viernes, 12 de febrero de 2021

Otro buen escritor irlandés



Aunque no es muy habitual sí me sucede a veces que hay libros que no sé muy bien cómo comentar en el blog. Suele pasar con alguno que habiendo tenido muy buenas críticas a mí no me ha gustado demasiado. El año pasado fueron dos o tres.

Hoy me encuentro en el mismo caso, pero con un libro que me ha interesado y he disfrutado y, sin embargo, del que no se me ocurría qué comentar.

Por otro lado, es bastante habitual que en los comentarios que hago ponga también enlaces a reseñas y críticas que me han parecido interesantes sobre el libro y que siempre amplían lo que yo he dicho y, sobre todo, lo explican bastante mejor. A estas reseñas les suelo echar un vistazo rápido según voy leyendo el libro y solo cuando he hecho mi comentario las leo con más detenimiento. En este caso, cuando leí la reseña de Íñigo Urrutia en eldiariovasco.com se me ocurrió la idea de que fuese la que sustituyese mi comentario. Es una de esas reseñas en las que ves perfectamente recogido todo lo que es el libro  e incluso te ayuda a entender por qué te ha gustado tanto.

Dejo pues la palabra a Urrutia al que espero que no le moleste mi atrevimiento: (Por si acaso tengo que advertir que este es el blog de un aficionado a la lectura y por el que, como se puede observar, no se recibe ninguna compensación económica.)

“Donal Ryan (Nenagh, Co. Tipperary, 1976) indaga en 'Un año en la vida de Johnsey Cunliffe' en una versión ahora individualizada de los daños colaterales del 'milagro irlandés' que retrató en 'Corazón giratorio'. En cierto modo es una precuela de la cultura del pelotazo que asuela cascos históricos y arrabales. Una historia espléndida, conmovedora, extremadamente cruel y con un desenlace sobrecogedor.

Donal Ryan relata un año en la vida de Johnsey Cunliffe, un joven simple, de entendederas recortadas, que encarna la candidez y la bonhomía en un mundo que se rige por contravalores. Terreno abonado para el acoso desde que sus primeros amigos abandonan la infancia. Víctima de gamberradas en progresión violenta, la mirada transparente de Cunliffe, su pensamiento blanco y limitado, no alberga resentimiento o propósito de resarcirse de las humillaciones: «Una vez oyó a papá decirle a madre que él era un chico tranquilo y fabuloso. Madre debía de estar rezongando, diciendo que era tonto, y papá lo estaba defendiendo. Johnsey notó cariño en la voz de papá. Pero por un cachorro mestizo e imbécil al que deberían haber ahogado nada más nacer también sentirías cariño».

La muerte de sus padres granjeros ahonda en su orfandad ante el mundo, acentuada cuando un proyecto de recalificación de tierras inyecta un subidón de codicia en la comunidad, que abre sus fauces dispuesta a lo que sea por no quedarse al margen del pelotazo. El problema es que el proyecto depende de las tierras que ha heredado Johnsey Cunliffe. Y comenzarán a merodearle personajes de propósitos ambiguos, como la obsequiosa enfermera Siobhan, el 'colega' Dave Farfulla..., aunque nuestro protagonista es incapaz de interpretar sus malévolas aproximaciones. Guiado por el recuerdo de las instrucciones primarias de sus padres, su vulnerabilidad es absoluta frente a una jauría que no reparará en medios”. (Subrayados en el original,).

 

Donal Ryan, Un año en la vida de Johnsey Cunliffe. Traducción Celia Filipetto.

 


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