domingo, 30 de diciembre de 2018

Otra crítica de la izquierda




“Me gustaría, por el contrario, que los lectores de este y otros libros, evitaran las argumentaciones funcionalistas y trataran de explicar los mismos fenómenos que nos preocupan a partir de presupuestos metodológicos distintos y más rigurosos. Al fin y al cabo, Bernabé aborda problemas muy reales, muchos de los cuales no he tenido espacio para reseñar (como el del tipo de compromiso militante, la espectacularización de la política, el mercado de consumo en general, etc.) pero que requieren una respuesta adecuada y contundente de la izquierda. Pero, honestamente, creo que el planteamiento de este libro no ayuda a ello.”

Con estas palabras concluye Alberto Garzón la extensa  crítica del libro publicada en eldiario.es.
He querido empezar así mi comentario porque me ha parecido interesante esa idea de que los lectores utilicemos otros presupuestos metodológicos  y un mayor rigor teniendo en cuenta la variedad de lectores posibles. Seguramente tiene razón Garzón en parte de las críticas que hace o incluso en todas, pero eso no quita que se trate de un libro que resulta interesante leer.
Mi mayor coincidencia con el crítico es doble y coincide con la que vengo haciendo a la mayor parte de los libros que se están publicando sobre la crisis de la izquierda. Por un lado, sea más o menos acertado el análisis que hacen, no dan ningún tipo de soluciones, ni hacen propuestas que signifiquen una reconsideración de las políticas y/o de las formas de organización. Por otro lado, falta mucho análisis sociológico sobre la composición de clases actual para que se entiendan mejor los procesos a los que estamos asistiendo.
Entrando ya en el contenido del libro he de reconocer que a mí me ha resultado bastante interesante y esclarecedor de algunos temas más allá de si se trata de una visión funcionalista en unos casos y/o de un marxismo un tanto desfasado en otros. Mi conocimiento actual de estos enfoques es casi inexistente y me guío más por lo que un texto así me hace pensar o por si me aporta alguna visión novedosa.
Hace poco comentaba en el blog el último libro de  Esteban Hernández con el que este de Bernabé tiene algo importante en común: la idea de que hoy la izquierda está dando batallas culturales mientras que ha abandonado lo material. Creo que en ambos libros esta es la idea que los atraviesa y en torno a la cual giran. Y tengo la impresión de que no les falta razón a ninguno de los dos.
Bernabé lo manifiesta explícitamente en muchos momentos como por ejemplo en los siguientes fragmentos:

“Llegaron a España las guerras culturales, conflictos en torno a derechos civiles y representación de colectivos que situaban lo problemático no en lo económico o lo laboral y mucho menos en lo estructural, sino en los campos meramente simbólicos.(…) Lo que decimos es que estos conflictos culturales tenían un valor simbólico en tanto que permitían a un gobierno que hacía políticas de derechas en lo económico validar frente a sus votantes su carácter progresista al embarcarse en estas cuestiones.” (p. 130) (Se refiere obviamente al gobierno de  Zapatero)

“La izquierda, presa de este mercado, cosificada también como una mercancía, presenta su seducción a través de políticas de la diversidad. Una vez que se ha visto incapaz de alterar el sistema, de cambiar las reglas del juego, las acepta y, creyendo aún desempeñar un papel transformador, su única función es resaltar lo minoritario, lo específico, exagerar las diferencias, proporcionar una representación no sólo a mujeres, homosexuales o minorías raciales, sino a toda la clase media aspiracional.” (p. 230)

“¿Estamos afirmando que dar una respuesta a la troika es más importante que las políticas de diversidad? Por supuesto que lo afirmamos. No es una cuestión moral, no se trata de superponer los intereses de unos grupos sobre otros, sino, simplemente, de darnos cuenta de que determinadas cuestiones en el ámbito material son profundamente transversales, nos afectan a todos. (…)
Para gran parte del activismo joven, pero que mañana ocupará las cátedras, las tribunas de opinión y la dirigencia de los partidos políticos de izquierda, la lucha política consiste en una relación de esferas escindidas ocupadas por grupos oprimidos que requieren atención dependiendo de la polémica dictada por la televisión o algún suceso puntual que los sitúe en el centro de las desdichas. Hablamos de futuro, pero lo cierto es que hoy gran parte del ámbito de la izquierda, desde el progresismo más atenuado hasta el activismo más radical tiene esa visión de las cosas.” (p. 234-235)

Más allá de la crítica razonada de Garzón, creo que en estas afirmaciones hay elementos que responden bastante a la realidad.
Seguramente por mi poco conocimiento previo de algunos temas, a mí me han parecido especialmente interesantes las páginas dedicadas a la exposición crítica del posmodernismo, al análisis del neoliberalismo y al papel de la clase media. También me ha parecido muy sugerente el empezar la mayor parte de los capítulos con ejemplos sacados de hechos acaecidos en distintos momentos y lugares del mundo, desde los repartos hechos por robots en California hasta un conflicto por las banderas en un pueblo del sur de los Estados Unidos.
Quizá lo más sorprendente sea terminar el libro con una larga cita de La Comuna de París de Marx y Engels que sigue a la expresión: “La esencia del aire sigue siendo roja”. Digo sorprendente porque en ningún lugar del texto se ha analizado ni mencionado quiénes podrían ser hoy los comuneros.
En definitiva, un libro interesante y sugerente aunque, como se ha visto, no exento de aspectos muy discutibles. Un ejemplo más de que desde la izquierda se intentan analizar los problemas, pero también de las grandes dificultades para encontrar soluciones.
Creo que tras su lectura es muy recomendable leer la crítica mencionada de un político en activo como Alberto Garzón.
Hay una reseña de Víctor Lenore en el confidencial.com que recoge varias ideas del autor y una interesante entrevista de Sara Montero en cuartopoder.es.

Daniel Bernabé, La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Mis autores favoritos XXVII: Martín Caparrós




La primera noticia que tuve sobre la existencia de Caparrós fue hace bastantes años al ver en uno de mis viajes a Argentina el documental Cazadores de utopías que trata sobre la historia de Montoneros y lo sucedido en los sesenta y primeros setenta. Aparecía en él al haber sido representante de los estudiantes de secundaria.
Volví a encontrarlo al leer Amor y anarquía en el que vuelve sobre esa época, pero cuando de verdad me metí de lleno en su obra fue en 2016 y 2017, período en el que he leído los libros cuya portada he reproducido.
Caparrós es un gran periodista, me atrevería a decir que es lo más parecido al gran Kapuscinski que existe en lengua castellana, pero también es un magnífico escritor tanto cuando lo hace como reportero como cuando se convierte en narrador de historias de ficción. A quien corresponda y Echeverría son dos buenos ejemplos de esta última faceta.
Ahora bien, su inclusión en esta sección del blog está motivada fundamentalmente por dos de sus libros: Hambre y Lacrónica. El primero porque es quizá lo mejor que he leído nunca sobre tan delicado y crucial tema. Es un libro muy bien escrito y documentado, comprometido, en el que no se casa con nadie y cuya lectura no deja indiferente. En una conversación que tuve con el autor en la Feria del Libro de Madrid del año pasado le comenté lo útil que sería tener una versión reducida para que la leyeran los alumnos de secundaria, pero me habló de la dificultad de hacer algo así. El otro es una recopilación de magníficos reportajes en los que, además, hay muchas e interesantes reflexiones sobre la profesión de periodista.
En definitiva, un escritor muy completo cuyos libros merecen mucho la pena tanto para disfrutarlos como para aprender y reflexionar sobre aspectos fundamentales de la situación del mundo.
La suerte es que aún me queda algún libro suyo por leer aunque es cierto que La historia, que para él es su “único libro”, a mí me da un poco de miedo y no solo por su extensión.


miércoles, 19 de diciembre de 2018

Para conocer Islandia



Creo que lo mejor que se puede decir de un libro es que al terminar su lectura a uno le gustaría que tuviera muchas más páginas. En este caso, las 134 en formato pequeño que tiene a mí me hubiera gustado que hubieran sido al menos el doble.
El libro recoge nueve reportajes que Carlin realizó para El País. Cinco son del verano de 2006, tres de 2008 (dos pre y uno post crisis) y el último de 2012. En ellos, basándose sobre todo en entrevistas con personajes muy variados de diferentes profesiones y zonas del país, el autor pone de manifiesto los aspectos que hacen que Islandia sea “el mejor país del mundo” como reza el subtítulo del libro a pesar de lo extremo de su clima y su naturaleza.
Un país en el que prácticamente no existe ni la sanidad ni la enseñanza privadas porque el estado cubre perfectamente esos servicios; donde los permisos de maternidad y paternidad son de larga duración; en el que las mujeres tienen hijos en muchos casos ya desde la universidad y, generalmente, de distintos hombres, casadas o no,  a lo largo de su vida porque funcionan con un sistema casi tribal en el que se reúnen en las fiestas los distintos padres con los hijos; en el que una pequeña población como Abureyi  tiene su  propia orquesta sinfónica, universidad y gran hospital que atiende incluso a la población de la parte oriental de Groenlandia; un país, en fin, en el que la lectura y la música son dos ocupaciones fundamentales de su población.
Teniendo en cuenta que hace unos cuarenta años se trataba de un lugar bastante pobre, la cosa tiene su mérito. Quizá la única carencia de este libro es que no se llega a explicar cómo han podido llegar hasta esta situación y solo se dan algunas pinceladas que resultan insuficientes al menos para quien, como es mi caso, vive en una ciudad con algo más de habitantes que ese país y en una de las zonas de más renta de España. Las diferencias de todo tipo entre ambas situaciones son inmensas.
Carlin lo cuenta todo con mucha claridad y con la escritura propia del buen periodista  y escritor que es como demostró en su libro sobre Nelson Mandela. Hace gala, además, de vez en cuando de un buen sentido del humor como en el siguiente fragmento:

“Entre otras estadísticas, un estudio académico aparentemente serio aparecido en The Guardian en 2006 decía que los islandeses eran el pueblo más feliz de la Tierra (el estudio posee cierta credibilidad, puesto que llegaba a la conclusión de que los rusos eran los menos felices).” (p. 86)

Hacía alusión antes a la afición por la música y la lectura de los islandeses y quizá se entienda mejor con lo que dice uno de los muchos artistas que hay en el país:

“”Yo lo hago (se refiere a domar la isla) mediante mi arte”, dice Haraldur, cuyos intentos de apaciguar al monstruo incluyen también los tres libros que ha escrito. “No hay animales ni árboles. Tenemos que tener una vida interna muy rica para llenar los espacios vacío, para llenar el silencio con nuestro propio ruido.” “(p. 100)

Islandia seguramente tendrá también sus defectos, pero Carlin o no los ha visto o no ha querido contárnoslos.
La sensación al acabar el libro es que a alguien tan poco mediterráneo como yo no le hubiera importado vivir en ese lugar y, en cualquier caso, que deberíamos si no copiar, sí al menos adaptar algunas de sus costumbres.


John Carlin, Crónicas de Islandia. El mejor país del mundo.

martes, 18 de diciembre de 2018

“Gracias a todos”: Nuevas citas IX


Hace más de seis años que autoedité Gracias a todos en el que recogía la mayoría de las citas que había ido recopilando hasta entonces. En este tiempo he seguido con mi vieja costumbre y he pensado que sería una buena idea publicarlas en el blog organizadas por temas, con algún comentario si se tercia, tal y como hice en el libro.




Guerra

Quien no mata, es matado. ¿Preferiría yo eso? No. Esta es la pregunta más terrible de la guerra: cuando tienes a un enemigo delante de ti con su bayoneta, ¿preferirías que te la clavara en la barriga o romperle la crisma y vivir?
Edlef Köppen, Parte de guerra



En las atroces guerras que proliferan por todo el planeta, aunque en la matanza se dirimen intereses económicos y ambiciones personales, la gente se mata por lo que siente: hostilidad étnica, fanatismo religioso, odio de clase, xenofobia nacionalista y rabia personal.
Manuel Castells, Comunicación y poder


Piensa (Limónov) que en dos horas de guerra se aprende más sobre la vida y los hombres que en cuatro decenios de paz. La guerra es sucia, cierto, la guerra es insensata, ¡pero mierda! También la vida civil es insensata a fuerza de ser monótona y razonable y reprimir los instintos. La verdad es que nadie se atreve a decir que la guerra es un placer, el más grande de todos, pues de lo contrario se detendría de inmediato. Es como la heroína: una vez que la has probado quieres tomarla otra vez.
Emmanuel Carrére, Limónov


Por lo visto, siempre me pasa lo mismo cuando me involucro en política o en una guerra. Lo único que siento son las incomodidades físicas y un profundo deseo de que termine ese absurdo sinsentido. Después comprendo el significado de los acontecimientos, pero cuando ocurren tan solo pienso en poner tierra de por medio; tal vez sea un tanto innoble por mi parte.
George Orwell, Homenaje a Cataluña


“Porque desde luego el pueblo no quiere la guerra: ¿por qué debería querer un pobre sujeto que trabaja arriesgar su vida en una guerra, cuando lo más que puede conseguir en ella es volver a su granja de una pieza? Naturalmente la gente corriente no quiere una guerra; Ni en Rusia, ni en Inglaterra ni en América, ni por supuesto en Alemania. Eso se entiende. Pero son los líderes los que determinan la política y siempre es un asunto fácil arrastrar a la gente… El pueblo puede ser atraído por el mandato de los líderes. Eso es fácil. Todo lo que hay que hacer es decirle que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por su falta de patriotismo y por exponer al país al peligro. Funciona del mismo modo en cualquier país.”
Hermann Goring durante el juicio de Núremberg citado en
Pascual Serrano, Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra


Me desazonaba ser un desertor en potencia, lo que, con el tiempo, descubrí que es cualquier hombre que se ve arrastrado a una guerra; sobre todo, cualquier hombre con dos dedos de frente, con un poco de sentido común. Lo humano es desertar, lo absurdo es quedarte allí a la espera de que la sangre te empape, la tuya o la ajena. Ni siquiera las ideas consiguen quitarte eso de la cabeza. Alguien me dirá que peleas con saña porque sabes que defiendes una causa justa. No es verdad.
Rafael Chirbes, En la orilla


La persona que ha vivido una gran guerra es diferente a la que no ha vivido ninguna. Pertenecen a dos tipos humanos que nada tienen que ver el uno con el otro. Nunca encontrarán un lenguaje común, porque a la hora de la verdad la guerra no se puede describir, no se puede compartir; no se le puede decir a otra persona: quédate con un poco de mi guerra. Todo el mundo tiene que llevar a cuestas la suya hasta el final.
Ryszard Kapuscinski, Cristo con un fusil al hombro


Ahora maldecían la guerra, la maldita guerra.
-¿Por qué lucháis entonces?- preguntó Jan.
-¡Qué ingenuo eres, muchacho! – le espetó Distelmann-. Porque tenemos que hacerlo. ¿Te crees que alguien nos preguntó?
Rudolf Frank, La calavera del sultán Makawa


Teníamos miedo. Miedo a todo. Al despiadado adversario: A nuestros no menos despiadados jefes. A los elementos naturales, hostiles y mortíferos. A la nieve y al frío. A las ladillas y a los piojos. A toda esta guerra hecha de operaciones relámpago, de encerronas y emboscadas, de lágrimas y de todo tipo de excreciones. Ya fueran camaradas nuestros o soldados franceses con las tripas esparcidas alrededor de sus cuerpos enclenques y azulados por las moscas. Entrañas vomitadas por la boca. Casquería que desbordaba sus contornos corporales ilustrando los límites de quienes aún no estábamos muertos. Esperando la muerte.
Rachid Boudjedra, Los campos de chumbera



La guerra es una realidad sólo para aquellos que están apresados en su interior, sangriento, sucio y repugnante. Para otros no es sino una páginas en un libro  o unas imágenes en una pantalla; nada más.
Ryszard Kapuscinski, Un día más sin vida



La guerra abre abismos en las almas y en los pueblos.
Didó Sotiríu, Tierras de sangre



La guerra tiene una extraordinaria honestidad, que despoja al hombre de cualquier envoltorio convencional y lo deja cara a cara con una realidad tan desnuda e inexorable como él mismo.
Frederic Manning, Los favores de la fortuna



Por eso el espíritu de gran familia que se apodera de un país entero cuando estalla una guerra me hace sospechar de la gente que lo celebra, porque la veo sonriente y llena de esperanza, y demasiado dispuesta para las heroicidades, mientras que los muchachos que visten el uniforme se sienten confundidos y desgraciados, y sólo empiezan a sonreír cuando ya no se puede hacer nada más, y nunca se hacen demasiadas ilusiones porque no saben muy bien lo que pasa, ni qué significa lo que pasa, ni qué consecuencias traerá consigo –para ellos, quiero decir-, y no tienen prisa por convertirse en héroes porque, con un poco de mala suerte, tal vez se conviertan en héroes muertos.
William Saroyan, Las aventuras de Wesley Jackson



Pero un huracán es un acto de la naturaleza. Tal vez una guerra también lo sea, aún no lo sé. Pero yo tengo el presentimiento de que una guerra es un acto humano. Y no me gusta. Lo odio con todas mis fuerzas. Pero cuando su ira me atrapa no sé qué puedo hacer contra ella, salvo esperar salvarme, que es lo que estoy haciendo.
William Saroyan, Las aventuras de Wesley Jackson



 Si una guerra es justa, todos los hombres del país deberían ir a luchar, sobre todo los que tienen más pasta, los que tienen más que perder, pero ésos no van a la guerra. Quieren que tú y yo vayamos a luchar mientras ellos siguen ganado dinero… y a nuestras expensas. No les importa a cuántos de nosotros matan, sólo que ellos puedan conservar lo que tienen y conseguir más. También son muy patrióticos, diez veces más patrióticos que nosotros. A ellos les gusta la guerra y nosotros la odiamos.
William Saroyan, Las aventuras de Wesley Jackson



“-Oh, usted es un cobarde por completo, Ferdinand. Usted es repugnante como una rata…
-Sí, un cobarde por completo, Lola, rechazo la guerra y todo lo que ella conlleva (…) y soy yo quien tiene razón, porque soy el único que sabe lo que quiere.
-¡Pero es imposible rechazar la guerra, Ferdinand! Sólo los locos y los cobardes rechazan la guerra cuando la patria está en peligro…
-Entonces ¡que vivan los locos y los cobardes! O más bien que sobrevivan los locos y los cobardes. ¿Se acuerda de un solo nombre, por ejemplo, Lola, de uno de esos soldados asesinados durante la guerra de los Cien Años?... No, ¿no es cierto?...Jamás se lo ha preguntado, ¿no? Para Ud. son anónimos, indiferentes y más desconocidos que el último átomo de esos papeles de diario que se encuentran delante suyo, que su caca de todas las mañanas…”
Céline, Viaje al fin de la noche, citado en
Enzo Traverso, A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945)



“La guerra es lo que ha hecho a los hombres y a su tiempo lo que son. Jamás un conjunto humano como el nuestro había bajado a la arena para dirimir quién se haría con el poder sobre la época. Porque nunca una generación había salido de un portón tan oscuro y grandioso como esta guerra para regresar a la luz de la vida.”
Ernst Jünger citado en
Enzo Traverso, A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945)



La guerra supone una escuela de maniqueísmo.
Tzvetan Todorov Insumisos, pág.24



 (…) la guerra, viene a decirnos,  es una y es la misma, fango, muerte, desesperación, dolor, penalidades y también de vez en cuando risas tontas, un poco de histeria. Y fuera de ahí, grandes exclamaciones patrióticas, mentiras oficiales y podredumbre moral.
Juan Bonilla en el Prólogo de
Wyndham Lewis, Estallidos y bombardeos


Seis mil alemanes caídos: en el campo del honor. ¿Qué era eso, el campo del honor? ¿Es un honor clavarle a alguien una bayoneta en el vientre? Campos de grano, campos de patatas… Aquéllos eran campos del honor. ¿Qué es el altar de la patria? ¡Un matadero manchado de sangre!” ¿Qué son “nuestros bienes más sagrados”? ¡Los depósitos bancarios! Los bienes más sagrados de las viudas de guerra son las miradas de sus hijos y maridos amados. Una granada de mano ha reventado el bien más sagrado de la viuda de guerra. ¡Menudas expresiones execrables que les cuestan la vida a millones de personas! Deberían desenmascararlas al fin.
Leonhard Frank, A la izquierda donde el corazón





Al hacer esta entrada he descubierto que es uno de los temas de los que más citas he ido entresacando estos últimos años. No sé si será por el tipo de libros que he leído o por lo que ha estado pasando en el mundo. Dejo que sea un monográfico.
La mayoría de las citas se comentan solas y tiene una enorme fuerza expresiva., no obstante, insisto en algunas.
Terrible, pero seguramente cierto, al menos en parte, lo que dice Carrére que piensa Limónov. Debe de ser la adrenalina y todo eso.
Muy interesante la cita de Goering porque se basa en su experiencia como gobernante que llevó a todo un pueblo culto y educado a la guerra.
Crudo y descriptivo, pero muy iluminador la de Boudjedra.
Acertada la idea de Saroyan sobre la desigualdad social ante la guerra. En cualquier libro de historia se puede apreciar esa diferencia.
Cuánto se puede llegar a decir en una sola frase como hace Todorov. Maniqueísmo, además, por parte de todos.
Magnífico por su expresividad y contundencia al texto de Frank.

domingo, 16 de diciembre de 2018

En el mundo de los escritores



Es una de las pocas ocasiones en las que he comprado un libro a raíz de ver el tráiler de la película que se ha hecho sobre él, película que, además, no he visto. Me interesó el tema de un escritor y su relación de pareja con una mujer que parece tener también inquietudes literarias.
Dice Ignacio Martínez de Pisón en su reseña para elpais,com:

“En La esposa están también presentes muchas de las virtudes de los grandes novelistas: facilidad para la recreación de atmósferas, pulso narrativo, capacidad de observación, atención a los detalles, buenos diálogos, una prosa limpia que fluye con naturalidad... La esposa lo tiene todo para ser una gran novela, y sin embargo no llega a serlo. El problema con este libro es que tiene trampa, y que esa trampa no la descubrimos hasta el final.”

Y no puedo estar más de acuerdo con todo y especialmente con esa trampa del final que de alguna manera yo conocía por haber visto el citado tráiler y que es cierto que altera un tanto el sentido de todo el libro. Para no hacer spoiler dejaré el tema.
La novela cuenta, desde la perspectiva de la esposa como narradora, la historia de un escritor que va a recibir el premio Helsinki, algo menos famoso que el Nobel pero más dotado económicamente. Con la llegada a Finlandia se inicia y terminará tras la entrega. En medio, Wolitzer va contando con continuos saltos en el tiempo perfectamente ejecutados los principales momentos en la vida del escritor centrándose sobre todo en la que tiene en común con la narradora.
Wolitzer se muestra en parte feminista y también crítica con el mundo de los escritores, pero sin llegar a hacer demasiada sangre en ninguno de ambos temas.
Dejo un par de ejemplos de la caracterización que hace de su marido que muestran algo de ambos aspectos:

“Los niños recibían dos canales de amor distintos, uno mío, con un fluir estable y razonable, y uno de su padre si alguna vez se acordaba, si era capaz de olvidarse de sí mismo. Pasaba tanto tiempo distraído, atrapado en los detalles de su vida profesional y en todos aquellos galardones que se iban acumulando como centímetros de nieve. Los niños y yo nos limitábamos a contemplar cómo crecía su carrera.” (p. 93)

“Tenía sus opiniones, claro, las típicas de la época respecto del comunismo y de las relaciones raciales y de Dien Bien Phu, pero cuando se trataba del paisaje de la mujer, estaba tan perdido que apenas podía decir gran cosa.” (p. 128)

Seguramente, como dice Martínez de Pisón, no estamos ante una gran novela, pero sí ante un libro que se lee con atención y gusto porque la autora define muy bien a los diferentes personajes utilizando para ello pocas palabras pero muy bien escogidas; cuenta una historia que tiene su interés y, en lo que a mí respecta, da bastante protagonismo al mundo de la literatura lo que no es muy habitual.

Meg Wolitzer, La buena esposa. Traducción Enrique de Hériz.



Mis libros del año



Llega el momento de cumplir con lo que es ya una tradición en el blog y dejar constancia de los libros que más me han gustado, impactado, impresionado, enseñado, hecho pensar o disfrutar, etc., durante este año. Muchos no han sido publicados este año y en esto se diferencia esta lista con otras muchas que se publican en estos días.
Como ya los he comentado todos en su momento, me limito ahora a una simple constatación de por qué están en esta lista.
Hablando de los de no ficción: Aldekoa estará siempre que publique un libro; el de Alexader me impactó en su día y me ha enseñado muchísimo sobre el problema racial actual en USA; La tribu ofrece unos retratos magníficos; el de Marta Rebón me ha animado a conocer más literatura rusa y su lectura ha sido muy gratificante; el de Bosch y Escolar, aunque me ha dejado hecho polvo por lo que cuentan, creo que es fundamental para saber en qué tipo de país vivimos; finalmente, el de Sands tiene todo lo que se puede pedir a un libro de no ficción.
Entre los de ficción siempre resulta más difícil seleccionar. No es el caso del de Grossman, una obra realmente monumental, Ulítskaya es uno de los nombres que descubrí en el libro de Marta Rebón y ha sido un gran descubrimiento; Mairal ha tenido tanto éxito con la última novela que han reeditado esta magnífica que fue la primera; Han Kang ofrece otra visón y otra escritura; McCullers, una de mis muchos y grandes desconocimientos, demuestra lo que se puede llegar a contar con solo veintitrés años y Vuillard lo mismo pero con muy pocas páginas; Mankell aparece porque es su última obra y porque es de esos autores que me hacen disfrutar en cada página.
En fin, no están todos los que son, pero sí son todos los que están, aunque haya habido muchos otros libros que me han hecho sentir que la lectura es una de las actividades mejores y más gratificantes. Por eso espero volver a hacer una entrada similar el año que viene y seguro que habrá muchos y buenos libros.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Citas últimas lecturas


Banderas

En las bandereas se escriben las relaciones de dominación y por tanto, también, las historias de dominación no resueltas. Vistas desde esta historicidad contenciosa, no todas las  banderas son iguales ni dicen lo mismo, porque señalan posiciones distintas dentro de los conflictos abiertos.
Marina Garcés, Ciudad princesa


Estado, nacionalismo

No hay Estado no nacionalista, en la medida en que para existir ha tenido que inventar un pueblo y las condiciones (territoriales, jurídicas, culturales…) incuestionables de su unidad y las medidas para defenderla. Cuando alguien denuncia el nacionalismo, tiene que estar dispuesto a asumir las consecuencias últimas de su crítica y aceptar que se puedan cuestionar, también, las condiciones de existencia que aseguran la unidad de su propio estado.
Marina Garcés, Ciudad princesa


Amor

“Cuanto más se ama a alguien menos debe adulársele; el verdadero amor es el que nada perdona.”
Molière citado en
Laurence Debray, Hija de revolucionarios


Optimismo

“Cuando hay que reflexionar, es evidente que ser optimista cuesta.”
Pablo Iglesias en
Pablo Iglesias y Enric Juliana, Nudo España


Soledad

La hora siguiente jugué al póquer conmigo mismo. Esa es la expresión más triste que conozco de la soledad. Por otra parte, nunca me siento tan derrotado por el aburrimiento y el cansancio como cuando intento ganarme dinero a mí mismo.
No se puede caer más hondo en la soledad.
Henning Mankell, Botas de lluvia suecas


Religión

El espantoso informativo terminó con que en Irak unos rebeldes habían sido crucificados por sus rivales. Su odio se basaba en sus diferentes opiniones sobre cuál era la religión verdadera. Tanto los que crucificaron como los crucificados creían servir al mismo dios.
Henning Mankell, Botas de lluvia suecas

viernes, 14 de diciembre de 2018

Análisis sobre el presente/futuro



Hace tres años leí del mismo autor Nosotros o el caos. La derecha que viene que me pareció un magnífico análisis de los cambios que se estaban produciendo en el mundo de la empresa. Ahora Hernández amplía el campo y trata más de los cambios que se están produciendo a nivel global tanto en la economía como, sobre todo, en la política e incluso en la geopolítica.
La primera parte más o menos del texto la dedica a describir las cuatro oleadas conservadoras que se han producido desde la segunda mitad del siglo XX, con especial atención a la última que de hecho está teniendo lugar en estos momentos. En la segunda parte, a partir de un interesantísimo capítulo dedicado a analizar el populismo norteamericano de finales del siglo XIX, se centra en los problemas actuales y en el papel que están jugando la derecha y la izquierda.
Tengo que reconocer que es un libro del que creo que he sacado menos jugo del que debía y, desde luego del que contiene, porque es un texto para leer con papel y lápiz tomando muchas anotaciones ya que no se trata de una lectura demasiado fácil principalmente en su primera mitad.
Esteban Hernández tiene una gran capacidad para analizar e ir interconectando diversos elementos para obtener una visión global de los problemas que nos acucian y de las respuestas que se están dando desde las diferentes posiciones políticas. En este sentido se muestra muy crítico con la izquierda por no dar la batalla en el terreno que, según el autor, hay que darla. En este sentido, sin embargo, encuentro una cierta contradicción con la siguiente afirmación que aparece muy al final:

“(…) poner el foco en el problema principal de nuestro tiempo, en el que la pregunta no es qué hacer, sino quién lo hará: lo que nos falta no son soluciones, sino el poder necesario para aplicarlas. (…) El problema no es la calidad de las ideas que se aportan al debate público, sino que las élites no quieren remedios, ni buenos ni malos, que no sean aquellos que vayan en la dirección de concederles más poder y recursos.” (p. 222)

Hablo de contradicción porque si las élites no quieren y no sabemos quién tiene que hacer los cambios, la situación está clara: todo seguirá igual (bueno, peor para los perdedores). Y aunque hablo de contradicción, en el fondo no lo es tanto porque la conclusión que he sacado del libro es bastante pesimista: el mundo en los próximos años estará gobernado por las mismas élites que ahora que, además, llegarán al poder explícito en más países.
Los siguientes fragmentos que reproduzco dejan constancia de ese pesimismo:

“ (..) las instituciones conservan su nombre pero se dirigen hacia lugares incompatibles con sus propósitos originales: los sindicatos mayoritarios se convierten en instrumentos que defienden los intereses del repliegue conservador en lugar de los de los trabajadores; la política es un vehículo estéril de sofocamiento de la vida social desestructurada por  las lógicas económicas, la filosofía se convierte en autoyuda, la psicología en coaching, la universidad en un espacio de producción de mano de obra funcional, la cultura en un pasatiempo y la ciencia en un medio de generación de valor para las empresas en lugar de producir conocimiento útil para el cuerpo social. Finalmente, el individuo independiente y libre del capitalismo se convierte en un sujeto ordenado y disciplinado que se amolda a las normas rígidas que el futuro demanda y extravía por el camino aquella personalidad autónoma que le constituía como centro del sistema” (p. 142-143)
“Nos dejamos llevar por los sentimientos a la hora de elegir pareja, por las emociones cuando votamos, por el deseo cuando comemos o bebemos, por las apetencias irracionales cuando decidimos qué carrera cursar, por nuestros instintos a la hora de tomar decisiones. Desde su perspectiva, si en lugar de dejar hablar a nuestras entrañas nos apoyásemos en estos nuevos instrumentos, nuestra vida sería mucho mejor, también en el ámbito privado. La informática nos proporciona ahora esa posibilidad y esa es la gran ventaja que nos aporta el futuro.” (p. 72)
(Viene a cuento de la 4ª revolución industrial y del hecho de que, dicen, que todo organismo vivo no es otra cosa que la unión de datos y algoritmos.)

Como se ve, Hernández no pinta un futuro demasiado halagüeño –de hecho el segundo texto produce cierto vértigo- y, lo que es más importante, una de las causas es la falta de verdaderas alternativas no tanto sobre el papel (que, en mi opinión, tampoco existen), sino sobre todo en la realidad de la lucha por el verdadero poder que no es otro que el poder material.
Al margen de ese regusto amargo con el que uno acaba la lectura, el libro contiene muchos elementos para el análisis y el debate: además,  resulta tremendamente sugerente porque no se dedica a validar sus interpretaciones con cifras y datos, sino con la lógica y la descripción de los acontecimientos.
Particularmente interesante me ha parecido la parte en la que analiza el nuevo mundo geopolítico que se está construyendo y el, escaso, papel que le está quedando a la UE entre China, Rusia y Estados Unidos.
Hay una entrevista muy interesante en infolibre.es con Clara Morales en la que se abordan casi todos los temas que se tratan en el libro y Hernández hace una buena síntesis de sus ideas.
En resumen, creo que es un libro importante del que hay que hacer una lectura más reposada y profunda de la que yo he hecho, pero, en cualquier caso, del que se sacan ideas interesantes.

Esteban Hernández, El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Tremendo debut literario



“Un infierno frío, blanco y sin dioses.”  Con esta frase termina Ricardo Menéndez Salmón su reseña en  La Nueva España. La reproduzco porque me parece una magnífica síntesis de lo que es esta espléndida novela.
La historia se desarrolla en el invierno de 1867, unos momentos en los que el hambre se generalizó en Finlandia sobre todo en el norte de donde parte una familia o, mejor dicho, una mujer con sus dos hijos pues el padre muere antes de la partida, en un viaje hacia una lejanísima San Petesburgo donde piensan que podrán obtener comida y sobrevivir.
Se podría hablar casi de una novela de carretera pues el relato consiste en las diferentes vicisitudes por las que pasarán que van desde los encuentros con gente dispuesta a ayudarles hasta quien se aprovechará de su situación.
Un ejemplo de lo primero puede ser el de este campesino que les da hasta patatas, eso sí, pequeñas y negras y que dice:

“-Son un poco la imagen de estos años. Negras y humildes… Aunque supongo que a este tiempo no se le puede llamar humilde. Impuestos penosos nos piden, y más duros a aquellos a quienes menos se les ha dado. Las cosechas son modestas, y también estas patatas, como las cosechas de estos tiempos, negras y pequeñas…” (p. 77)

Aquí aparece también una de las pocas críticas explícitas que se hace a la situación política.
Un ejemplo, y muy duro en su narración, de lo segundo es esta violación de la madre por quien también les ofrece una mínima ayuda:

“(…) El hombre se inclina desnudo sobre Marja, le arranca la camisa y la falda antes de que ella alcance siquiera a oponer resistencia. El grito se asfixia en la garganta, el terror paraliza su voz, es como una masa de agua que traga a quien no sabe nadar, negra y fría.
- No te creerás tú, ramera, que vas a comerte aquí gratis nuestras últimas migas de pan.
- El hombre le mete los dedos entre as piernas, luego los saca, los escupe y los vuelve a forzar dentro. Acomete jadeante a Marja, a quien la mano fría del terror empuja bajo la superficie, no la deja salir. Se le acaba el oxígeno. Entonces la penetra.
- Maldita jamelga seca –resopla.” (p. 95-96)

He reproducido este fragmento porque expresa muy bien la forma de escribir de Ollikainen que hace que, a pesar de tratarse de una novela de apenas 132 páginas, no haya sido capaz de leerla de un tirón y en varios momentos haya tenido que descansar por sentirme desasosegado y hasta en algún momento un poco angustiado.
Es una historia terrible narrada sin tapujos y mostrando la dureza de la vida en esa época con un clima, además, tremendamente hostil pues la nieve les llegaba a veces hasta la cintura. De esa dureza da una idea el hecho de que, inmediatamente antes de su marcha, la familia se alimentaba de pan hecho con harina de corteza de pino añadiendo a veces ¡liquen! También el poco alimento que reciben consiste en gruel, una especie de gachas hechas con tal cantidad de agua que son casi líquidas.
A pesar de todo lo dicho, el autor deja al final un par de situaciones que dan una nota algo más optimista.
En más de una de las críticas que la editorial reproduce en su página web aparecen relaciones con la situación actual como, por ejemplo, esta de Elena Balzamo en Le Monde des Livres:

“El drama de hace ciento cincuenta años de este país nórdico nos hace comprender lo que ocurre todavía hoy en muchos puntos del globo mucho mejor que ninguna estadística o reportaje.”

No sé si estará entre las intenciones del autor en esta su primera novela, pero sí es cierto que se puede sacar más de una analogía con la situación actual.
Una novela muy recomendable que me ha recordado, salvando todas las distancias,  otro debut reciente, el de Jesús Carrasco con  Intemperie.

Aki Ollokainen, El año del hambre.  Traducción Luisa Gutiérrez Ruiz.