jueves, 28 de noviembre de 2019

El último Kerr




A la tercera va la vencida y este sí que es el último libro de Kerr. Digo esto porque los dos anteriores aparecieron en el blog como su última novela y, evidentemente, no era así. Estamos ante un libro póstumo y es muy posible que no estuviera totalmente terminado o al menos esta es la sensación que me ha quedado tras la lectura global y en el caso de algunas escenas.
Siendo el último en el que el protagonista es Bernie Gunther resulta curioso que sea una especie de precuela ya que la historia se desarrolla en 1928, es decir, bastante antes de la época en la que sucedía cualquiera de los anteriores.
Vemos aquí a Gunther entrando en la sección de la policía criminal dejando su puesto en antivicio. En este nuevo trabajo tiene que enfrentarse a una serie de asesinatos de prostitutas por un lado y de antiguos combatientes por otro. Este tipo de planteamiento no ha sido nada habitual en el conjunto de la serie, como tampoco lo es el hecho de que apenas salgan personajes nazis más allá de algún miembro de las SA.
Lo más interesante y más conseguido a un tiempo es la descripción del Berlín de la época. Un Berlín de cabarets y vida nocturna, una ciudad con artistas tan peculiares como los pintores George Grosz y Otto Dix o la guionista Thea Von Harbou,  la mujer de Fritz Lang. También hay varias referencias a la Ópera de tres peniques y, por supuesto, a Metrópolis.
Dentro de esa vida berlinesa destaca el hecho de la cantidad de veteranos de guerra que viven como vagabundos y mendigos en sus calles, lo que  le da pie para escribir también sobre la idea nazi de la eutanasia que había que aplicar a discapacitados y enfermos mentales.
Esto por lo que se refiere a los temas que van saliendo. Sobre la trama poco que decir porque nunca me ha parecido lo más relevante en las novelas de Kerr y en este caso quizá incluso menos que en otros. En cuanto a Bernie Gunther, es el mismo de siempre aunque lo he encontrado algo menos cínico y desde luego mucho menos irónico, seguramente debido a que es más joven.
En fin, no se trata de la mejor novela de la serie, pero siempre da gusto leer a Kerr y en este caso, además,  con el sentimiento de que es el último.

Philip Kerr, Metrópolis. Traducción Eduardo Iriarte.


martes, 26 de noviembre de 2019

Sobre el periodismo



En muy poco tiempo he leído gran parte de los libros publicados por esta gran periodista argentina. Hasta ahora consistían bien en una historia concreta, Opus Gelber o Una historia sencilla, bien un conjunto de perfiles de personajes sudamericanos del mundo de la cultura, entendida en un sentido amplio, como hace en Plano americano. En este caso el contenido es bastante diferente; se trata de un conjunto de 29 artículos y conferencias que se dedican en su mayoría a reflexionar sobre el periodismo y el trabajo del periodista. Abarcan el periodo que va de 2006 a 2013.
A mí, como he demostrado muchas veces ya en este blog, el tema me parece muy interesante aunque solo sea porque, hoy por hoy, la información acapara una parte importante del tiempo de la gente. Por ello, el que alguien que se dedica a esta profesión ponga negro sobre blanco sus ideas sobre la profesión me parece especialmente valioso, a pesar de que el tipo de periodismo que hace Guerriero no tiene mucho que ver, ni en sus temas ni en sus formas, con el que suele acaparar horas y horas, páginas y páginas, en los diferentes medios.
En muchos momentos aparece en el libro el nombre de Martín Caparrós como ejemplo de periodismo de calidad. Se nota la admiración de la autora por él, algo que comparto plenamente porque me parece quizá el mejor periodista-cronista del momento en lengua castellana.
Aunque todos los textos tienen su valor y ninguno tiene desperdicio, me gustaría destacar, por ser los más completos y donde quedan mejor hilvanadas las reflexiones, los siguientes: ”Qué es y qué no es el periodismo literario: más allá del adjetivo perfecto”, “Leer para escribir”, “El periodismo cultural no existe” y  “La imprescindible invisibilidad del ser, o la lección de Homero”.
En ellos se pueden leer fragmentos como los que reproduzco a continuación:

“Sean invisibles: escuchen lo que la gente tiene para decir. Y no interrumpan. Frente a una taza de té o un vaso de agua, sientan la incomodidad atragantada del silencio. Y respeten.” (p. 20)

“El periodismo –literario o no- es lo opuesto a la objetividad. Es una mirada, una visión del mundo, una subjetividad honesta.“ (p. 58)

“La pregunta, claro, es cómo se hace.
La respuesta es que no sé, pero que, en todo caso, a mí me sirve aplicar la curiosidad, derrochar paciencia y cultivar discreción: preguntar como quien no sabe, esperar como quien tiene tiempo y estar allí como quien no está.” (p. 207-208) (Se está refiriendo a cómo se hace un perfil.)

“Para ser periodista hay que  (…) Llegar, después de días, a un texto vivo, sin ripios, sin tics, sin autoplagios, que dude, que diga lo que tiene que decir –que cuente el cuento-, que sea inolvidable. Un texto que deje, en quien lo lea, el rastro que dejan, también, el miedo o el amor, una enfermedad o una catástrofe.” (p. 84) (Aquí, quizá, se “pasa un poco de frenada”.)

Cuando leía lo de la invisibilidad, el respeto y el uso de materiales diversos (ella habla de “textos integrados”), me venían a la cabeza cosas que he pensado, y también escrito en mis comentarios, cuando leía sus libros. Es muy curioso sobre todo cómo se puede llegar a percibir esa invisibilidad.
También me ha llamado la atención la insistencia sobre la necesidad de la lectura que hace en “Leer para escribir”, y no en cualquier tipo de lectura. Esto es algo que se deberían aplicar también muchos, muchísimos, profesores de lengua cuyas lecturas, cuando las hacen, se limitan a los libros de mayor venta.
En un libro que recoge tantos artículos es inevitable que haya alguna idea y algún ejemplo que aparezca repetido. No importa porque, además, son muy pocos.
Para terminar una última cita que refleja algo que está sucediendo también por aquí, sobre todo en la literatura francesa:

“Se dice, se repite: que lo más interesante de lo que se escribe y se publica hoy en Latinoamérica pertenece al género de la no ficción. Que es allí donde hay que buscar los saltos en altura, las cuerdas flojas, los riesgos de la forma y del estilo.” (p. 79)

Un libro recomendable como todos los de su autora que no solo es una gran periodista sino una muy buen escritora y alguien que cuida mucho sus textos lo que hace que su lectura no sea solo interesante, sino también gratificante.
Hay una buena reseña de Juan José Millás, por cierto el único no sudamericano que sale en el libro Plano americano, en elpais.com.

Leila Guerriero, Zona de obras.


jueves, 21 de noviembre de 2019

Las secuelas de un atentado



Este es uno de esos libros que termino comprando y leyendo de tanto verlo expuesto en los estantes de la librería y después de haberlo tenido varias veces entre las manos, leído la contraportada (como siempre las de la editorial Anagrama animan a la lectura) y dejado en su sitio de nuevo. Sin embargo, llega un momento en que, sin haber leído ningún comentario ni reseña ni crítica, creo que por acumulación, me decido.
No voy a repetir aquí lo que he dicho bastantes veces en el blog sobre las novedades y aportaciones que están haciendo los escritores franceses a la literatura. Unos por la elección y el tratamiento de determinados temas como Vuillard o Deville; otros por el uso tan acertado de la no ficción con Carrère a la cabeza y otros, en este caso otra, como Ernaux por el uso de su vida como objeto literario en lo que ya se llama autoficción. A esta última categoría pertenece el libro que ahora comento.
Lançon estaba en la reunión de la revista Chralie Hebdo, en la que colaboraba, cuando se produjo el atentado que terminó con varios compañeros asesinados y él con un disparo que le destrozó la parte inferior de la cara dejándole sin un trozo de la mandíbula inferior y los dientes correspondientes.
De esa experiencia traumática en su origen y en sus consecuencias surge el libro. En él Lançon hace un difícil ejercicio de reconstrucción de lo que vio y, sobre todo, del proceso médico a que hubo de someterse para poder llevar una vida normal. Además, va intercalando reflexiones, recuerdos, sueños, lecturas, audiciones musicales, etc.,  combinándolas con el día a día de su estancia en el hospital y con las intervenciones quirúrgicas; más adelante también, con su recuperación y rehabilitación en Los Inválidos.
Así, podemos encontrar desde una durísima crítica a Daniel Ortega en apenas media página, a muchos comentarios sobre Houellebecq (principalmente sobre su obra Sumisión que se estaba presentando precisamente en la época del atentado), pasando por referencias a la música de Bach o los libros de Kafka o Proust. Además, todo ello entremezclado con muchos recuerdos.
No obstante, el tema central, el que ocupa la mayor parte del libro, es todo el proceso que se desarrolla en el hospital o en su estancia en Los Inválidos donde tienen un papel protagonista los diferentes profesionales que se ocupan de él y muy especialmente Chloé, la cirujana encargada de la reconstrucción de la parte dañada, con la que mantendrá una intensa relación. También aquí Marylin, su exmujer, y Gabriela, su compañera actual, tienen una presencia muy notable, como también la tiene su hermano.
A mí el libro me parece en gran medida un canto a la medicina y a quienes la practican, pues hasta para  la enfermera más gruñona tiene buenas palabras. Claro que hay que tener en cuenta lo que debieron de significar para el autor los nueve meses de estancia en los que, como afirma:

“Cambiar de habitación era cambiar de mundo, luego suponía también cambiar de vida.” (p. 211)

Quiero referirme ahora a dos capítulos en concreto: El 5, Entre los muertos, en el que relata los momentos posteriores al atentado, es un capítulo terrible que a mí me produjo un fuerte estado de ansiedad y al final del mismo tuve que contenerme para no llorar; por el contrario, el 13, La preparación (se refiere a la preparación para la gran operación), lo convierte casi en un diario y hace que me salga de la historia. Esto me ha sucedido también en otros momentos: en unos, porque lo que cuenta es demasiado técnico y no termino de entender qué es lo que le van a hacer y, en otros, porque es demasiado prolijo y detallista.
A partir de lo dicho se puede apreciar que el libro me ha provocado emociones fuertes dada la intensidad de lo narrado (un ejemplo más podría ser la descripción detallada que hace en la página 117 de su estado físico), pero que también, quizá debido a su extensión, 443 páginas, ha habido momentos en que me salía de la historia.
En cualquier caso, estamos ante un texto diferente que por algo fue un gran éxito de ventas en Francia y parece que lo está repitiendo en España.
Hay dos magníficas y muy completas reseñas que explican mucho más y mejor en lo que consiste el libro: la de Francesc Bon en unlibroaldia.blogspot.com y la de Daniel Arjona en elconfidencial.com.


Philippe Lançon, El colgajo. Traducción Juan de Sola.






lunes, 11 de noviembre de 2019

Increíble aventura


Tras la lectura de este libro me queda claro que el gran Kapuscinski, quien por cierto aparece en el libro en una fotografía inaugurando en 2006 una placa conmemorativa de Nowak, tuvo antecedentes que le marcaron el camino.
Desde luego hay que ser de una pasta especial para realizar un viaje de cinco años recorriendo África de norte y sur y vuelta al norte, usando como medio de transporte fundamental la bicicleta aunque haciendo también alguna etapa a pie, en camello o en una barca construida por él mismo, y todo ello: ¡en el primer tercio del siglo xx!
La razón la da el mismo autor en el siguiente fragmento:

“¿Qué queréis que os diga? Viajar sin dinero tal vez no sea la manera más cómoda de viajar ni la más popular, pero, a mi entender, es una proeza deportiva que supera con mucho a una travesía de África en avión. (…) Me estaba jugando la vida, me exponía a miles de peligros, a enfermedades, a penurias y a las espinas que arañaban mi cuerpo y destruían las gomas de mi bicicleta, pero a cambio podía contemplar de cerca la vida de la gente y de los animales de África, pisaba el suelo africano con mis propios pies y vivía la vida auténtica del continente.” (p. 220-221)

En este libro lo que ha hecho el editor es recopilar decenas de reportajes que se publicaron en diferentes medios, así como algunas de las cartas que Nowak remitió en esos años. Además, se acompaña el texto con algunas de las miles de fotografías que hizo y que sirven muchas de ellas para ver algo de  las condiciones en las que se desarrolló el viaje.
En sus textos hay mucho de antropología, de apuntes sobre la vida cotidiana de las diferentes tribus que conoció, de sus viviendas, de sus formas de vida, etc., y también de las penalidades infinitas por las que pasó, algunas de las cuales, como por ejemplo su periplo en barca por los ríos angoleños, resultan realmente increíbles dentro de una narración en la que abundan los momentos difíciles de imaginar.
El libro tiene 558 páginas en formato grande, por lo que se cuentan muchas cosas de muchos lugares ya que, partiendo de Egipto, fue atravesando el continente por Sudán, Ruanda, el Congo Belga, Rodesia y la Unión Sudafricana, para regresar desde Ciudad del Cabo hasta Argel pasando por África del Sudoeste, Angola, otra vez el Congo Belga, el África Ecuatorial francesa y el África occidental francesa.
Todo tipo de climas, vegetación, culturas, etnias, lenguas, etc. quedan recogidos en sus páginas. También todo tipo de padecimientos desde las fiebres cada vez más frecuentes, al hambre y el sueño, pasando por las masacres producidas por los omnipresentes mosquitos.
Es un libro fundamentalmente descriptivo, pero, como no podía ser de otra manera, no exento de críticas diversas. Así, no salen muy bien parados los egipcios ni tampoco Angola; asimismo hay varios momentos en los que se queja de la indolencia de los negros ante los problemas que tuvo para encontrar y mantener porteadores en algunas etapas. Ahora bien, quien recibe las críticas más fuertes, importantes y numerosas es el colonialismo blanco como queda reflejado en los fragmentos que reproduzco a continuación:

“Millones de personas podrían ganarse la vida en la selva centroafricana y todo aquel país podría ser Jauja. Pero no lo es. ¿Por qué? (…) África no está colonizada por estos países (se refiere a los europeos), sino por el capital internacional (…)
Si alguna vez se construyó aquí una casa decente o un camino, fue en provecho del hombre blanco y para acelerar su enriquecimiento…” (p. 234-235)

“No en vano, en opinión de los blancos, África es “el país del oro, de las cacerías y de las mujeres negras”, y quien –siempre según ellos- no haya practicado estos tres deportes, nunca sabrá lo que es el África auténtica.” (p. 260)

“Lo que se hace, en cambio, es engañar al mundo con cuentos chinos sobre la misión civilizadora del hombre blanco y sobre la libertad y los derechos que se les ofrece a los salvajes. ¡Y, desgraciadamente, el mundo se traga todas esas patrañas!” (p. 325)

“El gobierno local hace todo lo posible por sacar a estos salvajes de las profundidades del bosque y obsequiarlos con los beneficios de la civilización, es decir, ofrecerles la oportunidad de pagar impuestos y trabajar como peones en la recolección de caucho.” (p. 466) (Se refiere al África Ecuatorial francesa)

Un aspecto que llama la atención es la escasez de dinero que tuvo en muchos momentos, aunque si se ha leído a Kapuscinski sorprende algo menos.
Hablaba antes de los múltiples padecimientos que tuvo Kowak que, según dice él mismo, quedaban ampliamente justificados por lo siguiente:

“Y en el fondo, no es tan terrible que la muerte aceche por doquier, que las cobras se escurran entre la hierba y el rugido del león parezca doblar los árboles. Uno se acostumbra a todo esto mucho antes que al paro, a la miseria en que vive a diario tu familia, o a la estufa que no produce calor y no calienta a los críos porque falta dinero para comprar combustible…
Aquí tengo la sensación de ser el rey. No tengo hambre y, si me sobreviene el sueño, me aseguro por enésima vez de que todo está en orden y duermo tan a gusto como jamás he dormido en Europa” (p. 365)

Como se puede apreciar, estamos ante alguien que no solo era un aventurero en el mejor sentido del término, sino alguien preocupado por cómo era el mundo del que procedía.
En fin, un libro del que se puede escribir largo y tendido, pero que yo me limito ahora a recomendar encarecidamente porque se aprenden muchas cosas, se cambian algunas ideas previas, se conoce mejor un continente que está tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejano, y desde luego porque es un placer leer a un periodista tan bueno.
Kowak a su vuelta a Polonia solo pudo compartir un año  con su familia pues murió de una neumonía que parece ser que contrajo en el hospital en el que le operaron de una rodilla.
Hay que agradecer a Ediciones del Viento, una editorial gallega que desconocía, que tenga el valor de publicar un libro así. Una única crítica: hay demasiadas erratas que aunque no son importantes sí muestran o bien prisas en la edición o falta de correctores.

Kazimierz Nowak, A pie y en bicicleta por el continente negro (África, 1931-1936). Traducción Jerzy Slawomirski y Anna Rubió.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Buen regreso de Vargas LLosa




Vargas Llosa es un escritor incombustible y vuelve con esta novela a demostrar por qué es uno de los grandes de la literatura no solo en castellano, sino de la literatura universal. Desde La fiesta del chivo parecía que había ido perdiendo fuelle y nos había contado historias intrascendentes o narradas con poca fuerza, pero en esta nueva entrega retoma el pulso de aquella fantástica historia sobre el dictador dominicano Trujillo, retoma también personajes -incluido el mismo Trujillo al que vuelve a matar-, y, lo más importante, vuelve a entrar en el mundo de la política con una crítica bastante feroz a la aplicada por los Estados Unidos en la zona en los años cincuenta. Tan es así que termina el libro con estas palabras:

“Hechas las sumas y restas, la intervención norteamericana en Guatemala retrasó decenas de años la democratización del continente y costó millares de muertos, pues contribuyó a popularizar el mito de la revolución armada y el socialismo en toda América Latina. Jóvenes de por lo menos tres generaciones mataron y se hicieron matar por otro sueño imposible, más radical y trágico que el de Jacobo Árbenz.” (p. 351)

Evidentemente aquí dispara también por elevación, pero no es el momento ahora de comentar la segunda idea que desliza.
Reproduzco un fragmento de la reseña de Santos Sanz Villanueva en el cultural.com porque resume muy bien varias cosas del libro:

“Una estructura de comedida complicación, con saltos en el espacio y el tiempo, habitual en la narrativa desde la pasada centuria y sin los virtuosismos a los que en otro tiempo fue proclive el autor, sujeta al lector en el vértigo de las peripecias. Con este bucle de recursos monta Vargas Llosa una trama anecdótica sugestiva que sirve de colchón para la verdadera finalidad de Tiempos recios: construir una novela política y exponer una argumentación ideológica en torno al medio siglo de la anterior centuria.” (Subrayado en el original)

Es cierto que a veces la estructura parece un tanto complicada, pero tengo que decir que la he podido seguir con suma facilidad y, quizá, sí me ha parecido que a veces resultaba demasiado fragmentaria aunque sin perder nunca el eje central. Es cierto que no hace uso de los virtuosismos que usaba en sus primeras novelas; sin embargo, en el capítulo VII  utiliza la alternancia de diálogos de una manera magistral demostrando que está en plena forma.
La novela tiene muchos ingredientes y según los momentos se convierte en un thriller, en una novela de aventuras, en otra histórica, en un análisis político o en una historia de amor, pero todo ello muy bien conjugado de manera que el lector queda atrapado por lo que le están contando y, cómo no tratándose de este escritor, por lo bien narrado que está.
En el apartado de crítica política hay que decir que no salen bien parados los Estados Unidos por la implicación tanto de su gobierno, a través de la figura del embajador en Guatemala, uno de los personajes mejor retratados en el libro, como de la CIA; tampoco los distintos dictadores que en ella aparecen, especialmente Somoza, Trujillo o el guatemalteco Castillo Armas que es el que da el golpe de estado contra Jacobo Árbenz (personaje este que Vargas Llosa defiende con especial entusiasmo) e incluso la Iglesia recibe por la actitud del arzobispo de la ciudad de Guatemala ante el golpe.
Novela también de personajes, unos históricos y otros fabulados por el autor sin que muchas veces se sepa en cuál de los dos lados situarlos. En este sentido es muy interesante la parte final del libro, titulada Después, en la que habla de y con uno de los más relevantes.
No quiero dejar pasar la ocasión de reproducir el siguiente fragmento por estar precisamente en un libro escrito por este autor:

“La idea de que Guatemala está a punto de pasar a manos soviéticas no debe provenir de la prensa republicana y derechista de Estados Unidos, sino más bien de la prensa progresista, la que leen y escuchan los demócratas, es decir el centro y la izquierda.” (p. 25) (Palabras de Edward L. Bernays un estadounidense experto en Relaciones Públicas y autor del libro Propaganda en 1928 que tuvo gran repercusión y aplicaciones posteriores.)

No quiero ser mal pensado, pero se me ocurre más de una idea sobre algo parecido en nuestro país en tiempos bastante recientes.
Un libro muy recomendable de un escritor que está entre mis autores favoritos desde hace muchos años y del que he leído toda su obra narrativa, lo que me hace un tanto sospechoso, pero un texto del que me atrevo a afirmar que es mucho mejor que los cuatro anteriores.
Además de la reseña ya mencionada hay otra también muy interesante de José Carlos Mainer en elpais.com.


Mario Vargas Llosa, Tiempos recios.



martes, 5 de noviembre de 2019

Desigual colección de relatos


Como suele ser habitual en nuestro país cuando un escritor o escritora tiene un éxito, que se suele producir generalmente al traducir su última novela, se aprovecha ese tirón para ir publicando su obra anterior. En el caso de Gornick, en muy poco tiempo se han publicado tres libros. Si el primero me pareció magnífico, el segundo ya lo encontré un tanto inferior y este tercero va en la misma línea del segundo.
Se han recogido en este libro siete relatos muy diferentes entre sí, tanto en su extensión, algo no demasiado importante, como sobre todo en su  concepción pues los hay estrictamente narrativos, mientras que en otros se dedica a la reflexión. A mí, desde luego, me han gustado mucho más los primeros porque creo que Gornick tiene su mayor fuerza en la narración y en la descripción de personajes y situaciones. Así, sus historias de camarera a los 18 y a los 21 años en los Catskills, tal y como las cuenta en el segundo relato, me parecen muy buenas; también sus recorridos por la calle que narra en el relato con el que se cierra el libro. En otros hay reflexiones sobre el feminismo, la soledad (por cierto en el que comparto muchas de las cosas que plantea) y la universidad, sobre todo en relación con el tipo de profesores que la pueblan. Algo diferente de todo lo anterior es el relato en el que, bajo el título de Homenaje, escribe sobre la autora Rhoda Munk a raíz de su muerte en accidente de coche; un escrito en el que es muy reconocible el estilo de Gornick.
En definitiva, un libro que merece la pena leer porque estamos ante una escritora que cuenta cosas, y lo hace muy bien, o reflexiona sobre temas importantes, y puede ser interesante lo que dice. En todo caso, tal y como decía antes, me quedo con su faceta de narradora y por eso este libro me gusta menos que los anteriores.
Ni que decir tiene que el contenido es en su inmensa mayoría, si no en todo, autobiográfico como sucede en sus libros anteriores.

Vivian Gornick, Mirarse de frente. Traducción Julia Osuna Aguilar.

domingo, 3 de noviembre de 2019

ANDAMIO


Preeminencia del cine británico y de las series europeas en esta entrega que tiene en general una buena media aunque ninguna llegue a ser excelente.

Películas

Downton Abbey. Película británica hecha, imagino, para aprovechar el tirón de la serie homónima. Yo no he visto la serie y seguramente por ello a partir de la mitad más o menos he ido desconectando un poco de una película que, desde luego, tiene las mejores características del cine británico: ambientación espectacular, magnífico vestuario y grandes actuaciones que te trasportan a la época en la que se desarrolla, 1927.

Día de lluvia en Nueva York. Una película de Woody Allen siempre es algo que se deja ver aunque no esté entre las mejores que haya hecho. Este es el caso de esta entretenida, bien filmada y fotografiada, y muy bien interpretada película. Como siempre tiene buenos diálogos y situaciones que te hacen reír o al menos sonreír.


Secretos de estado. Una película británica que no pasará a la historia del cine por su realización ni sus interpretaciones aunque quizá sí se la tenga en cuenta por su tema. Es de esas películas en las que el fondo prima sobre la forma. Cuenta la historia real de una mujer que, trabajando en una sección de los servicios secretos británicos, sacó a la luz un documento que indicaba las presiones que debían hacerse sobre diferentes países para que apoyasen en la ONU la guerra de Irak.
Es de esas películas que sales del cine pensando que el mundo es un lugar bastante inhóspito en el que unos pocos hacen lo que quieren y el resto ni nos enteramos.


Sorry We Missed You. Ken Loach en estado puro. Quizá la película más realista y a la vez desalentadora de uno de los pocos directores preocupados por los temas sociales. El marido trabajando como falso autónomo en una empresa de transporte, la mujer cuidando mayores en una empresa también medio fantasma, el hijo con problemas escolares y la hija pequeña cuidando de sí misma. En fin, un auténtico poema. Loach logra transmitir al espectador la ansiedad y el malestar de los protagonistas. No obstante, creo que le sobra un problema que surge en el tramo final porque me parece demasiado exagerado. Desde luego se pasa un mal rato, pero es que hay realidades que son bastante terribles. ¡Ah! Y eso que estamos en Gran Bretaña y no en el hasta hace poco llamado tercer mundo.


Series


La verdad sobre el caso Harry Quebert. Nada más terminar de leer el libro he visto la serie porque de hecho cuando leía el libro me parecía que era el guion de una película. Se trata de una transcripción casi literal de todo lo que sucede en el libro llevado a la pantalla con buen ritmo y manteniendo también la tensión y el misterio. Muy entretenida.


El mismo cielo. Miniserie alemana de siete capítulos en los que, con el pretexto de una historia de espionaje, se hace una durísima crítica del régimen que había en la República Democrática Alemana. Se desarrolla en Berlín 1974, plena Guerra Fría, y vemos a la Stasi en pleno funcionamiento, los esfuerzos deportivos en la natación con intenciones propagandísticas o el intento de un grupo de jóvenes de huir haciendo un túnel. Más allá del exceso en el retrato de algún protagonista, la serie que refleja bastante bien lo que pasaba en ese país, al menos coincide con cosas de las que nos hemos enterando con el cambio de sistema. Además, tiene un final muy conseguido.


Fosse-Verdon. Serie estadounidense de ocho capítulos en los que se cuentan los principales momentos de la trayectoria profesional de ambos así como de su relación. Alterna momentos muy buenos, fragmentos de musicales incluidos, con algún otro en que decae un poco, pero en general está muy bien. Magníficas interpretaciones sobre todo la de ella. Fosse no hizo mucho cine, pero dejó tres grandes películas.


En la sombra. Serie francesa de 6 episodios en la primera temporada. Es una especie de House of Cards a la francesa tanto por el tema, elección de la presidencia de la República, como por el tratamiento que se hace a partir de las intrigas entre los diferentes grupos políticos. Es bastante entretenida y en algún personaje recuerda lo que ha estado pasando por aquí con un tal Redondo. De todas formas hay también algún momento que resulta poco creíble.


Baron Noir. Serie francesa de ocho capítulos. He leído en algún lugar que es una mezcla de House of Cards (sí, como la anterior) y Los Soprano. Desde luego algo de ambas hay, como lo había de la primera en En la sombra, pero en esta se introduce el elemento de la corrupción política con tanta importancia como el de las luchas por el poder. Hay ordenadores destrozados a martillazos (curiosa coincidencia), fondos municipales destinados a financiar un partido, etc. Lo original de esta serie es que los protagonistas pertenecen al partido socialista, aunque tampoco la derecha se libra de las críticas. Hay que creerse algunas cosas del guion, pero se deja ver con interés.
Creo que una serie así es impensable que se pueda hacer hoy en nuestro país.


Peaky Blinders. Quinta temporada de esta serie británica. Consta de seis episodios de casi una hora de duración. Sigue la historia de la familia gitana de Birmingham, pero ahora muy centrada en los problemas psicológico-existenciales del jefe y, una novedad interesante, debido a su participación en la política como diputado laborista, sus relaciones con Oswald Mosley, el jefe del naciente partido fascista británico. Mucha violencia como es habitual en la serie y un ambiente bastante oscuro, tanto físico como psicológico. A mí me sigue interesando aunque reconozco que puede resultar un tanto pesada y reiterativa.


Summer of rockets. Miniserie británica de seis capítulos. Me cuesta incluso saber qué me ha parecido. Por momentos entretenida, original y con cierta intriga, pero en otros me daba la impresión de que era como una broma. Hay elementos de espionaje, de crónica familiar, de cierta crítica política y social. En fin, hay un poco de todo, servido con una particular estética tremendamente colorista. Si no la hubiera visto no hubiera pasado nada, pero tampoco lo ha pasado por verla.