viernes, 31 de agosto de 2018

Tras el paso del Estado Islámico



Me gustó mucho el anterior libro de Ayestaran, un periodista que desconocía totalmente hasta que apareció en Salvados con Jordi Évole. Me gustó el libro porque dice las cosas con claridad, se compromete en sus opiniones y, sobre todo, porque parece un buen tipo (no quiero insistir en la idea del gran Kapuscinski).
En este libro lo demuestra otra vez. Valgan estos ejemplos:

El circo se pone en marcha, y los periodistas somos los payasos en busca de nuestro minuto de gloria,  nuestro gran reportaje que nos lleve a ganar premios o a escribir libros por contar el sufrimiento de cientos de miles de personas. Imposible ponerse en su lugar. Lo intento, pero es realmente imposible. Empieza el desfile de cascos y de chalecos antibala con la palabra Press para hacerse la foto o grabar la entradilla ente la cámara.” (p. 50)

 “Enciendo la cámara y pronto se me saltan las lágrimas. Aunque la máquina puede parecer un escudo en algunas circunstancias, el corazón termina venciendo a la cabeza y hay instantes en que la emoción te puede.” (p. 100)

“Periodistas, periodistas… no valemos para nada. Esta gente lo que necesita son médicos y enfermeras, no cámaras que vengan a mostrar su deplorable situación. Apago la mía, dejo a un lado el puto cuaderno de notas donde he anotado todas sus miserias y me siento con Muhatma. Le doy la mano: siento sus dedos rugosos y sucios.
(A continuación relata cómo les hace juegos de magia.)
Al final son estos pequeños instantes de vida los que recuerdo y me hacen llorar de emoción, no los que recojo a través de la lente o en mi colección interminable de Moleskine, que se convertirán en productos de consumo para los medios.”(p. 166-167)

““A Occidente le preocupan más las piedras que las personas” La frase de Abu Samir me tortura.” (p. 82)
Solamente alguien con sensibilidad puede escribir cosas así; y solamente alguien con sensibilidad puede escribir un libro así, un libro que transmita emociones y no solo conocimientos, un libro que conmueva al lector, que no le deje impasible ante un cúmulo de informaciones por muy relevantes e interesantes que sean. Al menos yo leo sobre estos temas con esa intención. Y puestos a citar, valga también esta otra declaración del autor:

“No hay nada mejor que escribir en caliente: escritura automática que te sale de lo más hondo. Es mejor no releer, vomitar todo lo que tienes dentro y liberarte. Durante todo el año ya tengo días y días de escritura reposada, de “reportajes” con mil fuentes y sesudos analistas, pero uno no entra todos los días en Mosul.” (p. 102)

Dicho todo lo anterior, haré un breve comentario del contenido concreto del libro.  Ayestaran hace un recorrido presencial por algunos lugares ya liberados que han estado bajo el gobierno, o bajo el poder, del Estado Islámico. No se trata de conocer los porqués de ese grupo, ni de darnos a conocer su ideología, sino de enseñar el rastro que deja a su paso; y este resulta desolador. Destrucción y crímenes de todo tipo. La información la extrae de testigos presenciales con los que conversa, de sus fixers y conductores que tienen gran presencia en el libro e incluso de alguna entrevista en Gaza y Bagdad con gente cercana al EI porque como él mismo afirma:

“Personalmente,  creo que hay que conocer cómo piensa el enemigo, y privar a los lectores de estos testimonios no es justo, pues les impide conocer mejor el alcance del monstruo al que nos enfrentamos.” (p. 118)

De los muchos ejemplos que podría poner sobre la represión del EI, dejo el siguiente no por la dureza sino por lo significativo de las “faltas” que cometió:

 “A este vendedor de faláfel le sancionaron porque le vieron  hablando con una mujer a menos de cuatro metros de distancia. En otra ocasión fue por fumar, y también sancionado por exponer los tomates junto  a los pepinos.” (p. 214-215)

Aparte del primer capítulo que me ha parecido un tanto complicado de seguir y que me ha recordado alguno de los libros que he leído sobre el EI, como el de Javier Martín, por lo complejo de su desarrollo, en el libro además de todo lo dicho hasta ahora he encontrado informaciones que o bien desconocía o no las tenía muy presentes. Así, el interés que pueda tener Israel en la existencia del EI para facilitar apoyos en su lucha contra Irán; la existencia de campos de acogida -él escribe sobre el de Tikrit-, de familiares de miembros del EI para evitar las represalias contra ellos; la matanza de Speicher o, en otro orden de cosas muy diferente, el hecho de que el fútbol pueda facilitar la obtención de un visado.
En fin, solo una pequeña muestra de las muchas cosas que ofrece este magnífico libro que, además, resulta muy visual. No sé si se deberá a la influencia del programa de Salvados en el que vi a Ayestarán mostrando zonas devastadas, pero lo cierto es que hay muchos momentos en el libro que he tenido la sensación de estar sobre el terreno acompañando al autor.
Un libro algo más que recomendable.
Hay dos entrevistas interesantes en las que se amplían algunos temas: con Andrés Seoane en elcultural.com y con Javier Biosca en eldiario.es.


Mikel Ayestaran, Las cenizas del califato. De las garras del Estado Islámico a la supervivencia.

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