miércoles, 5 de julio de 2017

En la Italia de la posguerra



Al ver este libro me llamó la atención principalmente que su autor había trabajado en la editorial Feltrinelli y, por lo tanto, que debía de tratarse de alguien interesante.
Efectivamente, esta novela es un retrato curioso y muy ácido de los ambientes culturales de la Italia de la posguerra a partir de los intentos de un grupo de personas para revitalizar la cultura en una pequeña ciudad de la Toscana. De ese “trabajo cultural” se encargarán muy pronto distintos miembros del partido comunista a los que dedica críticas como la siguiente:

“Vivían aislados, (se refiere a los cuadros del partido comunista) siempre tenían una reunión importante, tres o cuatro reuniones al día; siempre estaban sentados detrás de una mesa, hablando. Nosotros sólo los veíamos por casualidad, en el café, y los señalábamos con gesto misterioso. Pero ¡qué harán?¿de qué hablarán?” (p. 40)

El libro está narrado en primera persona que, además, parece coincidir bastante con la historia del propio Bianciardi. Hay reparto de críticas más mordaces en unos casos que en otros para casi todos. Así, para los intelectuales a los que además de reírse un poco de ellos ya en el primer capítulo, donde distingue entre medievalistas y arqueólogos que mantienen discusiones un tanto absurdas, les dedica el siguiente fragmento:

“Uno de nosotros, por turnos, iba una vez a la semana, (a Roma) y al volver nos informaba de las novedades, los premios literarios, los libros que se iban a publicar, las nueva compañías de teatro, las suculentas maldades que se oían en los cafés, los cotilleos del momento.
Nos explicaba que el escritor Fulanito se acostaba con Menganita, que el director de tal película era un pederasta, y que su mujer estaba liada con un colega, divorciado de una pintora lesbiana. Vamos, que la intelligentsia romana, decíamos nosotros, sólo pensaba en intercambiarse a las mujeres.” (p. 27)

Pero también hay cera para los políticos (ya hemos visto algo sobre los comunistas), la Iglesia, los bibliotecarios, el sistema de adjudicación de plaza a los profesores (aquí quien como yo ha padecido algo similar se encuentra muy representado), el fascismo o la guerra. Sobre esto último el siguiente fragmento: 

 Marcello (el hermano del narrador) me explicaba que siempre son los campesinos –italianos, ingleses, rusos, de todo el mundo- quienes hacen la guerra, y que siempre son chicos de veinte años, que aún no han terminado los estudios, a quienes llevan a que se maten.” (p. 48)

En fin, un texto que a pesar de su brevedad, 138 páginas, toca muchos y muy interesantes temas desde la visión de un narrador muy crítico con todo lo existente, no en balde la editorial dice de él en la solapa del libro que se trata de un: “Rebelde y romántico, anarquista y revolucionario”. Además, está muy bien escrito y se lee de un tirón.
Una vez más mi memoria me ha fallado. Hace unos años leí del mismo autor La vida agria que comenté muy favorablemente en este mismo  blog. (La edad no perdona.)
Me ha llamado la atención que en la página 6 aparece el copyright de Giangiacomo Feltrinelli Editore 1957, y la novela la termina Bianciardi en 1964. Debe de ser una errata de Errata Naturae.


Luciano Bianciardi, El trabajo cultural. Traducción Miguel Ros González

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