miércoles, 19 de agosto de 2020

Esperando más traducciones




Hace apenas unos meses comentaba en el blog el libro La vida sin maquillaje que es, precisamente, la continuación de estas memorias. En el comentario decía que esperaba una pronta traducción de alguna obra de ficción de la autora. Ahora, tras leer esta primera parte de esas memorias,  tengo que reiterar ese deseo que parece ser que va a ser pronto satisfecho por la misma editorial, Impedimenta, que ha publicado ambos libros.
Este libro tiene como subtítulo Cuentos verdaderos de mi infancia, lo que da una buena idea de en qué consiste: La narración de su vida desde su nacimiento en 1937 como octava hija de un matrimonio de negros en la isla de Guadalupe, uno de los territorios de ultramar franceses, hasta el inicio de sus estudios en Francia, es decir, su infancia, pero también su adolescencia y parte de su juventud.
Evidentemente, la parte de su infancia tiene muchos elementos más propios del cuento que de la autobiografía y, creo, de ahí el subtítulo. Sea como sea, el libro se compone de diecisiete relatos en los que van apareciendo los distintos momentos de su vida y los principales personajes entre los que ocupa un lugar predominante su madre y en un plano algo inferior su hermano mayor.
La familia de Condé, con su padre funcionario y su madre profesora,  pertenecía a la burguesía de la colonia como deja constancia en el siguiente fragmento:

“De acuerdo con la rígida geografía social de aquel tiempo, las regiones de Trois-Rivières, Gourbeyre y Basse-Terre pertenecían  a los mulatos. Saint- Claude y Matouba eran los feudos de los terratenientes blancos, que se los disputaban con los hindúes Mis padres, por su parte, tenían su sitio en Grande-Terre. Allí donde los negros habían evolucionado, donde habían conquistado la política y demás ámbitos.” (p. 137-138)

Burguesía cuya vida y aspiraciones la autora refleja muy bien en las páginas del libro sobre todo a través de la visión de su padre. Es una burguesía negra pero muy prooccidental. Algo que es muy interesante para entender mejor la vida y las ideas de Condé tal y como quedan recogidas en el segundo volumen de las memorias que abarca aproximadamente el período que va de 1957 a 1967, cuando la escritora estuvo residiendo en África.
El libro tiene un estilo narrativo tradicional en el que hay que destacar la gran fluidez con la que la autora va narrando las distintas peripecias y la atención a los pequeños detalles que enseñan muchos de algunos personajes y situaciones.
Me ha extrañado la poca presencia del resto de sus hermanos y hermanas salvo un poco en los últimos capítulos. Extrañado porque parece lógico pensar que tuvieron que influir lo suficiente, para bien y para mal, en su vida para que esa presencia fuera mayor. Un dato interesante es que su madre la tuvo con 43 años y su padre tenía 63.
No es un libro de grandes aportaciones, pero sí que ayuda a conocer una sociedad de la que es muy escasa, por no decir nula, la información que se tiene. Además, todo viene de la mano de una gran escritora –le dieron el Premio Nobel Alternativo de Literatura en 2018, y de alguien que es capaz de decir de ella misma cosas como la siguiente:

“A los quince años, me miraba en el espejo y me encontraba fea. Fea a rabiar. Para rematar un cuerpo tieso como una vara sin fin, aquella cara mía, triste y hermética. Ojos prácticamente cerrados. Pelo escaso y mal peinado. Sonrisa inexistente. Por todo adorno, un cutis de terciopelo que el acné no se atrevía a destrozar.” (p. 146)

Libro recomendable por el buen rato que hace pasar y uno de esos textos que dejan al lector con ganas de que hubiese sido más extenso.
Hay una buena y muy completa reseña de Begoña Méndez en elcultural.com.


Maryse Condé, Corazón que ríe, corazón que llora. Traducción Martha Asunción Alonso.



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