Desde luego en la
literatura francesa hay muchos y buenos ejemplos del tipo de libros como el que
comento. Es una literatura de no ficción en la que se utilizan materiales
históricos y a partir de ellos se construyen magnificas y muy bien contadas
historias. Vuillard o Echenoz son dos buenos ejemplos además de cosas de Carrère.
En este caso, Cingal ha
escogido el episodio poco conocido de la huida de tres prisioneros del campo de
concentración de Buchenwald, un campo en el que se recluía principal, aunque no
exclusivamente, a prisioneros militares y políticos.
En agosto de 1944
entraron en el campo 37 oficiales de inteligencia del bando aliado, ingleses y
franceses en su mayoría, que estaban condenados a muerte. El libro cuenta todo
lo que tuvo que pasar en bastante poco tiempo para que tres de ellos lograran escapar.
También, lógicamente, muestra las condiciones de todo tipo en las que se vivía
en el campo. Curiosamente, el primer capítulo lo dedica a todo el proceso que
se estaba siguiendo en las instalaciones preparadas para ello para lograr una
vacuna contra el tifus, enfermedad que transmitían los piojos tan abundantes en
ese tipo de lugares.
En el libro aparecen
varios personajes que luego han sido conocidos e incluso famosos como Stéphan
Hessel (uno de los tres que logran huir), Eugen Kogon (autor de un magnífico
libro sobre los campos que comenté hace años en el blog), Imre Kertész (premio
Nobel de literatura) o Jorge Semprún. Estos dos aparecen simplemente
mencionados como prisioneros. Los otros dos tienen mucha presencia en la narración.
El libro, al estar
centrado en la búsqueda de la forma de huir, no resulta demasiado horroroso
como suele suceder en otros textos que abordan los campos de concentración
nazis. No obstante, no faltan algunos fragmentos de violencia explícita como,
por ejemplo, cuando explica la forma de matar colgando de un gancho, lo que
producía una muerta lenta y horrible,
El libro está bien
escrito y con una narración ágil, pero tiene el problema, al menos para mí como
lector con no demasiada memoria, de que abusa del uso de nombres en toda la
parte central lo que hace la lectura un tanto complicada y también que pierda
interés, interés que, eso sí, retoma cuando se acerca el momento de la huida.
Recomendable sobre todo
por ser un tema poco tratado (bueno, en el cine sí se han hecho varias películas sobre él).
Grégory Cingal, Los últimos de la lista.
Traducción Patricia Orts
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