martes, 26 de febrero de 2019

No es para tanto



Este libro fue elegido como mejor libro del año pasado por un conjunto de críticos y escritores en el suplemento literario Babelia del diario El País. No sé si habrá sido por llevar la contraria, pero el caso es que no tenía la intención de leerlo aunque estaba en las estanterías de mi casa. Al final ha podido más la curiosidad que el rechazo sin motivo. Eso sí, he tenido un momento de duda pues cuando llevaba leídas unas cuarenta páginas lo arrojé sobre el sofá, estuve pensativo durante un rato, pero el final volví a cogerlo y a retomar su lectura.
Así, de entrada, tengo que decir que no me parece ni de lejos el mejor libro de 2018. Tiene buenos momentos, valoro la capacidad de Vilas para hacer un esfuerzo de sinceridad y me parecen interesante algunas, pocas, de sus reflexiones. Sin embargo, creo que con 200 páginas le hubiera bastado para contar y expresar lo fundamental que cuenta y expresa en el libro: el amor que siente por sus padres, lo difícil que le resulta su ausencia y lo mucho que los añora. Tema que recorre cada página del libro.
Transcribo a continuación dos fragmentos que pueden servir como ejemplo de lo que digo:

Cuando se desentendió de su coche, supe que mi padre iba a morir pronto; supe que eso era el final.
(…)
En vez de decirme: Tenemos que hablar, esto se acaba”, me dijo:  "Era un buen coche”. Dios mío, cuánta hermosura. Viniera de donde viniera el espíritu de mi padre, estaba tocado del don de la elegancia, del don de lo inesperado, de la ingenua originalidad.
Del estilo.” (p. 135)

“Llamo madre al misterio general de la vida. Madre es la muerte viva. Llamo madre al Ser. Soy un alma primitiva. Si la madre no estaba, el mundo era hostil. Por eso bebía tanto y acabé llevando una conducta sexual errante y promiscua. Aún hoy no sé lo que buscaba. Necesitaría un concilio de psicoterapeutas para saber qué quería.” (p 168)

Como decía antes, en el libro hay bastantes reflexiones con diferente grado de interés, al menos para mí. Así: la muerte (realmente omnipresente en el libro), el envejecimiento (también bastante recurrente), la enseñanza (breve pero sustanciosa), la monarquía (prescindible), el dinero y su carencia en la familia (la palabra pobreza está también muy presente), la bebida (causante de dos ingresos hospitalarios) y muchos otros temas tocados a veces de una forma tangencial y rápida.
Alguna, como la que reproduzco que no sé si responde a una cierta voluntad de estilo del autor, pero que, en todo caso, no soy capaz de entender:

“Los muertos no saben dónde están. No saben decir el nombre del lugar en el que están. Pero el cadáver de mi padre es todo cuanto conservo o cuanto poseo en este mundo. Está junto a mí. Dirige su cadáver las grandes devastaciones de mi vida; gobierna su cadáver en  mi cadáver; en la oscuridad de mi cadáver la oscuridad del suyo alienta fuertemente; administra su cadáver la luz de mi cadáver; su cadáver es un maestro que enseña a mi cadáver la desconcertante alegría de seguir existiendo desde el cadáver (…)” (p. 81)

Además de lo dicho sí me han resultado curiosas algunas referencias a aspectos y elementos de la vida cotidiana como son: la casa, los electrodomésticos, programas de la televisión, las vacaciones, etc, en lo que tienen de reflejo de la vida en algunos momentos de la España de las últimas décadas.
En resumidas cuentas, un libro que me parece tremendamente irregular ya que al lado de momentos personales bien contados a partir de una gran sensibilidad y sinceridad, hay otros bastante prescindibles en los que reitera las mismas ideas y hasta los mismos hechos. Creo que si lo hubiese reducido a la mitad de extensión sería un libro mucho mejor. Claro que si así lo han considerado el mejor de 2018…
Hay una reseña enormemente positiva de Nadal Suau (un crítico con el que suelo coincidir bastante, pero no en esta ocasión) en elcultural.com y otra, en este caso demoledora, de Francesc Bon en unlibroaldia.blogspot.com, con la que sí estoy bastante de acuerdo.


Manuel Vilas, Ordesa.

viernes, 22 de febrero de 2019

La historia en detalle



Seguramente se ha traducido este libro dado el gran éxito que ha tenido la publicación del último escrito por Vuillard, El orden del día, que ya comenté en el blog, aunque fue escrito antes. Sin embargo, tras su lectura creo que no solo es oportuna su publicación en castellano, sino que lo extraño es que no se hiciera en su momento.
De la magnífica reseña hecho por Fran G. Matute para elcultural,com reproduzco algunas frases que me servirán para mi comentario:

“ (…)14 de julio se me antoja más un ejercicio de estilo que una novela, propiamente dicha, de tintes históricos.

 Lo imagina (re refiere al autor) uno apoyado, con los brazos abiertos, sobre una reproducción fidedigna, a gran escala, de un plano del París de la época, rodeado a su vez por todos los documentos históricos por él consultados, mientras vocea a quien le quiera escuchar (cuando se entona, Vuillard puede llegar a ser de lo más seductor) cada cruento episodio, señalando con el dedo cada calle, cada plaza, cada fábrica, cada lugar donde se produjo una refriega.

Para bien y para mal, todo es sincopado en 14 de julio.”

Tres ideas que reflejan muy bien algunos aspectos importantes del libro. Efectivamente, hay un ejercicio de estilo, pero también mucho más porque en él se cuentan, como indica su título, los hechos que sucedieron en torno a la toma de la Bastilla, ese momento paradigmático del proceso revolucionario francés; se hace, además con un gran detalle y, lo más novedoso  e importante, dando el protagonismo con nombres y apellidos –extraídos de los archivos correspondientes- a quienes participaron en esa conquista. Al hablar de detalle me refiero también a los diferentes recorridos a través de la ciudad que hacen algunos de los personajes y que, dado mi desconocimiento de París, es algo por lo que he tenido que pasar de puntillas.
El carácter sincopado que se menciona en la reseña me parece unos de los aciertos del texto con sus continuas descripciones con todo lujo de detalles y de contraposiciones. En este sentido la forma en que Vuillard muestra las desigualdades existentes entre la burguesía y los trabajadores por un lado y entre la corte, Versalles, y el resto de la sociedad por otro, me parecen de lo mejor que he leído nunca sobre ese tema y, desde luego, mejora lo que se ha escrito sobre el particular en multitud de libros sobre la historia de la revolución ( y reconozco que, por razones profesionales, he tenido que leer bastantes).
Claro que este tema de las desigualdades le sirve al autor para decir en el último fragmento del libro: 

“A veces, cuando el tiempo es demasiado gris, cuando el horizonte es demasiado mortecino, deberíamos abrir los cajones, romper los cristales a pedradas y arrojar los documentos por las ventanas.”

A buen entendedor…
Evidentemente, y como sucedía con el primero que se publicó en España, Vuillsard demuestra que es un magnífico escritor y, en este caso, hace una auténtica exhibición de lenguaje que, seguramente, habrá puesto en apuros en más de un momento al traductor. Desde luego a mí como lector me lo ha hecho y he tenido que acudir en varios momentos al diccionario, pero se hace con gusto cuando ves que el escritor está haciendo un gran esfuerzo de precisión o, como también sucede, está haciendo uso de su condición de poeta.
Para terminar dejo constancia de algunas expresiones tomadas de algunas críticas hechas en Francia que la editorial reproduce en la solapa: “Asombroso, literatura pura, relato épico, un grito de rebeldía, una obra a la vez lírica y brillante,…”
Obviamente se trata de un libro muy recomendable tanto para los interesados en la historia como para los que lo estén solo en la literatura.
Además de la mencionada reseña, hay una interesante entrevista de Elena Hevia con el autor en elperiodico.com.

Éric Vuillard, 14 de julio. Traducción Javier Albiñana.



martes, 19 de febrero de 2019

Un libro que se hace demasiado corto




Siguiendo con la recuperación que estoy haciendo con la obra de esta escritora argentina, le toca el turno a esta peculiar “novela” publicada en 2013.
Recoge Piñeiro una cita del magnífico libro Léxico familiar de Natalia Ginzburg en el que entre otras cosas dice: “Y es que este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee una novela, es decir, sin pedir más, pero tampoco menos, de lo que una novela puede ofrecer.” (p. 9)
Así que ya en el inicio del libro queda clara la intención de la autora, y además en el Epílogo la propia Piñeiro insiste en el tema en un fragmento que reproduzco porque me parece también  bastante significativo de la idea de la escritora sobre la novela en general:

“Pero además de la distorsión que provoca la evocación después de tantos años, está la ficción. Parte de lo que cuento en este libro sucedió y parte no. La ficción nos permite mejorar o empeora la realidad según nos convenga. Mejorar para tolerarla; empeorar para que tenga tensión dramática. La vida, a veces, no la tiene. Los novelistas mentimos, pero la novela es lo más real que tenemos, no sé si para entender el mundo pero al menos para sentir que el mundo no nos engaña como quisiera.” (p. 193)

Estas citas me sirven para justificar la expresión de peculiar “novela”. Desde luego yo lo he leído como si se tratara de una memorias totalmente reales o, por decirlo mejor, no tanto unas memorias como un conjunto de recuerdos de la época de la niñez de la autora en su Burzaco natal; un lugar del conurbano bonaerense hacia el que seguía el ferrocarril, aun sin electrificar, cuando me apeaba en la estación de Temperley, cuando yo viajaba por la zona. (Y hablo de unos quince años después del tiempo en el que se desarrolla la novela que es a mitad de los setenta).
El libro está dividido en dos partes bien diferentes. En la primera se cuenta la historia propiamente dicha y de vez en cuando aparece una referencia a lo que se cuenta en la segunda, Cajas chinas, en la que se dan informaciones sobre la situación política, alguna aclaración sobre la llegada a Argentina desde España de algunos familiares y varias fotos tanto del padre como de la propia autora. Esta segunda parte convine leerla tal y como aparece referenciada porque resulta útil y, en algunos aspectos, clarificadora.
Hasta aquí lo que puedo decir sobre el contenido de un libro que, como es habitual en esta autora, no solo está muy bien escrito sino que rezuma sensibilidad, cercanía y una gran credibilidad.
En el Epílogo ya mencionado Piñeiro aclara algunas cosas que sí han sido inventadas. No creo que esté entre ellas lo que se dice en el siguiente fragmento:

“Alguna vez le pregunté a mi madre si de verdad mi padre era comunista, ella me contestó: “Dejalo que se lo crea”. Y él no sólo se lo creía, sino que además nos lo recordaba cada vez que podía. Un comunista declarado, enfático, pero no practicante, la opción más absurda: correr los riesgos de decirlo sin haber hecho ningún acto heroico que justificase estar en peligro. Ni siquiera pegar un póster en la pared. Un comunista en calzoncillos.” (p. 88)

Un libro con el que he disfrutado mucho y que me hubiese gustado que fuese mucho más extenso –la primera parte tiene apenas algo más de cien páginas-.
Hay una interesante entrevista de Benito Garrido con la autora en culturamas.es.

Claudia Piñeiro. Un comunista en calzoncillos


viernes, 15 de febrero de 2019

Un escritor polémico






No es el primer libro que leo del autor ya que leí hace quince años su librito Lanzarote del que no recuerdo ni siquiera la impresión que me causó. Sin embargo, conozco algo de su obra sobre todo por las polémicas que suelen suscitar. En este sentido creo que Sumisión, que acabo de comprar y leeré próximamente, se lleva la palma. También tengo la impresión de que esta que hoy comento generará más de un debate.
Me resulta complicado expresar lo que me ha parecido Serotonina porque a ratos me ha parecido espléndida, en otros casi insoportable y a partir de un determinado momento, sobre todo en el tramo final, tenía ganas de que acabase. Es decir, he tenido sensaciones muy encontradas y no fáciles de explicar.
Quizá tenga que ver con alguna de las cosas que Alberto Olmos comenta en su magnífica reseña para elconfidencial.com:



“(…) el que quizá es su libro más decepcionante, 'Serotonina', que yo creo que ha escrito para ver cuánto podemos aguantarle. Y me da que a Houellebecq podemos aguantarle todo.
(…)
Pero aquí Houllebecq presenta dos flaquezas. Una es la condición deshuesada de su novela, (…). No hay, en fin, hilo o itinerario dramático: 'Serotonina' casi puede leerse abriéndola por cualquier sitio y saltando al azar de una secuencia a otra. De esta falta de una idea-fuerza (como la que armaba tan diligentemente 'Sumisión'), deriva la segunda debilidad del libro: que está hecho de trozos, parcheada, sin tacto alguno para las transiciones y con enorme autocomplacencia a la hora de incluir informaciones irrelevantes y excursos turísticos (en el libro se viaja mucho).



Y es que, efectivamente, la gran cantidad de digresiones que hay sobre todo en la primera mitad hacen que el lector no sepa muy bien cuál es el objetivo y el sentido de la historia de ese personaje protagonista tan perdido, solitario, incapaz de mantener relaciones afectivas duraderas y, al mismo tiempo, tan predispuesto a la crítica mordaz y a no dejar títere con cabeza. Así, arremete contra: ingleses, holandeses, consejeros de agricultura, camareros en restaurantes modernos, burgueses ecorresponsables, ecologistas, sectas cristianas o, en otro orden de cosas, la limitación de velocidad en las autopistas, la prohibición de fumar en los hoteles, el tiro deportivo, las granjas de gallinas, la socialdemocracia y un largo etcétera.
Un protagonista un tanto misántropo:



“Al cabo de dos minutos caí en la cuenta de que hablar me cansaba aún más que escuchar, eran las relaciones humanas en general las que me planteaban un problema…” (p. 108)



Alguien que toma antidepresivos que le permiten momentos de calma en los que reflexiona así:



“Desprovisto tanto de deseos como de razones para vivir (¿eran equivalentes los dos términos?; la cuestión era difícil, no tenía una opinión bien formada al respecto), mantenía la desesperación a un nivel aceptable, se puede vivir desesperado, e incluso la mayoría de la gente vive así, no obstante de vez en cuando se pregunta si puede concederse una bocanada de esperanza, bueno, se lo pregunta antes de responder negativamente. Sin embargo, persevera, y se trata de un espectáculo impactante.” (p. 192)



Lorena G. Maldonado resume así su idea del libro en la reseña para elespanol.com que, no por casualidad, titula Las 20 reflexiones más machistas:



“ (…) es un libro cruel, obsesivo, descuajado, errante, misógino y empapado de prejuicios, encabezado por un protagonista miserable pero honesto en el análisis de su decadencia y, por ello, desternillante a ratos y tierno cuando se descuida.”
(Más adelante reproduce esas 20 reflexiones)



En este escrito la autora recomienda  no plantearse si lo que se dice en el libro sobre muchos temas, especialmente en las múltiples referencias sexuales, es lo que opina Houellebecq o, sin embargo, es una forma de reírse y criticar al supuesto hombre moderno. Tengo que reconocer  que no resulta fácil evitar pensar que se trata de la opinión del escritor quizá llevado por ese carácter de polemista que le acompaña y el placer que le debe de producir epatar. A mí desde luego me han resultado desagradables  escenas como la práctica del bestialismo por una de sus “novias” o las del pederasta alemán,  así como esa insistencia en el tema de las mamadas, sea cual sea el motivo por el que lo hace.
Un libro que, como se puede apreciar, da para mucho y que debe de estar en la línea habitual de este escritor que tanto éxito tiene en su país y fuera (hacía tiempo que no veía tantas reseñas y comentarios en los medios españoles sobre un libro, además,  de tan reciente publicación).
Además de las ya citadas, merece la pena la completísima reseña, muy favorable al libro, de Manuel Hidalgo en elcultural.com.


Michel Houellebecq, Serotonina. Traducción Jaime Zulaika.

jueves, 14 de febrero de 2019

Citas últimas lecturas


Verdad, Mentira

Las verdades siempre son provisionales, mientras que las mentiras a menudo son imposibles de cambiar.
Henning Mankell, Botas de lluvia suecas


Literatura

Yo no me dedico a escribir para educar, eso lo hacen los padres, los pedagogos y los educadores, no la literatura, aunque finalmente la ficción forme a las personas en aspectos donde la educación escolar no llega.
Elvira Lindo, 30 maneras de quitarse el sombrero


Manifestación

(…) la función última de una manifestación es la de polarizar y excluir, delimitar las líneas entre quienes crean los conflictos y quienes los sufren.
Daniel Bernabé, La trampa de la diversidad


Dios


“Se atribuye a Voltaire la frase de que si Dios no existiera, habría que inventarlo. La frase me parece más verdadera dándole la vuelta. Si realmente hubiera un dios, habría que olvidarlo, y no por temor al castigo de nuestras malas acciones sino para enseñar al ser humano a hacer el bien por el bien.  ¿Cómo puede darse de corazón una limosna a un pobre cuando se cree, y se tiene interés en creer, que hay un Dios que nos lleva las cuentas en el cielo y desde allí nos mira y nos aplaude?”.
(Frase que dejó escrita Per en uno de sus cuadernos y que aparece  al final del libro)
Henrik Pontoppidan, Per el afortunado


Dinero

¿Acaso alguna de las grandes fortunas que tanto admiramos se ha amasado sin crueldad? No se me ocurre ninguna que esté libre de eso.
John Steinbeck, El invierno de mi desazón


-         Dices cosas horrorosas, inclusive a los niños.
-         Y ellos a mí. Anoche mismo, Ellen me dijo: “Papá, ¿cuándo seremos ricos?” Pero no le dije lo que sé: “Seremos ricos muy pronto, y tú, que tan mal administras la pobreza, igual de mal has de administrar la abundancia” Y es muy  cierto. En la pobreza, es una envidiosa. En la abundancia bien podría ser una esnob. El dinero no cambia la enfermedad, sino que solo modifica los síntomas.
John Steinbeck, El invierno de mi desazón

-         No creo que un pellizco de dinero eche nada a perder. No es una cantidad desmesurada; solo lo suficiente. –No le contesté-. ¿No opinas lo mismo?
-         Oh, hija de príncipe – le dije-, no hay tal cosa. Nunca es suficiente. Solo rigen dos medidas: o no tener nada o no tener lo suficiente.
John Steinbeck, El invierno de mi desazón


Amor

Así habían imaginado siempre su pareja, y es así, en mi opinión, como puede entenderse también el amor, como una alianza, una aventura, una suma de deseos y de ambiciones, de energía, de fuerza, para hacer frente juntos a a todo aquello, duro y escarpado, intimidatorio, que la vida pueda ponernos en contra, pero también para gozar juntos de lo placentero del camino (porque el camino puede ser hermoso),  para ser finalmente lo más felices posible. Decidir ser dos mejor que estar solo, fundirse y ser más fuerte y más inteligente, más jovial, más decidió, más paciente, más reflexivo, más resistente, más ingenioso, más perspìcaz por el camino de la vida por el hecho de ser dos, por haber elegido recorrer entre los dos el mismo camino sin prescindir de los propios sueños y de miras diferenciadas, es una forma más, creo, de concebir el amor, quizá también la más hermosa, quizá incluso la única en realidad.
Éric Reinhardt, El dormitorio conyugal

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martes, 12 de febrero de 2019

Releyendo a un grande



Esta es la tercera vez que leo este libro. La primera fue en el momento de su publicación en 2003. Desde entonces me ha parecido el mejor libro de un escritor que los tiene muy buenos. Por eso lo releí hace algo más de tres años y lo comenté en el blog. Esta vez lo ha releído motivado por haber visto la película documental que, con el mismo título que el libro, acaba de ganar el Premio Goya. La película me ha traído el recuerdo del libro y ha puesto imágenes a escenas que yo había construido en su día en mi imaginación.
Para el comentario del contenido del libro me remito a lo que ya puse en el blog. Ahora solo quiero insistir en un par de cosas y dejar algunos fragmentos como muestra de la escritura de Kapuscinski.
Me sigue pareciendo un texto magnífico aunque, evidentemente, Kapuscinski toma partido por uno de los grupos en presencia en el conflicto: el MPLA. Pero más allá de este apoyo es capaz de reflejar de manera magistral aspectos que no suelen aparecer en reportajes sobre conflictos debido seguramente a esta posición suya:  “(…) considero que no debo escribir sobre personas con las cuales no haya vivido, aunque sólo fuera una pequeña parte, lo mismo que viven ellas.” (p. 77)
También cuenta muy bien cómo es una guerra en el trópico en el que: “A mediodía, por el contrario, cuando pega un sol de justicia, los combatientes caen en las invencibles garras del sueño y la pereza.  Se esconden en la sombra y descabezan un sueñecito. La pasión guerrera se amortigua y se enfría la hostilidad.” (p. 84-85)
Desde otro punto de vista, hay imágenes difíciles de igualar como esta sobre la huida de los colonos portugueses: “Ignoro si ha habido alguna otra ocasión en que una ciudad entera haya atravesado el océano, pero fue precisamente esto lo que sucedió en este caso. La ciudad salió a navegar por el mundo en busca de moradores. Se trataba de los antiguos habitantes de Angola, portugueses que se diseminarían por Europa y América.” (p. 29)  (El subrayado es mío para destacar una frase realmente hermosa.)
En fin, un libro sobre el que no pasa el tiempo aunque sea un reportaje sobre algo que pasó en 1975. Eso sí, no creo que al autor le gustase saber hasta dónde ha llegado la corrupción de los que se hicieron con el poder.



Ryszard Kapucinski, Un día más con vida. Traducción Agata Orzeszek

lunes, 11 de febrero de 2019

“Gracias a todos”: Nuevas citas XI



Hace más de seis años que autoedité Gracias a todos en el que recogía la mayoría de las citas que había ido recopilando hasta entonces. En este tiempo he seguido con mi vieja costumbre y he pensado que sería una buena idea publicarlas en el blog organizadas por temas, con algún comentario si se tercia, tal y como hice en el libro.

 XI


Humanidad

¿Por qué suponemos que alguien –un sueco, digamos, un japonés, un moldavo, un argentino- tendría que sentir algún dolor o si acaso preocupación o ligera molestia por el hecho de que –un suponer- algunos miles de liberianos se hayan matado con tanta tozudez,  sigan así, vivan con suerte treinta o cuarenta años? ¿Por esa palabra humanidad, tan poco clara? ¿ A quién se le ocurrió que a los hombres les importa lo que les pasa a los miles de millones que no conocen, o a los miles que viven en su barrio? Mejor, distinto: ¿a quién se le ocurrió que tenía que importarles?
Martín Caparrós, Una luna



Humano

 “(…) la tesis profunda de este libro, que también constituye la conclusión de la narración: no importan las circunstancias ni las obligaciones, siempre existe la posibilidad de actuar como un ser humano y de preservar los sentimientos más elevados de la naturaleza humana.”
Fabrice d’Almeida en el prólogo de
Carl Schrade, Once años en los campos de concentración nazis



Hombre, humanidad

¡Maldita ley! La mayoría de mis prójimos son la triste consecuencia de un aborto no realizado.
Karl Kraus, Dichos y contradichos



Ideas

(…) Pero el fallo de todas las ideas sabias es que quienes intentan llevarlas a la práctica son unos imbéciles.
Marek Hlasko, El octavo día de la semana


 -Esa gente tiene unas ideas políticas muy extremas.
 -Los únicos que consiguen algo son quienes tienen unas ideas firmes, papá.
-Pero sólo tienes dieciséis años y ellos son mayores y están más curtidos que tú.
-Mejor, así quizás aprenderán algo. El extremismo es b-b-b-bombardear un pequeño país por unas ideas equivocadas sobre la libertad. Eso es extremismo. Dejar a los chicos sin piernas ni huevos a bombazo limpio, papá, eso es lo extremo.
Philip Roth, Pastoral Americana



Identidad


La identidad y las políticas identitarias lo alejan a uno de cualquier noción de autenticidad. Las políticas identitarias tienen por objetivo establecer medidas de identificación, categorías de pertenencia y exigen reconocimiento. Promueven el agrupamiento, antes que la introspección o cualquier forma de auténtica reflexión. De hecho, las personas que poseen una genuina noción del yo no ansían la aceptación de ninguna comunidad, ya sea la judía u otra. Se les reconoce por “lo que son”, y no por lo que reivindican ser.
Gilad Atzmon, La identidad errante


Dicen que no me interesa lo que significa ser húngaro. No, les respondo, a mí me interesa lo que significa ser.
Imre Kertész, La última posada



La frase: “Estoy orgulloso de ser alemán”, o esta otra: “Estoy orgulloso de ser judío”, me suenan a la misma insensatez que si alguien dijera: “Estoy orgulloso de tener los ojos castaños.”
Ernst Toller, Una juventud en Alemania


¿Qué significa ser mexicano, francés, malayo o chipriota? Si somos sinceros, no demasiado: haber nacido y crecido en un territorio particular, tener un pasaporte, haber sido adoctrinado para asumir ciertas ideas por encima de otras y haber copiado, de modo más o menos involuntario, las conductas, costumbres y prejuicios de nuestros padres y vecinos. Todo en nuestro tiempo refuerza esta adscripción tribal y primitiva, empezando por la Olimpiadas y los mundiales de fútbol con su exaltación de colores, banderas e himnos.
Jorge Volpi,  Examen de mi padre



Identidad (raíces)


A los árboles no les queda más remedio que resignarse, necesitan tener raíces; los hombres, no. Respiramos la luz, codiciamos el cielo, y cuando nos hundimos en la tierra es para pudrirnos. La savia del suelo natal no nos entra por los pies para subirnos hasta la cabeza, los pies sólo nos sirven para andar.
Amin Maalouf, Orígenes


Ideología


“¡La ideología! He aquí lo que proporciona al malvado la justificación anhelada y la firmeza prolongada que necesita. La ideología es una teoría social que le permite blanquear sus actos ante sí mismo y ante los demás y oír, en lugar de reproches y maldiciones, loas y honores (…) Gracias a la ideología, el siglo xx ha conocido la práctica de la maldad contra millones de seres. Y esto es algo que no se puede refutar, ni esquivar, ni silenciar.”
Alexandr Solzhenitsyn citado en
Luis Gonzalo Díez, La barbarie de la virtud


“La ideología es eso que piensa en tu lugar.”
Jean-François Revel citado en
Lucien Jerphagnon, Elogio del pesimismo. Cualquier tiempo pasado fue mejor


Indignación

La indignación, en cambio, actuaba a largo plazo. No había que despilfarrarla por motivos insignificantes.
H.M. Enzensberger, Reflexiones del señor K. o migajas que dejaba caer, recogidas por sus oyentes




Creo que Primo Levi no estaría muy de acuerdo con D’Almeida.
Terrible, pero desgraciadamente muy real la de Caparrós.
La de Kraus es de él aunque podría ser perfectamente de Cioran.
Sobre la identidad siempre parece que está todo dicho, pero también siempre encuentro frases que expresan muy bien lo que pienso y siento. Estas son de una variada procedencia y, creo, muy buenas.
La de Revel plantea un riesgo siempre presente.
Desde luego yo despilfarro indignación casi a diario.


Gran descubrimiento




Después de ver el libro muchas veces en las librerías y de ojearlo sin decidirme comprarlo, la lectura del capítulo que dedica a la autora Elvira Lindo en su último libro fue lo que decidió. Y qué gran decisión. Creo que será uno de los mejores libros que lea este año.
Es un libro de memorias en el que la autora recrea principalmente la difícil relación con su madre a lo largo de muchos años (el libro se publicó en 1985 cuando Gornick tenía 50 años), pero también hay espacio para las relaciones con algunas amigas y, sobre todo en la segunda parte, con varios de los hombres con los que compartió su vida.
Gornick se pasea por la ciudad con su madre dialogando sobre diversos aspectos de su vida y cada cierto tiempo vuelve hacia atrás para contar detalles de esa y otras relaciones antes y de cómo era la vida en el barrio durante su adolescencia y juventud. No lo hace de forma correlativa, sino dando saltos a distintas edades, pero lo hace de manera que el lector puede situarse en qué momento se está produciendo lo narrado.
Un importante papel en su vida juega una vecina, Nettie, casada con un judío -hay que decir que tanto la protagonista como la mayoría de los personajes del libro son judíos-,  que muere pronto y establece una gran relación con la madre de la autora convirtiéndose en un posible ejemplo para la joven Gornick que compita con el que le ofrece su madre.
Reproduzco algunos fragmentos de la relación con ambas personas:

“Pero no lo pilla. No sabe que estoy siendo irónica. Ni tampoco sabe que me ha dejado hecha polvo. No sabe que me tomo su angustia de manera personal, que me siento aniquilada por su depresión. ¿Cómo puede saberlo? Ni siquiera sabe que estoy delante de ella. Si le contase que para mí es como la muerte que ni siquiera sepa que estoy ahí, me miraría desde esos ojos en los que se agolpa una aflicción desconcertada, esta niña de setenta y siete años, y gritaría airada:
-        ¡No lo entiendes!¡No lo entenderás nunca!” (p 102)
“Nettie nos escuchaba con estupefacción y con evidente regocijo, convencida de que cada discusión seria que teníamos me iba acercando poco a poco hacia ella. Aquel año se hizo evidente que había empezado a competir con mamá por mi lealtad. Deseaba ejercer la influencia principal sobre mí.” (p 109)

“Todas nos entregábamos a nuestros placeres. Nettie quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer.” (p. 111)

Todo esto está contado de una forma realmente extraordinaria. Es de esos libros que cuando se han leído tres o cuatro páginas ya has quedado atrapado en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. Es un texto de una gran sinceridad, intenso, emotivo a veces, otras tierno, pero siempre sin concesiones tanto cuando habla de la relación con su madre – con la que llega casi  a las manos en algún momento-, como cuando se refiere a sus parejas sentimentales.
Sobre la primera reproduzco lo que se dice en la magnífica reseña del blog devoradoradelibros.com:

“El libro plantea una relación entre madre e hija que rompe todos los estereotipos; es una de las representaciones más crudas, desapegadas e implacables que se pueden leer sobre el tema. No porque se lleven mal, no porque tengan grandes discusiones, sino porque la autora reproduce todos esos matices peliagudos que conforman la relación a lo largo del tiempo. Los instantes de rabia e impotencia, la falta de entendimiento, la imposibilidad de ir a una, los altibajos.”

La mayoría de los personajes que aparecen, exceptuando sus parejas, son mujeres y es que creo que el libro refleja también la búsqueda de una identidad y de una personalidad en alguien que fue en los setenta una voz importante del movimiento feminista.
En un libro así no se puede destacar nada, pero tengo que reconocer que a mí el espacio que dedica al principio a describir el mundo del Bronx y su reparto entre irlandeses, italianos y judíos, la magnífica descripción de la relación con su primer marido o la ingeniosa que hace de su casa en California, me han parecido muy originales.
Un libro absolutamente recomendable de alguien que, además, se declara admiradora y seguidora de Natalia Ginzburg, una de mis escritoras favoritas y del que su madre ha dicho, como le cuenta Gornick a Andrea Aguilar en su entrevista en elpais.com:

“P. ¿Cómo reaccionó al libro?
R. Fui muy sincera desde el principio. Se quedó muy sorprendida, no lo comprendía. Periódicamente se enfadaba y me decía: "¿Ahora vas a escribir esto para que todo el mundo sepa que me odias?". Me dejaba paralizada, no podía escribir durante días, pero pasaba el tiempo y volvíamos a lo de siempre, y yo recuperaba el sentido de lo que estaba haciendo. Me ayudó saber que no escribía para despedazarla, acusarla o convertirme en una víctima. Narraba verdades duras, pero sabía que le iba a dar todo lo que ella tenía, su sabiduría, calidez, y también lo que estaba mal. Cuando el libro se publicó se enganchó a la fama e iba por Nueva York firmándolo.”


Vivian Gornick, Apegos feroces. Traducción Daniel Ramos Sánchez.

jueves, 7 de febrero de 2019

ANDAMIO


Al fin puedo poner dos buenas, o muy buenas, películas españolas de dos géneros bien diferentes. Por lo que se refiere a las series, hay muchas como es habitual y muy variadas tanto por su procedencia geográfica como por su género.


Películas


Carmen y Lola. Hacía tiempo que no veía una película española que me gustase tanto. Tratar el tema del lesbianismo en el mundo gitano tenía sus riesgos, pero la directora los ha salvado entre otras cosas gracias a unas interpretaciones, todas no profesionales, realmente magníficas, por lo que no es extraño que estén nominadas para los Goya. Mucha sensibilidad en el tratamiento, mucha realidad y momentos muy emotivos.

La favorita. Magnífica película “de época”. Se desarrolla en los comienzos del siglo XVII y narra la relación de Ana Estuardo, reina de Inglaterra, con dos mujeres: una aristócrata y otra plebeya. Lo mejor de la película son las interpretaciones de las tres actrices. Además, tiene una puesta en escena realmente espectacular en el tratamiento de la luz basado en las velas y antorchas. Eso sí, creo que le sobra algo de metraje y algún exceso de alarde técnico. Es una película que le hubiese encantado dirigir a Visconti.

The Old Man & the Gun. Si algo tiene el cine estadounidense es buenos narradores y excelentes actores. Esta película es un buen ejemplo de ambas cosas; Redford y Spacek están magníficos y la historia, que en sí no tiene grandes posibilidades de avanzar y que el espectador conoce antes de ver la película, está muy bien contada.

 Gaza. Cortometraje documental ganador del Goya. Bienintencionado políticamente y con un par de interesantes entrevistas, pero las imágenes finales del niño de algo más de dos años me parece que sobraban, no aportan información y están demasiado dirigidas a provocar lástima y pena. Creo que un tema tan importante requiere otro tipo de tratamiento.

El reino. Muy buena película española que no me extraña que haya tenido tantas nominaciones a los premios Goya. Es tan real como la vida misma y refleja muy bien lo que ha estado sucediendo -y seguramente seguirá pasando- en un sector de la política española con el tema de la corrupción. Aunque no se nombre en ningún momento, el espectador tiene claro a quién se está haciendo referencia. Gran dirección que mantiene la tensión en todo momento y un de la Torre en su línea habitual.


Series


Man in an  orange shirt. Miniserie británica de solo dos capítulos en los que el tema exclusivo son las relaciones homosexuales entre hombres. Para ello, en el primer capítulo se centran en los años cuarenta y cincuenta y en lo duros que fueron hasta el punto de tener que reprimir los deseos por parte de los protagonistas. En  el segundo, desarrollado en la actualidad, el protagonista es el nieto que, ahora sí, podrá tener una vida más acorde con sus deseos. Muy buena sobre todo en el primer capítulo que refleja una situación tremendamente generalizada en todas partes.

Un golpe maestro (Evil genius). Miniserie estadounidense en cuatro capítulos. En 2003, en el pueblo de Erie, un repartidor de pizza murió al explotarle una bomba que llevaba en el pecho cuando estaba rodeado por la policía tras atracar un banco. A partir de ahí se inician las investigaciones y el asunto se complica con otro  muerto que aparece en un congelador. Como suele suceder con los documentales hechos en ese país la trama está hecha en forma de thriller y te tiene atrapado. Además, en este caso hay una serie de personajes a cuál más peculiar. Muy entretenida.

El método Kominsky. Serie estadounidense de ocho capítulos de menos de media hora. Dos actores que están magníficos, Alan Arkin y Michael Douglas, y un buen guion, hacen de esta comedia seguramente una de las series de la temporada. Divertida y algo ácida a veces. Especialmente recomendable para varones pasados los sesenta, aunque la puede disfrutar todo el mundo.

La mantis. Miniserie francesa de seis episodios. Thriller de asesino en serie que resulta entretenido, pero que está a distancia de lo que hacen los británicos y los nórdicos. Un guion en el que hay que creerse demasiadas cosas un tanto inverosímiles y un actor en el papel de policía protagonista al que es difícil ver con un gesto que no sea el de “cordero degollado” o “perro apaleado”. Se deja ver sin más.
 
Bandersnacht. Episodio suelto de la serie Black Mirror. Esta serie me encanta. He visto todos los episodios de las diferentes temporadas y unos me han impactado más y otros menos, pero este me parece una auténtica tomadura de pelo. No he visto la versión interactiva que a lo mejor tiene algún sentido; esta de hora y media sin que el espectador pueda elegir me parece tremendamente aburrida, no veía el momento de que terminase.

Fuga en Dannemora. Miniserie estadounidense en siete capítulos basada en hechos reales. A pesar de que no progresa mucho la historia y de que se ha hecho con una imagen bastante oscura, es una serie que atrapa y mantiene el interés seguramente por las buenas interpretaciones, sobre todo la de PatriciaArquette y la magnífica dirección de Ben Stiller.
 
Fallet. Miniserie sueca de ocho episodios de algo menos de media hora. Tiene la forma de un thriller, pero de lo que se trata es de parodiar el género tal y como se practica en los países nórdicos. Es bastante divertida y tiene algunos buenos gags.
  
Babylon Berlin. Primera temporada de una serie alemana de ocho capítulos. Se desarrolla en 1929 y tiene elementos de trhiller y de política. Parece ser que es la gran superproducción alemana lo que se nota en varios momentos con gran número de extras y unos bailes también muy concurridos. Bastante entretenida y con el aliciente de ver otro tipo de realización muy diferente a la anglosajona o a la nórdica.
En la segunda temporada, más intensa y de acción, se centran en el thriller político una vez resuelto el tema principal de la primera temporada. Tiene menos escenas espectaculares, como los magníficos bailes en el cabaret de la primera, pero más retrato de los personajes. Muy entretenida también dejando un final abierto para una tercera.