domingo, 28 de febrero de 2010

Para hacer aficionados a la Historia.





Sebastian Haffner fue un escritor alemán que emigró en 1938 a Inglaterra, por el nazismo, para volver en 1954 a Alemania. Trabajó como periodista aunque había cursado estudios de derecho. Sus libros son enormemente interesantes.Trabaja muy bien los temas, es muy ágil escribiendo, sugerente en sus interpretaciones y polémico en muchas de sus opiniones. Desde que lo descubrí con sus Memorias (Historia de un joven alemán) no me he perdido ninguno de sus libros. Para un aficionado a la historia su libro sobre la revolución de 1918-19 es magnífico y no es de extrañar que levantase pasiones en Alemania.El resto se lee con suma facilidad y ayuda a comprender ese período tan difícl como es la historia de Alemania entre 1914 y 1945.



miércoles, 24 de febrero de 2010

Unas cuantas frases sobre la religión.


Examiné como es debido todos los argumentos favorables a Dios: su inexistencia quedó para mí intacta. Él posee el talento de hacerse desmentir por toda su obra; sus defensores le hacen odioso; sus adoradores, sospechosos. Quien tema amarle no tiene más que abrir a santo Tomás...

E.M.Cioran, Silogismos de la amargura.


Deicida es el insulto más halagador que se le puede dirigir a un individuo o a un pueblo.

E.M.Cioran, Ese maldito yo.


—Tiene usted un rencor infantil contra la religión -dijo.
—Lo que es infantil es su religión -dijo Wolf

Boris Vian, La hierba roja.


Ni siquiera soy tan ateo como antiteísta; no sólo mantengo que todas las religiones son versiones de la misma falsedad, sino que sostengo que la influencia de las Iglesias y el efecto de las creencias religiosas son claramente perniciosos (... la vida sería desdichada si fuese cierto lo que afirmaban los fieles).

Christopher Hitchens, Cartas a un joven disidente.


La única disculpa que tiene Dios es que no existe…

Klaus Mann, Cambio de rumbo. Crónica de una vida.

jueves, 18 de febrero de 2010

Algunas biografías de músicos de jazz.


Tres biografías: B.Evans, M.Davis y J.Coltrane. Muy completas las dos primeras que se centran, sobre todo, en la parte musical y muy resumida la de Coltrane pero interesante por el contexto sociopolítico.
El libro de W.Marsalis son unas reflexiones sobre el jazz, unido a pequeñas historias personales.
El de Malson consiste en breves pinceladas sobre 13 de los principales músicos de jazz.
Para mí, como seguidor de B.Evans que soy, el mejor con diferencia de los cinco es la gran biografía que ha hecho P.Pettinger, huyendo de algunos aspectos personales que pudieran resultar morbosos y centrándose en su música.
Recientemente se han publicado también biografías de D.Ellington, N.King Cole y comentarios sobre Ch.Parker de músicos que fueron sus amigos.
Todo esto manifiesta la importancia y el auge que va teniendo entre nosotros esta música.





Algunos libros para entrar en el mundo del jazz





Tres libros introductorios. El mejor es el ya clásico, su primera edición en alemán data de 1959 y la última de 1981, de Berendt. Muy completo por temas, instrumentos e intérpretes. Además es bastante claro cosa que no siempre sucede en estos temas. Muy completo y más actual, es de 1997, el de Gioia, pero también más complejo. Finalmente, el del argentino Casalla es una buena introducción aunque por momentos difícil de entender sin saber música. Muy útil resulta un glosario de términos al final.Los dos primeros incluyen también un utilísimo índice onomástico.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Unos CDs para introducirse en el jazz.



Bill Evans (piano), You Must Believe in Spring.
Miles Davis (trompeta), Kind of Blue (para muchos el mejor álbum de jazz de la historia).

John Coltrane (saxo tenor), Tranes's Blues.
Stan Getz (saxo tenor), Anniversary.




Ray Brown (bajo), Summer Wind.
J.J.Johnson (trombón), The Eminent Vol.1.

Una brevísima selección tomando varios instrumentos y formaciones (hay Tríos, Cuartetos, Quintetos,...).

lunes, 15 de febrero de 2010

Una película distinta.


Documental, con una extraordinaria fotografía en blanco y negro, sobre algunos aspectos de la vida del trompetista de jazz Chet Baker. Filmado en 1987 un año antes de su muerte. Se aprecia su gran deterioro pero, al mismo tiempo, su gran calidad como músico. Su interpretación de Almost Blue es realmente maravillosa y con una fuerte carga emotiva.




Más información y críticas extraídas de Filmaffinity.

1989: Nominado al Oscar al Mejor documental / Documental. Musical. Biográfico / SINOPSIS: Documental sobre la vida del trompetista y cantante estadounidense de jazz Chet Baker dirigido por el famoso fotógrafo Bruce Weber. Chet Baker fue una de las figuras más destacadas del mundo de la música del siglo XX. "Let´s get lost" surge de la enorme fascinación de Weber por este genio del jazz. Inicialmente la idea era hacer una serie de fotos del músico, pero tras la relación surgida entre ambos, el director terminó haciendo una película de más de dos horas de duración sobre la figura de Baker, el jazz y dos de sus grandes pasiones: los coches y las mujeres. En 1989, la película fue nominada al Oscar al Mejor Documental, y se alzó con el Premio de la Crítica en el Festival de Venecia poco después de que su protagonista se arrojase por la ventana de un hotel en Amsterdam. Documental fascinante sobre la vida de un músico irrepetible, "Let´s Get Lost" narra los últimos días de Chet Baker valiéndose de material rodado durante la última gira músico, con entrevistas con el propio Baker, sus esposas, hijos, amigos y novias. La película es un documento explícito que presenta, a modo de advertencia, las trampas en las que pueden caer los personajes famosos y llenos de talento. (FILMAFFINITY)
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"Quizás no desentrañe al profano el secreto de la excelencia artística del músico, pero sí ofrece un privilegiado testimonio de primera mano de ese feroz pulso entre turbulencia y fragilidad que Baker destiló en belleza perdurable." (Jordi Costa: Diario El País)
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"Un retrato que estremece y que hace del film uno de los mejores perfiles humanos de un músico jamás abordado por el documental de cualquier época y procedencia. (...) Puntuación: ***** (sobre 5)." (M. Torreiro: Fotogramas)
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"Fascinante retrato-elegía (...) Puntuación: **** (sobre 5)." (Antonio Weinrichter: Diario ABC)
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"Estético, profundo y terrible documental (...) un retrato impresionante del anverso y el reverso de Chet Baker" (Carlos Boyero: Diario El

domingo, 14 de febrero de 2010

Dos grandes más: Tommy Flanagan y Ben Webster


La elegancia al piano de Flanagan y el extraordinario sonido del saxo de Webster.



martes, 9 de febrero de 2010

Polémico artículo de Javier Marías sobre el tabaco.

Reproduzco este artículo con el que estoy de acuerdo prácticamente en todo, y lo hago con la tranquilidad que da el ser exfumador (desde hace más de dos años).

La cruzada antitabaco de Zapatero y su Ministra de Sanidad, Jiménez, está adquiriendo tintes tan demagógicos que, antes de tarifar con ellos a todos los efectos, he intentado darles la razón, a ver qué pasaba. En lo relativo a la inminente prohibición de fumar en todos los lugares públicos cerrados, no lo consigo. ¿Por qué en todos? ¿Es que los no fumadores piensan frecuentar todos y cada uno de las decenas de millares de bares y restaurantes desperdigados por España? Los fumadores ya sólo aspiramos a que en algunos locales se nos permita echarnos un pitillo mientras tomamos una caña o justo después de almorzar o cenar. ¿Por qué no puede haber unos cuantos sitios así, llámense clubs de fumadores o como se quiera? ¿Por qué, entre los muchísimos que prefieren que se fume en ellos –no me cansaré de repetir que esa ha sido la causa de la nueva ley que se avecina: que los propietarios han hecho uso de la libertad que se les concedió contrariamente a los deseos del Gobierno, en vista de lo cual éste se la retira, vaya libertad condicionada–, no se efectúa un sorteo y se consiente que cierto porcentaje admita el humo en sus dependencias? Los no fumadores no entrarían en ellos, como otros no entramos en casinos, puticlubs o sex-shops, eso sería todo. En cuanto a los camareros –también podrían ser autoservicios, y no haberlos–, tendrían que ser asimismo fumadores voluntarios, no se verían obligados a respirar una atmósfera indeseada.
Este ejercicio de comprensión que intento no lo están llevando a cabo muchos más fumadores. Conozco a no pocos que han prometido no volver a pisar un bar ni un restaurante una vez que la intolerante nueva ley entre en vigor. Así que es natural que el gremio de hostelería esté preocupado. Este diario se ha alineado con Zapatero y Jiménez hasta el punto de publicar un reportaje con el titular “Sin humo no se hunde el bar” y el subtitular “Los hosteleros vaticinan un desastre por la prohibición de fumar, pero la experiencia en otros países lo desmiente”, en el que sin embargo, al leer la información, ésta desmentía rotundamente dichos titulares, que se convertían en incomprensibles: resulta que en Irlanda hay un 25% menos pubs de los existentes antes de la prohibición; en el Reino Unido caen 52 a la semana, en el plazo de un año cerraron 2.377 y se redujeron 24.000 empleos; en Italia, un 12% de los establecimientos acusó pérdidas “significativas”; y en Francia la gente se ha refugiado en las terrazas, convirtiendo el “problema del humo” en el “problema del vocerío” desesperante para los vecinos, que es lo que sucederá en España, dados el buen tiempo reinante y los pingües beneficios que sacan los Ayuntamientos de la proliferación de mesas en las calles. Otro extraño titular de El País afirmaba que los partidarios de la prohibición total eran “clara mayoría”. Luego, la noticia revelaba que se trataba de una mayoría pelada del 52%, frente a un 44% que se oponía, si mal no recuerdo. Un 44% es mucha gente, como para cercenar su libertad completamente. Unos veinte millones de personas, con las cuales, yo creo, debería llegarse a algún tipo de entendimiento.
En lo que sí he logrado darles la razón a los tramposos Zapatero y Jiménez es en su última medida de adornar con pavorosas fotos los paquetes de cigarrillos: pulmones destrozados, dentaduras roídas, fetos, jeringuillas, gatillazos y demás males que pueden sobrevenir a los fumadores. Aunque eso no hará sino disparar la venta de pitilleras (yo las uso desde hace años), me parece bien, siempre que se haga lo mismo con todos los demás productos que pueden dañar nuestra salud o matarnos. Exijo, por tanto, que las botellas de vino, whisky y ginebra lleven fotos de repulsivos borrachos, de hígados con cirrosis y de las ratas y arañas que se aparecen a quienes sufren de delirium tremens. Quiero que en las carreteras, y sobre las portezuelas de los coches, haya, bien visibles, imágenes de muertos aplastados por la chatarra, tetrapléjicos en sillas de ruedas, motoristas decapitados, peatones atropellados, cueros cabelludos arrancados y brazos y piernas amputados. Que presidan las playas grandes fotos de ahogados, de miembros hinchados por las picaduras de las medusas y de afectados por cánceres de piel. Reclamo que los costados de los aviones exhiban imágenes de catástrofes aéreas, con cuerpos desmembrados, terroristas con bombas y momentáneos supervivientes chapoteando en un mar helado, y otro tanto los de los trenes, ilustrados por desastres ferroviarios y por las consecuencias del 11-M. Pido que en las fachadas de los Ayuntamientos se vean fotos de paisajes destruidos por la especulación inmobiliaria, y de gente sorda por culpa del ruido de sus infinitas y arbitrarias obras. Porque todas esas desgracias pueden acaecerle a quien bebe alcohol, o monta en coche o en moto o es un mero transeúnte, o a quien vuela o viaja en tren, o a quien se baña en el mar, o a quien está expuesto a los abusos del Ayuntamiento de turno. Sería un mundo alentador y alegre, lleno de estampas que nos describieran gráficamente los peligros y horrores que se ciernen sobre nosotros constantemente. Es posible que la economía se fuera al traste, pero qué se le va a hacer. Al fin y al cabo, ¿no son los Gobiernos los que sacan mayor provecho del consumo de tabaco? Si nos ponen fotos espantosas en las cajetillas, que las pongan también en todo el resto, incluyendo las de obesos inmovilizados en muchos productos alimenticios. Si no lo hacen, quedarán como hipócritas, además de como fanáticos y supresores de las libertades.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 7 de febrero de 2010

Precioso título para un gran libro.



Descubrí a Olga Rodrígfuez cuando hacía las crónicas de la guerra de Irak para la cadena Ser en el año 2004.Desde entonces he procurado seguirla porque es uno de esos raros casos de periodistas que informan con conocimiento y sensibilidad. Ambas características de juntan una vez más en este caso en su libro El hombre mojado no teme la lluvia. Voces de Oriente Medio. Gran trabajo en el que conjuga a la perfección las historias personales de una serie de personajes muy bien elegidos, con elementos de la historia del territorio del que se trate: Irak, Palestina, Israel, Líbano, Siria, Egipto y Afganistán. Tiene la autora, además, una enorme facilidad para la narración que discurre con gran agilidad sin perder, cuando es necesario, precisión ni profundidad.
Desde el punto de vista ideológico hay,evidentemente, una toma de postura ya que entrevista principalmente a personajes enfrentados bien a Israel bien a Estados Unidos.

martes, 2 de febrero de 2010

Gran blog sobre Bill Evans


Para los grandes aficionados el mejor blog que he encontrado sobre el mejor pianista de jazz (para mí). Recoge una discografía muy completa con comentarios y, en la mayor parte de los casos, enlaces para poder acceder a ella.

Homenaje a Tomás Eloy Martínez


Tras la noticia del fallecimiento de Salinger a los 91 años, llega la de un autor al que he seguido a lo largo del tiempo, Tomás Eloy Martínez. Este argentino de Tucumán me ha enseñado un montón de cosas de las historias de su país. Su Novela de Perón o su Santa Evita son dos ejemplos de formas interesantes de contar historias. Como novelista bajada bastante. En los últimos años publicaba jugosos artículos en El País.








El hombre que inventaba mundos reales


SERGIO RAMÍREZ

EL PAÍS - Opinión - 07-02-2010
Cuando Eva Duarte se encontró por primera vez con Juan Domingo Perón en Luna Park, la noche del 22 de enero de 1944 en que se daba una función artística de beneficencia por los damnificados del terremoto de San Juan, ella le dijo cuando estuvieron sentados lado a lado: "Gracias por existir". O no se lo dijo nunca para los términos de la historia mezquina que resiente de imaginaciones, porque la frase la inventó Tomás Eloy Martínez, que acaba de morir en Buenos Aires, en su novela Santa Evita. Pero se lo dijo. La historia fue modificada a partir de la novela, igual que los propios personajes de la historia argentina, y de la novela, Juan Domingo Perón y Eva Duarte fueron modificados y ya no serían nunca más los mismos desde que pasaron por las manos de su novelista inevitable. Su creador, su inventor. Su falsario.
Tomás contaba historias en sus novelas y las contaba para sus amigos con la misma calidad seductora. Una de las que más me seguirá cautivando tiene que ver con esa frase maestra del arte de la seducción, que años después de haber sido publicada en Santa Evita pasó a ser el texto de una manta en una manifestación peronista: "General Perón, gracias por existir". Tomás protestó que se trataba de una frase suya escrita en una novela suya y puesta en boca de un personaje suyo, pero su intento resultó tan ingenuo como vano, al punto que fue acusado de falsear la historia del peronismo atribuyéndose lo que no le pertenecía, sino a la historia.
La historia, ya tomándose en serio, se apropió no sólo de la frase, sino de toda la novela, y la hizo suya. El novelista dejó de ser el inventor y pasó a ser el cronista, y a lo mejor ni siquiera eso, porque para negar que la Eva Perón que conocemos, tal como la conocemos, sea la invención de una persona, y para negar que las frases célebres que dijo sean también la invención de esa persona, hay que empezar por negar al novelista, y negar su novela. Para que Eva Perón sobreviva, hay que desaparecer a Tomás Eloy Martínez. La criatura sacrifica al creador; pero allí está precisamente su victoria. El personaje sale de las páginas de la novela y se queda en el mundo real.
Eso es lo primero que evoco frente a su muerte, su poder de inventar la historia y hacer que sea la suya, su historia inventada, la que pase a ocupar el lugar de la verdad, es decir, de lo que se da por aceptado y ya no podrá ser desmentido. Los hechos, tal como en verdad ocurrieron, si es que existe una sola verdad para los hechos, ya no importan.
Nada de eso es creíble, lo único creíble es la novela, que presenta un cuerpo organizado de mentiras basadas en evidencias suficientes aportadas por el novelista, y que estarán allí para convertirse en la sustancia de lo que verdaderamente ocurrió. Se ha operado un trasiego feliz desde la novela real a la realidad mentirosa. Gracias por existir. Como ocurre con los buenos guiones de cine, que dejan en herencia frases redondas, seguras, y por tanto memorables, así ocurre con la historia que necesita de frases precisas e irrebatibles. Y quien las aporta, ya ven, es el novelista.
En Santa Evita todo es verdad; nadie pone en duda los hechos. Tomás pasó años investigando la vida de Perón y de su esposa, aprendió todo lo que había que saber de ellos, pero a la hora de construir la verdad de la novela no aprovechó esos materiales ordenándolos, dándoles congruencia, procurándoles un orden cronológico, una tesitura didáctica, sino que los transformó, los falseó, usó lo que le convenía y lo demás fue a dar a la papelera; y de lo que le convenía, todo quedó irreconocible entre el esplendor de la mentira que ahora llena el campo de visión y se transforma de manera implacable en lo que verdaderamente ocurrió. Porque la historia es menos atractiva, la pobre, y la novela, que actúa con mayor eficacia que la historia, no admite desafíos en su altivez.
Recordaré a Tomás como el novelista que desafió a la historia y la venció, creando su propia versión triunfante de la Argentina contemporánea. Hombre de varios oficios, entre ellos principalmente el del periodista implacable colocado del lado del rigor, como en La pasión según Trelew. Qué paradoja. El que reclamó la verdad como consigna a la hora de contar la historia como periodista, niega la verdad, y crea la suya propia, a la hora de contar la historia como novelista.
Pero el periodista, en la vida de Tomás como novelista, no es sino el que proporciona instrumentos a la narración, técnicas, experiencias, estructuras del relato, maneras de contar. Pasó una vida de aprendizaje y experiencias en el periodismo para poder ser novelista. Como periodista, jamás habría podido contar la historia de Eva Perón tal como lo hizo como novelista en Santa Evita, ni la historia del general Perón tal como lo hizo en La novela de Perón. No hubiera sido creíble.
Qué desvarío sería llamar a estas novelas suyas novelas históricas, porque sería atribuirles el molde rígido de la historia. Para Tomás, dentro de su sentido de totalidad de la mentira, que es una manera de la libertad, primero hay que dinamitar la historia para poder inventar después a campo raso las frases célebres de Eva Perón, los caminos que escogió para su gloria y su fama, sus angustias y veleidades, la pasión de su muerte, la multiplicación folletinesca de su cadáver en copias perfectas.
La historia inventada que es ahora la historia verdadera y ya no dejará de serlo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Homenaje a Salinger


El guardián es el libro que más he regalado a lo largo de los años y el que más he recomendado y prestado a mis alumnos. Tuve ocasión de leer un libro titulado El cazador oculto de un autor desconocido en aquel momento que se llamaba Salinger. Me pareció algo muy diferente a lo que se leía en aquella época. Posteriomente vi en las librerías El guardián entre el centeno e inmediatamente lo compré. Al iniciar su lectura me sonaba a conocido y efectivamente lo era pues se trataba de una mismo libro pero en una traducción distinta. La primera traducción se hizo en Sudamérica donde se publicó también el resto de su obra.
Seguramente se trata de un autor mitificado, pero de mitos de este tipo también se vive.






Dulce y desconocido señor Boletus

Lejos de los tópicos sobre su leyenda, Salinger vivió una apacible vida anónima

BARBARA CELIS - Los Ángeles

EL PAÍS - Cultura - 07-02-2010
La muerte se llevó a J. D. Salinger hace apenas 10 días, pero curiosamente fue la dama de la guadaña la que nos devolvió a un escritor cuya vida fue un absoluto misterio durante medio siglo. Los detalles que han ido apareciendo en la prensa estadounidense a través de amigos como la escritora Lillian Ross o sus fieles vecinos del pueblo de Cornish, donde vivió recluido desde los años cincuenta, van desvelando poco a poco al ser humano que se escondía tras aquel rostro enfadado de la fotografía con la que siempre se ilustraban las no-historias sobre Salinger.
Durante las últimas cinco décadas, prácticamente todo lo que se escribió sobre el autor de El guardián entre el centeno fueron puras especulaciones. Sus verdaderos amigos nunca hablaron o escribieron sobre él porque respetaron su voluntad de aspirar a la invisibilidad mediática. Pero quienes se atrevieron a serle desleales pagaron las consecuencias, como aquel tenaz editor de Virginia que en los años noventa consiguió que Salinger accediera a publicar como libro su relato Hapworth 16, 1929 y perdió su oportunidad en su afán por conseguir sus 15 minutos de fama (le contó a un periódico local que estaba en negociaciones con Salinger y éste fulminó el acuerdo).
Una razón más para que el autor le diera la espalda al mundo exterior y se dedicara sólo a su familia y amigos, que lo recuerdan escribiendo en la intimidad de su casa, sin preocuparse realmente de que su obra se publicara, como relataba esta semana en la revista The New Yorker la escritora Lillian Ross. "A lo largo de los años Salinger me habló de sus 'largas y extenuantes horas de trabajo escribiendo' y de sus intentos de mantenerse al margen de lo que se escribía sobre él. Le daban igual las críticas pero le molestaban sus efectos secundarios. Solía decir: 'Ya no hay escritores de verdad, sólo charlatanes y patanes que venden libros".
Ross traza un retrato sorprendente de un hombre sobre el que se han escrito demasiadas obviedades desde la distancia y apenas realidades como aquellas sobre las que puede hablar esta escritora después de 50 años de amistad. Su alejamiento voluntario del mundanal ruido no fue, a los ojos de Ross, una simple manía de genio loco, sino algo lógico teniendo en cuenta lo que pensaba de la fama, de los escritores y de su propio trabajo, definido como su única vía "para escapar de los horrores de una vida convencional". Según Ross, Salinger amaba a los niños y una vez le dijo a Ross: "Si tu hijo te quiere, ese mismo amor te romperá el corazón una vez al día". Comenzó a escribir y a inventarse personajes porque "casi nada al margen de la máquina de escribir llegaba a tocar mi corazón".
Frente a quienes dijeron que Salinger odiaba el cine porque eso afirma en El guardián entre el centeno, Holden Caulfield, el adolescente que le hizo literariamente inmortal, Ross desvela lo contrario: "Salinger amaba las películas y era divertidísimo comentarlas con él. Le encantaba observar a los actores trabajar y conocerlos. Adoraba a Anne Bancroft y odiaba a Audrey Hepburn y decía haber visto La gran ilusión [de Jean Renoir] diez veces". Llegó incluso a plantearse el venderle a Brigitte Bardot los derechos de su relato Un día perfecto para el pez plátano. "Es una 'niña perdida' guapa y con talento, y me siento tentado a facilitarle las cosas, 'pour le sport".
Su amor por el cine también queda patente a través de las memorias de otro escritor, John Seabrock, quien en la revista The New Yorker recuerda la primera vez que visitó la casa de Cornish, donde también vivía Matt Salinger -que siempre ha preservado la privacidad de su padre, al contrario que su hermana Margaret, autora de unas durísimas memorias tituladas Dream Catcher-. Fue a través de Matt como Seabrock conoció al escritor, quien atesoraba una pequeña colección de películas en 16 milímetros y con el que se sentó a ver El sargento York, de Howard Hawks. "La película tenía subtítulos, quizás porque se estaba quedando sordo. Al terminar, parecía estar a punto de llorar". Seabrock afirma que tras conocerlo un poco descubrió que era "un hombre dulce y muy amable" que tenía "un conocimiento enciclopédico sobre setas y a menudo viajaba bajo el seudónimo de míster Boletus, que era su variedad preferida". Con él jugó muchas veces al golf en Vermont, "aunque nunca nos permitía contabilizar la puntuación, jugaba con palos de bambú y blasfemaba como un marinero cada vez que fallaba".
Nunca permitió que nadie llevara su única novela o sus relatos al cine. Sin embargo, desde 2008 existe una película en Internet titulada El guardián entre el centeno de la que es muy posible que Salinger conociera su existencia, puesto que su tenacidad por preservar su obra era minuciosa. Claro que, teniendo en cuenta su sentido del humor, quizás hasta le pareciera divertido que un cineasta experimental lituano llamado Nigel Tomm colgara en la Red una película con el título de su novela en la que lo único que se muestra, durante 75 minutos, es una imagen de color azul.
En Cornish, donde vivió durante décadas, Peter Burling, senador de New Hampshire y vecino, aseguraba esta semana a la agencia AP: "Nos hemos pasado la vida escuchando basura sobre lo raro que era. Pero en realidad estaba completamente integrado en la vida de la ciudad". Iba a la biblioteca, cenaba en los restaurantes locales, contemplaba el paisaje y hablaba con los niños. En realidad los realmente raros eran los que acudían a Cornish y acampaban frente a su casa para intentar verle... Ahora, como ellos, el mundo entero está a la espera, pero esta vez parece que tiene sentido esperar: si escribir era realmente lo que le permitía escapar "de los horrores de una vida convencional", su casa podría ser una biblioteca desconocida llena de nuevos libros de J. D. Salinger. Pronto sus agentes desvelarán el misterio.