miércoles, 28 de octubre de 2015

Música y viajes en el primer tercio del s.XX




Magnífico libro el de este músico, periodista y escritor checo de origen judío que en 1938 se fue a vivir a los Estados Unidos.  Allí trabajó entre otros sitios en las revistas Esquire y The New Yorker donde vieron la luz por primera vez la mayor parte de los textos que contiene el libro, que fue publicado como tal en 1948.
Los escenarios: París, Nueva York, Viena y diversos buques de pasajeros en largos viajes transatlánticos.
La época: principalmente la segunda mitad de los años veinte y algo también en la primera de los treinta.
Los personajes: el propio autor -pues de hecho se trata de los recuerdos de su época de juventud-, como músico e incluso en una ocasión como secretario de un diputado inglés, y junto a él toda una galería de personajes de todo tipo como un pianista español, Sebastián, que es capaz de quedarse dormido en cualquier sitio u otro pianista que para hacer una audición a fin de obtener un puesto en la orquesta del barco utiliza una pianola automática o, por encima de todos, ese Schostal organizador y director de la claque de Viena.
Las historias: variadas aunque centradas en su mayoría en el mundo de la música y los músicos fundamentalmente en las orquestas de los barcos. Por cierto, pomposo nombre para conjuntos que no solían sobrepasar los 3 o 4 componentes: piano, violín y chelo o contrabajo. Veremos al protagonista buscando músicos para componer su orquesta o intentando conseguir un violín en Yibuti (el suyo se había descompuesto con el calor) o, en los tres artículos mejores del libro, participando en la claque de la ópera de Viena y, claro está, viajando a lo largo y ancho del mundo haciendo música para entretener las largas horas de inactividad de los viajeros.
Un libro muy especial porque está espléndidamente contado, porque utiliza  una gran ironía y un fino sentido del humor, porque habla de una época y de unos lugares enormemente interesantes, porque rebosa conocimiento y amor por la música, porque leerlo resulta absolutamente delicioso (adjetivo este que no empleo nunca, pero que no se me ocurre otro mejor para describir la sensación que provoca su lectura).
Recomendable en cualquier caso pero sobre todo para momentos de un cierto desánimo o malhumor.
 
 
Joseph Wechsberg, Buscando un pájaro azul

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