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martes, 16 de enero de 2018

La nueva forma de segregación en Estados Unidos



Conocí la existencia de este libro a partir de la referencia que hace Naomi Klein en Decir no no basta, pues aunque sigo las publicaciones de la editorial Capitán Swing –una de las más interesantes de la actualidad-, este se me había pasado. Ahora puedo decir que junto a Hambre de Martín Caparrós es el texto  que más me ha impresionado en los últimos tiempos.
El libro tiene una tesis central: la nueva forma de discriminación y segregación racial en Estados Unidos consiste en el sistema de castas que se desarrolla a partir de la Guerra contra la Droga y, como consecuencia de ella, al encarcelamiento masivo de población masculina afroamericana. Un dato sirva como ejemplo:

“Para fines de 2007, más de 7 millones de estadounidenses, o lo que es lo mismo, uno de cada 31 adultos, estaba entre rejas, o en libertad provisional o condicional.” (p. 104)

Es decir, un porcentaje muy elevado tenía la condición de delincuente, la nueva forma de segregación o, como dice Alexander, marginación.
El libro se divide en seis capítulos. 
En el 1 hace una magnífica descripción de la evolución histórica del trato a la población negra (la autora habla indistintamente de negros y/o de afroamericanos): esclavitud, sistema Jim Crow (como se denomina a la época de la segregación) y encarcelamiento masivo.
En el 2 describe de forma exhaustiva el brutal sistema judicial y policial que se puso en marcha para la Guerra contra la Droga y que tiene aspectos tan difíciles de creer como los siguientes;

“ (…) la Administración Reagan proporcionó a las fuerzas del orden otro incentivo económico (…) la autoridad de quedarse, para su propio uso, la amplia mayoría del dinero y activos que confiscaran en el curso de la guerra contra las drogas.
(…)
Casas, fincas o dinero podían ser confiscados simplemente sobre la base de la sospecha de actividad ilegal de drogas, y la confiscación podía tener lugar sin aviso ni vista judicial, solo con una muestra ex parte de mera causa probable al creer que la propiedad de alguna manera había estado “implicada” en un delito. Esa muestra de causa probable podía estar basada tan solo en rumores, indirectas e incluso en el testimonio pagado o interesado de alguien cuyos intereses son contrarios a los dueños de la propiedad en cuestión. No hace falta que el dueño de la propiedad ni cualquier otra persona sea acusada de un delito, ni mucho menos que se les declarara culpables.” (p. 128-130)

“Curiosamente, en Estados Unidos una condena de cadena perpetua se considera perfectamente apropiada para un delincuente de drogas sin antecedentes.” (p 146)

En el 3 explica cómo todo lo anterior se aplica para fomentar la discriminación. Por ejemplo, cómo se consigue que haya jurados formados solo por blancos.
En el 4 analiza la situación al salir de la cárcel de alguien que ya es considerado un delincuente y los problemas de vivienda, trabajo, conseguir ayuda para alimentos o la pérdida del derecho al voto que supone esa consideración. Este fragmento puede dar una idea:

“Hoy un convicto que sale de la cárcel disfruta de apenas más derechos y quizá recibe menos respeto que un esclavo liberado o una persona negra que viviera “libre” en Misisipi en el momento culminante del sistema Jim Crow.(…). Puede que las partidas de linchamiento acabaran hace tiempo, pero la amenaza de violencia policial está siempre presente. Un movimiento en falso o un gesto repentino pueden desencadenar una respuesta policial desproporcionada.
(…)
En este país parece que tenemos permiso para odiar al grupo social que forman los llamados delincuentes.” (p. 222)

En el 5 reitera alguna de esas consecuencias y explica el porqué hay una parte de la población negra que apoya esa “mano dura”.
En el 6, finalmente, plantea algunos cambios necesarios para ir revertiendo la situación. Es quizá, como suele suceder en este tipo de libros, la parte más floja pues lo difícil siempre es encontrar los caminos para la solución de los problemas
Hay un fragmento que puede servir para explicar el origen de todo:

“El colapso de las economías del centro de las ciudades (se refiere a la desaparición de las fábricas que había como consecuencia de la deslocalización debida a la globalización) coincidió con la reacción conservadora contra el Movimiento por los Derechos Civiles y tuvo como resultado una tormenta perfecta. Casi de un día para otro, los hombres negros dejaron de ser necesarios para la economía estadounidense y fueron demonizados por la sociedad dominante. Como ya no eran necesarios para recoger algodón en los campos o trabajar en las fábricas, los hombres negros de clase social baja fueron masivamente arrojados a las cárceles. Fueron vilipendiados en los medios de comunicación y condenados por su situación como parte de una campaña política perfectamente diseñada para construir una nueva mayoría blanca en el Sur.” (p. 329)

Un libro enormemente sugerente, muy combativo, analítico sin dejar de lado la pasión por una causa justa, utilizando muy bien los datos (se dan los necesarios sin abusar) y las citas de muchos estudios principalmente sociológicos. Un texto muy completo del que es difícil destacar algo aunque yo me quedo con los capítulos 2 y 3 que en algunos momentos me han dejado sobrecogido por lo increíble de las medidas y las situaciones que relata. 
Por poner alguna pega, diría que se repite demasiado la idea central (no sé si deberá a que la autora es una abogada en ejercicio) y que a la hora de las soluciones, como he dicho antes, flojea un poco.
Un libro no solo recomendable, sino fundamental para entender muchas de las cosas que suceden en Estados Unidos y que a veces las series de televisión no nos dejan ver. Eso sí, tiene casi 400 páginas y, como he dicho, la autora es abogada, no periodista, por lo que la escritura no siempre resulta ágil.

Michelle Alexander, El color de la justicia. La nueva segregación racial en Estados Unidos. Traducción. Carmen Valle y Ethel Odriozola.

lunes, 22 de junio de 2015

Singular experiencia




Cuando a finales de los ochenta leí Cabeza de Turco, el libro  en el que el periodista alemán Günter Walllraff relataba su experiencia tras haberse hecho pasar por un emigrante turco durante nada menos que dos años, me pareció una idea realmente extraordinaria para mostrar según qué realidades. Desconocía que en 1959 un estadounidense había hecho lo mismo para mostrar la realidad de la segregación de los negros en el sur de los Estados Unidos, aunque durante un período de tiempo más corto.
En Negro como yo, Griffin cuenta en forma de diario los distintos episodios en los que va encontrando situaciones de segregación como, por ejemplo: la dificultad de encontrar un baño para negros (de hecho en un viaje a Misisipi no logra ir al váter), tampoco puede usar las playas, en un autobús tiene que esperar varias paradas para bajarse pues no parará hasta que no lo pida un blanco,… Todo muy sabido hoy, pero que en el año 1960 en que se publicó el libro debió suponer un buen escándalo.
El recorrido incluye Nueva Orleans, Misisipi y Alabama  y en todas partes encuentra los mismos problemas.
No he dicho, aunque parece obvio, que con ayuda de unos dermatólogos logró la apariencia suficiente de negro como para que así lo considerasen.
En esta edición se recogen además dos textos muy interesantes. Un Epílogo de Griffin de 1976 en el que cuenta con bastante detalle su participación en el movimiento por los derechos civiles, y otro Epílogo de 2006 de Robert Bonazzi en el que nos explica muchos datos de la biografía de Griffin que resultan muy útiles para conocer mejor a este escritor tan comprometido contra la segregación.
Leído hoy el libro pierde algo de su fuerza ya que hemos visto muchas películas y documentales sobre el tema, pero tiene el enorme interés de percibir la vivencia personal de quien sufre la segregación (aunque, claro, no deja de ser cierto que solo es de forma  temporal). Quizá he echado en falta en el libro más espacio dedicado a la búsqueda de trabajo algo fundamental en el citado libro de Wallraff.
En cualquier caso, un libro muy interesante y edificante, además de muy original.   
 
John H. Griffin, Negro como yo

sábado, 16 de octubre de 2010

Un par de frases sobre el racismo

Después de todo, ser blanco es, más que una cualidad especial, una carencia de pigmentos, y no es razón suficiente para que unos tipos que han inventado la pólvora pretendan ser superiores a todo el mundo y se crean con derecho a perturbar otras actividades mucho más interesantes, como la danza o la música.

Boris Vian, La hierba roja

De algún modo compadezco a los racistas y a los fanáticos religiosos, por lo ignorantes que son respecto a la humanidad, y merecen cierta compasión. Pero luego mi corazón se endurece y decido odiarles más, por la desdicha que causan y las despreciables excusas que alegan para hacerlo.

Christopher Hitchens, Cartas a un joven disidente.