jueves, 17 de febrero de 2022

Las maras salvadoreñas


Conocí hace poco a Óscar Martínez al leer su magnífico libro Los muertos y el periodista, el último que ha publicado en España. Me pareció que estaba ante un periodista comprometido y valiente, que entraba en los temas difíciles y que tenía una visión del periodismo que comparto plenamente. Lógicamente, como siempre me sucede en casos así, he comenzado a conocer otros textos y el primero es este que hoy comento en el que, además, ha contado con la colaboración de un hermano que es antropólogo cultural, algo muy importante para el tema que trata el libro que no es otro que las maras salvadoreñas.

Para este estudio los autores han utilizado todo tipo de materiales tal y como enumeran en el Prólogo:

“Escudriñamos en sus relatos y contrastamos con otro tipo de fuentes, como los informes policiales y archivos de hemeroteca, otros pandilleros y expandilleros, policías, jueces, fiscales, familiares, víctimas, forenses. Seguimos reuniéndonos con él cuando abandonó el débil resguardo que le daba el estado salvadoreño en su calidad de testigo protegido…” (p. 10)

Con estos materiales, y tomando como ejemplo y protagonista al exmiembro de la Mara Salvatrucha Miguel Ángel Tobar, el Niño de Hollywood, nos ofrecen una visión general del fenómeno de las maras en su país explicando dónde surgieron y por qué, cómo se trasladaron a El Salvador y cuál ha sido su actividad y su evolución posterior.

Para ello han dividido el texto en cuatro grandes apartados. En el primero, narran su surgimiento en Estados Unidos, más en concreto en California,  y su posterior llegada a su país. En el segundo, se centran en la figura de Tobar cuando está escondido como testigo protegido y tienen varias entrevistas con él. El tercero les sirve para resumir la historia del protagonista a través de epígrafes como: Traidor, Forajido, Tregua, Infierno y Muerte. En el cuarto y último, muy breve, acuden a ver su tumba en el cementerio.

Afirman también en el Prólogo que:

“Éste es un libro escrito en clave de periodismo narrativo. Pretendemos abrir ventanas para que se asomen. Eso sí, lo que hay del otro lado no es agradable.” (p. 11)

Dan así dos de las claves del libro. Su carácter más narrativo que ensayístico y, desde luego, lo poco agradable que resulta lo que se va leyendo. Hay mucha violencia implícita, pero también explícita, tanta que cuando leía lo que se narra en la página 167 tuve que cerrar el libro para darme un respiro, algo que no me sucedía desde que leí un libro sobre las matanzas en Ruanda.

Ese carácter narrativo es una de las grandes virtudes del libro. Los hermanos Martínez escriben muy bien, son capaces de transmitir con mucha claridad informaciones que no siempre son fáciles a pesar de que, como advierten: “Contar esta historia tiene ese riesgo: enredarse. La maraña. Tantas pandillas, tantos nombres, tantos deportados, tantas siglas, tantos apellidos 13, tanto recodo”. (p.97) Efectivamente, hay momentos en que un lector que no conozca el tema, mi caso, se pierde un poco, pero no es demasiado importante porque lo fundamental se sigue perfectamente y con la tensión de no querer dejar el libro para seguir conociendo los diferentes aspectos que van tratando.

Además de narrar la actuación de las maras y del propio protagonista, nos ofrecen informaciones realmente interesantes como son, por ejemplo: el funcionamiento de las “casas de seguridad del estado” que hay para los testigos protegidos, testigos que, por cierto, una vez testifican quedan totalmente abandonados a su suerte; la creación de cárceles específicas para pandilleros en las que, además, no se mezclan miembros de pandillas enemigas; la relación entre los evangélicos y los pandilleros o todo el capítulo titulado la Tregua en el que se muestra cómo triunfa la corrupción entre los políticos.

Libro fundamentalmente descriptivo de una realidad no solo incómoda, sino profundamente deshumanizada porque como dicen:

“Es una mafia, sí, pero sigue siendo una mafia de pobres. El secreto está en que su sueño no es hacerse ricos, sino ser alguien. Ser alguien distinto al que eran. Porque algunos de ellos, como Miguel Ángel, eran pobres desde siempre, pero también humillados, hermanos de niñas violadas, hijos de padres alcohólicos, nómadas. Eran basura.

Nadie en esta vida quiere ser Miguel Ángel Tobar.” (p. 113)

Sin conocer esos orígenes no se pueden entender muchos de sus comportamientos. Tampoco lo difícil que es salir aunque algunos lo consiguen. Así:

“Estos relatos los cuentan hombres y mujeres que los vivieron en carne propia. En su mayoría ya no están ligados a la pandilla más que por un lazo emotivo o a través de viejas amistades. (…) Algunos son maestros en escuelas primarias, otros son plomeros, hay quienes se dedican a predicar las virtudes de Dios desde sus iglesias pentecostales en los barrios olvidados de San Salvador o ciudad de Guatemala”. (p. 57-58)


Es un libro en el que nadie sale bien parado, desde las autoridades de migración estadounidenses, a los policías, jueces y representantes del estado salvadoreño, pasando, claro, por los propios miembros de las pandillas. Un libro duro que habla de cómo un padre deja a su hija para que sea violada por un mayor lo que lleva a su hermano, Miguel Ángel Tobar, de solo 11 años a vengarla; en el que se cuenta que ya como testigo protegido apenas recibe lo necesario para malcomer él, su mujer y su hija pequeña; en el que se dan cifras de los muertos en El Salvador realmente dramáticas, las más altas del mundo; un libro, en definitiva, en el que la pobreza, la violencia y la muerte están permanentemente presentes. Es decir, un libro que no deja indiferente.

Solo me queda dar las gracias a los autores por ser capaces de enfrentarse a esa realidad de la forma en que lo hacen y de transmitirla de una manera tan brillante.

 

Óscar Martínez y Juan José Martínez, El Niño de Hollywood. Una historia personal de la Mara Salvatrucha.

 

 

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