jueves, 16 de febrero de 2023

Un libro especial



Desde hace ya bastante tiempo es muy poco lo que leo publicado por autores españoles. En castellano prefiero lo que publican los sudamericanos. No obstante, de vez en cuando, sí leo algo que me llame la atención y, desde luego, este es el caso del libro de Oeste ya que la editorial ha colocado una faja en la segunda edición en la que, bajo el título en grandes letras de Una Conmoción Unánime, se pueden leer frases como: “Por favor, lean este libro” (Sara Mesa), o “Este libro significa la mayoría de edad de la literatura española, ojalá más libros como este” (Manuel Vilas), entre otras igualmente muy elogiosas. Evidentemente, había que leerlo.

Curiosamente, inicia el libro con una larga cita de Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan, un libro que comenté en el blog no hace aún un mes, que me gustó mucho y en el que la escritora francesa escribe sobre la compleja relación con su madre.

Tiene su lógica que abra con esta cita porque Oeste ha escrito un texto, que me atrevería a calificar de brutal, sobre la relación con su padre durante la infancia y la primera juventud.

Estoy desde hace mucho tiempo acostumbrado a leer textos de gran dureza. Tengo dos estantes de mi biblioteca llenos de libros sobre el Holocausto, la represión y los campos del estalinismo, lo mismo en China y en Corea del Norte o sobre las matanzas en Ruanda. Más de una vez he tenido que cerrar algunos de esos libros para poder luego seguir leyéndolos. Pues bien, tengo que decir que este libro de Oeste solo lo he podido leer en tramos de más o menos treinta páginas, aunque algunos días las leía más de una vez.

En las cinco partes en que ha dividido el libro: Padre, Familia, Madre, Hijas y Padre e hijo, e independientemente de cómo la haya titulado, está presente de una forma u otra la figura del padre; la terrible figura del padre habría que decir. Un solo ejemplo de los muchísimos que se podrían poner:

 

“Mi padre se baja los pantalones, se saca la polla y me mea encima, mea en mi cama y luego se caga en ella (…) Entonces me zarandea con sus manos ásperas, gigantes. Quítate la ropa, maricón, y empieza a arrancármela hasta que me desnuda y me obliga a revolcarme por la mierda y la orina y me deja allí temblando, oliendo a él, un tufo que permanece y, con los años, de vez en cuando, la memoria me traerá ese recuerdo nauseabundo.” (p. 217)

 

He sido padre por primera vez a los sesenta años y no sé si eso tendrá algo que ver con el hecho de que este tipo de imágenes me resulten especialmente duras. (Mi hijo tiene ahora 13 años).

Como decía antes, el padre está omnipresente, pero la madre cada vez que aparece, excepto cuando lo hace como una chica  joven y guapa que posa para revistas y estudia FP, es decir, cuando lo hace como madre tampoco sale muy bien parada. Un ejemplo:

 

A veces, los hechos vividos se confunden con la deformación que realiza la memoria al ser estos recordados, no es el caso. No lo que me soltó mi madre: Eres un mierda, basura, quítate de mi vista. La casa es mía y de tu padre, desgraciado. Ojalá estuvieras tú en el trullo.” (p. 228)

 

También es muy significativo, y una buena síntesis, el siguiente fragmento referido esta vez a los dos progenitores:

 

“La inestabilidad me define. Frágil, bamboleante, en una vacilación tenaz, como si intentara hacer funambulismo frente a mis padres, cuando esas personas eran un problema para mí, alcohólicas, iracundas, drogadictas, paranoicas, violentas, despreocupadas, negligentes, …” (p.155)

 

A la vista de estos textos se puede entender perfectamente que Oeste iniciase la redacción del libro en 2009, para abandonarla después y retomarla en 2012, y repitiese el proceso hasta continuar en 2016. Tiene que ser muy difícil escribir cosas como las que escribe y, hay que decirlo ya, haciendo muy buena literatura con esos materiales, pues como dice Laura Fernández en el fragmento que reproduce la editorial en la solapa del libro:

 

“Esto no es un libro, es un pedazo, destrozado, del corazón de un niño, el relato del superviviente de una familia feroz, monstruosa. Las letras españolas deberían rendir culto a la primera voz que vive para contarlo y lo consigue con éxito. Porque no solo es un milagro transformar la destrucción existencial en Literatura, con mayúscula, sino también conseguirlo desde la Nada más Absoluta. Su literatura no se lee, se vive. Un hito, poderoso, oscuro, necesario.”

 

Oeste, además de sus recuerdos se ha basado en informaciones que ha ido recopilando a partir de entrevistas con las hermanas de su padre, con compañeros de trabajo o con amigos y alguna exnovia del autor, entre otros.

Creo que estamos ante unos de los libros del año. Desde luego seguro que lo será en mi caso. De hecho ya tengo encargada su novela Arena que parece que también promete emociones fuertes.

Obviamente, no gustará  a quienes rechazan la literatura del yo o la autoficción, pero incluso a estos yo se la recomendaría; es difícil encontrar un autor que trate un tema así con una escritura tan lograda.

Hay una buena reseña de Santi Fernández en eldiario.es.

 

 

Miguel Ángel Oeste, Vengo de ese miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario