miércoles, 7 de octubre de 2015

Sobre los orígenes del cristianismo


 
”Yo estaba terminando este libro y estaba, la verdad, bastante satisfecho. Me decía: he aprendido muchas cosas escribiéndolo, el que lo lea también aprenderá mucho y estas cosas le harán reflexionar; he hecho bien mi trabajo.” (p.507)
Desgraciadamente, tendría que decirle a Carrère, si tuviera la inmensa suerte de poder hablar con él, que no me ha hecho reflexionar y que tampoco he aprendido gran cosa o, por decirlo mejor, no he querido aprender. ¿Quiero negar con ello que el autor haya hecho, como afirma, bien su trabajo? En absoluto. El problema es mío y solamente mío. Desde que hace más de cuarenta años abandoné la religión, cada vez me ha ido pareciendo esta algo más perverso, y, claro, este es un libro sobre la religión; más en concreto sobre los orígenes del cristianismo.
Es Carrère quizá el autor con el que más he disfrutado en los últimos años. Desde que leí El adversario, no paré hasta leer el resto de su obra traducida. Ninguno de sus libros me ha defraudado aunque, evidentemente, unos me han llegado más que otros. (De vidas ajenas me parece un libro realmente extraordinario por muchos motivos). Su estilo, la forma en que aborda los temas, esa manera de mezclar la ficción con la realidad o la realidad con la ficción (suponiendo que en el fondo ambas palabras no quieran decir literariamente lo mismo), su compromiso e implicación personal con lo que escribe, su sinceridad brutal a veces; todo esto y más cosas hacen de él un escritor y un personaje diferente y enormemente atractivo.
Y sin embargo…
Este libro ha tenido unas críticas excelentes. Dejo constancia aquí de tres, hechas además por escritores en activo de muy diversa procedencia como son: Lorenzo Silva, Isaac Rosa y Manuel Hidalgo. Coincido con bastantes de las cosas que comentan.
A mí también me parecen magníficas las primeras 115 páginas; son el Carrère que me encanta: esa madrina, Jacqueline, que le muestra el catolicismo, esa au pair, Jamie, que le engaña  o ese amigo, Hervé, con el que pasará todos los fines del verano. También me parece que ha realizado una investigación apasionada y apasionante; y que lo cuenta como él sabe hacer, con esa capacidad de narrar y al mismo tiempo introducirse de vez en cuando en la historia. Todo eso y más, y sin embargo, (vuelvo con esta expresión), durante muchos momentos, a lo largo de bastantes páginas, me ha aburrido, ha hecho que me desconectase de lo que estaba leyendo, me ha parecido demasiado reiterativo e insistente y, aunque luego en otros momentos me volvía a interesar la historia, no ha sido suficiente para que pueda considerarlo el gran libro que comentan. Creo que le sobra erudición y le falta “carne”, emoción.
No obstante, tengo que insistir en que mi anticlericalismo y anticatolicismo pueden tener mucho que ver con las sensaciones que me ha dejado.
 
Emmanuel Carrère. El Reino

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