Vaya por delante que
Padura es uno de esos escritores con los que disfruto mucho tanto por lo que
cuentan como por cómo lo cuentan. Sus historias y sus personajes son de los que
me llegan. Sus libros son de esos que me resulta difícil dejar porque siempre
quiero saber qué es lo que va a pasar a continuación, entendiendo ese pasar no
como acción sino que en la mayoría de los casos se trata de una conversación, porque,
y esa es otra característica del autor, sus personajes hablan mucho y suelen
decir cosas interesantes.
A propósito de esta novela afirma Padura:
“Esta novela, que se nutre de hechos tan teales como un parricidio cometido por alguien cercano y también intenta hablar de ese destino lamentable e ingrato de tanta gente de mi generación en Cuba, es o pretende ser, de algún modo, un homenaje a mis contemporáneos (…)” (p. 377)
No contaré apenas nada
del contenido porque, para quien tenga interés, dejaré al final del comentario
los enlaces a dos buenas reseñas. Sí decir que el parricida va a salir de la
cárcel después de muchos años y eso supone cierta movilización de la gente,
familiares y amigos, que están fuera.
Se trata de un conjunto
de personajes que, más allá de la exaltación de la amistad que supone la
novela, están llenos de frustraciones, fracasos, cesiones, etc. y de haber
tenido solo algunos momentos de verdadera satisfacción en sus vidas, unas vidas
marcadas por el contexto de la situación económica y política del país. Solo
dos personajes tienen una situación diferente y son, precisamente, las hijas de
dos de los protagonistas que viven fuera de Cuba, una en España y otra en
Estados Unidos.
Padura en sus textos es
siempre muy crítico con el régimen cubano, pero nunca le había visto tanto como
en este libro en el que desde el primer capítulo va soltando pullas
permanentemente y en el que en el capítulo 9 hace un repaso brutal a la
historia reciente.
En una de las reseñas
que luego citaré se dice que todo está en otros libros del autor. Puede ser,
desde luego a mí me ha recordado mucho el Regreso a ïtaca en el que creo
que están la mayoría de los elementos críticos que se mencionan en este.
Me ha gustado cómo se plantea en una de las reseñas la forma de reflejar la realidad por parte del autor en un fragmento como el siguiente:
“Si hay un sello paduriano es la sociología del detalle. Sus novelas son atlas de lo cotidiano: luces que se apagan, colas que enseñan la paciencia como virtud obligada, amistades que sobreviven a base de silencio. Morir en la arena recoge esa cartografía con solvencia: la ciudad se lee en las grietas de una fachada, en la costura de un recuerdo, en la manera en que los personajes recompensan o traicionan viejas lealtades”. (urbanbeatcontenidos.es)
Esta reseña tiene una
breve introducción poco complaciente con Padura persona. Tampoco resulta
demasiado positiva con la novela la de Jorge de Armas en hypermediamagazine.com.
A mí la obra me ha
gustado mucho, me ha tenido pegado el libro, que tiene 375 páginas, varias
horas y me ha hecho plantearme volver a leer el de Regreso a ïtaca y
comprar alguno más de la serie del detective Mario Conde.
Leonardo Padura, Morir
en la arena.
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