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jueves, 23 de mayo de 2019

Recuperando a un premio Nobel




Andric, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1961, no tiene una obra demasiado extensa, pero sí escribió una de las grandes novelas europeas del siglo pasado, Un puente sobre el Drina. La mayor parte ha sido traducida al castellano hace tiempo; yo leí hace años Crónica de Travnik y La señorita, y lo hice tras la impresión que me quedó después de  la lectura de su mejor novela.
Ahora se publican tres novelas cortas, o relatos largos que nunca sé muy bien cómo catalogarlos, agrupadas bajo el título de la primera.
El elefante del visir, la primera novela de esta edición, es una especie de fábula moral, además de un alegato contra el autoritarismo y una defensa de la valentía frente al poder.
La segunda, Los tiempos de Anika, es un relato bastante peculiar pues aunque empieza con la locura de un pope, de repente cambia de tema y, a partir de un desengaño amoroso la protagonista, Anika, decide dedicarse a la conquista de hombres. Se desarrolla a mediados del siglo XIX.
Conejo, la que cierra el libro, es una interesante historia sobre la evolución de un personaje que con un trabajo de funcionario rutinario y una familia que lo rechaza lleva una vida bastante triste. Primero buscará en la orilla del río Sava el contacto con un grupo de gentes muy diversas (aquí, en los personajes que aparecen, está una de las mayores riquezas del relato), pero será finalmente su participación en la resistencia a la ocupación alemana donde encontrará su verdadero lugar.
Tres historias, pues, radicalmente diferentes y que suceden en épocas también muy distintas, pero que tienen algo importante en común: el estilo. Dice José María Guelbenzu en su reseña para elpais.com.

“Andric es uno de esos autores de estructura lineal y prosa clara que, sin embargo, poseen la característica astucia del buen contador de historias, el que maneja el tiempo y el ritmo del relato y seduce al lector u oyente con la grata cadencia de la vida, confiado en mantener en vilo con su palabra la curiosidad de su auditorio.”

A pesar del diferente interés que pueda despertar cada una de las historias, es cierto, como apunta Guelbenzu, que el lector se va dejando llevar por la historia que mantiene siempre la curiosidad por saber hacia dónde nos puede conducir el autor.
Recomendable como lo son todos los de este gran autor.

Ivo Andric, El elefante del visir. Traducción Luisa Fernanda Garrido y Thiomir Pistelek.