lunes, 24 de agosto de 2020

Novelón




Desde luego la literatura en castellano tiene en Sudamérica en general y en  México en particular un buen lugar de desarrollo. En la lista de los premios de novela que otorga la editorial Alfaguara es altísimo el porcentaje de escritores de ese continente y, entre ellos, varios mexicanos como el autor del libro que comento.
Dice el Jurado del premio de este año en su explicación del fallo:

“Salvar el fuego es una novela polifónica que narra con intensidad y con excepcional dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles. El autor se sirve tanto de una extraordinaria fuerza visual como de la creación y reinvención del lenguaje coloquial para lograr una obra de inquietante verosimilitud”

Estamos ante una historia de amor que, aunque parece difícil de aceptar en un primer momento, poco a poco termina resultando verosímil. Historia de amor entre dos personas, Marina y José Cuauhtémoc, de muy diferente extracción social y momento vital. Ella felizmente casada y con tres hijos, tiene también una buena carrera como bailarina y coreógrafa; él está en la cárcel cumpliendo una condena de cincuenta años por homicidio y antes había cumplido otra de quince por el mismo motivo. Bien diferentes pues y sin embargo…
La novela está narrada a partir de tres perspectivas distintas. Por un lado, Marina va narrando en primera persona su peripecia vital antes y durante la relación. La historia de José se narra en tercera persona. Además, el hermano mayor de él, Francisco, va contándole al padre muerto, un intelectual indígena defensor de la causa del pueblo originario, cuál ha sido su penoso comportamiento con los hijos y la mujer. Para completar el cuadro, de vez en cuando aparecen textos de reclusos que, suponemos, se corresponden con sus trabajos en un taller de escritura que se hace en la cárcel.
En cada una de esas perspectivas el lenguaje es diferente y en particular llama la atención el que emplea el autor cuando cuenta la historia de José que, aunque no siempre se entienda todo, resulta tremendamente rico en sus expresiones y muy explicativo de la situación social de sus hablantes.
Decía antes que estamos ante una gran historia de amor, pero de una historia que se desarrolla en un país muy convulso y del que Arriaga critica bastantes cosas. Así, una policía a la que se compra fácilmente; exmilitares trabajando con los narcos; un ambiente carcelario de gran dureza en el que también hay lugar para la corrupción; una sociedad muy desigual que se manifiesta hasta en el diferente trato que se recibe en la cárcel según la posición social; una burocracia lenta salvo que se la “engrase” debidamente y, finalmente, un líder del sindicato de maestros que vive en una gran mansión como ejemplo de hasta dónde llega la corrupción.
Un ejemplo de algo de esto es el siguiente fragmento que corresponde a un momento de la narración hecha por Marina:

“La esquizofrenia nacional. México fue equivocadamente adjetivado como un país surrealista. Nada más lejos de ello. Es un país hiperrealista, donde hasta los mínimos detalles se magnifican. Un país con propensión a los extremos. Y mientras la mayoría de la población lidia con una lucha cotidiana por subsistir, mis hijos y sus compañeritos asistían a clase de música, de inglés, de francés y practicaban deportes elitistas. Mis niños crecían tan en la pendeja como había crecido yo, encapsulados para no contaminarnos de ese país paralelo teñido de miseria, impunidad, corrupción y abusos.” (p 483)

También es muy interesante el tema del indigenismo tal y como lo plantea Arriaga a partir del personaje de Ceferino, el padre de José. Se trata de un personaje muy negativo por lo que hace al trato que da a su familia, pero que al mismo tiempo es alguien muy formado y que pretende que sus hijos lo estén para defender sus orígenes.
Es muy significativo el siguiente fragmento  que narra Francisco de una conversación con una indígena: (A mí me ha traído a la mente algunas cosas que se plantean hoy en nuestro país)

“En náhuatl le revelé que mi padre también provenía de la sierra. Ella soltó una risilla: “Usté me va a perdonar, pero apenas entiendo lo que dice. A nosotros ya no nos gusta hablar la lengua mexicana” ¿Cuánto se perdió en el camino para que esa mujer se haya alienado de su idioma y por tanto, de su identidad? Tú la hubieras reprendido: La lengua es el último baluarte de la resistencia” (p. 368)

Dice Arriaga en una interesante entrevista con Enrique Clemente en lavozdegalicia.es: “Me gustan los escritores que hieren y sanan, que escriben con las entrañas”.
Desde luego él escribe con las entrañas y hace que el lector quede atrapado en el libro de tal manera que, aunque yo suelo compartir la lectura de dos o tres libros y en este caso uno de ellos me interesa muchísimo, me he centrado solo en la novela porque necesitaba saber qué iba a pasar con sus protagonistas.
Se ha dicho que al leer la novela se adivina una película. Es posible dado que, además, su autor en un afamado director de cine. Sin embargo yo creo que no será fácil llevar a la pantalla algunos aspectos del libro que son fundamentales.
Una novela que, como ya he dicho, atrapa siempre que te dejes llevar por una historia que al principio sobre todo no resulta fácil aceptar. Un libro que está entre lo mejor que he leído este año.

Guillermo Arriaga, Salvar el fuego.


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