Mostrando entradas con la etiqueta Mikel Ayestaran. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mikel Ayestaran. Mostrar todas las entradas

lunes, 28 de abril de 2025

Crónicas necesarias

 


Este es el quinto libro que comento del autor desde que lo conocí en 2017. Lo tengo por uno de los grandes reporteros o cronistas del periodismo de nuestro país y, desde luego, como uno de los mejores especialistas en Oriente Medio. Ha vivido siete años en Jerusalén y ahora lo hace en Estambul para estar cerca también de Ucrania. En ambos lugares lo hace junto con su mujer y sus dos hijos, lo que da idea también de qué tipo de persona es.

En este libro se recogen 26 crónicas que ha ido escribiendo a lo largo de los años en las que Gaza está presente de una manera o de otra. Las hay con contenidos muy diferentes, pues si en unas se centra en la historia de Gaza (por cierto, es la primera vez que me entero bien de ello gracias a la claridad con que está contada), en otras es la persona de su fixer o las diferencias que hay entre Hamás y la Yihad Islámica o cómo son las cárceles en Gaza, que las hay, y cómo se trata en ellas a los colaboracionistas. Temas variados y muy interesantes como se puede apreciar en estos ejemplos.

Ayestaran es un claro defensor de la causa palestina sin caer por ello en el antiisrealismo aunque, lógicamente, sí está claramente en contra de las actuaciones de sus gobiernos desde hace años. Así, explica muy bien las destrucciones que se hacían en cada operación como, por ejemplo, las de 2012 o 2014 y, desde luego, las matanzas que provoca el ejército israelí en muchas manifestaciones. Este tipo de actuaciones explican de alguna manera, aunque en ningún caso justifican, la terrible matanza perpetrada el 7 de octubre por milicianos de diferentes movimientos políticos de Gaza.

También hay más de una crítica a los dirigentes palestinos tanto de Hamás como de la Autoridad Nacional Palestina, lo que no quiere decir que mantenga una actitud equidistante. Así, es interesante el contraste que muestra en el siguiente fragmento:

“Mientras que en Gaza Israel reventaba a cuatro niños de la familia Bakr cuando jugaban al fútbol en la playa, los vecinos de Tel Aviv estaban molestos por tener que ir a los refugios cada vez que la sirena les alertaba de la posible llegada de un cohete”. (p. 131)

En más de una ocasión sale mencionado Meir Margalit, un argentino-israelí cuyo libro, El eclipse de la sociedad israelí, me parece de lectura obligatoria para todo interesado en lo que sucede en esa zona del mundo. También menciona la colección de fotos de la comida diaria que hacía Amal, la mujer de Kayed, su fixer, y que él fue publicando en las redes como homenaje a las gentes de Gaza, un lugar al que no puede entrar la prensa occidental. (Muchas de esas fotos las he visto y muestran las penurias por las que han pasado simplemente para sobrevivir).

Para terminar el comentario quiero dejar una de las pocas notas de humor de un texto en el que se mencionan tantos padecimientos y tantos horrores:

“Como buen hijo de las primaveras árabes, Telmo trajo una auténtica revolución a casa y su padre, un cobarde, se marchaba a la guerra en cuanto podía para descansar”. (p. 94)

(Es en 2011 cuando los israelíes lanzaron Pilar Defensivo).

Un libro absolutamente recomendable como, por otra parte, lo son todos los de este magnífico periodista.

Hay una interesante entrevista con Francesca Cicardi en eldiario.es

 

Mikel Ayestaran, Historias de Gaza. La vida entre guerras.

 

lunes, 3 de mayo de 2021

Una personal visión de Jerusalén



Hay libros que se compran por el autor porque ya se le conoce de obras anteriores y nos ofrece garantías. En mi caso solo con ver en un libro el nombre de varios periodistas que se dedican al reportaje voy directo a la caja, sin mirar ni siquiera el título. Ayestaran es uno de ellos. En este caso el tema del libro no me interesaba especialmente, pero quería ver lo que contaba el autor del que sí sabía que vivía allí con su familia desde hace años.

Ayestaran ha hecho un texto bastante peculiar y difícil de clasificar. Tiene parte de guía turística, de reportaje sobre sus habitantes, de explicación de la situación sociopolítica, de historia y mucho de su sentimiento por la ciudad a la que, como dice en el apartado de Agradecimientos, ama por lo mucho que le ha dado a él y a su familia.

El libro está dividido en siete capítulos: uno a la zona Extramuros, cuatro a los diferentes barrios, otro a los tres Lugares Santos y el último a la situación de Oriente Medio en general.

Lógicamente, el núcleo y la parte más importante es la dedicada a los cuatro barrios que forman la Ciudad Vieja. Ayestaran los recorre y nos los muestra charlando con personajes que los pueblan. Así:

En el Musulmán habla con el dueño de un restaurante dedicado al humus, con el de una tienda de café, con el de otra de alquiler de cruces, con el de una gran librería o, incluso, con colonos judíos que viven entre musulmanes.

En el Cristiano, con el dueño del Hotel Imperial, con un tatuador de tatuajes religiosos, con el que lleva una galería de arte, con un anticuario, con un estadounidense que vive imitando la vida de Jesús o con las monjas que llevan el Colegio español.

En el Armenio, con un sacerdote, con ceramistas o con un cura sirio-ortodoxo que es todo un personaje.

En el Judío, con gente de distintas comunidades como los jeradíes, caraítas o samaritanos, con un rabino que va a la plaza para enseñar judaísmo a los judíos, con Virginia, una española de Toledo que ha pasado ya por dos conversiones, con un policía y con una ONG que denuncia la politización de la arqueología.

El capítulo dedicado a los Santos lugares también está organizado con la participación de un franciscano, un almuédano, un doctor de historia palestino y un rabino.

Me he extendido un tanto para que se aprecie el tipo de libro que ha compuesto Ayestaran quien, por lo general, se limita a narrar el recorrido hasta cada lugar y luego da la palabra a su entrevistado y solo de vez en cuando da su visión o su opinión.

Un ejemplo de lo primero bien podría ser el siguiente diálogo:

“- Mahmud, todos los policías son negros – le digo al ver a los agentes allí desplegados.

-Son los peores, hermanos llegados de Etiopía, judíos, y nos tratan mucho peor que el resto, por eso les ponen aquí – responde acelerando el paso ante los uniformados-, ellos sufren el racismo dentro de la sociedad israelí por ser negros y nosotros lo pagamos con su racismo religiosos por ser musulmanes”. (p. 56)

Mientras que el siguiente fragmento lo es de la visión del autor:

“Si los israelíes quieren toda la tierra y ser a la vez un Estado democrático, este estado no será judío. Si, por el contrario, buscan crear un Estado judío en todo el territorio, este no podrá ser democrático”. (p. 216)

Evidentemente, en un libro así hay momentos y temas que son más interesantes y otros, pocos, algo menos. Sí tengo que reconocer que yo como ateo y anticlerical visceral y racional, he encontrado muchos motivos para mantenerme en ello. Por un lado, la inflación de “religiosidad” que se da en esa ciudad resulta un tanto absurda, como lo es que cada una de las tres “religiones del libro” reclame partes de los diferentes lugares. Por otro, ver los enfrentamientos religiosos entre la reducida comunidad armenia o las peleas a puñetazos entre miembros de una misma religión, no animan precisamente a creer que se trate de algo muy positivo. Pero, claro, reconozco que mi mirada es algo o bastante tendenciosa.

El libro, como no podía ser de otra manera, está muy bien escrito, tiene agilidad, pero se debe leer poco a poco, sin darse atracones.

Una lectura interesante y recomendable.

 

Mikel Ayestaran, Jerusalén, santa y cautiva. Desde el corazón de la Ciudad Vieja a la eternidad.

 

 

viernes, 31 de agosto de 2018

Tras el paso del Estado Islámico



Me gustó mucho el anterior libro de Ayestaran, un periodista que desconocía totalmente hasta que apareció en Salvados con Jordi Évole. Me gustó el libro porque dice las cosas con claridad, se compromete en sus opiniones y, sobre todo, porque parece un buen tipo (no quiero insistir en la idea del gran Kapuscinski).
En este libro lo demuestra otra vez. Valgan estos ejemplos:

El circo se pone en marcha, y los periodistas somos los payasos en busca de nuestro minuto de gloria,  nuestro gran reportaje que nos lleve a ganar premios o a escribir libros por contar el sufrimiento de cientos de miles de personas. Imposible ponerse en su lugar. Lo intento, pero es realmente imposible. Empieza el desfile de cascos y de chalecos antibala con la palabra Press para hacerse la foto o grabar la entradilla ente la cámara.” (p. 50)

 “Enciendo la cámara y pronto se me saltan las lágrimas. Aunque la máquina puede parecer un escudo en algunas circunstancias, el corazón termina venciendo a la cabeza y hay instantes en que la emoción te puede.” (p. 100)

“Periodistas, periodistas… no valemos para nada. Esta gente lo que necesita son médicos y enfermeras, no cámaras que vengan a mostrar su deplorable situación. Apago la mía, dejo a un lado el puto cuaderno de notas donde he anotado todas sus miserias y me siento con Muhatma. Le doy la mano: siento sus dedos rugosos y sucios.
(A continuación relata cómo les hace juegos de magia.)
Al final son estos pequeños instantes de vida los que recuerdo y me hacen llorar de emoción, no los que recojo a través de la lente o en mi colección interminable de Moleskine, que se convertirán en productos de consumo para los medios.”(p. 166-167)

““A Occidente le preocupan más las piedras que las personas” La frase de Abu Samir me tortura.” (p. 82)
Solamente alguien con sensibilidad puede escribir cosas así; y solamente alguien con sensibilidad puede escribir un libro así, un libro que transmita emociones y no solo conocimientos, un libro que conmueva al lector, que no le deje impasible ante un cúmulo de informaciones por muy relevantes e interesantes que sean. Al menos yo leo sobre estos temas con esa intención. Y puestos a citar, valga también esta otra declaración del autor:

“No hay nada mejor que escribir en caliente: escritura automática que te sale de lo más hondo. Es mejor no releer, vomitar todo lo que tienes dentro y liberarte. Durante todo el año ya tengo días y días de escritura reposada, de “reportajes” con mil fuentes y sesudos analistas, pero uno no entra todos los días en Mosul.” (p. 102)

Dicho todo lo anterior, haré un breve comentario del contenido concreto del libro.  Ayestaran hace un recorrido presencial por algunos lugares ya liberados que han estado bajo el gobierno, o bajo el poder, del Estado Islámico. No se trata de conocer los porqués de ese grupo, ni de darnos a conocer su ideología, sino de enseñar el rastro que deja a su paso; y este resulta desolador. Destrucción y crímenes de todo tipo. La información la extrae de testigos presenciales con los que conversa, de sus fixers y conductores que tienen gran presencia en el libro e incluso de alguna entrevista en Gaza y Bagdad con gente cercana al EI porque como él mismo afirma:

“Personalmente,  creo que hay que conocer cómo piensa el enemigo, y privar a los lectores de estos testimonios no es justo, pues les impide conocer mejor el alcance del monstruo al que nos enfrentamos.” (p. 118)

De los muchos ejemplos que podría poner sobre la represión del EI, dejo el siguiente no por la dureza sino por lo significativo de las “faltas” que cometió:

 “A este vendedor de faláfel le sancionaron porque le vieron  hablando con una mujer a menos de cuatro metros de distancia. En otra ocasión fue por fumar, y también sancionado por exponer los tomates junto  a los pepinos.” (p. 214-215)

Aparte del primer capítulo que me ha parecido un tanto complicado de seguir y que me ha recordado alguno de los libros que he leído sobre el EI, como el de Javier Martín, por lo complejo de su desarrollo, en el libro además de todo lo dicho hasta ahora he encontrado informaciones que o bien desconocía o no las tenía muy presentes. Así, el interés que pueda tener Israel en la existencia del EI para facilitar apoyos en su lucha contra Irán; la existencia de campos de acogida -él escribe sobre el de Tikrit-, de familiares de miembros del EI para evitar las represalias contra ellos; la matanza de Speicher o, en otro orden de cosas muy diferente, el hecho de que el fútbol pueda facilitar la obtención de un visado.
En fin, solo una pequeña muestra de las muchas cosas que ofrece este magnífico libro que, además, resulta muy visual. No sé si se deberá a la influencia del programa de Salvados en el que vi a Ayestarán mostrando zonas devastadas, pero lo cierto es que hay muchos momentos en el libro que he tenido la sensación de estar sobre el terreno acompañando al autor.
Un libro algo más que recomendable.
Hay dos entrevistas interesantes en las que se amplían algunos temas: con Andrés Seoane en elcultural.com y con Javier Biosca en eldiario.es.


Mikel Ayestaran, Las cenizas del califato. De las garras del Estado Islámico a la supervivencia.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Para comprender mejor Oriente Medio




A pesar de llevar trabajando en la zona muchos años y ser uno de los pocos periodistas españoles con presencia constante en ella, de hecho vive con su familia en Jerusalén, no conocía a Ayestarán más allá de haber visto su nombre en la portada de este libro varias veces en las librerías. Como últimamente he comprado y leído algunos libros sobre la zona y sus conflictos -la aparición del Estado islámico ha disparado las publicaciones-, este no me había interesado hasta que vi el programa de Jordi Évole dedicado al conflicto en Siria. En él Ayestarán tiene una presencia clave para entender muchas cosas.
En este libro el autor, a lo largo de los catorce capítulos en que lo divide, nos cuenta su presencia en la zona desde 2004 hasta la actualidad. Así, le vemos trabajando desde Irán a Afganistán pasando por Libia y Pakistán para terminar, en la parte más extensa del libro, con la actualidad en Siria. 
Todo está contado en presente y en primera persona lo que hace que lo narrado impacte más y mejor en el lector. Prácticamente en todos los casos si acude a ese lugar es porque están pasando cosas relevantes, desde un terremoto, -en Irán-, a un enfrentamiento con Rusia, -en Georgia-, pasando por varias “primaveras” árabes, -en Túnez, Egipto o Yemen-, o a la presencia del Estado islámico en Siria e Irak.
Como el buen periodista que es, Ayestaran combina muy bien las historias de personas reales de la zona con apuntes históricos o del momento en el que lo cuenta, con lo que hace más comprensibles algunos de los conflictos.
A mí, particularmente, me han llamado mucho la atención temas como: el ataque de Israel a Hizbulá en 2006, la reproducción del diálogo de Sadam en la horca con sus verdugos, el papel de Médicos sin Fronteras en Afganistán, todo lo referido al Estado islámico y, en otro orden de cosas, el hecho de que el propio autor se llevara álbumes con fotos de Gadafi de uno de sus palacios.
También resultan muy interesantes informaciones como la que reproduzco que dan una idea clara de la precariedad con las que se desarrollan algunos de los conflictos, en este caso la formación de las milicias contra Gadafi en Libia: 

“La mayoría eran jóvenes voluntarios sin armas, sin comida, sin dinero, sin teléfono…., que se habían conformado con tomar parte en los cursos de preparación organizados por las fuerzas armadas leales a la revuelta, cursos que en muchos casos duraban una hora y tras los que los muchachos partían a la primera línea de combate haciendo autostop.” (p. 210)

En fin, un libro muy interesante.  Escrito con la agilidad característica del buen periodismo y con la suficiente profundidad para ayudar a una mejor comprensión de lo que sucede en la zona del mundo más complicada hoy en día.
Antes de leer este libro, leí otro de sus conversaciones con un grande del periodismo como Ramón Lobo (ya comentado en el blog) que me animó también a leer este.

Mikel Ayestaran, Oriente Medio, Oriente roto.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

El buen periodismo



Soy un apasionado del periodismo como ya he demostrado muchas veces por las lecturas del blog. Cuando veo un libro sobre cualquier aspecto del tema me ilusiono con lo que podré encontrar en él. Hace solo un par de días vi este en la librería, lo compré y leí de un tirón. Apenas conocía a Ayestaran aunque precisamente le vi en el programa que Jordi Évole dedicó hace una semana al Dáesh. A Lobo sí lo conozco bastante, he leído más de un libro suyo y el último, Todos náufragos, me pareció magnífico y, como tuve ocasión de comentar por escrito al propio Lobo, encontré en él muchas referencias de carácter personal que tenían que ver también con mi propia historia.
Ahora se han juntado ambos periodistas y durante dos días han conversado sobre diversos aspectos de su profesión, en concreto creo que se puede dividir el libro en tres partes: por un lado, están sus reflexiones sobre la situación internacional centrada sobre todo en Oriente Medio; por otra parte, comentan algunas de las vivencias que más les han afectado personalmente ; y, finalmente, dedican un tiempo a analizar el estado actual de su profesión.
En los tres apartados he encontrado buenos análisis y sugerentes cuestiones. En la primera es Ayestaran, que vive y trabaja sobre el terreno,  el que más aporta. En la segunda me han impactado las historias que cuenta Lobo. En la tercera ambos ofrecen buenos análisis.
Hay una gran cantidad de coincidencias entre ellos, pero desde luego la fundamental, creo, es la fuerte crítica a la actitud occidental con respecto a los diferentes conflictos. Reproduzco algunos fragmentos de la conversación como ejemplo:

“R.: ¿Quién decide quiénes son los buenos y quiénes los malos? Una cosa está clara: son tan malos los que degüellan a un sacerdote en Francia como los que ponen una bomba en Bagdad, aunque esto último reciba muy poca atención mediática.
M.: Ninguna.” (p. 62)
(Sobre esta realidad ya he comentado en la reciente a un libro sobre la situación en África porque me parece un tema realmente sangrante.)

“M.: Creo que Europa sí tenía antes un papel de garante de la moral, pero lo ha perdido. El silencio durante el intento de golpe de Estado en Turquía o lo que pasó en Egipto lo demuestran. A Mohamed Morsi lo eligieron presidente de Egipto democráticamente, pero los militares dieron un golpe y no solo no se condenó o censuró, sino que se le dio la bienvenida. La UE abraza este tipo de golpes y dictaduras militares desde el minuto uno.” (p.63) 

“R.: Plantamos las urnas en países que no tienen ninguna estructura social ni tradición democrática, hacemos la foto y nos vamos diciendo que ya están en democracia. Más del 80% de las mujeres afganas y más de la mitad de los hombres son analfabetos. Votan lo que les manda el jefe del pueblo. Estados Unidos pone urnas para poder decir a las madres de los soldados que su hijo murió para proteger su país y para llevar la democracia a Afganistán. Es mentira. Los políticos lo saben. Pero hay un momento en que nos olvidamos de que estamos mintiendo.” (p. 72)

Especialmente duras me parecen las siguientes palabras de Lobo aunque reconozco que reflejan muy bien la realidad:

“R.: ¿No te pasa, Mikel, que cuando vuelves a casa la gente te pide que le cuentes lo que has vivido, pero que en realidad se la suda? Al llegar no tienes palabras para contar nada, y cuando llegan las palabras a nadie le importa una mierda lo que tienes que contar.” (p. 95)

Un libro absolutamente recomendable y que solo tiene un defecto aunque este sea grande, su tamaño: son apenas 140 páginas en formato bolsillo. Con estos temas y estos contertulios me hubiera gustado un libro de al menos el doble de espacio. Me han hecho disfrutar con la lectura y también plantearme algunas cuestiones. No se le puede pedir más a un libro.
Por cierto, ya estoy buscando el libro que Ayestaran acaba de publicar sobre Oriente Medio y espero que Lobo termine pronto la novela que según anuncia está escribiendo.

Mikel Ayestaran y Ramón Lobo, Guerras de ayer y de hoy.