema de estas características.
No faltan, como pasaba en el libro anterior, referencias al comportamiento de los comités y los guardianes de la moral.
Si el libro anterior de la autora se tradujo desde el inglés, este se ha hecho desde el italiano. No me parece la mejor forma de conocer a una escritora hacerlo de una manera tan indirecta, pero también es cierto que no estamos ante una gran creadora, sino ante alguien que sabe contar historias y lo hace con bastante sencillez y sin excesiva preocupación por su calidad literaria.

Parinoush Saniee, Una voz escondida. Traducción Carlos Mayor.


miércoles, 6 de mayo de 2020

Hong Kong: lo mejor y lo peor



Se reúnen en este libro un conjunto de artículos de este abogado, profesor, escritor y articulista que nació y vive en Hong Kong, pero que ha pasado parte de su vida en Italia, Estados Unidos y Canadá. Esto último es importante porque le da una visión más amplia a la hora de valorar la vida en la zona.
Los artículos están agrupados en tres bloques: Nuestro modo de vida. Nuestra cultura. Nuestra identidad.
En el primero se habla del ritmo de la ciudad (de ahí el título del libro), del sector inmobiliario, de los cambios de trabajo, etc.
En el segundo se centra más en aspectos como: la atención al cliente, el día de San Valentín, la lectura, las cosas mejores que tienen, etc.
En la tercera cuenta algo de historia del enclave, de ser “criada” en Hong Kong, la educación y la enseñanza, la influencia de la China continental, etc.
Como se puede apreciar fácilmente, esta agrupación es un tanto artificial y hay temas que son transversales e incluso alguno que no creo que esté excesivamente bien situado en el apartado correspondiente, pero en cualquier caso esto no es demasiado importante.
En todos los artículos hay referencias a Hong Kong, pero al mismo tiempo los hay que tienen una aplicación más general y constituyen análisis y reflexiones interesantes más allá de la aplicación que tengan a esa ciudad. Así, por ejemplo, los que dedica a la ira, al sueño o a la depresión. Es interesante porque aunque no es la visión de un especialista, sí aporta buenas ideas sobre esos temas.
Para quien conozca poco sobre la ciudad el libro resulta muy interesante. El autor la conoce bien y no le duelen prendas a la hora de mostrar los aspectos más negativos, pero tampoco se corta cuando tiene que mencionar aquello mejor. De hecho vive en Hong Kong cuando podría hacerlo en otros lugares. Eso sí, para mí resulta agobiante solo pensar que tendría que pasar una temporada en un sitio así.
Tiene el autor un buen sentido del humor que le facilita relativizar ciertas cosas y contarlas de forma amable y divertida. También posee una buena agilidad narrativa por lo que el libro se lee con facilidad y gusto.
Obviamente, casi todo lo que he leído me ha resultado bastante nuevo e interesante, pero quizá destacaría algunas cosas como: lo que cuenta de la diferente atención al cliente que existe en Europa y Asia (yo tendría más ejemplos de los que cuenta Ng), la relación de los hongkoneses con la China continental, la cerrada defensa que hace de “las criadas” (defensa  por su deficiente situación sociolaboral) o ese apelativo de “langostas” con el que califican al turista continental.
El libro cuenta además con unas buenas ilustraciones hechas por su padre; algunas muy ocurrentes y graciosas.
Un libro recomendable para conocer algo mejor un lugar tan peculiar y con el que, además, se pasa un buen rato de lectura.

Jason Y. Ng, Hong Kong nos es ciudad para lentos. Radiografía de una urbe sin frenos. Traducción Maialen Marín Lacarta y Juan Gabriel López Guix.

domingo, 3 de mayo de 2020

Más recuerdos de Ernaux




Si hace solo dos días en la entrada que hacía sobre el último libro leído de Serguéi Dovlátov me refería a lo que había supuesto su reciente descubrimiento en lo que se refiere a los muchos libros leídos en poco tiempo, ahora, hablando de Ernaux tengo no solo que repetirlo sino que ampliarlo; desde junio del año pasado me he puesto al día de todo lo publicado por la editorial Cabaret Voltaire y ahora empiezo por lo que está reeditando Tusquets, que es la editorial que dio a conocer hace tiempo a esta magnífica y muy interesante escritora francesa.
El que comento se publicó en Francia en 1997 y solo dos años después en España pero, a pesar de que he sido bastante seguidor de la editorial que lo publicó, me pasó desapercibido.
Es un texto bastante corto, 126 páginas con letra al tamaño ideal para personas de mi edad, y corresponde más o menos al momento central de su carrera de escritora.
Como en todos sus libros es central lo autobiográfico en este caso con un inicio tan potente como: “Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio.” (p. 11) Sin embargo, creo que es el libro con menos fuerza y dureza de los suyos. A partir de ese inicio va rememorando la época de sus 12 años ya que el suceso fue en 1952. La tienda de sus padres, las condiciones de vida tan justas que tenían, sus estudios en el colegio de monjas en los que muestra muy bien las diferencias sociales, etc. Todo ello de forma muy descriptiva y hasta me atrevería a decir que un tanto fría.
Evidentemente, los libros que leemos pueden tener o no un carácter evocador según quien sea el lector y sus circunstancias. A mí muchas de las cosas que cuenta sobre el mundo rural de los cincuenta en Francia me recuerdan cosas que vi y viví también en ese mundo en los veranos de los años sesenta.
Así, el siguiente fragmento:

“Acercarse la plancha a la mejilla para comprobar si está cliente, ponerse de rodillas para fregar el suelo o inclinarse con las piernas separadas para recoger la comida de los conejos, oler las medias y las bragas por la noche.
Escupirse en las manos antes de asir la pala, colocarse un cigarrillo detrás de la oreja para fumárselo luego, sentarse a horcajadas en la silla, cerrar la navaja con un chasquido y guardarla en el bolsillo.” (p. 52)

Por este tipo de cosas a mí el libro me ha gustado mucho aunque reconozco que es quizá el más flojo que he leído de Ernaux y que no responde a los elementos que suelen tener todos sus textos, más allá del evidente carácter autobiográfico.
Recomendable con estas precisiones.

Annie Ernaux, La vergüenza. Traducción Mercedes y Berta Corral.


viernes, 1 de mayo de 2020

Literatura rusa diferente de la habitual




En apenas cinco meses este es el cuarto libro que leo del autor. Esto ya da una idea de cómo en tan poco tiempo se me ha hecho imprescindible. Tardé mucho en descubrirlo, pero una vez logrado estoy intentando conseguir el resto de la obra ya traducida. Me encanta lo que cuenta, pero sobre todo me encanta cómo cuenta las cosas, su gran sentido del humor, sus vacilaciones, sus notas autobiográficas (nunca termino de saber qué es cierto y qué no). Solamente ha habido un libro que no me ha gustado, La zona, puede ser que por el momento en que lo leí o, sencillamente, porque no entré en esos relatos.
Desde luego no es lo que me ha pasado con este Oficio. Esta edición está compuesta en realidad por dos libros: El libro invisible, escrito en 1976, y El periódico invisible, escrito en 1984.
En el primero se recogen sus intentos de publicar en Leningrado al principio, y posteriormente en Tallin. Ofrece su visión crítica del mundo cultural soviético, pero sin hacer demasiada sangre; hasta incluye un informe oficial. También hace un relato bastante kafkiano de los entresijos en torno a su intento de publicar La zona en Tallin. Como curiosidad decir que reproduce una crítica que hizo al concierto que dio el gran pianista norteamericano Oscar Peterson (este forma junto con Bill Evans el par de intérpretes que me aficionaron al jazz).
La segunda novela se desarrolla toda en Nueva York, una vez que Dovlátov se exilió, y está centrada en su mayor parte en los intentos de crear un periódico en ruso para los emigrantes de esa lengua. Todo se desarrolla en el ambiente de los emigrados rusos del que el autor da una visión a veces dura, a veces comprensiva y siempre incisiva. Aquí incluye una extensa carta al director de un diario del exilio ruso que existía desde 1919 en la que resume muy bien su propio ideario.
Tanto en uno como en otro libro se hacen numerosísimas menciones de personajes reales. Para facilitarnos su conocimiento hay un Apéndice final de 30 páginas en el que se cuentan cosas de la mayoría. Evidentemente, no es necesario estar acudiendo a consultarlo porque como ya se advierte antes del inicio del libro: “en la narrativa de Dovlátov suele ser innecesario el conocimiento detallado de las circunstancias reales de los personajes…”. En cualquier caso se trata de una útil aportación.
Como ya advertía antes, este escritor además del interés que pueda tener lo que narra, tiene sobre todo el que se deriva de su forma de hacerlo. Tremendamente dinámico, preciso, incisivo y con un sentido del humor que en el caso de estos dos libros, sobre todo en el segundo, me ha hecho reír en alguna ocasión a carcajadas en una serie de textos en los que bajo el título de Solo de Underwood cuenta anécdotas, reales o inventadas, y lo que se podrían considerar chistes. Dejaré dos ejemplos:

En la Unión Soviética a los negros se los trataba con respeto y cariño. Recuerdo que se transmitía por televisión un partido de boxeo. Un púgil del color del betún luchaba contra un polaco de cabellos rubios. El comentarista de Moscú puntualizó con sutileza:
-        Pueden identificar al boxeador de piel negra por el ribete azul celeste de su calzón corto… (p. 155)

Liova Drozdov solía decir:
- ¿Por qué todo el mundo siente un oído tan exagerado por los judíos? Me parece a mí que los rumanos y los chinos son peores aún…” (p. 236)
(Ambas citas en cursiva en el original)

También es capaz Dovlátov de hacer descripciones tan bellas y profundas como esta dedicada a la ciudad en la que, al fin, logró publicar su obra:

“Nueva York es relajantemente imperturbable y mortalmente peligrosa. Generosa hasta la prodigalidad y avara hasta lo enfermizo. Dispuesta a colmarte de beneficios, pero capaz de arruinarte sin la menor vacilación. Su arquitectura hace pensar en una montaña de juguetes. Es hasta tal punto horrorosa que alcanza cierta armonía.
Produce la misa impresión estética que un accidente ferroviario. Pisotea las leyes de la geometría escolar. Burla la gravedad terrícola.  Aviva el recuerdo de lienzos cubistas de tercera categoría.” (.p 173)

Si digo que es un libro recomendable creo que me quedo corto. Quizá es el que más me ha gustado del autor hasta ahora. Solo me queda agradecer a la editorial Fulgencio Pimentel su acierto al publicar tantos libros de un autor que lleva tanto tiempo desaparecido, pero que significa un tipo bien diferente de lo que se podría considerar la típica literatura rusa.
Hay una completa reseña de Juan G.B., otro gran admirador del autor, en unlibroaldia.com.

Serguéi Dovlátov, Oficio. Traducción Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea.