viernes, 16 de noviembre de 2018

¿Ajuste de cuentas?



“Cuanto más se ama a alguien menos debe adulársele; el verdadero amor es el que nada perdona.”
Molière

Con esta cita abre Debray este libro en el que desde luego “nada perdona” y en el que ese amor se le supone aunque no se vea demasiado a lo largo del texto.
Ha realizado la autora lo que yo considero una especie de ajuste de cuentas con sus padres o, para ser más preciso, sobre todo con su padre del que no dice demasiadas cosas positivas más allá de reconocer su talento siempre  y su valor en una época. Valgan como muestra los siguientes fragmentos:

“Con mis padres, nada era ligero o alegre. Su tono era serio, las metas eran cruciales. Yo no entendía gran cosa de todo aquello y ellos no se preocupaban por hacerme partícipe de sus temas de conversación.” (p 173)

"Mis padres siempre estaban insatisfechos e inquietos. Y nunca compartían el júbilo colectivo.” (p. 175)

“Incapaces de tomarse vacaciones si no era para leer y escribir, todo tenía una connotación política, incluso la lección de la criada, descendiente de refugiados españoles republicano, minusválida, a la que había que contratar aunque no pudiera pasar la aspiradora.” (p. 176)

“No conservo ningún recuerdo de mis padres haciendo algo para mí o conmigo. Cuando se veían, solo hablaban de política.” (p. 195)

”Muy pronto comprendí que mis padres se esforzaban por dar lo que podían: una ventana al mundo, un sentido crítico, una disciplina e incluso cariño.” (p. 194)

Como se ve solo aparece algo relacionado con el afecto en esta última frase.
El libro está dividido en seis capítulos. En el primero hace un resumen de los antecedentes familiares de sus padres. En el segundo se centra en la peripecia sudamericana del padre, tanto en Cuba como en Bolivia y cuenta su detención, juicio y posterior encarcelamiento. Hasta la mitad del libro la autora aún no había nacido. A partir del tercer capítulo sí que se trata ya de un libro de memorias, bien que muy selectivas, en el que habla de su infancia, de la relación con sus padres, de la vida con sus abuelos, de su estancia en Sevilla entre 1989 y 1993, de su posterior viaje a Venezuela (el país originario de su madre) y finalmente a Estados Unidos para trabajar en una banco. Esta segunda parte es la más interesante porque es la que verdaderamente responde al título del libro y es lo que yo encontraba interesante, esto es, cómo se puede compaginar la labor “revolucionaria” con la paternidad.
En este sentido, el libro no me ha defraudado y, además, me ha descubierto algo no por conocido menos relevante: cómo de unos padres con una ideología determinada y muy acendrada, pueden salir unos hijos con otra bien diferente y en muchos aspectos opuesta.
En este sentido me han llamado mucho la atención las páginas que dedica al rey Juan Carlos que son un verdadero panegírico desde su aspecto físico, pasando por su talante, hasta su acción política, llegando a decir en la comparación con el presidente francés que:

“El Rey era el más republicano de todos los soberanos; reinaba con los españoles. A la cabeza de una monarquía contrariada, Mitterand, por su parte, gobernaba desde arriba.” (p. 237)

Aquí la autora parece desconocer la distinta función que ambos tienen en sus respectivas constituciones, algo difícil de entender si se tiene en cuenta que en 2014 publicó una biografía del rey. Creo que se podría decir que ha padecido una especie de “síndrome de Estocolmo” con el monarca español.
También dedica un par de páginas a demostrar su antichavismo y anticastrismo en lo que parece ser una especie de revancha, una vez más, contra su padre, como lo parece también de forma muy explícita el siguiente fragmento:

“Han disfrutado del pleno empleo, nunca han conocido la angustia de la precariedad y dispondrán de las últimas pensiones honrosas. A fuerza de haber tenido ideales, dejan a sus hijos el calentamiento climático, una deuda pública elevada, pensiones que no están financiadas, el paro masivo, un sistema educativo poco eficaz.” (p.278-279) (Se está refiriendo a los exsesentayochistas que se aferran a sus puestos contraponiéndolos al rey Juan Carlos que abdica y deja paso a la juventud).

En resumen, un libro muy curioso en su planteamiento y muy poco habitual. Escrito de forma muy clara y con gran valentía para exponer sus resquemores y sus carencias. Uno de esos libros que se lee casi de un tirón y que da elementos para pensar sobre todo a los que estamos todavía en los inicios de la educación de los hijos. Obviamente no estoy de acuerdo con varias cosas que afirma Debray, pero eso no es lo importante en este caso.
Hay dos buenas reseñas: la de Marc Bassets en elpais.com y la de Daniel Arjona en elconfidencial.com.

Laurence Debray, Hija de revolucionarios. Traducción Cristina Zelich.

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