miércoles, 14 de junio de 2023

Pequeña gran novela


Cuando al comentar hace poco más de un mes Permafrost, la anterior novela de la autora, decía que la leía sobre todo porque era el inicio de un tríptico del que me interesaba sobre todo la segunda, Boulder, no sabía hasta qué punto me iba a gustar esta. Desde luego había leído y escuchado muchos elogios y eso siempre es peligroso, pero en este caso estaban más que justificados.

Dice Javier Rodríguez Marcos en un extracto de su reseña en Babelia que la editorial reproduce en la solapa:

“Maneja los sentimientos como material radioactivo, es decir, como algo que nos mata y nos ilumina”.

Porque eso es esta novela, un estudio, o si se prefiere una descripción, de sentimientos muchas veces encontrados en los que el lector se  puede ver reflejado porque seguro que se ha visto en más de una de las situaciones de la protagonista que es a su vez la narradora.

El libro tiene apenas 116 páginas, pero gracias a unas elipsis muy bien construidas, asistimos a diferentes momentos en la vida de Boulder. Primero como cocinera en un barco en el sur de Chile. Allí se enamora de Samsa, una geóloga islandesa con la que inicia una historia amorosa que la llevará a vivir en Reikiavik donde trabajará en un restaurante chino, en una taberna y finalmente montará un food truck, pero lo más importante, una relación en la que Samsa se convertirá en madre y, a partir de ahí, todo cambiará porque la narradora no tiene una visión muy optimista ni positiva de la maternidad como se puede comprobar en los siguientes fragmentos:

 

“A mí los niños no me van. Por encima de todo me desazonan, los veo como variables imprevisibles que cuando topan con mis escollos se embarrancan en ellos con toda la fuerza de su locura innata. Son angulosos, descontrolados, intermitentes”. (p. 30-31)

 

“Por ejemplo, el amor que siente por Tinna (la hija de ambas) es desatado y vinculante, lo vive como si fuese un amor ya escrito, lo cumple como si fuera legendario. A mí me parece  un parásito que la ha mediatizado y la cabalga para exhibirse. (p. 89)

 

Además del interés y de lo bien plasmadas que están las dudas y las inseguridades de la protagonista, algo que llama mucho la atención es la escritura de Baltasar. Frases cortas, pero tremendamente expresivas y por momentos muy poéticas (no en balde la autora ha recibido varios premios por sus poemarios). Una escritura que te pega a la historia que te está contando, que te mantiene expectante, que en definitiva te atrapa y, eso sí, que te invita a una lectura pausada para disfrutar de cada fragmento.

Desde luego ha resultado que tenían mucha razón los que alababan tanto esta pequeña gran novela que, no tengo ninguna duda, será de lo mejor que leeré este año.

Por cierto, el original está en catalán en el que se apreciará seguramente mejor la poética de la autora.

Hay una espléndida y muy completa reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.

Nota: Es curioso que en la anterior novela que he comentado en el blog el desencadenante del conflicto sea también la maternidad. Eso sí, se trata de un conflicto diferente.

 

Eva Baltasar, Boulder. Traducción Nicole d’Amonville Alegría

 

 

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