martes, 25 de mayo de 2021

Sobre el periodismo de siempre



 Esta colección, Voces 5W, que ha puesto en marcha le revista 5W y en la que se pone en comunicación a un periodista con larga trayectoria con otro más joven, es muy interesante a pesar de su pequeño tamaño, apenas un libro de bolsillo de unas 150 páginas. Y resulta así por los protagonistas elegidos. El primero que leí tenía a Mikel Ayestaran y Ramón Lobo, ambos con bastantes apariciones en este blog; y ahora le toca el turno a uno de mis escritores, y periodistas, favoritos como es Caparrós junto a un desconocido para mí hasta hoy Agus Morales, alguien que tiene una buena trayectoria y que es el director de la revista que edita la colección, revista por cierto a la que acabo de suscribirme ya que en ella están entre sus promotores tanto el mencionado Ayestaran como Xavier Aldekoa, otro joven gran periodista.

El diálogo de este libro está centrado fundamental pero no exclusivamente en la profesión periodística. Está dividido en cinco capítulos cada uno dedicado a una de las tradicionales W aunque luego, en el desarrollo del diálogo, no se cumpla al cien por cien.

En qué consiste el periodismo, cómo ha funcionado durante la pandemia, cuál ha sido la trayectoria profesional de ambos, qué libros han escrito y cuáles les gustaría escribir, el papel de las onegés en los países “subdesarrollados”, en qué consiste una buena crónica, y un largo etcétera de temas abordados con poco tiempo y espacio aunque en ellos siempre haya una frase, una reflexión y hasta algún silencio que merece mucho la pena.

Un buen descubrimiento para mí ha sido el papel de corresponsal de Morales en Asia. También me ha gustado mucho conocer los entresijos de alguno de los libros publicados por Caparrós. Por cierto, este es el único escritor al que le he pedido una dedicatoria en un libro. Fue en la Feria del Libro de Madrid de hace tres o cuatro años y no quise comprarme el libro que publicitaba en ese momento, La Historia, libro que veo que Morales ha sido incapaz por ahora de terminar de leer (algo de eso me temía cuando no quise comprarlo). En la breve conversación que tuvimos le comenté precisamente sobre un libro que cita en este y que publicó hace muchos años en colaboración con Eduardo Anguita; un libro que no llegó a España en su momento y que ya no lo hará nunca.

Es un placer leer conversaciones como las de este libro y ver nombrados personajes que uno conoce y admira por diferentes motivos como Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky, Rodolfo Walsh o Cristina Morales. También, y me está saliendo un comentario muy personal, enterarme de que Caparrós estuvo viviendo un tiempo en Valsaín, un pueblo de la sierra en el que yo pasaba los meses de verano en mi infancia y juventud, al que vuelvo ahora de visita con mi hijo que es un apasionado de su bosque de pinos.

En fin, un librito muy recomendable para los que estén interesados en el periodismo y en la escritura en general. Yo lo ha disfrutado mucho por diferentes razones.

 (Ni que decir tiene que sobre Caparrós hay muchas entradas en este blog.)

Martín Caparrós y Agus Morales, El viejo periodismo.

 

 

 

 

ANDAMIO

 

Una entrada peculiar. El cine es todo estadounidense y las series europeas con gran predominio británico y presencia, cómo no, nórdica. Una muy buena película y varias series muy interesantes.

 

Películas

 

Los Estados Unidos contra Billie Holiday. Película estadounidense que narra los momentos más relevantes de vida la cantante en la década de los cincuenta cuando fue perseguida por tierra, mar y aire por el FBI, según se cuenta por cantar una canción, Strange fruit, que hablaba del linchamiento de un negro. Es muy irregular y tiene momentos que no se entienden muy bien. Lo mejor es la interpretación de la protagonista y la visión que se da del trato que recibían los negros en esos años.

 

I care a lot. Una película que ha tenido críticas regulares en España y buenas en Estados Unidos. Tiene un inicio muy bueno con una crítica feroz del sistema de asistencia a los mayores y al deseo de ganancias típico del capitalismo. Luego se va convirtiendo en una comedia negra y casi en un thriller. Siempre resulta muy entretenida y por momentos interesante.

 

First cow. Un western estadounidense que, curiosamente, no tiene la mayor parte de los tópicos del género. Es más una historia de amistad entre un cocinero contratado por un grupo de tramperos y un chino que está siendo perseguido no sabemos por quién. Aunque está narrada con un ritmo muy pausado y con escasa acción, atrapa por la magnífica creación de personajes y la relación entre ellos.

 

 

Series

 

 

22 de julio. Miniserie noruega de seis episodios de 45 minutos. Narra los dos atentados que tuvieron lugar ese día en 2011, así como los días anteriores y posteriores. Un magnífico guion que va dejando informaciones y presentando personajes que ayuden a entender algunas de las cosas que pasaron. Está inspirada en los hechos reales, pero los personajes son todos fruto de la ficción aunque algunos inspirados en otros reales. Muy diferente de la película, magnífica por cierto, que se hizo sobre lo sucedido en la isla de Utoya. En la serie no se ve en ningún momento lo que pasó en el interior de la isla.

 

Line of duty. Sexta temporada ya de esta serie que es una de las mejores series policiacas que se han hecho en Gran Bretaña. Tiene siete capítulos de casi una hora cada uno. Un guion tan bien construido como en las anteriores temporadas con la complicación de que se hacen algunas referencias a cosas sucedidas en estas y no siempre es fácil recordarlas. Buenas interpretaciones de los actores habituales y también de las nuevas incorporaciones. Un final que deja abierta la posibilidad de seguir con la serie.

 

Normal people. Serie irlandesa de 12 capítulos de unos 25 minutos cada uno. Es un drama romántico basado en una novela de Sally Rooney que también participa en el guion de la serie. Como sucede siempre con este tipo de historias, se disfrutan mucho si se entra en ellas o, mejor, si se las deja entrar. A mí me ha encantado y he pasado unas horas estupendas viéndola. A ello contribuye mucho las dos magníficas interpretaciones de los protagonistas y la buena ambientación.

 

Que viene el lobo. Serie danesa de 8 episodios de unos 50 minutos cada uno. El tema es el maltrato. Tiene un guion magníficamente construido y graduado. En los primeros capítulos vamos conociendo a los protagonistas y dudando de casi todo. Mantiene el mismo ritmo pausado a lo largo de toda la serie. Muy buenas interpretaciones. Realmente tiene mucho mérito el nivel que tienen las series danesas tratándose de un país tan pequeño. Además, saben tocar una gran variedad de temas aunque creo que lo que mejor saben hacer es el análisis de la familia tanto en series como en cine. Hay ejemplos de sobra.

 

Bloodlands. Miniserie británica de 4 episodios de casi una hora cada uno. Un típico policiaco de los que son verdaderos especialistas. Se desarrolla en Irlanda del Norte y trata de la recuperación de un caso sucedido 22 años antes. Buen guion con giros interesantes y, como es habitual, buenas interpretaciones. Muy entretenida.

 

Baghdad Central. Miniserie británica de 6 episodios de unos 45 minutos  cada uno. Es un thriller que se desarrolla en el Bagdad ocupado por las fuerzas de la coalición y que  tiene como protagonista a un policía que ya lo era en el régimen anterior. Tiene un buen inicio, pero a partir del tercer capítulo decae bastante para retomar algo el interés en el capítulo final. Lo mejor son los apuntes que se dan de vez en cuando del papel de los distintos sectores y los problemas que surgen entre ellos. De todas formas es una serie prescindible.

 

It’s a sin. Miniserie británica de 5 episodios de unos 45 minutos. La homosexualidad y el Sida en los ochenta representados por una serie de jóvenes que llegan a Londres buscando trabajo y, a veces, fama. Un primer capítulo en forma de comedia despista un poco porque enseguida empezarán los diferentes dramas. Bien interpretada y ambientada, aunque te quedas con la sensación de que casi todo lo que cuenta ya lo has visto más de una vez.

lunes, 24 de mayo de 2021

El trabajo de la mujer en las nuevas tecnológicas


Empezaré el comentario reproduciendo el extracto de la reseña de The Guardian que la editorial ha puesto, entre otros, en la solapa:

“Un meticuloso relato sobre desatados egos masculinos, espectaculares desigualdades económicas y el peaje psicológico que sufren las empleadas más jóvenes”.

Lo hago así porque creo que en muy pocas palabras queda perfectamente resumido lo mejor y lo peor del libro. Egos masculinos, desigualdades económicas (básicamente en lo que se refiere a los sueldos de las mujeres) y problemas de otro orden también para las mujeres; hasta aquí lo fundamental del retrato que hace Wiener del mundo de las empresas tecnológicas de Silicon Valley, pero también está esa meticulosidad que hace que muchas páginas de estas memorias noveladas resulten bastante aburridas y me atrevería a decir que prescindibles.

La autora trabajó varios años, a partir de los veinticinco, en varias startups de ese sector; en concreto en una de análisis y gestión de datos y en otra de código abierto, en ambas en el servicio de atención al cliente. En el libro nos cuenta sus experiencias y abre un poco más el foco para mostrar ese mundo del que no tiene precisamente una visión demasiado positiva como se puede ver en la cita reproducida.

Describe un mundo muy centrado en el dinero, en los deseos de ascenso social rápido, un mundo dominado por jóvenes blancos en el que las mujeres tienen no solo un papel subalterno, sino en el que tienen que padecer desde la misoginia hasta el sexismo y la cosificación pasando en algunos casos por los abusos sexuales.

En el libro no se nombra a ninguna empresa por su nombre y utiliza expresiones como: “la red social que todo el mundo odiaba” o “el gigante de los buscadores de internet” (evidentemente no son difíciles de adivinar). Tampoco aparecen apenas nombres propios sustituidos por expresiones del tipo: “el analista de datos“, “la responsable de producto” o el Ceo.

Wiener, que actualmente escribe en revistas sobre cultura tecnológica, tiene gran habilidad para describir ambientes, reuniones y personas con unos pocos rasgos, por eso me parece que resulta innecesaria la insistencia y la reiteración en algunos temas. Este libro con 100 páginas menos sería igual de interesante y se leería con mayor atención; de hecho yo he pasado sobrevolando por algunas páginas. Además, aunque no creo que esto afecte a lo dicho hasta ahora, yo soy por razones obvias fundamentalmente analógico y eso hace que me pierda algunas informaciones sobre el funcionamiento de las empresas; no obstante, creo que esto no afecta a lo que quiere transmitir la autora.

Como resumen diría que el libro tiene su punto y es hasta divertido en varios momentos, la acidez que destila es de las que a mí me gusta, pero sin embargo me ha costado cogerlo en más de una ocasión y esto es muy sintomático de que hay algo que no termina de funcionar.

Para terminar reproduzco dos fragmentos en los que se habla de dinero y del papel de la mujer en ese mundo.


“Yo nunca había estado en una sala con tan pocas mujeres, tanto dinero y tanta gente ansiosa por llevarse una parte. Era como presenciar una conversación entre dos cajeros automáticos”. (p. 74)

“No tenía ni idea de lo que era ser una mujer en el mundo de la tecnología cuyos talentos fueran respetados. Me decepcionó enterarme de que no difería demasiado de ser una mujer cuyos talentos no lo eran”. (p 198)

 

Dejo el enlace a dos reseñas bastante completas y más favorables al libro: la de Carmen López en eldiario.es y la de Alberto Olmos en elconfidencial.com.

 

 

 

Anna Wiener, Valle inquietante. Traducción Javier Calvo.

 

miércoles, 19 de mayo de 2021

Impresionante inicio


Esta es una de las pocas ocasiones en las que compro y leo un libro por lo que he escuchado en la radio. En este caso fue una entrevista de Carles Francino con la autora en la que descubrí a alguien que parece que tenía cosas que decir y, sobre todo, que parece que se había esforzado en decirlas de otra manera. No conocía a la autora ni había visto el libro en los estantes de las librerías a pesar de que ha vendido ya 35.000 ejemplares, algo poco habitual máxime si está editada, por cierto magníficamente, por una pequeña editorial. En esa entrevista me llamaron la atención algunas cosas que dijo Abreu. Así, comentó que había empezado a leer ya mayor (curioso en alguien que apenas tiene 26 años); también que en parte esto se debía a que en su casa no había ni libros ni tradición lectora (seguramente por la actividad profesional de sus padres); y, finalmente,  que practicaba el hiperrealismo, algo que yo conocía en pintura pero de lo que no había oído hablar en literatura.

Todo esto me provocó el interés suficiente para encargar el libro. Gran acierto porque estamos ante un texto muy diferente, no tanto por el fondo aunque hay aspectos que se tratan de una forma peculiar, como sobre todo por la forma, por el lenguaje.

Prefiero que sean las palabras de Álex de la Torre en su reseña para elperiodico.com las que hablen sobre este particular:

 

“(…) un debut volcánico el de Andrea Abreu (Tenerife, 1995) por la frescura, la inteligencia narrativa y el sortilegio que la autora realiza en la fragua del idioma.

(…) sin duda el gran hallazgo de Abreu radica en el prodigioso trabajo con el lenguaje. Con un oído musical absoluto para la oralidad, la escritora revienta las costuras de la gramática para trascenderla, en un zarandeo que le sienta muy bien al castellano, a veces, en la lengua literaria, demasiado envarado. En su prosa caben neologismos, préstamos directos del inglés ('foquin bitch', 'shit') y voces canarias (…)” (Subrayado en el original.)

 

Esta es la pequeña historia de la relación de dos amigas, dos niñas de 10 años, que son cuidadas por sus abuelas porque sus padres o no existen o tienen que trabajar duro para sobrevivir; dos niñas que están descubriendo la sexualidad (una, Isora, ya tiene la menstruación) y lo hacen a través de juegos eróticos, que incluyen masturbaciones y besos, entre ellas; que mantienen esas relaciones de dependencia que son típicas de esa edad. Dos niñas que juegan a cosas como criticar a alguien que se inventan o con unas “barbis” a las que les suceden muchas desgracias. Todo ello dentro de un ambiente social de cierta pobreza y marginalidad. Hay también otro personaje, Juanita Banana, (de hecho se llama Juanito) que es otro ser rechazado por su homosexualidad, un niño que suele llevar un balón de fútbol para disimular en una magnífica imagen lograda por la autora.

Temas que como dice Sabina Urraca, la editora del libro, en la introducción:

 

“(…) hay veces en que he llegado a pensar que Panza de burro no era un libro, sino más bien un largo y poderoso exabrupto, un estallido de emoción a las faldas de un volcán (…)”

 

Por lo dicho hasta aquí ya se puede comprender que estamos ante un libro cuya lectura es muy recomendable. En general se entiende bastante bien aunque a veces haya que repetir la frase un par de veces por los cambios que hace Abreu en la morfología de algunas palabras, pero son cambios que tienen mucho sentido. Un libro que emociona en muchos momentos y que seguro que no deja indiferente.

A mí me ha recordado por algunas cosas otro magnífico libro, también muy rompedor en varios aspectos, como es Lectura fácil de Cristina Morales. Dos ejemplos de mujeres extraordinariamente jóvenes que están aportando novedades interesantes a la literatura que se hace por aquí.

Además de la citada hay una buena y muy completa reseña de Santi en unlibroaldia.blogspot.com

 

 

Andrea Abreu, Panza de burro.

 

martes, 18 de mayo de 2021

Un magnífico acercamiento a la realidad del Tíbet

  

Esta periodista estadounidense ya nos sorprendió hace diez años con Querido líder, un magnífico texto sobre Corea del Norte en el que ya utilizaba el mismo sistema que en  este que ahora comento: la forma de narración que hace que a veces parezca que estamos ante una novela.

Dice Demick sobre el contenido del libro:

“Este es ante todo un libro de historia oral construido a partir de los recuerdos de tibetanos originarios de Ngawa”. (p. 371)

“Todas las personas, sucesos y diálogos son verídicos. En ningún caso he combinado rasgos y experiencias de varios personajes para crear uno imaginario, aunque sí he cambiado ciertos nombres para evitar represalias contra quienes tuvieron el valor de hablar con franqueza”. (p. 18)

La obra está dividida en cuatro partes organizadas cronológicamente. La primera, 1958-1976. La segunda, 1976-1989. La tercera, 1990-2013. La cuarta, 2014 hasta hoy. En cada una de ellas, basándose en una serie de personajes, nos va relatando cuál es la situación de la zona a la que ha dedicado su atención que es la parte más oriental del Tíbet, en concreto Ngawa, que está comprendida en varias provincias de la República Popular China.

La autora estuvo siete años, desde 2007, de corresponsal en Pekín de Los Angeles Times. En ese período realizó tres viajes de distinta duración a la zona citada, una zona bastante conflictiva en la que se produjeron las revueltas de 2008 y en la que se han producido también la mayoría de las más de 150 autoinmolaciones.

Los personajes elegidos para contar la historia a través de su peripecia vital son: Gorpon, la princesa hija del último rey de esa zona; Norbu, hijo de un “capitalista” y que se convierte él mismo en intermediario y comerciante; Tsegyam, profesor de escuela secundaria y luego secretario particular del Dalái Lama; Dongtuk, niño en 1990 que se hace monje y vive en el monasterio de Kirti de donde saldrán muchos de los que se autoinmolan; Pema, vendedora en el mercado de gran variedad de cosas y Tsepey, que canta y baila en distintos espectáculos. Los tres últimos participan en la revuelta de 2008 y también los tres acaban exiliados en la India, en una región en la que hay más de 100.000 tibetanos, incluido el Dalái Lama.

A todos ellos y a bastantes más ha entrevistado Demick tanto en Ngawa como en su exilio en el norte de la India. De esas entrevistas sale el núcleo fundamental de lo que se cuenta, pero, además, la autora contextualiza muy bien cada uno de los momentos y así tanto el Gran Salto como la Revolución cultural, aparecen no solo explicadas sino mostrando su funcionamiento en esa zona del Tíbet. Lo mismo pasa con el resto de los momentos de la historia china.

Todo lo que se cuenta es interesante y ayuda a entender lo que sucede en esa parte del mundo tan desconocida. Evidentemente, también es cierto que, en un libro de más de 400 páginas, ese interés depende un tanto también del personaje y de su peripecia vital, aunque creo que, en general, están muy bien seleccionados buscando variedad de profesiones y situaciones de partida.

Otro  de los grandes méritos de esta periodista es la capacidad narrativa que tiene de forma tal que, como ya decía antes, en muchos momentos parece que estamos más ante una novela que ante un libro de reportajes. Una novela, eso sí, en la que todo lo que se cuenta ha sucedido en la realidad. Algo que hace cierta esa afirmación que dice que “a veces la realidad supera a la ficción”.

La autora es bastante crítica con el régimen chino y su actuación en el Tíbet en general y en esa zona en particular como demuestra, por ejemplo, con la narración de la represión de las revueltas de 2008. Un régimen que hace cosas tan absurdas como:

“En 2007, el organismo estatal para asuntos religiosos promulgó un decreto que venía a decir que para reencarnarse era necesaria la previa autorización del Gobierno chino”. (p. 226-227)

La edición se completa con un buen glosario y un útil índice alfabético. Además, cada capítulo se abre con una fotografía de forma que podemos ver a la mayoría de los personajes protagonistas.

Hay que agradecer una vez más a la editorial Península la enorme labor que está haciendo para darnos a conocer estos magníficos textos a través de la colección Odiseas, colección que poco a poco voy leyendo y que ofrece libros tan magníficos como este.

 

Barbara Demick, Comerse a Buda. Vida y muerte del pueblo tibetano a manos del imperio chino. Traducción Pablo Sauras.

 

 

sábado, 15 de mayo de 2021

El Chile de Pinochet como trasfondo


Cuando hace dos meses terminé Poeta chileno, la primera novela que leía de Zambra, me di cuenta de que ahí había encontrado otro filón de buena literatura y que había que ir conociendo más de su obra. Es lo que he hecho con el libro que ahora comento.

Esta es una novela mucho más corta que la citada, apenas tiene 164 páginas, y está escrita mucho antes, en 2010, pero tiene una escritura tan buena ya y una construcción igualmente muy elaborada. Como dice Jordi Corominas en  revistadeletras.net:

“El poeta chileno ha tejido una novela con una estructura admirable y un contenido asombroso por valiente, original y comprometido”

Contenido que resume muy bien Francesc Bon en su reseña para  unlibroaldia.blogspot.com: 

“La amistad de dos niños esconde misterios sobre las personas que los rodean. Una historia fascinante por lo posible y por lo real, aderezada con la dosis exacta metaliteraria. El autor que se refleja y se incluye en la historia, que duda y que especula sobre el mejor modo de contarla. Con cada detalle que sugiere y retrata y con cada palabra en su justo lugar”. 

A esa relación dedica los capítulos primero, que se desarrolla en los momentos finales de la dictadura, y tercero, que sucede en 1995 pero en el que se vuelve de vez en cuando a los mismos momentos y pasajes que en el primero. En los otros dos aparece el mismo narrador con sus problemas tanto personales (separación), como profesionales, estos en concreto sobre la escritura de la novela haciendo verdadera metaliteratura con reconocimientos como el que sigue:

“Abandonamos un libro cuando comprendemos que no estaba para nosotros. De tanto querer leerlo creímos que nos correspondía escribirlo. Estábamos cansados de esperar que alguien escribiera el libro que queríamos leer”.

Y más adelante con una cita muy significativa de La promesa del alba de Romain Gary:

“En lugar de gritar, escribo libros”. (p.155) 

Hay bastantes referencias a la situación política tanto de la época de Pinochet como del momento de la escritura cuando sale elegido Piñera como nuevo presidente y antes también alguna sobre la época de la Concertación. Muy interesante resulta la visión de los padres del narrador que no eran pinochetistas, pero tampoco anti, es decir que pretendían mantener una cierta neutralidad, algo bastante difícil cuando la situación es tan extrema.

Buenos personajes, buena historia y buenas reflexiones sobre literatura que, unido a una buena escritura, hacen de la lectura de este libro una experiencia gratificante y animan a seguir indagando en la obra de este buen escritor chileno.

En mi caso particular a todo lo anterior se une que aparecen citados Tim O’Brien y Romain Gary, dos escritores que no son fáciles de encontrar en las páginas de un libro, y Natalia Ginzburg, esto es, tres escritores que me gustan muchísimo, así como el documental La batalla de Chile que tantas veces he visto y siempre con la misma, o mayor, emoción.

Para una mayor y mejor información sobre el contenido del libro remito a las dos buenas reseñas mencionadas anteriormente.

 

Alejandro Zambra, Formas de volver a casa.

 

 

viernes, 14 de mayo de 2021

Primer escritor lituano que leo


Es muy rara la publicación en España de autores procedentes de los países bálticos. De hecho yo solo conozco, aunque imagino que hay bastantes más traducidos, al estonio Jaan Kross del que he leído los tres libros que se han publicado y que me parece un magnífico escritor. Ahora llega el primer libro de este poeta, dramaturgo, actor y director lituano, un texto que fue considerado por The Times la Mejor Obra de Ficción Histórica de 2019.

El libro se basa en los testimonios recogidos por el autor sobre todo de una mujer que se puso en contacto con él cuando estaba preparando una película documental, que luego no se realizó, sobre los niños lobo, niños alemanes que intentaban salvar la vida en Lituania al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Dice Slepikas en el Epílogo que: 

“Gracias a ella descubrí muchos detalles y hechos que pueden parecer nimiedades, pero que son muy importantes para comprender el horror y la angustiosa desesperanza de esos días. Escuchando su relato me parecía estar viendo, oyendo y sintiendo a todas esas personas. Fue entonces cuando supe cómo debería escribir”. (p. 263) 

La novela, que se desarrolla en 1946,  se centra sobre todo en la familia de Eva y sus cinco hijos: tres chicas y dos chicos. Dos de ellas conseguirán después de muchos esfuerzos ser recogidas por familias campesinas lituanas y el mayor, Heinz,  primero aparecerá con comida obtenida en un viaje a Lituania, viaje que luego repetirá para seguir trayendo alimentos acompañado ahora  por el hijo de una vecina amiga de su madre.

La novela narra las vicisitudes de estos viajes y los problemas que se van encontrando los protagonistas. Previamente, hemos visto las penosas condiciones de vida de esas gentes de Prusia oriental una vez que la zona fue conquistada por el ejército ruso: frío, hambre y en algunos casos también sufriendo la violencia de los soldados. Tan penosas eran que se producen ventas de niños a campesinos lituanos porque no tienen con qué alimentarlos a ellos ni a sus hermanos.

A estas penalidades se van sumando las que les suceden a los niños y niñas en su recorrido por zonas de Lituania donde cuando parece que algo está a punto de resolverse, se vuelve a estropear o alguien muere. No obstante, sí que se producen varios casos de solidaridad por parte de los habitantes de la zona.

Todo ello está muy bien narrado, con una gran dinámica y con la construcción de buenas escenas y excelentes diálogos en lo que seguro que tiene que ver el hecho de que Slepikas sea dramaturgo.

Evidentemente, situaciones como las que se describen en el libro debió de haber a miles tras la guerra, como las hay tras cada conflicto. En este sentido no hay ninguna novedad en lo narrado; es algo que ya se ha contado en más de una ocasión. Lo más novedoso es la zona en la que se desarrolla y el tratarse exclusivamente de niños de muy corta edad.

Alvydas Slepikas, Bajo la sombra de los lobos. Traducción Margarita Santos Cuesta.

 

 

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Entre el ensayo y la ficción



Conocía a la autora por un libro que leí hace dos años y que estaba en las antípodas de este pues se trataba de un thriller, eso sí, muy bien escrito. Ahora se traduce este que en palabras de un medio sueco, Vasabladet:  “Crea un delicado equilibrio entre el ensayo, la autobiografía y la autoficción y encuentra su voz en el híbrido entre ambos registros”. (Reproducido por la editorial en la contraportada.) 

Equilibrio inestable me atrevería a añadir. Ramqvist cuenta en este libro su búsqueda de unos sucesos de 1541 en los que una mujer, Marguerite, fue expulsada de un barco junto con su criada y un marinero con el que, al parecer, había tenido una relación. El barco lo capitaneaba el tutor de Marguerite y la zona donde se los dejó abandonados es una isla en la costa nororiental del actual Canadá.

La autora se interesa por la historia y se dedica a una búsqueda de información en las pocas fuentes que existen de esos hechos. Para ello viajará a París y luego al castillo del caballero que capitaneaba el barco. También irá a Nueva York para indagar en sus bibliotecas y lo mismo a California.

En esos viajes le acompaña su hija lo que le da pie a mostrar algunos aspectos autobiográficos y a algunas reflexiones sobre la familia, aunque el núcleo fundamental de sus reflexiones está centrado en la escritura y en el  complejo proceso de creación. Un ejemplo:

 

“Escribir era una forma de explorar lo humano, de investigar esa vida en la que todo el mundo parecía participar; al mismo tiempo, era un modo de librarse de ella, de no tener que necesitar a otros y obedecer las mismas leyes implacables que todo el mundo obedece, y que regula la pérdida y la vulnerabilidad. Sin embargo, también era una forma de no tener que ser mujer; de ver, en lugar de que me vieran. Gracias a la escritura podía visitar los lugares que me viniera en gana impunemente y sin ser vista, en ocasiones; lugares físicos y emocionales, los escenarios de las experiencias, sin tener que estar allí de verdad, sin tener que someterme a las normas que regían en ellos, puesto que no les debía lealtad”. (p. 84-85)

 

Antes hablaba de equilibrio inestable entre los diferentes elementos del texto. El libro tiene un aspecto que no solo es original, sino que es muy atractivo: consiste en que Ramqvist va dando a conocer la historia de Margurite a la manera de un escultor cuando obtiene la figura que desea: “sacándola” de un bloque de piedra, esto es, que al final llegamos a saber lo que la autora llegó a saber, pero nos lo va mostrando en pequeñas dosis. Esto es algo interesante y que está muy bien desarrollado a lo largo del libro, pero tiene un problema, al menos en mi opinión, que es el excesivo espacio que dedica al análisis y crítica de las diferentes fuentes que maneja. Esto ocupa una buena parte del centro de la novela y resulta por momentos tedioso, aburrido y carente de interés. Es el típico trabajo que hace cualquier investigador sea historiador o periodista, pero creo que es muy excesivo contado en un libro como este.

En ese proceso de indagación, además, a veces hay referencias a temas que el lector aún desconoce por esa forma que ha elegido la autora de darnos a conocer lo que le sucedió a la protagonista.

Por todo lo dicho, el libro me parece bastante irregular. Hay partes que se leen con verdadero interés, momentos emocionantes cuando empezamos a atisbar qué pasó y por qué, reflexiones oportunas sobre el proceso de la creación literaria, algún apunte también interesante sobre trabajo y familia, etc., pero también otros que resultan bastante prescindibles y en los que es fácil que el lector pueda llegar a perderse, al menos a mí me ha pasado.

Quizá algo de esto tenga que ver con esta afirmación de la autora:

“Yo era una mujer que dedicaba sus días a pensar en otra mujer y en el modo en que esa otra mujer pensaba en un hombre. Para mí se había convertido en algo normal.”. (p. 209) 

Este cierto carácter obsesivo es el que se transmite al comentar las fuentes.

Para terminar el comentario quiero reproducir un fragmento que me ha llamado la atención por lo bien que expresa algo que siempre he sentido cuando he visto reproducciones de mapas antiguos:


“Recordaba que siempre quise saber cómo habrían procedido los primeros cartógrafos. ¿Cómo podían forjarse una imagen tan clara de la tierra? Aún resultaba difícil comprender cómo estaba organizado todo, los territorio y los mares y las islas y las cadenas montañosas, y daba vértigo pensar en cómo quienes todavía teníamos posibilidad de movernos a nuestro antojo podíamos desplazarnos por todos esos territorios a toda velocidad”. (p. 132-133)


Por cierto, es un libro que está muy en la línea de lo que hace Javier Cercas con la única diferencia, quizá, que aquí el objeto de estudio es algo sucedido en el siglo XVI y Cercas trabaja sobre cosas y casos más recientes, pero su trabajo es muy parecido.

 

 Karolina Ramqvist, La cazadora de osos. Traducción Carmen Montes Cano.

 

 

viernes, 7 de mayo de 2021

Otro buen Premio Alfaguara


No hace ni dos semanas que hacía el comentario de un libro anterior, La perra, donde ya destacaba la buena escritura de Quintana. Con Los abismos ha obtenido el Premio Alfaguara de novela, un premio que tiene entre sus ganadores a una parte importante de los mejores escritores en castellano que, no creo que por casualidad, están en su mayoría al otro lado del Atlántico, como es, por cierto, el caso de la colombiana Pilar Quintana.

En esta novela nos muestra una serie de realidades a través de los ojos de una niña de ocho años que apenas tiene relación con sus padres, por la ausencia casi permanente de él y el desapego de ella. Un matrimonio muy descompensado por la edad pero también por otras cosas y en el que, además, se producirá el adulterio de la mujer con su cuñado. El principal apoyo que tiene Claudia, la niña, es Paulina, una muñeca de trapo. Hay otros personajes que tienen también su importancia como su tía Amelia, la mujer del que comete adulterio, o Rebeca y Gloria Inés, dos amigas de su madre.

En la novela aparecen temas importantes como el suicidio, casi protagonista en una de las cuatro partes en que se divide la novela, los desórdenes alimenticios, la bebida,  la depresión (ocultada por la madre tras una rinitis) o el adulterio. Y, lógicamente, respondiendo al título también hay diferentes abismos que resume muy bien Claudia Sterling en su reseña en pulzo.com: 

Es tan abismo un edificio, una escalera, una pesadilla, la bebida, la infidelidad un vacío interior, como los despeñaderos reales que rodean la ciudad de Cali o la finca de las O´Brien.”

Pero si es interesante lo que se cuenta, más lo es la forma de hacerlo a través de una prosa sencilla y realista o “sutil y luminosa”, según el acta del jurado que le otorgó el premio; con una narración que fluye naturalmente y unos diálogos muy logrados y, por encima de todo, por lo extraordinariamente bien captado que está el tono y la psicología de la niña narradora y protagonista total de la novela.

Si en el comentario sobre La perra destacaba lo bien conseguida que estaba la atmósfera, aquí creo que hay que destacar la gran creación que supone la mirada de esa niña y, a partir de ella, sus dudas, sus preguntas, sus angustias, etc.

En definitiva, una buena novela de una buena escritora de la que no creo que pase mucho tiempo antes de publicarse en España alguna otra de las ya publicadas en su país.

Acabo de darme cuenta de que las últimas cuatro novelas que he leído y comentado en el blog corresponden a libros de escritoras, lo mismo que el que estoy leyendo en estos momentos. No sé si será una casualidad o algo que se produce porque estamos ante un auge de la literatura escrita por mujeres. Desde luego yo cuando compro un libro no me fijo en el sexo del autor ni, mucho menos, tengo previsto ningún tipo de cuota.

 

Pilar Quintana, Los abismos.

 

 

miércoles, 5 de mayo de 2021

Slimani amplía su registro


Con esta novela Slimani ha dado un importante giro e impulso a su carrera literaria. Hasta ahora había publicado dos novelas bastante cortas aunque con una ganó nada menos que el prestigioso Premio Goncourt. También un interesante ensayo sobre la sexualidad en Marruecos. Ahora inicia una trilogía con la que pretende narrar una saga familiar, parece ser que con mucho contenido autobiográfico, que abarca desde la segunda mitad del siglo pasado hasta casi la actualidad.

Este primer libro de la serie se inicia en 1947 con la llegada a Marruecos de la familia y transcurre sobre todo en los años 1953 a 1955, justo antes de la independencia que se produjo en 1956. Para contar la historia se sirve de una interesante galería de personajes entre los que destacan: Mathilde, una alsaciana que se enamora en 1944 de Amín, un soldado de las tropas coloniales marroquíes presentes en Francia, con el que se casa; Aicha, la hija de ambos; Omar y Selma, los hermanos de Amín y Muilala, su madre; también un médico y su mujer, ambos europeos.

Una vez casados se van a vivir al norte de Marruecos en la zona rural bereber de la ciudad de Meknés (Mequinez). Allí Mathilde tendrá que enfrentarse a una difícil asimilación en una cultura, tradiciones y formas de vida muy diferentes desde, además, una situación económica muy complicada. Aicha tendrá también problemas de integración en su colegio, un colegio francés en la que se siente desplazada por ser hija de un moro (utilizo este término, que nunca me ha gustado, porque en la novela también se hace). Amín trabaja hasta la extenuación para sacar adelante a la familia y lograr una buena posición económica, pero descuida otros aspectos lo que llevará a problemas familiares. Su hermano Omar es un activista nacionalista y su hermana Selma una rebelde con la situación de la mujer en el país.

En un libro de 433 páginas pasan evidentemente muchas cosas porque, además, Slimani ha escrito una novela muy tradicional, es decir, muy narrativa, manteniendo siempre la cronología salvo algún pequeño recuerdo; una novela en la que tenemos que saber qué están haciendo y qué les está pasando a los protagonistas, pero también cómo lo están viviendo interiormente.

Como dice Lourdes Ventura en elcultural.com: “La autora francomarroquí tiene a veces un tono de romanticismo controlado y el alma de los personajes se desvela mediante una escritura donde la pasión y la contención encuentran su punto exacto”.

No sería Slimani si no dedicara su espacio a denunciar la situación de la mujer en ese mundo. En los dos fragmentos que reproduzco se pueden observar dos aspectos de esa situación: lo que se esperaba de las mujeres y lo que sucedía si no se cumplían las expectativas: 


“Quería una esposa que se pareciera a su madre, que lo comprendiese sin necesidad de palabras, que tuviera la paciencia y la abnegación de los suyos, un pueblo que habla poco y trabaja mucho. Una mujer que lo esperara en casa, silenciosa y entregada, que lo observara comer y en ello hallara toda su felicidad y gloria”. (p. 131) 

“Aicha ya había visto mujeres con la cara amoratada. A algunas madres con los ojos hinchados, la mejilla violeta, el labio partido. En esa época incluso creyó que el maquillaje servía para eso. Para disimular los golpes de los hombres”. (p. 377)

 

Pero también carga contra la colonización o, para ser más precisos, contra la actuación de muchos colonos:


“A veces quería ganarse la confianza de los europeos con los que trataba: Había intentado convencerlos de que él era diferente, no era un falso, ni un fatalista, ni un vago, que eran los calificativos que los colonos empleaban para referirse a los marroquíes”. (p. 321) (Se refiere a Amín.)

 

 En este aspecto está muy bien tratado todo lo que se refiere a la educación que se daba en el colegio francés y, como decía antes,  al comportamiento de la mayoría de las familias con Aicha. 

Otro tema también importante es la mala situación económica del mundo rural y la miseria de muchos campesinos.

Una  novela que gustará a quien disfrute con las buenas historias contadas a la manera tradicional y las historias con personajes de carne y hueso. Gustará menos, claro, a quienes busquen originalidad y unas técnicas narrativas más modernas.

Es una novela muy de momentos y que ayuda a conocer cómo era un país que está a apenas 14 kilómetros de la Península y que es, junto con Portugal, otro gran desconocido.

 

Leila Slimani, El país de los otros. Traducción Malika Embarek López.

 

 

 

 

lunes, 3 de mayo de 2021

Una personal visión de Jerusalén



Hay libros que se compran por el autor porque ya se le conoce de obras anteriores y nos ofrece garantías. En mi caso solo con ver en un libro el nombre de varios periodistas que se dedican al reportaje voy directo a la caja, sin mirar ni siquiera el título. Ayestaran es uno de ellos. En este caso el tema del libro no me interesaba especialmente, pero quería ver lo que contaba el autor del que sí sabía que vivía allí con su familia desde hace años.

Ayestaran ha hecho un texto bastante peculiar y difícil de clasificar. Tiene parte de guía turística, de reportaje sobre sus habitantes, de explicación de la situación sociopolítica, de historia y mucho de su sentimiento por la ciudad a la que, como dice en el apartado de Agradecimientos, ama por lo mucho que le ha dado a él y a su familia.

El libro está dividido en siete capítulos: uno a la zona Extramuros, cuatro a los diferentes barrios, otro a los tres Lugares Santos y el último a la situación de Oriente Medio en general.

Lógicamente, el núcleo y la parte más importante es la dedicada a los cuatro barrios que forman la Ciudad Vieja. Ayestaran los recorre y nos los muestra charlando con personajes que los pueblan. Así:

En el Musulmán habla con el dueño de un restaurante dedicado al humus, con el de una tienda de café, con el de otra de alquiler de cruces, con el de una gran librería o, incluso, con colonos judíos que viven entre musulmanes.

En el Cristiano, con el dueño del Hotel Imperial, con un tatuador de tatuajes religiosos, con el que lleva una galería de arte, con un anticuario, con un estadounidense que vive imitando la vida de Jesús o con las monjas que llevan el Colegio español.

En el Armenio, con un sacerdote, con ceramistas o con un cura sirio-ortodoxo que es todo un personaje.

En el Judío, con gente de distintas comunidades como los jeradíes, caraítas o samaritanos, con un rabino que va a la plaza para enseñar judaísmo a los judíos, con Virginia, una española de Toledo que ha pasado ya por dos conversiones, con un policía y con una ONG que denuncia la politización de la arqueología.

El capítulo dedicado a los Santos lugares también está organizado con la participación de un franciscano, un almuédano, un doctor de historia palestino y un rabino.

Me he extendido un tanto para que se aprecie el tipo de libro que ha compuesto Ayestaran quien, por lo general, se limita a narrar el recorrido hasta cada lugar y luego da la palabra a su entrevistado y solo de vez en cuando da su visión o su opinión.

Un ejemplo de lo primero bien podría ser el siguiente diálogo:

“- Mahmud, todos los policías son negros – le digo al ver a los agentes allí desplegados.

-Son los peores, hermanos llegados de Etiopía, judíos, y nos tratan mucho peor que el resto, por eso les ponen aquí – responde acelerando el paso ante los uniformados-, ellos sufren el racismo dentro de la sociedad israelí por ser negros y nosotros lo pagamos con su racismo religiosos por ser musulmanes”. (p. 56)

Mientras que el siguiente fragmento lo es de la visión del autor:

“Si los israelíes quieren toda la tierra y ser a la vez un Estado democrático, este estado no será judío. Si, por el contrario, buscan crear un Estado judío en todo el territorio, este no podrá ser democrático”. (p. 216)

Evidentemente, en un libro así hay momentos y temas que son más interesantes y otros, pocos, algo menos. Sí tengo que reconocer que yo como ateo y anticlerical visceral y racional, he encontrado muchos motivos para mantenerme en ello. Por un lado, la inflación de “religiosidad” que se da en esa ciudad resulta un tanto absurda, como lo es que cada una de las tres “religiones del libro” reclame partes de los diferentes lugares. Por otro, ver los enfrentamientos religiosos entre la reducida comunidad armenia o las peleas a puñetazos entre miembros de una misma religión, no animan precisamente a creer que se trate de algo muy positivo. Pero, claro, reconozco que mi mirada es algo o bastante tendenciosa.

El libro, como no podía ser de otra manera, está muy bien escrito, tiene agilidad, pero se debe leer poco a poco, sin darse atracones.

Una lectura interesante y recomendable.

 

Mikel Ayestaran, Jerusalén, santa y cautiva. Desde el corazón de la Ciudad Vieja a la eternidad.