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viernes, 22 de enero de 2021

Algo decepcionado


Lo primero que tengo que decir es que compré este libro con mucha ilusión por dos motivos: se trataba de la experiencia en un campo australiano de retención de inmigrantes y su autor era un intelectual kurdo, pueblo por el que siento desde hace tiempo gran simpatía dado el abandono que ha sufrido y sigue sufriendo por parte de la “comunidad internacional”.

Además, había visto no hace mucho una serie australiana, Desplazados, que se desarrolla precisamente en uno de estos campos y que era bastante crítica con lo que en ellos sucede.

Por si esto no fuera suficiente, el tema de los campos de detención, trabajo, concentración o exterminio, es uno de los que ha aparecido en la serie en el blog que titulo: “Mis temas recurrentes”. Esto quiere decir que es algo que me ha interesado desde hace muchos años y del que, por lo tanto, he leído bastantes libros que abarcan desde las experiencias en los campos nazis (Primo Levy en primer lugar, pero también muchos otros y otras) hasta las que tuvieron lugar por la represión estalinista (Varlam Shalámov a la cabeza con la memorable serie de Relatos de Kolimá, pero también las impactantes historias de Evgenia Ginzburg o Anna Larina). Estas historias parecen lejanas ya en el tiempo, pero más cercanas a la época del libro de Boochani están, por ejemplo, los libros de Ritry Panh y Denise Affonço sobre los campos de los jemeres rojos camboyanos o el de la evasión de Shin Dong-hyuk de un campo de trabajo de Corea del Norte.

Todo esto viene a cuento no para demostrar ningún tipo de erudición, ni de conocimiento, sino para significar que, desgraciadamente, estoy curado de espanto, que he visto reflejado en esos libros lo peor del comportamiento humano y que, por tanto, no es fácil que me sorprendan y/o emocionen cosas que pasan en ese tipo de situaciones.

Y ahora, entrando ya en materia sobre el libro de Boochani, tengo que decir que con esos antecedentes su narración de la experiencia en el campo de la isla de Manus, un campo en el que se interna a los que intentan entrar ilegalmente en Australia, no me ha llegado. En ello puede haber influido también otro factor: que no haya entendido bien el sentido de muchas de las cosas que en él se narran. Dice Omid Tofighian, el traductor del farsi al inglés, en unas  “reflexiones del traductor” al final del libro:

“Más que calificar su estilo de “historia de un refugiado” o de “memorias de un refugiado”, el libro se ha de ubicar en otras tradiciones: la literatura filosófica clandestina, la narrativa carcelaria, la ficción filosófica, la literatura disidente australiana, el arte político iraní, la literatura transnacional, la narrativa descolonial y la tradición literaria kurda”. (p. 376)

Y un poco antes califica el texto de “surrealismo horrífico”. Por todo ello creo que una de las cosas que me ha sucedido es que no he terminado de entender el sentido de muchas de las cosas que se cuentan y la forma en que se hace. En este sentido, el libro está plagado de poemas -el autor es también un reconocido poeta- y en la mayoría lo que se hace es poner en esa forma lo mismo que se acaba de contar en forma de prosa.

Hay, no obstante, momentos muy interesantes por su intensidad y novedad como son, por ejemplo, los traslados en camión, barco y buque de guerra hasta llegar al campo de internamiento, o las referencias a las colas que se forman en esta tanto para la comida y el teléfono con los “listos” que siempre hay en estos casos, pero junto a ello hay otros momentos de los que no he terminado de entender su función en el libro.

Por todo lo dicho, me parece un libro muy irregular que puede resultar interesante y hasta emocionante, pero que al mismo tiempo también puede ser un tanto pesado y monótono.

Mención aparte merecen los dos textos del traductor del farsi al inglés (idioma del que, por cierto, se ha traducido al castellano). No sé si por su carácter de “filósofo profesor universitario” o por un problema de la traducción al castellano, pero me han resultado en muchos momentos totalmente ilegibles y muy difíciles de comprender; hay párrafos enteros que he leído más de una vez sin ser capaz de saber lo que me quería decir. Eso sí, es meritoria su labor porque ha colaborado con el autor en la elaboración final del libro.

Al margen de estos comentarios, reproduzco un fragmento en el que habla del periodismo, uno de los temas que ahora más me preocupan, en una línea muy acertada:

“Los periodistas lo preguntan todo. Siempre andan buscando acontecimientos horribles. Se alimentan de guerra, de sucesos desgraciados, de las calamidades de la gente. Recuerdo que, cuando trabajaba para un periódico, me activaba en cuanto oía la noticia de un golpe de Estado, o una revolución o un acto terrorista, pongamos por ejemplo. Me ponía a trabajar fervientemente y me desvivía como un buitre por ese tipo de investigación; al mismo tiempo, satisfacía las ansias de la gente”. (p. 122) 

Como se ve en la portada, el libro ha obtenido numerosos premios en Australia por lo que tiendo a pensar que si no me ha gustado demasiado debe de ser más por un problema mío.

Hay una muy buena y completa reseña de Marc Peig en unlibroaldia.com, en la que da una visión mucho más favorable del libro,

 

Behrouz Boochani, Sin más amigos que las montañas. Traducción Juan-Fco. Silvente

 


 

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Un tema inagotable



 

Una vez más se comprueba que el tema de la represión nazi, ya sea en los campos de concentración o en los de exterminio, no tiene límite ni punto final. En este caso se trata de una militante francesa de la resistencia que fue detenida y luego trasladada a Auschwitz junto con otras 230 mujeres de las que solo sobrevivieron 49.

Delbo, una vez liberada después de más de dos años en cautividad, estuvo recuperándose en un sanatorio en Suiza donde escribió los textos que dedicó a su experiencia en el campo de concentración. La obra consiste en una trilogía, Auschwitz y después, de las que en esta edición se publican los dos primeros textos: el que da título al libro y Un conocimiento inútil que constituye la segunda parte del libro.

Hay que decir también que el libro en su edición original francesa no se publicó hasta 1970.

En él se recogen las experiencias de la autora, pero también la de otras mujeres que a veces aparecen con su nombre y otras veces simplemente con su historia.

Las dos partes de esta edición tienen unos contenidos algo diferentes. En la primera, Ninguno de nosotros volverá, la autora narra fundamentalmente la vida cotidiana en el campo y por eso aparecen de forma recurrente temas como: el frío, la sed, el fango y el olor. Mención especial merece el relato “Calle de la llegada, calle de la partida” con el que se inicia el libro y que es de lo mejor que he leído nunca sobre el tema de la llegada a los campos. Esta primera parte, o primer libro, me ha recordado en varios momentos a la forma de contar de Primo Levi. Sin embargo, en la segunda, Un conocimiento inútil, encuentro más el eco de la narrativa de Shalámov, en sus relatos sobre los campos de Kolimá, porque se centran más en algunas personas o hechos como pueden ser la cena de Nochebuena o una representación teatral. Los relatos finales se dedican a la liberación y la llegada a Berlín.

Sobre el libro dice su editora María Bohigas:

"La ambición literaria no era menor, Delbo quiso hacer una obra literaria, no testimonial. Ella no quería hacer un trabajo periodístico, sino literario". (Recogido en lavanguardia.com)

Creo que lo consiguió aunque también que algunos relatos son un reflejo tremendamente realista de los hechos en los que, además, no se ahorra ninguna nota de la crudeza con que actuaban los y las vigilantes.

El siguiente fragmento puede ejemplificar bien ese carácter literario, al mismo tiempo que es también  un buen resumen de la situación que se vivía:


 "Cuando el silbato silba al despertar hay una pesadilla que se paraliza, otra pesadilla que comienza

  hay apenas un instante de lucidez entre ambas, en el que escuchamos los latidos de nuestro corazón para averiguar si tiene fuerza para latir aún mucho tiempo

  mucho tiempo significa días porque nuestro corazón no puede contar en semanas ni en meses, contamos en días y cada día cuenta mil agonías y mil eternidades.” (p. 83-84)

 

Finalmente, reproduzco otros dos fragmentos que, aunque parezcan algo contradictorios entre sí, reflejan muy bien los aspectos psicológicos de un internamiento de esas características.

 

“Hablar era hacer planes para el regreso, porque creer en el regreso era una manera de forzar la suerte. Las que habían dejado de creer en el regreso estaban muertas. Había que creer, creer a pesar de todo, contra todo, dar verosimilitud a ese regreso, realidad y color, planeándolo, materializándolo en todos su detalles.” (p. 141)

 

“Diréis que al ser humano puede arrebatársele todo salvo la facultad de pensar e imaginar. No sabéis nada. Se puede convertir a un ser humano en un esqueleto que gorgorea diarrea, quitarle el tiempo para pensar, la fuerza para pensar. Lo imaginario es el primer lujo del cuerpo que recibe suficiente alimento, goza de una franja de tiempo libre, dispone de rudimentos para fabricar sus sueños. En Auschwitz no se soñaba, se deliraba.” (p. 230)

 

Por todo lo dicho, estamos ante otro interesante texto sobre los campos que aunque sin aportar informaciones que no se conozcan las trata de una forma magnífica y contribuye a conocer mejor algunos aspectos de esa triste historia.

Hay una reseña muy buena y muy completa de GustauNerín en elnacional.cat.

 

Charlotte Delbo, Ninguno de nosotros volverá. Traducción Regina López Muñoz.

 


viernes, 12 de junio de 2020

Gran síntesis




Desde hace muchos años he ido leyendo todo lo que caía en mis manos sobre el tema de los campos de concentración en general y sobre los de la época nazi en particular. En este blog inicié una sección que he titulado Mis temas recurrentes precisamente con la entrada referida a este tema. En ella se recoge lo que había leído hasta 2011, pero desde entonces he seguido ampliando la biblioteca porque también se siguen publicando libros, particularmente memorias, sobre el particular. En este contexto la obra que ahora comento creo que marca un pequeño hito en las publicaciones sobre el tema concreto del Holocausto. De hecho en el título original inglés aparece la expresión “Una nueva historia”.
Creo que para iniciar el comentario del libro de Rees nada mejor que reproducir una larga cita del Epílogo que incluye la frase con la que se cierra el libro:

“(…) no quería que este libro se basara  tan solo  en los testimonios orales, y por eso cito también muchos discursos, diarios y documentos de la época. Mi objetivo era tejer todo este material de forma que examinara cómo se fueron tomando las decisiones del Holocausto, contando también con la amplísima y excelente bibliografía que se ha escrito en este campo desde la guerra.
A lo largo de los últimos veinticinco años,  he leído muchas memorias impresionantes de los supervivientes del Holocausto, así como diversos estudios académicos de gran profundidad; pero no he encontrado una obra general que intente combinar tanto la potencia emocional de los testimonios entrevistados de primera mano como el análisis de las maquinaciones del Estado nazi, al estilo de lo que he intentado hacer en este libro. De aquí mi esperanza, también a este respecto, de que la presente obra sea al menos una parte de una “nueva historia”
(…)
 Por último, aunque el contenido del libro que ahora se acaba es angustiante, sigo pensando que es importante comprender por qué ocurrió tal crimen; porque esta historia nos cuenta, quizá más que ninguna otra, de qué es capaz nuestra especie.” (p. 529-531)

Aquí se deja constancia de lo que, en mi opinión, constituye la principal aportación: el empleo sistemático de testimonios en su gran mayoría inéditos de gente que vivió esa época. Lo hace,  además,  con gente que estaba en diferentes situaciones pues junto a supervivientes de los campos, entrevista a quienes hicieron de guardianes o a ciudadanos normales.
También de la cita se desprende otro aspecto del libro, en este caso no original, pero sí relevante y es que Rees no escatima las descripciones del horror, y horrores, que se produjeron sobre todo en los campos de exterminio; de ahí ese carácter angustiante que menciona y que a mí me ha hecho tener que cerrarlo algunas veces para tomar aire y poder continuar, a pesar de que, por lo que decía antes, soy alguien habituado a leer atrocidades.
Reproduzco a continuación un fragmento como ejemplo, sobre todo por la parte final:

“Lo que las cámaras de gas ofrecían no era tanto una forma de matar a más personas en un solo día, en comparación con los fusilamientos, sino un medios de hacer que el asesinato resultara más fácil… para los asesinos.
En el verano de 1941 no estaba especialmente claro, para los nazis, que el medio más idóneo para sus fines fueran las cámaras de gas. Es casi increíble, pero Widmann y su equipo también probaron ideas como encerrar pacientes mentales en una especie de refugio subterráneo y hacerlo saltar por los aires.” (p. 285)

El libro está dividido en 18 capítulos que siguen un riguroso orden cronológico desde el primero, Orígenes del odio, hasta el último, Asesinar hasta el fin (1944-1945). En todos demuestra el autor su dominio del tema así como su enorme capacidad para contar las cosas con claridad y con gran agilidad. Rees es productor y director creativo de documentales para la BBC y eso se nota. Es un texto fácil de seguir aunque, como ya avisaba antes, no siempre fácil de aguantar. Creo que lo recomendable es irlo leyendo poco a poco, como mucho un capítulo al día, al menos es como yo lo he hecho.
En un libro así, que además tiene más de 600 páginas, es difícil destacar algo. Quizá podría señalar algunas de las cosas que más me han llamado la atención por diferentes razones. Así: la diferenciación de tres formas de antisemitismo; la descripción del sadismo como uno de los motivos de los asesinatos; el análisis que hace de la conferencia de Wansee que resulta distinto al que se lee habitualmente; la durísima crítica que hace de la actuación de las autoridades francesas y la comparación que hace con respecto a la de las italianas; el triste papel del papa Pío XII o, en otro orden de cosas, el detalle de la negociación de Eichmann ofreciendo a los aliados 1 millón de judíos a cambio de 10.000 camiones.
A lo largo del texto se ofrecen también multitud de cifras que resultan todas ellas realmente brutales.
Además, hay un buen repertorio de fotografías tanto en blanco y negro como en color.
Quiero terminar el comentario con un fragmento que puse en las redes sociales el día que lo leí porque me parece que es de una gran actualidad y de aplicación a nuestra realidad política:

“Al igual que muchos de los adversarios políticos de Hitler, Schuschnigg (el canciller austríaco) tenía un perfil relativamente intelectual (…). Ante esta clase de personas, Hitler era un contrincante casi invencible. Usaba el recurso de acumular acusaciones, una detrás de otra, en rápida sucesión, sin dar tiempo a la respuesta. Schuschnigg fue uno de los primeros estadistas extranjeros que cayó derrotado por esta táctica (y tras él vinieron más). No pareció comprender que Hitler no respondía a una argumentación intelectual. El líder alemán no era un estadista “normal”, sin embargo. Ni aspiraba a llegar a un acuerdo satisfactorio para las dos partes ni le importaba que los “hechos” que exponía fueran falsos.” (p. 149)

Rees ha escrito un libro que de alguna manera podría considerarse el equivalente a lo hecho por Claude Lanzmann con su serie Shoah. Si esta me parece lo mejor que se ha filmado nunca sobre el Holocausto, el libro también me parece la mejor y más completa síntesis sobre un tema del que hay una bibliografía tan abundante como inabarcable.


Laurence Rees, El Holocausto. Las voces de las víctimas y de los verdugos. Traducción Gonzalo García.

miércoles, 1 de abril de 2020

Otra visión de los campos de trabajo




Este escritor ruso publicó casi toda su obra en los ochenta del siglo pasado cuando estaba viviendo en los Estados Unidos donde se exilió  en 1979 tras ser expulsado del Sindicato de Periodistas.
Ha sido el último de mis descubrimientos a raíz de una reseña hecha por la traductora y escritora Marta Rebón en El País. Este es el tercer libro que leo del autor y, aunque reúne sus principales características, es el que menos me ha gustado.
Dovlátov cuenta en él cosas de la vida en un campo de trabajo de presos comunes vistas desde la posición del guardián, profesión que parece ser que ejerció durante un tiempo. Lo hace, además, como si formasen parte de un libro y eso le permite alternar los distintos relatos que conforman esa visión con otros en los que reproduce cartas que escribe a su editor norteamericano. De este libro dice Care Santos en su interesante Prólogo: “Estas cartas, ficticias o no,  contienen toda su poética, una verdadera declaración de intenciones literarias.” (p. 12)
En el mismo Prólogo comenta un elemento clave en todos sus libros:
 “La distancia explica su sentido del humor sempiterno, la ironía constante que destilan sus textos. Dovlátov interpone la risa entre sí mismo y el mundo, burlándose de lo más fundamental, que seguramente es lo que más le aterra.” (p. 10)
Un ejemplo de esto podría ser el siguiente fragmento:

“- El comunismo ¿llegará pronto –Preguntó “Fidel”.
- De creer a los periódicos, mañana. ¿Por qué?
- Porque se me han acumulado las necesidades.
- ¿En qué sentido? ¿En sentido líquido? – se ilusionó Balodis.
- Exactamente –asintió “Fidel”.” (p. 195)

 (Aquí juega con la famosa frase: De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades que se ha mencionado como la señal de la llegada a la sociedad comunista. En otro fragmento juega también con la misma frase pero aludiendo a la capacidad).

Como decía antes, Dovlátov construye la visión a partir de una serie de relatos que a veces tienen los mismos personajes y a veces no, de tal manera que se trata de componer escenas que reflejan diferentes aspectos de la vida en el campo. Aquí reside lo que menos me ha gustado del libro porque junto a algunos realmente espléndidos como en el que, ya casi al final del libro, cuenta la preparación de una representación teatral con Lenin como protagonista, hay otros que me ha resultado difícil seguir y llegar a captar lo que me estaba contando.
Sin embargo, las cartas que escribe al posible editor me parecen lo mejor del libro. En ellas hace reflexiones sobre diversos temas como por ejemplo: el lenguaje en el campo, la situación de las mujeres, la correspondencia con el exterior e incluso en algunas dejar algo de su filosofía como las que reproduzco a continuación:

“La misma gente puede mostrar una capacidad igual para la virtud que para la vileza. Yo fácilmente podría imaginarme a casi cualquiera de los reincidentes como héroes de guerra, disidentes, defensores del oprimido. Lo contrario también es cierto: un héroe de guerra podría disolverse en la masa del campo con asombrosa facilidad.” (p. 101-102)

“Decidí rechazar los episodios más salvajes, más sangrientos, más monstruosos de la vida en el campo. Me pareció que habrían quedado muy sensacionalistas, especulativos.” (p. 191)

Todo el libro, como en el fondo toda su obra, está atravesado por la crítica al mundo soviético. Destaco los siguientes ejemplos porque me parecen muy ilustrativos y muy bien traídas ambas críticas:

“Conseguir tal posición requería esfuerzos fantásticos. Deliberadamente uno tenía que venderse, mentir, trepar sobre cadáveres. Había que sobornar, chantajear, extorsionar, imponerse a cualquier precio.
En el mundo exterior esta clase de esfuerzo habría abierto el camino a las sinecuras del Partido, el mando económico y burocrático. Los niveles más altos del poder en el gobierno se alcanzan por el mismo procedimiento.” (p. 31)
 (La posición era la de cortador de pan a la que aspiraba un reincidente)

“La grosería ostensible ¿no es una especie de crimen? Supongo que es cuestión de gustos, pero personalmente yo preferiría ser asaltado una vez en mi vida que humillado a cada momento.
Piense en la cara sombría de los vendedores soviéticos, las expresiones malhumoradas de los revisores de tren, el tono de perpetua irritación en las voces de incontables funcionarios.” (p. 161)
 (La alusión al asalto viene del hecho de que haya más inseguridad en Nueva York que en Moscú). 

Algo interesante también a tener en cuenta es que, como dice el mismo Dovlátov en una de las cartas, no ha querido hacer lo mismo que tan magníficamente hicieron Shalámov y Solzhenitsyn. En este sentido, el libro es muy inferior a los de ambos aunque es cierto que ofrece una perspectiva distinta de los mismos hechos.
En fin, un libro interesante y bien escrito, lleno de diálogos muy bien construidos que es otra de las características del autor. No obstante, si alguien quiere conocer al autor creo que es mejor empezar por alguno de los que ha reeditado en los últimos tres años la editorial Fulgencio Pimentel.

Nota: Las cartas están en cursiva en esta edición y he decidido mantenerla en las reproducciones que he hecho.

Serguey Dovlátov, La zona. Traducción Ana Alcorta y Moisés Ramírez.


martes, 25 de febrero de 2020

Un investigador del Holocausto




A pesar de mi interés manifiesto por el tema del Holocausto, como se puede comprobar en multitud de entradas del blog, y de que he tenido más de una vez en la mano el libro de Hilberg La destrucción de los judíos europeos, nunca me he decidido a comprarlo seguramente por su gran extensión y porque me parecía demasiado especializado y prolijo en sus informaciones. Sin embargo, al conocer la existencia de estas memorias sí me ha apetecido saber algo más del personaje.
Yo diría que el libro  tiene tres partes. Por un lado, algo típico de muchas memorias que es el hacer una descripción, aunque sea somera,  de los antepasados. Por otro lado, la parte central está dedicada a los momentos de investigación y escritura. Finalmente, dedica gran espacio a los problemas para su publicación (basta decir que no se publicó en Israel hasta 2012) y a debatir sobre alguna de las críticas recibidas.
Ni que decir tiene que a mí la que más me ha interesado es la segunda parte. En esta, en el capítulo titulado Documentos cuenta incluso algunos errores de interpretación que tuvo y también establece algún curioso paralelismo entre su escritura y la música. También resulta muy interesante, sobre todo para quienes no hemos leído su obra, el resumen que hace de sus tesis principales que son las que le han causado más de un problema. Problemas que le hacen criticar varias obras posteriores como, por ejemplo, la de Arendt sobre Eichman.
A pesar de que, como decía antes, soy alguien interesado en el tema que estudió el autor me ha sorprendido lo que dice en el siguiente fragmento:

“En Estados Unidos, el fenómeno ahora conocido como el Holocausto no arraigó hasta después de las penurias de la guerra de Vietnam, cuando una nueva generación de norteamericanos estaba buscando certezas morales y el exterminio judío se convirtió en un símbolo de la maldad absoluta con el que medir y valorar todas las demás transgresiones conductuales de las naciones. Para Alemania, el momento no llegó hasta los años ochenta, cuando los culpables habían muerto o vivían en geriátricos; por primera vez, sus hijos e hijas, sus nietos y nietas, pudieron hacer preguntas directas sobre la actividad de la gente mayor durante el periodo nazi.” (p. 133-134)

No pensaba que había tardado tanto en abrirse paso el interés. De hecho el propio Hilberg, citado en el Epílogo que hace otro especialista como Florent Brayard, explica:

“De hecho, pensaba que era el único que investigaba la aniquilación de los judíos. Estaba Poliakov en Francia, pero yo lo ignoraba, y Reitlinger en Londres, pero tampoco sabía nada de él. Solo estábamos nosotros tres, pero no nos conocíamos (…)” Por tanto estaba solo, solo en una isla por así decirlo, y no sabía que hubiera nadie más.”

Y continúa comentando  el propio Brayard:

“Esta sobrecogedora contestación permite comprender el carácter pionero del enfoque de Raul Hilberg en los años cuarenta y cincuenta, y la fuerza de carácter que fue necesaria para atacar un tema como aquel a pesar del pesimismo general y llevarlo a buen puerto.” (p. 233)

Es interesante saber que es el único historiador que es entrevistado en la monumental serie documental Shoah de Claude Lanzmann, serie y autor que aparecen varias veces en estas memorias y que vuelvo a recomendar encarecidamente porque creo que es lo mejor que se ha hecho nunca, y que seguramente se hará, sobre el Holocausto.
En fin, un libro de memorias que se lee con interés en alguna de sus partes y con algo menos en otras que, además, como sucede con sus primeros pasos como profesor, resultan un tanto confusas. En todo caso, tiene también el interés añadido de que no es habitual poder conocer los problemas con los que se enfrenta un historiador para realizar sus investigaciones y luego para poder llegar a publicarlas.
Hay un reseña muy buen y completa de Guillermo Altares en elpais.com.

Raul Hilberg, Memorias de un historiador del Holocausto. Traducción Àlex Guàrdia Berdiell.


jueves, 16 de agosto de 2018

Otra perspectiva de los campos de concentración




Esta novela autobiográfica se publicó en Italia en 1979 y no ha sido traducida al castellano hasta ahora a pesar de ofrecer otra perspectiva de los campos de concentración. La autora, una joven cercana a la ideología fascista en aquellos momentos, quiso comprobar que eran mentiras las cosas que se afirmaban de los campos nazis y se fue a trabajar a Alemania para lo que se trasladó y vivió en campos de trabajo e incluso en Dachau.
¿Es literatura del Holocausto como se afirma en el Prólogo o en la contraportada del libro? Creo que no, que esa calificación está pensada para los libros que hablan de la represión de los judíos, algo que en este libro apenas si aparece, pero en todo caso se trata de un texto muy interesante e instructivo por el punto de vista desde el que está escrito.
El libro consta de cuatro partes escritas en diferente momentos: 1953-54, 1961, 1975 y 1977, pero siempre con la misma protagonista, la autora y, además, sin que la historia se continúe tras cada parte. Así, si en la primera se produce la huida de Dachau, en la segunda se describe el accidente que la dejó paralítica y todo lo que sucedió tras él, para retomar en la tercera su trabajo en la IG Farben y la vida en el lager para finalmente, en la cuarta parte, que esta vez sí continúa la anterior, mezclar la pura narración con interesantes reflexiones sobre la memoria y la ocultación como, por ejemplo, la siguiente:

“Esto es lo que ahora me interesa comprender. De dónde me viene tamaño bloqueo, por qué durante tantos años he podido pasar por alto los nudos esenciales de ese pasado violento, creyendo tal vez que así podría aprender la lección que éste me enseñaba.” (p. 345)

También hay una reflexión que recuerda mucho las cosas que decía su compatriota Primo Levi, el autor que mejor ha reflejado lo que era la existencia en un campo de concentración:

“Me refiero a la absoluta normalidad del delito, de la violencia física, de la delación y la perversión como algo cotidiano en las relaciones, muy pronto todo ello se convertía en algo natural, familiar.” (p. 354)

Tengo que reconocer que leyendo la primera parte estuve a punto de abandonar la lectura;  no entendía bien lo que me contaba ni me interesaban demasiado las peripecias de los diversos personajes, pero decidí darle una oportunidad ante las referencias a críticas que la editorial ha recogido en una pestaña del libro.  Acerté, pues  la segunda parte, para mí la mejor del libro, es realmente potente con la narración bastante escalofriante de las operaciones tras su accidente  y las recuperaciones posteriores.
Aunque es un libro de 500 páginas es muy recomendable por ser, como decía al principio, la visión de una joven proveniente del fascismo. Además, d’Eramo es una buena narradora y no se corta al contar las experiencias más duras sobre todo en el tema de sus operaciones y posoperatorios. Lo menos interesante del libro es lo que cuenta sobre los campos porque ya se han publicado muchos libros sobre el tema y en este no hay apenas aportaciones novedosas, quizá no era así en el momento de su publicación. Lo que sí resulta interesante es la peripecia personal de la autora en ellos.


Luce d’Eramo. Desviación. Traducción Isabel González-Gallarza.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Volumen final de una gran obra




Ha habido que esperar nada menos que tres años para que aparezca el último volumen de la obra que Shalámov dedicó a los campos de Kolimá. Yo había leído hace tiempo que en este volumen se recogían algunos ensayos y reflexiones del autor, pero me he llevado la sorpresa de que todo lo que se incluye está referido, como ya se indica en el subtítulo, al mundo del hampa. Me hubiera gustado más lo que esperaba aunque siempre es muy interesante lo que cuenta.

A lo largo de los ocho relatos que conforman el libro, Shalámov nos va describiendo y explicando en qué consiste el mundo del hampa, de dónde salen muchos de sus miembros (es muy interesante la idea de que proceden en gran número de la “deskulakización” en los tiempos de Stalin), cuál es el papel de la mujer en ese mundo, quiénes son “las perras”, cuáles eran sus canciones típicas y, algo muy curioso, los “novelos” como su forma literaria de carácter oral. En definitiva, da una visión muy completa de ese mundo y, obviamente, de su funcionamiento tanto en las cárceles como en los campos de trabajo.
Todo, además, con el estilo tradicional del autor que tal y como se recoge en el Posfacio con sus propias palabras consiste en:


“Nada de desenlaces inesperados ni de fuegos artificiales. Frases escuetas, comprimidas, sin metáforas. Una exposición sencilla, correcta, breve de la acción, sin ninguna floritura… Uno o dos detalles incrustados en el relato, detalles mostrados en un primer plano. Detalles nuevos, que nadie ha mostrado antes.” (p. 200)


Se cierra con este volumen una obra tremendamente interesante en todos sus volúmenes como ya he dejado constancia en anteriores entradas del blog. Una visión casi exhaustiva de lo que fueron los campos de la era estaliniana en la zona de Kolimá. Una obra realmente monumental que forma junto al libro de Evgenia Ginzburg, que también comenté hace poco, lo mejor que se ha escrito sobre esa época. 

En el Posfacio, escrito por  el traductor, se da una visión sobre la obra en general y se cierra el libro  con una serie de ideas que Shalámov incluyó en un documento, fragmentario e inacabado, en el que se recogen una serie de reflexiones entre las que me gustaría destacar la que sigue:


“31. He sabido que el mundo no se ha de dividir entre buenos y malos, sino entre los cobardes y los que no lo son. El 95% de los cobardes son capaces de cualquier villanía, de vilezas mortales, ante una débil amenaza.” (p. 213)


Un libro totalmente recomendable por su valor testimonial, pero también por sus valores literarios.

Varlam Shalámov, Relatos de Kolimá, Volumen VI. Ensayos sobre el mundo del hampa. Traducción Ricardo San Vicente.

lunes, 30 de octubre de 2017

Impresionantes memorias



“Las memorias de Evgenia Ginzburg son, de manera explícita, el relato de un viaje a los infiernos carcelarios del comunismo soviético, pero también, y de manera mucho más sigilosa, la confesión de alguien que ha aprendido algo sobre sí mismo y sobre su alma, que ha ido alcanzando grados sucesivos de conocimiento y desengaño en la misma medida en que conoce celdas, despachos de interrogadores, campos de trabajo que siempre son no el destino final de una castigo, sino un episodio en el tránsito hacia un tormento mayor, hacia otro campo situado más lejos, en los últimos extremos de Siberia y del invierno, en las fronteras mismas de la aniquilación y del retroceso a la más desnuda y envilecida animalidad.” (p. 9-10)

Estas palabras del Prólogo escrito por Antonio Muñoz Molina resumen muy bien el contenido de este impresionante testimonio.
He leído la mayoría de los libros de los supervivientes de las purgas estalinistas que han sido traducidos, pero en ninguno como en este he visto de forma tan clara todo el proceso y tantos lugares pues desde los inicios en las cárceles de Moscú hasta el final en diversos lugares de Kolimá, la autora pasó por multitud de lugares y trabajos en los que conoció a una ingente cantidad de personas, tanto represaliadas como ella como muchos que formaban parte de los represores, desde carceleros e interrogadores hasta directores de campos de concentración o trabajo.
El texto que comento realmente se compone de dos libros. En el primero, El vértigo, que se publicó en Italia en 1967 y el mismo año se tradujo en España, Ginzburg relata su detención, su estancia en diversas cárceles y, en una segunda parte, el viaje hasta Kolimá. En el segundo, El cielo de Siberia, escrito con posterioridad (en España se publicó en 1980), cuenta los padecimientos que pasó en el extremo oriente ruso, para en una segunda parte, seguir viviendo allí como “libre” una vez cumplida su condena hasta que liberasen a su segundo marido. En este segundo libro quienes hayan leído a Varlam Shalámov encontrarán lugares y situaciones muy conocidas, eso sí, contadas siempre en primera persona.
Evgenia Ginzburg es una extraordinaria narradora. Dice también Muñoz Molina en el Prólogo mencionado antes:

“Su escritura, seca y honda, lacónica como un informe y atravesada de intuiciones certeras sobre la condición humana, podría ser la de un novelista, si es que creemos todavía que la cima de la literatura narrativa es la novela.” (p. 18)

Y, efectivamente, se lee como una novela aunque lo que en el libro se cuente responda a hechos reales que en muchos momentos el lector puede dudar que hayan podido suceder por el esfuerzo de memoria que suponen, algo que  a la autora no le pasó desapercibido y así escribe casi al final del libro:

“Algunos lectores suelen preguntarme: ¿cómo ha podido conservar en la memoria tal masa de hechos y de versos, de nombres de personas y de lugares?
La repuesta es muy sencilla: he podido hacerlo porque, a lo largo de aquellos dieciocho años, el objetivo principal de mi vida esa precisamente ese: ¡recordar para escribir después! En el momento mismo en que traspasé el umbral de la cárcel subterránea del NKVD de Kazán, comencé a reunir materiales para este libro.” (p. 848)

De un libro como este, que además tiene 854 páginas, se pueden comentar multitud de cosas y fijarse en muchos de los momentos relevantes, pero creo que lo mejor que puedo hacer ahora es recomendarlo encarecidamente. No se pasarán gratos momentos, aunque también hay personas que demuestran un alto grado de humanidad y solidaridad en situaciones tan extremas, pero sí que se asistirá a la vida en todas sus dimensiones. No se trata de un texto que se pueda leer de un tirón, y no solo por el tamaño, pero sí que se lo echará de menos si no se coge un rato cada día.
No tiene mayor importancia, pero resulta curioso el hecho de que cada parte tenga un traductor diferente porque en el caso del primer libro, traducido en 1967, aparecen bastantes palabras que hoy están prácticamente desaparecidas o en completo desuso como por ejemplo: antiparras, apañuscados, absurdidad, escandidas, etc.

Evgenia Ginzburg, El vértigo. Traducción Fernando Gutiérrez y Enrique Sordo.

martes, 25 de abril de 2017

Relatos con supervivientes del Holocausto



La literatura sobre el Holocausto es inmensa, tanto la escrita por sus protagonistas en forma de memorias o recuerdos, como la basada en investigaciones hechas por los especialistas;  sin embargo, no es tan grande la cantidad de obras de creación escritas por supervivientes o, al menos, yo no la conozco.
Este conjunto de seis relatos se debe, precisamente, a una superviviente, en concreto a una escritora polaca que pasó por varios campos de concentración. Tras la guerra emigró a Canadá lugar en el que se desarrollan la mayoría de los relatos recogidos en este libro. El original estaba escrito en yiddish y fue traducido al inglés por su hija que es, además, la autora del Prólogo a esta edición en castellano.. La versión que se ha publicado en España está traducida de esta lengua.
Como indica su título, los relatos tienen como protagonistas a supervivientes y narran entre otras cosas sus problemas de adaptación no solo a una nueva realidad y un nuevo país, sino también a unas nuevas vivencias. Hay referencias a la soledad, la frustración, la infelicidad, la espera, etc.
Son relatos de muy diferente longitud. A mí particularmente el que más me ha gustado e interesado es La venganza de Edgia que es también el más largo (más de setenta páginas). Su protagonista es una mujer que fue kapo en un campo y cuya única buena acción fue salvar a otra mujer, la Edgia del título. Ambas se encuentran en Canadá y, como se dice en el Prólogo el relato es: “la crónica por aceptar el pasado y aceptarse una a otra.. Nos obliga a considerar el significado de lo que es ser una víctima y los duraderos efectos que la experiencia del Holocausto ha tenido sobre la psique de los supervivientes.” (p. 10)
Precisamente en este relato creo recordar que es en el único en el que se habla directamente de los campos, pues al estar escrito en primera persona por la que había sido kapo hay descripciones  como la siguiente:

“Las demás prisioneras me hacían la pelota. Si decía una palabra amable era música para sus oídos. Las hacía sentirse más seguras con respecto a las siguientes horas de sus vidas. Se peleaban para decidir quién debía lavar mi ropa interior y limpiar mis zapatos. Temblaban ante cada movimiento desdeñoso de mi mano, y leían e interpretaban ansiosamente cada expresión de mi rostro. Si antes de la guerra me ruborizaba al oír un lenguaje que fuera remotamente osado, me volví claramente prolífica en la invención de entradas para un diccionario de obscenidades. Si antes de la guerra hablaba el polaco con los tonos más elegantes y refinados, en el campo sentía un placer salvaje despotricando como una perra. Y, si había pensado que mis manos solo se habían creado para la ternura y las caricias, ahora las tenía cerradas en puños como rocas, para golpear mejor las espaldas encorvadas y esqueléticas. Y todo eso lo hice con placer, con un deleite genuinamente sensual, como en una orgía.” (p. 89)

Aunque es un poco extensa creo que la cita merece la pena por el tipo de personalidad que refleja.
Un libro recomendable que nos pone en contacto con una buena escritora y con unos temas complejos. Ahora solo queda esperar que se publique su obra maestra, El árbol de la vida.


Java Rosenfarb, Supervivientes. Traducción de Daniel Gascón

miércoles, 19 de octubre de 2016

Gran escritura, pero...




No es muy habitual, pero a veces me pasa lo que me ha sucedido con este libro. Un magnífico inicio y unas primeras 200 páginas que leo con interés, expectativas, disfrutando de lo bien escrito que está y, de repente, empiezo a distanciarme de la historia, comienza a aburrirme, a parecerme repetitiva y, sobre todo, un tanto cogida por los pelos. Luego, al final, recobro de nuevo el interés aunque termino con una decepción por el desenlace.
El libro cuenta la historia de un superviviente de los campos de concentración nazis en Yugoslavia gracias a convertirse en Kapo. Se inicia el relato con la huida del campo para luego hablar de la juventud del protagonista y sus primeros escarceos amorosos. Luego vendrá la guerra y su primera cobardía ante la detención de sus padres. A continuación el autor irá alternando los momentos actuales, 1983, con lo que pasaba en los campos en lo que no ahorra descripciones duras y descarnadas como:

“Los niños de Francia, de dos a cinco años, separados de sus padres y encerrados en el barracón 19 para que murieran allí de hambre y de infecciones. Los gitanos de la sección 3C de Jasenovac, confinados entre alambres de espino, a la intemperie y sin alimentos, para que sucumbieran comiendo cadáveres.” (p. 184)

Describe muchas cosas de los campos y también de la actuación del Kapo protagonista, en este caso sobre todo sus abusos con las mujeres, pero la forma de ir introduciendo esas informaciones me ha parecido un tanto caprichosa (o yo no he sabido interpretarla).

También aprovecha Tisma para dejar alguna crítica más actual como, por ejemplo, en el siguiente fragmento:

(…) los fuertes (se refiere a los judíos) estaban todos en Israel, entre sus hijos que habían nacido allí y que ahora encerraban a otros con alambradas, no abriéndolas más que para dejar entrar a los mercenarios que degollarían en su lugar, igual que los ustachas dejaban entrar a los gitanos hambrientos en Gradina.” (p.244)

De la web de la editorial ha sacado algunas críticas muy favorables al libro:

"El Kapo es una obra maestra cuya extraordinaria escritura y estremecedora psicología no dejarán a nadie indiferente. Una lectura imprescindible." 
Juana Salabert, La Razón, Caballo Verde

“Aleksandar Tisma construye una novela rotunda, sin concesiones, donde la condición humana se nos muestra como un animal sangrante abierto en canal y con sus palpitantes vísceras humeando sobre nuestras conciencias. Y siempre con un discurso inmediato, diligente y de alto valor literario.”
Fulgencio Argüelles, El ComercioEl Comercio


Las reproduzco porque seguramente se ajustan más a la verdad que lo que he comentado. No obstante, yo no lo he vivido así, aunque lo que sí es muy cierto es lo extraordinariamente bien que está escrito.


Aleksandar Tisma, El Kapo

jueves, 6 de octubre de 2016

Testimonio judío del gulag



Vaya por delante mi agradecimiento a esas editoriales “pequeñas” que, como es el caso de Eutelequia, se atreven a publicar libros no habituales en nuestras librerías y que además, como en este caso en su colección Círculo d’Escritores, lo hacen en ediciones prologadas y muy bien anotadas por el traductor. Este pasado verano he leído la Trilogía siberiana de V.Zazubrin de la misma colección y ya  me pareció una buena aportación.
En este caso, al autor es un judío polaco que vivió un tiempo en la soviética Provincia Judía Autónoma de Birobidzhán  creada en 1934 que, aunque fue objeto de las purgas de 1936, siguió funcionando unos años más. En 1944 Emiot es enviado a la provincia por el Comité Antifascista Judío. En 1948 será condenado por nacionalismo a diez años en un campo de trabajo correccional del que será liberado en 1955. De ahí pasados dos años se irá a Polonia y, finalmente, emigrará a Estados Unidos.
El libro recoge fundamentalmente la estancia previa en la cárcel y los años en el campo de trabajo. El interés principal radica en que muestra y retrata muy bien la situación de los judíos en esas circunstancias, de hecho la inmensa mayoría de los personajes que salen en el texto lo son. El problema que tiene el libro es que, para quien haya leído ya algunos textos sobre el gulag, no ofrece apenas novedades y, además, está relatado todo de una forma un tanto fría o al menos a mí me lo ha parecido quizá porque he leído testimonios muy perturbadores.
No obstante, muestra la deshumanización que se producía y así pone en boca de Broderson, escritor y poeta como el autor lo siguiente:

“-Dime, Emiot, amigo, ¿qué escribiremos cuando salgamos de aquí? Todos los cánones de literatura humanista resultaron ser falsos. ¿Cómo podremos presentar el amor al prójimo en nuestros poemas? Todo sonará excesivamente dulce, artificial, mentirosos. Mira, a mí me gusta Tchaikovski, pero cuando, estando ya en libertad, oiga su Danza de los pequeños cisnes, recordaré  esta melodía ejecutada por nuestra orquesta del campo, de los cansados presos, el muchacho judío que tocaba el violín y dos virtuosos del acordeón…” (p. 192)

El libro se completa, como decía antes, con un Prólogo interesante aunque demasiado extenso y prolijo en algunos aspectos y con un útil Epílogo, ambos escritos por el traductor. A pesar de las muchas páginas que contienen he echado en falta un par de cosas: por un lado, la fecha y el lugar de la publicación del libro algo interesante pues en varias ocasiones el autor cambia los nombres de protagonistas para evitarles problemas, y, por otro lado, el original  del libro parece estar escrito en alemán algo un tanto  raro por el origen y trayectoria de Emiot.
En definitiva, un texto que puede resultar interesante sobre todo a quien se enfrente por primera vez a este tema.



Israel Emiot, Un escritor judío en Siberia

lunes, 5 de septiembre de 2016

Recuerdos de la represión nazi




“Me da la sensación de que el mal alcanzó tal grado de existencia durante los años de la guerra que a aquellos que no lo vivieron les resulta difícil creerlo, o incluso enfrentarse a ello.” (p.90)

Seguramente esta idea expresada por Postel-inay explique que después de tantos años, setenta en concreto, de sucedidos los hechos que se cuentan en el libro, se muestre dispuesta a contarlos.
Son pocos los libros publicados que recogen testimonios de mujeres en los campos de concentración. Precisamente hace poco publiqué una entrada en el blog comentando Una mujer en Birkenau de la polaca Seweryna Szmaglewska y en su día leí el clásico Prisionera de Stalin y Hitler de Margarete Buber-Neumann. Esta escasez de visiones femeninas explica y justifica que se publique el que ahora comento.
Anise fue detenida poco después de iniciar sus actividades en la Resistencia francesa y tras pasar por varias prisiones terminó en el campo de concentración de Ravensbrück. Este periplo es lo que, con la colaboración de la escritora Laura Adler, nos cuenta de forma muy resumida, poco más de 100 páginas, en estos recuerdos.
Lógicamente están muy lejos en interés e intensidad con lo narrado en los otros textos citados, pero también es útil conocer la experiencia de una joven francesa, 21 años en el momento de la detención, sobre todo en el campo de concentración que es, por otra parte, lo que constituye el objeto central del libro.
Marta Medina hace un comentario muy completo en elconfidencial.com.



Anise Postel-Vinay con Laura Adler, Vivir

viernes, 19 de agosto de 2016

Una faction croata sobre el Holocausto



Dice la traductora, Simona Skrabec, en el Prólogo: “Los saltos bruscos, las interrupciones, la extrañeza general de esta novela es parte de una ágil estrategia de concienciación: la historia no se puede reconstruir y aún menos comprender sin que uno esté dispuesto a descifrarla. El pasado es una colección de vestigios y testimonios que no pocas veces se guardan ordenados de una manera obsesiva en archivos fuertemente custodiados.” (p. 12)

Y efectivamente esta digamos por ahora novela consiste en eso, en fragmentos de una historia que se centra principalmente en el domino nazi y la persecución de los judíos en una zona del norte de Italia (Gorizia y Trieste) durante la Segunda Guerra Mundial. Para ello, la autora recrea la biografía de un personaje ficticio, Haya Tedeschi, que se basa en uno real y que a modo de narradora nos va llevando a los distintos acontecimientos que son el motivo principal de esta obra que se puede considerar una novela-documento en la línea de lo que últimamente se denomina faction.
Usa Drndic documentos reales (incluso reproduce a lo largo de más de 70 páginas la lista de los judíos italianos deportados y asesinados) y, sobre todo, “crea” lo que parecen documentos reales, pero también utiliza fotografías, textos de otros autores (no siempre de forma claramente distinguible) y hasta partituras musicales. Es decir,  utiliza la realidad y una ficción que parece tan real como la realidad misma sin que sepamos distinguir muchas veces entre  ambas.
Hay en el libro cosas muy interesantes como pueden ser: la recreación de la visita que Hitler hizo a Italia en 1938; varios diálogos con nazis entre los que destacaría el que tuvo Lanzman con quien organizaba los trenes que llevaban a los judíos; la crítica del papel que tuvo  Suiza dejando pasar por su territorio los trenes con los detenidos italianos; el espacio que dedica al Lebensborn y a los niños robados, así como a la actitud de la Iglesia católica en la devolución de aquellos que ya habían sido bautizados; los testimonios que ofrece de supervivientes de los campos; las biografías de varios responsables nazis, alguno bastante conocido, de la represión en Trieste y en el campo de San Sabba; en fin, como se puede apreciar, se trata de una obra que trata el tema desde diversas vertientes que, aunque ninguna es especialmente novedosa, sí que al hacerlo de forma unitaria ofrece una visión algo diferente de la habitual al combinar elementos de tan variada procedencia sin olvidar, claro está, lo que pueda tener de auténtica ficción.
Un libro que merece la pena leer. A mí reconozco que me costó entrar pues comienza con la narración de la infancia y juventud de la protagonista que no me parecía demasiado interesante, pero poco a poco se va metiendo en los aspectos más históricos y con ello se va haciendo más y más interesante.
Dejo el enlace a dos comentarios muy buenos y además complementarios entre sí que darán una mejor idea de este peculiar libro: Laura Fernández en elmundo.es y Anna Abella en elperiodico.com.


Dasa Drndic, Trieste