Me es muy difícil comentar este libro que a lo largo
de sus 655 páginas me ha provocado todo tipo de sentimientos, emociones y
reflexiones.
Caparrós, aunque fue un descubrimiento bastante tardío
pues hasta 2016 no había leído nada suyo, se ha convertido en uno de los
autores, si no el que más, que he leído desde entonces. De hecho entró en la
sección del blog de Mis autores favoritos ya en 2018. Además, es el
único al que he pedido que me dedique un libro (más arriba está la dedicatoria)
en la Feria del Libro de Madrid a la que suelo desplazarme cada año en lo que
ya es más que nada una tradición.
De lo anterior se puede deducir que soy un seguidor
fiel e incondicional, algo que ha quedado fijado más aún tras la lectura de
este libro que, por otra parte, espero que no sea ni mucho menos el último.
El libro es, tal y como titulo la entrada, algo más
que unas memorias, pero también unas memorias. Yo creo que se puede dividir en
tres partes según lo que predomine en cada una de ellas. En la primera, su
infancia, juventud e inicios de su escritura, Caparrós nos cuenta sobre todo su
vida y los años sesenta a través de la vida de sus padres. (Interesante esa
visita en 1969 a Perón en Madrid). Hay momentos que parece una novela de
aventuras, como ese paso a Francia por el monte al haber perdido el pasaporte.
La segunda, la más extensa, se centra principalmente en su obra tanto de
ficción como periodística, sin olvidar, claro está, los aspectos de su vida más
relevantes entre los que sus relaciones afectivas ocupan siempre su lugar. En
el tramo final aprovecha para dejar un conjunto de reflexiones sobre temas que
van desde la literatura a la vejez. Además, va alternando capítulos en los que
nos cuenta cómo va su enfermedad, cómo avanza y qué sensaciones le va
provocando.
Leo lo que acabo de escribir y veo que me he dejado todo, que no he sido capaz de dejar constancia de la enorme riqueza que tiene este libro por su contenido, Pero también, y esto es fundamental en este autor, hay que mencionar su escritura, una de sus señas de identidad y algo por lo que me parece que tiene tantos seguidores y que tiene que ver, al menos en parte, con lo que afirma en el siguiente fragmento:
“Pero seguía escribiendo esas contratapas muy políticas -o por lo menos me lo parecían. Aunque, a menudo, tuvieran una mirada algo distinta: mi perdición, supongo, en esta vida, ha sido la búsqueda enconada de la “mirada algo distinta”” (p. 412)
Mirada y forma de expresarla me atrevería a añadir. Para completar este aspecto reproduzco otra frase del autor: “Por supuesto, antes que nada habría querido ser un buen escritor.” (p. 618) En la solapa la editorial reproduce algunas frases de otros escritores que confirman que lo es hasta el punto de que uno, Santiago Tejedor, afirma de forma muy acertada: “Caparrós es un género”; poco más se puede decir.
Todo el libro me ha resultado interesante, pero como siempre pasa
hay algunos aspectos que me han llamado más la atención. Así, su planteamiento
del voto con conocimiento, el nuevo prólogo hecho para La Voluntad con
las fases sobre la militancia en los setenta (por cierto, un libro que es una
pena que no se haya editado en nuestro país) o la magnífica síntesis sobre
Argentina que hizo en 2013 en el New York Ttimes. Por citar solo algunos.
Desde otro punto de vista, hay también algunas coincidencias curiosas con Martín (me permito esta familiaridad por la índole de las mismas). Así, Bill Evans, mi músico de jazz favorito, al que más escucho, con el que más disfruto, del que afirma: “Bill Evans no hace música: crea refugios luminosos, sombras protectoras”; Recuerdo de la muerte, el libro de Miguel Bonasso, el primero por el que conocí la represión de la dictadura argentina; Silvia Labayru, la protagonista de La llamada ese magnífico libro de la gran periodista que es Leila Guerriero; Torrelodones, donde recién iniciada mi etapa como profesor de instituto tuve la experiencia más impactante de esa etapa y, finalmente, Valsaín, ese lugar en el que descubrí casi todo lo que se puede descubrir entre los trece y los diecisiete años en esos largos veraneos de los sesenta, y al que acudo actualmente un día cada año con mi familia que también lo disfruta. Bueno, y Chamberí y “ser viejo” y la identidad y Buenos Aires y… Para terminar esta reflexión con la que no puedo estar más de acuerdo:
“Supongo que mi desazón más habitual, en estos años, tiene que ver con eso que podríamos llamar la política, la situación social, el futuro del mundo -con perdón. No consigo que no me importe, que no me interese: de hecho, hay pocas cosas que me interesen más.” (p. 606)
Un libro imprescindible para los seguidores del autor y absolutamente
recomendable para cualquier lector.
Solo me queda decir: Gracias, Martín Caparrós, por tantas horas
pasadas en su compañía. (Y por las que aún me quedan).
Martín Caparrós, Antes que nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario