viernes, 1 de mayo de 2020

Literatura rusa diferente de la habitual




En apenas cinco meses este es el cuarto libro que leo del autor. Esto ya da una idea de cómo en tan poco tiempo se me ha hecho imprescindible. Tardé mucho en descubrirlo, pero una vez logrado estoy intentando conseguir el resto de la obra ya traducida. Me encanta lo que cuenta, pero sobre todo me encanta cómo cuenta las cosas, su gran sentido del humor, sus vacilaciones, sus notas autobiográficas (nunca termino de saber qué es cierto y qué no). Solamente ha habido un libro que no me ha gustado, La zona, puede ser que por el momento en que lo leí o, sencillamente, porque no entré en esos relatos.
Desde luego no es lo que me ha pasado con este Oficio. Esta edición está compuesta en realidad por dos libros: El libro invisible, escrito en 1976, y El periódico invisible, escrito en 1984.
En el primero se recogen sus intentos de publicar en Leningrado al principio, y posteriormente en Tallin. Ofrece su visión crítica del mundo cultural soviético, pero sin hacer demasiada sangre; hasta incluye un informe oficial. También hace un relato bastante kafkiano de los entresijos en torno a su intento de publicar La zona en Tallin. Como curiosidad decir que reproduce una crítica que hizo al concierto que dio el gran pianista norteamericano Oscar Peterson (este forma junto con Bill Evans el par de intérpretes que me aficionaron al jazz).
La segunda novela se desarrolla toda en Nueva York, una vez que Dovlátov se exilió, y está centrada en su mayor parte en los intentos de crear un periódico en ruso para los emigrantes de esa lengua. Todo se desarrolla en el ambiente de los emigrados rusos del que el autor da una visión a veces dura, a veces comprensiva y siempre incisiva. Aquí incluye una extensa carta al director de un diario del exilio ruso que existía desde 1919 en la que resume muy bien su propio ideario.
Tanto en uno como en otro libro se hacen numerosísimas menciones de personajes reales. Para facilitarnos su conocimiento hay un Apéndice final de 30 páginas en el que se cuentan cosas de la mayoría. Evidentemente, no es necesario estar acudiendo a consultarlo porque como ya se advierte antes del inicio del libro: “en la narrativa de Dovlátov suele ser innecesario el conocimiento detallado de las circunstancias reales de los personajes…”. En cualquier caso se trata de una útil aportación.
Como ya advertía antes, este escritor además del interés que pueda tener lo que narra, tiene sobre todo el que se deriva de su forma de hacerlo. Tremendamente dinámico, preciso, incisivo y con un sentido del humor que en el caso de estos dos libros, sobre todo en el segundo, me ha hecho reír en alguna ocasión a carcajadas en una serie de textos en los que bajo el título de Solo de Underwood cuenta anécdotas, reales o inventadas, y lo que se podrían considerar chistes. Dejaré dos ejemplos:

En la Unión Soviética a los negros se los trataba con respeto y cariño. Recuerdo que se transmitía por televisión un partido de boxeo. Un púgil del color del betún luchaba contra un polaco de cabellos rubios. El comentarista de Moscú puntualizó con sutileza:
-        Pueden identificar al boxeador de piel negra por el ribete azul celeste de su calzón corto… (p. 155)

Liova Drozdov solía decir:
- ¿Por qué todo el mundo siente un oído tan exagerado por los judíos? Me parece a mí que los rumanos y los chinos son peores aún…” (p. 236)
(Ambas citas en cursiva en el original)

También es capaz Dovlátov de hacer descripciones tan bellas y profundas como esta dedicada a la ciudad en la que, al fin, logró publicar su obra:

“Nueva York es relajantemente imperturbable y mortalmente peligrosa. Generosa hasta la prodigalidad y avara hasta lo enfermizo. Dispuesta a colmarte de beneficios, pero capaz de arruinarte sin la menor vacilación. Su arquitectura hace pensar en una montaña de juguetes. Es hasta tal punto horrorosa que alcanza cierta armonía.
Produce la misa impresión estética que un accidente ferroviario. Pisotea las leyes de la geometría escolar. Burla la gravedad terrícola.  Aviva el recuerdo de lienzos cubistas de tercera categoría.” (.p 173)

Si digo que es un libro recomendable creo que me quedo corto. Quizá es el que más me ha gustado del autor hasta ahora. Solo me queda agradecer a la editorial Fulgencio Pimentel su acierto al publicar tantos libros de un autor que lleva tanto tiempo desaparecido, pero que significa un tipo bien diferente de lo que se podría considerar la típica literatura rusa.
Hay una completa reseña de Juan G.B., otro gran admirador del autor, en unlibroaldia.com.

Serguéi Dovlátov, Oficio. Traducción Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea.



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