martes, 14 de febrero de 2023

Reflexiones de un politólogo


Suelo atender al autor cuando interviene en las tertulias de la televisión, las pocas veces que las veo, porque siempre aporta una visión un tanto diferente de la de los otros tertulianos. Lo normal es que se ponga, parafraseando su propia terminología, las “gafas de politólogo” e intente hacer análisis desapasionados y basados en la evidencia que otorgan los datos. Quizá por lo que afirma en el siguiente fragmento:

“Fijaos en las tertulias políticas y los programas de análisis de actualidad: cuando el programa quiere fomentar un debate plural, se asegura de tener cuotas partidistas, como si la pluralidad en política fuera sinónimo de partidos políticos”. (p. 47)

(Por cierto, un breve inciso. Lo que dice es una parte de la verdad porque esas cuotas se cumplen casi al cien por cien solo con los partidos del bipartidismo y, obviamente, también solo en algunos medios porque en otros la desproporción es muy grande incluso entre estos).

Volviendo al autor hay que decir que ha escrito un libro muy interesante y, además, con una serie de planteamientos que animan a que el lector se cuestione cómo actúa en determinadas situaciones y en qué lado se posiciona en las diferentes alternativas que Orriols va ofreciendo.

El libro está dividido en ocho capítulos con títulos tan significativos como: Cavando las trincheras (cap. 2), El mundo a través de las gafas partidistas (cap. 3) o El lado bueno de la identidad de partido (cap. 7). En ellos analiza cuáles son las actitudes de los votantes centradas principalmente en dos: el votante identitario y el racional. A partir de ahí va desarrollando las peculiaridades de ambos con la idea de que los dos son necesarios para que funcione la democracia, una idea que recorre todo el libro y que me parece una aportación valiosa y muy interesante. Quizá le reprocharía que cuando habla de racional creo que simplifica demasiado porque, ¿no es acaso racional tener en cuenta cómo lo suelen hacer los gobiernos de los diferentes colores, en el sentido de a quiénes favorecen sobre todo, a la hora de votar? Da la sensación de que Orriols a ese votante le incluiría entre los identitarios.

También creo que utiliza un poco la caricatura en el siguiente fragmento: 

“Y entramos en las discusiones creyendo que nuestras posiciones son las correctas, avaladas por los hechos y el sentido común, y que quienes no opinan como nosotros están desinformados o carecen de moral”. (p. 82-83)

Obviamente, cuando uno discute parte de la creencia de que lleva la razón. Luego puede cambiar o no según sea el tipo de debate y las aportaciones que pueda hacer el contrincante, pero no tiene por qué pensar que este “carezca de moral”, como mucho puede pensar que tiene una moral distinta. (Siempre, claro, hablando de gente normalmente constituida).

Más allá de estas matizaciones que demuestran la atención que el texto despierta, hay que insistir en el interés de las reflexiones del autor que, además, suelen ir acompañadas de datos extraídos de multitud de investigaciones hechas en diferentes universidades, estadounidenses en su mayoría. Me parecen especialmente relevantes entre otras las siguientes: la influencia de la corrupción sobre el voto; el desconcierto que reconoce el autor ante el fenómeno VOX (muy clarificador); lo que explica sobre los “temas cuña”, aunque aquí me ha sorprendido que todos los ejemplos que pone se refieran al PSOE; todo lo que explica sobre los planteamientos de Hirschman;  o, finalmente,  la idea del “consentimiento de los perdedores” con Trump y Bolsonaro como casos más recientes. (Aquí también parece que se inicia ya por parte de algunos medios algo parecido cuando se empieza a mencionar la posibilidad de que haya fraude.)

Si a la actualidad y relevancia de los temas, le unimos el tratamiento que Orriols les da y la claridad con la que los transmite, vemos que se trata de un libro altamente recomendable para quien se interese por la política en general y, desde luego, por la española en particular. Además, ya sea el lector votante identitario o votante racional, encontrará motivos para poner en cuestión algunas de sus ideas o, por qué no, también para reafirmarlas.

No quisiera acabar sin comentar el siguiente fragmento:

“(…) la polarización se intensificó con la llegada de la estrategia de la crispación en los años del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero”. (p. 137)

Uno de los problemas de la política en España es que siempre se culpa a todos de todo (el famoso y dichoso “todos son iguales”). Sobre esta intensificación me llamó la atención en su día lo que en el libro Nudo España decía Enric Juliana, uno de los pocos periodistas a los que sigo y que me merecen respeto intelectual:

“Aznar es perfectamente previsible, puesto que gira constantemente sobre cuatro ideas: (…) Tercera: cuando el PSOE gobierne, no dejar que se asiente, zarandear el tablero para evitar toda sensación de normalidad. Cuarta: mantener viva la idea de que España se halla en peligro (…) “. (p.428)

Creo que esto ayuda a entender mejor muchos de los comportamientos que vemos en la política española tanto por parte de los profesionales de la política como por los de la información.

Hay una larga y jugosa entrevista de Marcos Pinheiro con el autor en eldiario.es.

 

Nota, poco importante, al margen: Creo que Orriols utiliza incorrectamente la expresión “rendir cuentas” en las páginas 96 y 109.

 

Llluís Orriols, Democracia de trincheras. Por qué votamos a quienes votamos.

 

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