viernes, 30 de noviembre de 2012

Espléndida reflexión sobre la situación actual

Adolfo García Posada ofrece un gran srtículo de reflexión sobre lo que está pasando y lo que puede pasar. La frase final me parece memorable.

Algunas citas recientes

Como muchos otros antes que él, Abbott descubre, después de casado, que el matrimonio es una lucha (clínicamente, una negociación) por ver cómo se reparte el Mal Humor. Un matrimonio, sobre todo un matrimonio con hijos, no puede funcionar bien si ambas partes andan de mal genio; por lo tanto, el Mal Humor es un privilegio del que no pueden gozar los dos cónyuges a la vez. ¿A quién se le permite estar de Mal Humor? Esto se convierte en una lucha cotidianaChris Bachelder, A propósito de Abbott

Hemos convertido los libros de Historia en una ficción, y ahora hemos de recurrir a la ficción para contar la historia. No deja de ser una paradoja. Al menos, nos quedan las novelas.
Andrés Trapiello, Ayer no más

“¿Dónde empieza y dónde acaba lo que se nos exige que amemos como se corresponde a la humanidad e incluyamos en nuestras ambiciones?¿Son miembros de esta humanidad el degenerado e infrahumano campesino ruso del Mir, el negro de África, el mestizo del suroeste alemán o el insoportable judío de Galitzia o Rumanía?”
Heinrich Clab citado en
Götz Aly, ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos?

Tengo que reconocer que no da la impresión de odiar la religión como la odio yo, más aún, cuando habla de religión se muestra muy moderado y abierto. Pero, a pesar de todo, es una prueba viva más de que nadie que sea verdaderamente grande pude tener nada que ver con esa porquería.
Chistopher Isherwood, Desde lo más profundo

Cuando oigo la palabra “Dios” me dan ganas de vomitar; es la palabra más sucia de todo el idioma.

Chistopher Isherwood, Desde lo más profundo

Dos interesantes viñetas

jueves, 29 de noviembre de 2012

Una novela divertida con la que me he aburrido


 
Un conjunto de 31 capítulos en los que el autor habla un poco de todo lo que sucede en la vida cotidiana de una familia consistente en el matrimonio y una niña de dos años.
En la contraportada se puede leer la cita del libro. "Las dos proposiciones siguientes son ciertas: (a) Si tuviera la ocasión, Abbot no cambiaría ni uno de los elementos fundamentales de su vida, pero (b) Abbot no soporta su vida." Esto fue lo que me animó a comprar y leer el libro ya que en las últimas semanas he tenido a veces la misma sensación.
Pues bien, en contra de lo que esperaba, me ha resultado fundamentalmente aburrido. Solamente dos o tres de los capítulos, que coinciden con los problemas que tiene el protagonista con su hija, me han llamado la atención y hecho sonreír. Puede ser que mi sentido del humor no sea el mismo que el del autor o también que el libro carezca de él. Si alguien se anima a leerlo ya me lo dirá.
 
Chris Bachelder, A propósito de Abbott

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La Memoria histórica como tema de una novela


 
No sabría decir de forma concluyente si se trata de una novela porque, aunque tiene muchos elementos para que así sea, algunas veces parece más un debate sobre el tema de la memoria histórica e incluso un artículo de opinión en un diario. Además, ha cargado las tintas contra alguno de sus personajes (esa odiosa profesora de universidad y militante en asociaciones de la memoria histórica) y alguna situación como la que constituye el verdadero leitmotiv de la novela no parezca muy verosímil.
A mí, a pesar de lo dicho y de alguna insuficiencia más, la obra me ha entretenido y, sobre todo, interesado porque el tema me parece importante y porque estoy muy de acuerdo con el tratamiento que de él hace Trapiello. De alguna manera me identifico bastante con ese Pepe Pestaña, verdadero trasunto del autor, en sus opiniones sobre la guerra civil y la memoria histórica. Obviamente el tema da para mucho y aquí simplemente apunto este acuerdo.
Quizás pueda aclarar algo el contenido de la novela lo que se dice en la página 278: "Hemos convertido los libros de Historia en una ficción, y ahora hemos de recurrir a la ficción para contar la historia. No deja de ser una paradoja. Al menos, nos quedan las novelas."
La verdad es que lo que he leído hasta ahora de Trapiello me ha gustado, sobre todo La malandanza. Dejo dos enlaces que me parecen sugerentes: el primero es una entrevista con el autor en el que habla sobre todo de su visión de la guerra civil, pero también de esta novela; el otro es una crítica con la que estoy de acuerdo, con algún matiz, hecha por un especialista.
 
Andrés Trapiello, Ayer no más

martes, 27 de noviembre de 2012

Artur Mas

Interesante artículo de Ramoneda sobre lo hecho por Mas y sus grandes errores. Al final del artículo se hace también una aguda reflexión sobre los errores de encuestas y comentaristas políticos.

Medidas sueltas, pero no una alternativa



Adolece este pequeño libro de apenas 60 páginas de lo habitual en estos casos: pretendiendo plantear una alternativa a la actual política económica, se limita a una serie de medidas sueltas en algunos temas, sobre todo en el fiscal, pero sin que estén articuladas ni, lo que es peor, mínimamente valoradas.
Creo que, efectivamente, tiene que haber un a alternativa a lo que se está haciendo, que seguramente debe incluir también algunas de las medidas ya puestas en marcha, pero lo más importante es que tiene que ser creíble y viable; no basta con enunciar impuestos si no aparece una valoración de la cantidad que pueden suponer y, sobre todo, no basta con criticar lo que hay.
Por último, ¿quién tiene que poner en marcha la alternativa? En fin, un intento más, en mi opinión fallido, de salir de este atolladero en el que estamos inmersos desde hace varios años.
 
Amparo Estrada (coord.), Qué hacemos para construir una alternativa con la que mostrar que es posible otra política económica

domingo, 25 de noviembre de 2012

Dos artículos muy buenos

Gran artículo de John Carlin sobre el nacionalismo en general y aplicado también a la actual situación en Cataluaña. Buenas citas de Orwell. Estoy plenamente de acuerdo tanto con lo que se dice en las citas como con lo que plantea Carlin.
 
Interesante visión de Soledad Gallego sobre lo que parece ser plantea el PP (a través de lo dicho por Gallardón). Desde luego los tiros deben de ir por ahí y me recuerda la famosa ingeniería social que le achacaban a Zapatero. Por mi parte me quedo preocupado con lo que se nos viene encima.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Buen título y mejor contenido


 
“Pero que los judíos fueran humillados, expropiados, tratados con dureza y deportados para realizar trabajos forzosos, eso lo aceptaron millones de alemanes atacados por la envidia callada, el rencor, la alegría contenida por mal ajeno y la codicia. Ellos fueron la base social del Holocausto.” (pág.266)

“Los alemanes que, desde 1880 y, sobre todo, a partir de la década de 1920, apretaban desde abajo para subir en la escala social declararon a los judíos, en promedio más prósperos, seres inferiores para convertirse a sí mismos en seres superiores.” (pág. 274)
 
Creo que ambos textos resumen muy bien las conclusiones a las que llega el autor tras hacer un repaso minucioso, exhaustivo a veces e interesante siempre, por los rasgos principales del antisemitismo alemán desde el siglo XIX. Basado en multitud de textos de la época, desde unos procedentes de historiadores de prestigio hasta otros de familiares del propio autor, va desgranando las bases de ese antisemitismo. Seguramente todo lo que dice ha sido dicho ya alguna vez, pero es la primera en la que lo encuentro todo tan bien hilvanado y expresado, desde el ascenso social de los judíos hasta las repercusiones en la sociedad alemana. Muy útil resulta también el breve estudio sobre el nazismo y su composición social, no por novedoso otra vez, sino por lo bien sintetizado que está.
 
Interesante libro de historia y de algo más, pues en el fondo de lo que se habla es de las características del ser humano o de cómo éste puede repetir esos comportamientos si se dan las adecuadas condiciones. De hecho el libro termina con la siguiente advertencia: “no creer que los antisemitas de ayer fueron personas completamente distintas de nosotros.”

 
Götz Aly, ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos? Las causas del Holocausto

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El Montalbano (Camilleri) de siempre



















 
Otra clásica historia del comisario Montalbano, con los mismos ingredientes de siempre y que se lee con gusto como es habitual. No es una gran aportación al género ni a la literatura, pero se trata de una buena lectura cuando se necesita desconectar. Diálogos ingeniosos, una trama bastante bien articulada, los correspondientes platos de buena comida con predominio de los salmonetes en cualquiera de sus versiones, y novela servida. No es para paladares exigentes, desde luego, ni el mejor exponente del género, pero sus algo más de 200 páginas, que suele ser la cifra que dedica Camilleri a cada entrega, ofrecen lo suficiente para que, al menos yo, vuelva una y otra vez sobre la serie.
Por cierto que existe la versión televisiva de la RAI para todos los episodios.
 
Andera Camilleri, La danza de la gaviota

lunes, 19 de noviembre de 2012

Tediosa autobiografía novelada



Desgraciadamente suele ser demasiado habitual no coincidir con los comentarios de la contraportada. En este caso de forma total. Tenía ilusión con este libro de Isherwood, que llevaba ya tiempo en el estante de lecturas pendientes, ya que disfruté mucho hace años de su Adiós a Berlín y luego con su realización cinematográfica con el título de Cabaret en cuyo guión, por cierto, participó.
En ésta que comento, y que viene a ser una autobiografía novelada o una novela totalmente autobiográfica, el interés por las historias que cuenta, cuatro en concreto que reflejan diferentes momentos de su vida, me ha resultado nulo. Ninguno de los personajes ni sus peculiares historias me ha llamado la atención y he de reconocer que he estado varias veces tentado de abandonar el libro. Aburrido, sin alma, sin carne, a pesar de desarrollarse en una época tan rica en acontecimientos como los momentos anteriores a la segunda guerra mundial y en el transcurso de ésta.
Una pena.
 
Christopher Isherwood, Desde lo más profundo

domingo, 18 de noviembre de 2012

Coincidiendo en sensaciones

Curiosa reflexión de Elvira Lindo con la que coincido en lo fundamental, sobre todo en esa especie de hartazgo de oír siempre a los mismos tetulianos.

El Roto como siempre

Equipo directivo antiplagas

viernes, 16 de noviembre de 2012

Gran artículo sobre cómo está el periodismo

Jordi Gracia escribe un gran artículo sobre el periodismo de Cataluña y cómo, al igual que en Madrid pero con otro sentido, se obliga a tomar partido.

martes, 13 de noviembre de 2012

Una reflexión sobre el estudio de la historia

“La Historia es el producto más peligroso que la química del intelecto haya elaborado jamás. Sus propiedades son harto conocidas. Hace soñar, enardece los pueblos, les engendra falsas esperanzas, exagera sus reflejos, mantiene sus antiguas heridas, les atormenta en su reposo, les conduce al delirio de grandezas o al de las persecuciones y hace que las naciones sean amargas, soberbias, insoportables y vanas. La Historia justifica todo lo que se quiere. No enseña rigurosamente nada ya que lo contiene todo y de todo da ejemplo."
Cita de Paul Valery en
Carles Trepat, Procedimientos en historia
 
Y más nos valdría aprender a hacer el amor correctamente que devanarnos los sesos delante de un libro de historia.
Boris Vian, La hierba roja
 
 “Sobre la experiencia humana: la historia enseña que el hombre no aprende nada de la historia.” “Pues ya enseña algo.” “Y ¿quiere que le diga lo que pienso yo? Que el hombre es el único animal capaz  de creer que está construyendo el paraíso aunque se esté destruyendo a sí mismo.
Juan Iturralde, Días de llamas
 
Con el tiempo, lo ocurrido entra en la categoría de lo inventado. La Historia es un género literario.
Adolfo Bioy Casares, De jardines ajenos.
 
 
 
Dos son los motivos que me llevan a hacer estas reflexiones sobre la historia y su enseñanza. Por un lado, la insistencia de las autoridades académicas, en este caso el actual ministro, en asignar a la escuela, y más en concreto a lo que en ella se enseñe de la historia, el papel de fomentadora de identidades nacionales. Por otro, la ley que se está preparando en esta comunidad autónoma que incluye la prohibición a los profesores de que expresen opiniones políticas.
Organizaré el texto en torno a una serie de observaciones.
 
Primera. El nacionalismo usa y abusa de la historia. Es evidente que todo nacionalismo tiene como punto de partida una visión de la historia de la nación que, además, suele consistir en recalcar aquello que la diferencia de otras, y en ensalzar los grandes momentos de esa historia ocultando en lo posible los peores. A partir de ahí, y como un buen método de buscar la cohesión nacional y la identificación de los ciudadanos con esa historia, se impone su estudio en la escuela durante varios cursos y de una forma acrítica. En este sentido, siempre me resultó sorprendente el caso de Argentina donde los dos siglos de existencia de la república se estudian con una prolijidad, en mi opinión, digna de mejor causa.
Así pues, el estudio de la historia del país se ha utilizado casi siempre con una finalidad “política” y no como mero conocimiento de hechos pasados.
 
Segunda. Lo sucedido en España en particular también ha tenido y tiene mucho que ver con ese tipo de objetivos. No conozco bien los contenidos de la asignatura en los territorios que han tenido grupos nacionalistas ejerciendo el poder, pero sí conozco lo que se ha pretendido hacer a nivel estatal. Hasta hace unos años en segundo de bachillerato se estudiaba en una asignatura la historia de España en los siglos XIX y XX. Era muy interesante porque permitía que los alumnos pudiesen empezar a entender cosas que pasaban en el país. El gobierno del PP decidió que así no se conseguía que tuviesen una idea adecuada de la historia total de la “nación” española, que para eso hacía falta un recorrido a través de toda la historia y la asignatura se convirtió en la tradicional historia de España que se estudiaba en 3º de BUP, abarcando desde Atapuerca hasta los momentos actuales. El objetivo perseguido no era, pues, otro que la asunción por parte de los alumnos de una visión de país conformado desde hace siglos y con una tradición común a todos sus habitantes.
Es seguro que algo parecido ha pasado en Euskadi y Cataluña.
 
Tercera. El problema surge cuando uno se enfrenta como profesor de historia a qué hacer, para qué enseñar historia, cómo enseñarla, en fin, cuando uno se plantea el objetivo de lo que hace con una materia tan sensible a diferentes manipulaciones.
En mi caso siempre tuve claro que no me importaban especialmente los conocimientos que mis alumnos extrajesen del estudio de esa asignatura. Ni  muchos menos pensar en ningún tipo de identificación nacional ni identitaria. Lo importante era que aprovechasen algunas de las virtualidades que tiene el estudio de una materia como ésta y que son, entre otras: desarrollar las capacidades de relación y comparación, aprender a analizar procesos complejos separando para ello los distintos elementos, iniciarse en la elaboración de síntesis tras el correspondiente análisis, practicar la lectura comprensiva de textos de cierta dificultad, iniciarse en la comprensión de estadísticas, gráficos, …  y así podría seguir poniendo una serie de capacidades que, como se puede apreciar, corresponden a lo que los pedagogos llaman procedimientos.
Como se puede apreciar, todo lleva a la consideración de asignatura instrumental.
 
Cuarta. He iniciado muchos cursos de historia haciendo copiar a los alumnos dos posibles definiciones de historia que son: “Historia es la sucesión de los sucesos sucesivamente sucedidos” e “Historia no es saber todo de todo sino aquello de lo que todo depende”. Efectivamente, parecen dos trabalenguas pero, claro está, distan mucho de serlo. Al mismo tiempo les advertía de que la primera no era la que me gustaba, que se olvidasen de esa forma de entender la materia, que se planteasen desde el principio que lo importante era ir descubriendo los entresijos que están tras los hechos.
Con dicho planteamiento no podían esperar que yo les “contase” la historia, que ésta no era un cuento, que eran ellos los que tenían que ir descubriendo cosas a través de los mecanismos que iríamos trabajando en clase.
He de reconocer antes de seguir que una cosa era mi planteamiento de lo que pretendía, y otra muy distinta lo que terminaba muchas veces haciendo y lo que conseguía de los objetivos propuestos, pero, en cualquier caso se ve de nuevo que se trataba de algo diferente a la mera acumulación de conocimientos e informaciones.
 
Quinta. No ha aparecido hasta ahora de forma explícita, aunque creo que fácilmente se puede deducir de lo dicho, que no creo demasiado en el carácter científico de los estudios de historia. Es una pretensión a la que se han dedicado muchas páginas, pero basta leer la mayor parte de los textos que se han escrito particularmente si hablan de un período conflictivo (revoluciones francesa o rusa, guerra civil española, etc) para darse cuenta de lo lejos que está de ello. A lo más que se puede aspirar es a intentar una mínima objetividad o, al menos, evitar lo máximo posible la tendenciosidad.
 
Sexta. En relación con lo que acabo de comentar, está claro que el máximo peligro es dedicarse al adoctrinamiento sea éste en la doctrina que sea. No hay adoctrinamiento bueno aunque sí haya doctrinas (o ideologías) mejores que otras. Los alumnos deben llegar por sí mismos a las conclusiones que les parezcan más adecuadas.
En este sentido, insisto en la perversión que supone el uso de los estudios de historia para lograr objetivos de tipo ideológico o político.
 
Séptima. Viene muy a cuento en este momento comentar lo que parece un intento de evitar que los profesores en general puedan opinar a través de una nueva ley autonómica sobre el papel del profesor y su autoridad. De todo lo dicho hasta ahora se puede concluir que no existe una única visión de la historia, que las diferentes versiones responden en la mayoría de los casos a la ideología de los autores, que incluso los que siguen teorías positivistas y, por lo tanto, aparentemente objetivas y distanciadas, eligen las cuestiones y soslayan las controvertidas, en definitiva, que quien estudia historia lo hace a través de unos textos que no son, en el mejor de los casos, del todo neutrales, objetivos o como se quiera decir. A partir de esa constatación, uno de los trabajos del alumno, con la ayuda del profesor, debería ser averiguar qué hay detrás de los distintos textos para así poder entender mejor lo leído. Evidentemente, esto requiere opinar y se opina siempre desde la perspectiva ideológica de cada cual. Un ejemplo creo que bastará para ilustrar tan largo párrafo: ¿será lo mismo leer la historia de la guerra civil española de Jackson, la de Bolloten, la de Tuñón de Lara o la de Pío Moa? Habrá que opinar sobre cuál refleja mejor los datos de lo sucedido, sobre cuál fuerza más las situaciones para acercarlas a sus posiciones de partida, Habrá, pues, que hacer una lectura que no tiene otro nombre que ideológica y en última instancia política.
En este sentido, bien al contrario de los que se pretende regular,  lo más adecuado sería que el profesor explicitase de alguna manera su ideología para que los alumnos tuvieran claro desde dónde se hacen determinadas afirmaciones.
 
Termino aquí estas incompletas, aunque excesivamente largas, observaciones con dos afirmaciones a modo de conclusión: por un lado, se debe estudiar historia, pero siempre lo que se llama historia universal, es decir, se debe conocer lo que los hombres han hecho para enfrentarse a la naturaleza, organizarse en comunidad, desarrollar sus facultades intelectuales y artísticas, etc, y, por otro lado, se debe aprovechar este estudio para desarrollar un conjunto de capacidades que sirvan para enfrentarse mejor a otros tipos de conocimiento y. de ser posible, entender un poco mejor el mundo actual que es, o al menos debería ser, la pretensión de la enseñanza de las llamadas Ciencias Sociales.
 

 

 

Comentarios malintencionados (o no)

Mi hijo David tiene como lengua materna el catalán. Hasta hace poco yo mismo le he hablado en mi particular versión de esa lengua. Es también el idioma de su abuela y su tío. Tanto la escoleta como la actual escola las elegimos teniendo en cuenta que era el catalán la lengua vehicular. Los padres hablamos entre nosotros en castellano.
Pues bien, el niño cuando juega suele hacerlo en castellano incluso cuando lo hace con niños también catalanoparlantes. La razón es, seguramente, que en el colegio hay también niños castellanoparlantes. Conclusión, ¿qué lengua está en trance de desaparición?¿cuál es el verdadero problema con la inmersión lingüística?
Una constatación después de la experiencia de vivir veintiocho años en Mallorca. En cualquiera de los pueblos es posible perfectamente vivir en castellano y solo en castellano sin que eso suponga ningún problema (he trabajado en Artà y Sa Pobla típicos representantes de los pueblos de la isla y así lo he vivido). No estoy tan seguro de que sea posible vivir en catalán también en todos los lugares siendo como es lengua oficial en la comunidad.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Buen descubrimiento chileno




Este éxito de ventas en Chile tiene todos los elementos para serlo, pero en mi opinión tiene también algo más a pesar de alguna crítica furibunda. Es una obra muy bien construida y narrada. Los dos planos en los que se desarrolla tienen interés en sí mismos y confluyen con naturalidad al final de la novela. Sí estoy de acuerdo con la crítica del enlace en que es un tanto lacrimógena ya que a mí, lo que no es cosa fácil, me ha emocionado en varios momentos seguramente porque trata un tema, el Chile de Allende, que siempre me ha producido las mismas sensaciones.
Contiene varios elementos históricos y ofrece una visión de Salvador Allende que debe de ser bastante ajustada a la realidad. En este sentido, uno de los personajes a propósito de la visión que da del presidente otro de los personajes dice: “Pensé también en el Doctor al que Rufino describe en un intento de proyectarlo a la posteridad como lo que fue: un ser de carne y hueso, de grandezas y mezquindades, hecho de la pasta del revolucionario irreductible y del burgués sibarita,…”
Seguramente es una novela un poco tramposa y demasiado cinematográfica, pero es de las que se leen de un tirón y dejan un buen regusto al terminarlas.
 
Roberto Ampuero, El último tango de Salvador Allende

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Buen libro sobre África


Anderson no es Kapuscinski ni lo pretende. El periodista polaco es alguien difícilmente imitable, además, como el propio Anderson dice en el prólogo, ambos escriben en y sobre dos momentos muy diferentes de la situación política del continente: uno durante la independencia principalmente y el otro sobre lo que está pasando en los últimos años. El libro recoge diez crónicas escritas entre 1998 y 2012 para The New Yorker que tratan sobre países tan diferentes como Santo Tomé y Príncipe o Libia pasando por Zimbabue. Muy bien escritas, con un estilo de narración muy ágil y, al mismo tiempo, dando las informaciones precisas para llegar a saber qué está pasando lo que no resulta siempre fácil por lo complejo de muchas de las situaciones que narra (un ejemplo de esto puede ser el reportaje dedicado a Sudán escrito en julio de 2012).
De todas las crónicas se puede sacar buen provecho, pero a mí me han resultado especialmente interesantes las dedicadas a Zimbabue y Robert Mugabe y la segunda de Libia centrada en la figura de Gadhafi. Eso sí, el terminar de leerlo queda un cierto regusto amargo por la cantidad de problemas existentes y la política y los políticos que tienen.
Del mismo autor ya había leído La caída de Bagdad, otro ejemplo de magnífico periodismo, algo que hoy, desgraciadamente, está en trance de desaparición.

Jon Lee Anderson, La herencia colonial y otras maldiciones

martes, 6 de noviembre de 2012

Un absurdo libro de Leguina





















Antes de comentar el libro tengo que hacer alguna precisión. A finales de los setenta y principios de los ochenta, tomé parte activa en grupos de apoyo a Joaquín Leguina para que fuera Secretario General de la FSM del PSOE, cargo que finalmente consiguió. Cuando se convirtió en presidente de la autonomía madrileña me gustó la labor que hizo en diferentes ámbitos. Siempre me ha parecido un político distinto, capaz de decir lo que pensaba aunque no le fuera muy favorable. Como novelista he leído prácticamente toda su producción desde Tu nombre envenena mis sueños pasando por La tierra más hermosa que es una de las novelas que más he recomendado y cuyo ejemplar he prestado en diversas ocasiones. Además, una de las pocas veces en que lo he visto en persona fue en el aeropuerto de Santiago de Chile, a principios de los noventa, y ambos íbamos con el mismo libro en las manos, una larga entrevista con Carlos Altamirano. He sido, pues, leguinista en política y literatura.
Dicho todo lo anterior y centrándome en el libro que tengo que comentar, éste me parece absurdo en su planteamiento, innecesario por sabido, aburrido en su desarrollo, no ofreciendo nada de lo que plantea en el prólogo, en fin, una auténtica pérdida de tiempo su lectura. Es una especie de historia del PSOE desde Suresnes, pero sin serlo; una especie de defensa de su generación, pero sin explicarlo; un ataque a Zapatero (en lo que coincido plenamente), pero despachado con dos frases; un empleo de multitud de páginas para copiar citas del libro de entrevistas que hizo María Antonia Iglesias a dirigentes del PSOE; un libro que, para colmo, y sin que venga necesariamente al caso, termina con un desaforado ataque al nacionalismo periférico. Por cierto, ni una palabra sobre la actual crisis del partido socialista lo que me lleva a preguntar por quién habrá hecho el subtítulo.
No puedo decir aquello de “este no es mi Leguina, que me lo han cambiado”, pero sí puedo afirmar que se podría haber ahorrado el esfuerzo de escribir todas esas páginas y haber dedicado el tiempo a una labor más creativa como ha demostrado que sabe hacer.
Una pena.
 
Joaquín Leguina, El camino de vuelta. Del triunfo de Felipe González a la crisis del PSOE

sábado, 3 de noviembre de 2012

Mis autores favoritos: XVI E.J.Hobsbawm

 
 

Ha tardado mucho tiempo en aparecer un historiador en esta serie. Hace ya tiempo que apenas leo libros de historia propiamente dicha. Me han interesado temas como el de los campos de concentración, pero no historia en plan general. Hay una excepción que es Tony Judt al que descubrí precisamente a raíz de su grave enfermedad, ahora bien, incluso de este autor aún no he sido capaz de enfrentarme a su Posguerra. En definitiva, con todo lo que leí en su día de historia se ve que me he dado por satisfecho. De los historiadores cuya obra he conocido en extensión hay dos que siempre me parecieron los mejores o, al menos, los que a mí más me han enseñado, se trata de José María Jover Zamora, del que tuve la fortuna de ser alumno en cuarto curso de carrera, y E. Hobsbawm que me mostró otra forma de hacer y contar la historia. Su libro Las revoluciones burguesas fue para mí un gran descubrimiento en muchos sentidos: su tratamiento de todos los temas de un período incluyendo la cultura y la tecnología, la imbricación que les daba, su escritura no siempre fácil pero sí comprensible, su visión marxista no dogmática, etc. Me parecía una verdadera historia total en una época en que primaba en este sentido la escuela francesa de los Annales.
En otro orden de cosas su Naciones y nacionalismo desde 1870 me ayudó a fundamentar históricamente mi visión negativa de esa ideología.
En fin, uno de los mejores historiadores que dio el siglo XX, curiosamente título del libro que me pareció más flojo de su amplia producción. Si alguien quiere acercarse en profundidad al siglo XIX no puede obviar los tres volúmenes que Hobsbwam le dedicó.