martes, 4 de diciembre de 2012

Mi afición a la novela negra o policiaca

Siempre he considerado la novela negra o policiaca (aquí no voy a distinguir entre ambas si es que acaso puede hacerse) e incluso alguna de espionaje como literatura y en muchos casos de muy buena calidad. Las tramas bien construidas y desarrolladas con atención en muchos autores al contexto económico y social, las narraciones por lo general muy fluidas,  con aportaciones de vocabulario en muchos casos tomado del lenguaje de la calle y, sobre todo, la gran riqueza de personajes de todo tipo, nivel social o cultural, psicología, etc, todo esto conforma un género de gran interés y calidad.

A lo largo de los años como lector he pasado por muy diferentes fases tanto en el interés que me despertaban este tipo de obras como en el tipo de ellas que elegía. Empecé, como por otra parte casi todos los españoles, con las novelas de Agatha Christie. Fueron las primeras que conocí y las que más se leían. Hoy no me queda ninguna en la biblioteca, pero tengo un buen recuerdo de los ratos que pasé leyéndolas. Su trama estaba construida al milímetro y te llevaba por donde quería. El mayor acicate era intentar averiguar el asesino, algo que no creo que lograse nunca. Diez negritos puede ser considerada una de sus mejores obras.
 
El paso siguiente lo di con la novela negra norteamericana a finales de los setenta y primeros ochenta gracias a las traducciones de Bruguera: Chandler, Hammett, Himes, Cain, etc. Otro estilo en el que, sin que desaparezca la importancia de la trama, priman más los ambientes en los que se desarrolla y los personajes tanto masculinos, fundamentalmente detectives privados, como femeninos, esas vampiresas que parecía que se iban a comer el mundo y luego eran unas pobres chicas de barrio. Se leían de un tirón y tenían unos diálogos enormemente ricos en frases rotundas de fácil recuerdo. (Muchas pasaron al cine que utilizó para muchos guiones tanto las obras como la colaboración de autores como los mencionados antes.) Adiós muñeca o El halcón maltés estarían entre las grandes de esta época.
 
Según terminaba mi época de estas lecturas, se iniciaba al mismo tiempo otra que ha llegado hasta hoy. Me refiero a la obra de John LeCarré, es decir, del escritor por antonomasia de las novelas de espionaje. Autor que desde finales de los setenta está siendo traducido sistemáticamente y también en buena medida llevado al cine. Aunque se le consideraba un autor de y para la guerra fría, ha sabido encontrar temas y tratamientos al finalizar ésta. Gran constructor de tramas complejas y atmósferas, ha creado también un gran personaje como George Smiley. El espía que surgió del frío sería uno de sus grandes títulos.
 
En los años ochenta ocupa lugar casi exclusivo Patricia Highsmith. He leído, creo, toda su obra traducida lo mismo que con LeCarré. También creadora de un gran personaje como Tom Ripley y de una novelas muy diferentes de lo acostumbrado en el género. No estrictamente policiaco o, para ser más exacto, en los que la trama policiaca no es muchas veces lo fundamental. El ambiente y, sobre todo, una cierta amoralidad en sus personajes hacen de ella una de las más grandes del género. De su lectura se saca la impresión de que cualquiera puede ser un asesino. Extraños en un tren o El diario de Edith se encuentran entre lo mejor de su producción.
 
Al llegar a los noventa aparece el primer español en mi lista: Manuel Vázquez Montalbán. Aunque su serie de Pepe Carvalho la he leído en su casi totalidad, no es ni mucho menos de los autores que más me han gustado en este género. Destacaría de su obra un cierto sentido del humor, las implicaciones sociales de alguna de sus tramas y el gran descubrimiento de detective amante de la buena cocina. Ninguna novela en particular me parece destacable.
 
Llego así al presente siglo. En él destaco tres autores absolutamente distintos entre sí, pero de los que no me pierdo un libro por diferentes razones. Se trata del sueco Henning Mankell, del italiano Andrea Camilleri y del escocés Philip Kerr. Los tres, a pesar de ser tan diferentes, tienen algo en común: la creación de un gran personaje como protagonista de toda su obra. Wallander, Montalbano o Gunther llevan el peso de prácticamente todas las tramas de los tres escritores.
Empiezo por Camilleri. Tiene la característica de que se trata de novelas bastante cortas, apenas pasan de 200 páginas, pero en las que le da tiempo para contar una trama generalmente no muy complicada, mostrar el apetito del protagonista y su gusto por los salmonetes, así como sus problemas amorosos, montar más de una escena graciosa con uno de los subordinados del comisario y, por supuesto, resolver todos los casos. Sus libros se leen prácticamente de un tirón y sin que sea necesaria mucha atención. En todo caso, suelen ser muy entretenidos. Este año, por cierto, se han traducido dos publicados en Italia en 2009.
 
Caso bien distinto es de Mankell. Sus obras suelen sobrepasar las 600 páginas y las tramas resultan por lo general bastante complejas. El inspector Kurt Wallander es un personaje solitario que apenas come, malvive en un apartamento bastante desastrado, tiene dificultades de relación con las mujeres incluida su hija. Destacan en sus novelas aspectos como el clima, esa Escania lluviosa, fría y desapacible, especie de trasunto de la vida del protagonista, el detallismo con el que se trata el trabajo policial, el hecho de que en varias haya un cierto perspectivismo asesino/policía. Si antes decía que a Camilleri se le puede leer de un tirón, a Mankell yo no he sido capaz de hacerlo pues por mucho que me interesara la trama siempre tenía que darme un cierto respiro. De la larga serie, si tuviera que destacar alguna lo haría con La quinta mujer. Por cierto, serie totalmente terminada pues en el último libro no deja ya ninguna salida.
 
En el caso de Kerr también hay diferencias sustanciales con respecto a los dos mencionados. Su gran aportación al género creo que está en el lugar, Berlín, y la época, básicamente el nazismo, en los que desarrolla sus historias. Su protagonista se parece mucho a los grandes detectives de la novela negra norteamericana con esa especie de chulería tan característica que le hace ir un tanto sobrado y le cuesta buenos disgustos y palizas. A medida que avanzan las obras Kerr va desarrollando más los aspectos del contexto hasta que en el último, Praga mortal, seguramente el más conseguido, aparecen personajes históricos en papeles protagonistas. Las novelas tanto de Camilleri como de Mankell han dado lugar a series de televisión que no están mal. En el caso del segundo nada menos que a tres series: dos de la televisión sueca y otra dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh.
 
En medio de estas lecturas he tenido ocasión también de leer un par de libros de Andreu Martin y de Lorenzo Silva. Ambos me parecen dos buenos exponentes del género. Evidentemente, la novela negra o policiaca es un tema inagotable. En este momento se están publicando o reeditando cientos de libros con gran presencia de los autores nórdicos siguiendo la estela de los grandes éxitos del citado Mankell y, sobre todo, por el fenómeno de Stieg Larsson que con su trilogía Millenium batió récords de ventas en varios países incluida España. Aunque no lo he citado con anterioridad, puedo decir que han sido de esos libros que me han creado verdadera adicción y tan polémicos que el mismísimo Vargas Llosa publicó un artículo en El País defendiendo su calidad literaria.
 
Reconozco que he dejado fuera a escritoras que como P.D James, Ruth Rendell o Donna Leon tienen miles de seguidores, pero no es demasiado el tiempo que dedico a la lectura de este género y por unas razones u otras (entre las que tiene mucho que ver la casualidad) me he centrado en los autores que he mencionado.
 
Empezaba estas notas hablando de Agatha Christie y precisamente hoy, leyendo un libro sobre el envejecimiento, me he encontrado con una frase suya que me parece genial y que la define muy bien: “”Me casé con un arqueólogo porque, cuanto más envejezco, más me valora”.

1 comentario:

  1. Estupendo comentario sobre la novela negra (yo soy un apasionado del residente en el 221B de Baker Street en Londres). Y todavía mucho mejor la frase final con que lo finalizas. Gracias.

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