Pensaba que era mi primera relectura y buscando mi comentario
anterior en el blog veo que se trata de la segunda. De alguna manera esto quiere
decir que el tema me interesa y me retrotrae a los viajes, desgraciadamente
abandonados hace ya tiempo, a la Argentina donde tantas horas pasé escuchando y
discutiendo sobre temas que se tratan en el libro. A esta relectura he llegado sobre todo por lo que sobre el tema escribe Caparrós en sus memorias comentadas hace unos días en este blog.
Como sigo pensando lo mismo sobre el texto de Caparrós,
reproduzco a continuación el comentario que hice en mayo de 2016.
Hace unos días volví a
ver, creo que por cuarta vez, el documental Cazadores de utopías sobre
la historia de los Montoneros y también vi por vez primera el documental
y docudrama Norma Arrostito, la Gaby. Es decir que estaba muy
motivado con el tema, algo que me pasa de tanto en tanto, y recordé que había
leído hace tiempo un libro de Caparrós en el que hacía una crítica bastante
fuerte, y por momentos demoledora, de aquellos años. He vuelto a leerlo.
En el documental
mencionado tiene Caparrós una breve intervención, pues en su día fue dirigente
del movimiento de estudiantes de secundaria, lo que indica que, de alguna
manera, es alguien medianamente representativo de la época. Además, es coautor
de una monumental obra documental, La Voluntad, sobre los
movimientos y los sucesos de los setenta.
El título de este
libro parece tomado del inicio de una instancia oficial, pero a mí se me ocurre
que también se podría asimilar a ese dicho tan castellano de que “cada palo que
aguante su vela”.
Desde luego se trata
de un texto comprometido al máximo, sin miedo a la polémica que seguro que se
suscitó en su país en 2008 que es cuando se publicó, que critica a tirios
y troyanos ya sea su generación, la Iglesia, los militares o la sociedad argentina
en su conjunto. Escribe sobre la tortura, la violencia, la inseguridad, la
venganza (su ausencia), la caída, el sacrificio, los “mártires”, y un largo
etcétera. Es una crítica que tiene muchos elementos de autocrítica, pero que en
mi opinión, hay que ser argentino y tener una determinada edad para poder
comentar, compartir o discutir. Yo tengo algunas opiniones formadas en mis
muchas conversaciones a lo largo de los diferentes viajes que he hecho al país,
pero no creo que sea este el lugar ni el momento de darlas.
El libro es
verdaderamente muy sugerente. Está muy bien escrito, con un lenguaje muy
adaptado a los diferentes contextos, con un acertado uso de la 1ª y la 3ª
persona, con una mínima trama casi policiaca que simplemente le sirve de
pretexto para introducir algunos temas y salir un poco del carácter casi
ensayístico que tienen la mayor parte de los capítulos del libro.
A continuación dejo
una serie de fragmentos ilustrativos de alguna de las cosas que acabo de
comentar:
“Somos una manga de
poetas, una banda de fracasados charlatanes. Nunca supimos hacer nada pero lo
hemos dicho con tanta aplicación –y a veces, incluso, con alguna elegancia. De
eso que no falte: nadie sabe revolcarse en la derrota con la elegancia de nosotros
los argentinos.” (p. 18)
“_ Mirá, muy en
síntesis, te diría que es una generación que entregó todo, que dejó por el
camino a su mejor gente pero ahora por fin puede hacer algo de lo que se
propuso.” (p.21) (Esto lo dice un personaje que es ministro del gobierno
peronista y antiguo militante montonero)
“Es humillante –y
triste y fastidioso_ pensar que “los tiempos felices de mi vida” sucedieron
cuando estaba embarcado en un error tremendo.” (p.92)
“Nuestro Espantoso
Error fue Sobrestimar al Gran Pueblo Argentino Salud.” (p.140)
“Nuestra pretensión
era patética: entregamos todo para salvar a millones de personas que no tenían
el menor interés en que las salváramos.” (p.142)
“A los tibios, a los
que nunca hicieron nada, a la gran masa estúpida, les resulta más fácil
recordar una matanza, la maldad de los malos, el famoso genocidio, que pensar
las complejidades de un enfrentamiento por el poder de definir el modelo
social. Y a nosotros, a mediano plazo, empezó a convenirnos porque nos
convirtió de equivocados en víctimas, de derrotados en víctimas – y no hay
papel más generoso que el de víctimas, (…)” (p.177) (Esta me parece una de
las frases más duras del libro, y seguramente de las que más polvareda
levantaron en su día.)
“Los que murieron no
fueron los mejores –ni los peores. Tuvieron menos suerte. Yo llegué unos pocos
minutos después que la patota. ¿Habría sido mejor –yo, digo, mejor persona,
mejor hombre- si hubiese llegado media hora antes y me hubiesen secuestrado, torturado,
matado como a vos (se refiere a su esposa desaparecida), si te mataron,
y a todos los demás? (p263)
Creo que con lo visto
no hace falta recomendarlo explícitamente.
Dejo dos enlaces: la
excelente reseña que se publicó en 2008 en Página 12 y que tiene por lo tanto el
valor de estar hecha donde sucedió todo, y la del escritor español David Pérez Vega. En ambas se explica
muy bien el contenido del libro y en la primera se discuten algunas posiciones
de Caparrós.
Martín Caparrós, A
quien corresponda