Al final de mi comentario sobre el
anterior libro publicado de Aitmátov, Yamilia, dejaba constancia del
deseo de que la editorial se animase a traducir más obra de este magnífico
escritor kirguiso. Pues bien, aquí está la segunda publicación, muy diferente
en contenido y, sobre todo, en extensión a la anterior ya que se trata de una
novela de nada menos que 557 páginas.
En principio el tema parece fácil de
enunciar: en un apartadero del ferrocarril en un lugar remoto de la estepa
kazaka muere uno de los trabajadores y Ediguèi, el protagonista de la novela y su
mejor amigo, pone en marcha todo lo necesario para llevarlo a enterrar a un
legendario cementerio. Ahora bien, a lo largo del recorrido, Ediguèi va
rememorando momentos de su vida pasada como la posguerra o el estalinismo entre
otros, así como sus relaciones con una serie de personajes como el fallecido o
también con otro que fue detenido por la policía en la época estalinista por
escribir sobre su propia vida.
Además de esta historia Aitmátov, de una
manera algo sorprendente, introduce otras dos bien diferentes. Por un lado, una
de ciencia-ficción en la que dos cosmonautas, uno estadounidense y otro
soviético, estando en una misión conjunta de ambos países, entran en contacto
con extraterrestres y, por otro lado, hacia la mitad del libro dedica una buena
extensión a escribir sobre Gengis Kan y su avance para conquistar nuevos
territorios. Si bien esta segunda me ha resultado interesante, tengo que
reconocer que la otra me ha dejado muy descolocado.
La edición que se ha traducido es la
publicada en 1980 pues, por lo que dice la editorial, el autor hizo varias en
las que quitaba o añadía fragmentos. De hecho esta tiene un añadido pues fecha
el teórico último capítulo en 1980 y añade otro que fecha en 2002. No me
extrañaría que por aquí estén pululando páginas de esos dos temas un tanto
marginales.
A mí la historia que me ha hecho disfrutar
más es la del entierro y todo lo que cuenta de la vida anterior. Hay muchos
aspectos etnológicos de la vida en esas zonas tan alejadas y con clima tan
duro. Especial mención merecen todas las referencias a los camellos en general
y al del protagonista en particular que en algunos momentos se convierte él
también en verdadero protagonista.
Aitmátov es un magnífico narrador y un escritor dotado de gran sensibilidad que se aprecia especialmente en cómo trata a sus personajes. Por otra parte, no deja pasar la ocasión para criticar al régimen de su país y principalmente al estalinismo. Así, por ejemplo, el siguiente fragmento, aunque se refiere a Gengis Kan, creo que tiene una segunda intención:
“(…) una sed indestructible y posesiva de poder, mayor cuanto más poder poseía, y de aquí se desprendía inevitablemente una conclusión absoluta: solo era necesario aquello que le convenía a su poder de objetivos crecientes, y lo que no respondía a esto no tenía derecho a la existencia”. (p. 300)
Una lectura
recomendable aunque creo que es mejor acercarse al autor por Yamilia y
luego continuar por esta.
Hay una buena y muy
completa reseña de Koldo en unlibroaldia.blogspot.com.
Chinguiz Aitmátov, Más
de un siglo se alarga el día. Traducción Marta Sánchez-Nieves Fernández.
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