miércoles, 7 de agosto de 2013

Impresionantes testimonios




Con este libro Hatzfeld termina la trilogía dedicada a las matanzas de Ruanda de 1994. El anterior, Una temporada de machetes, es seguramente el libro que más me ha afectado por sus tremendas escenas de violencia relatadas, además, por los propios autores a los que entrevistó mientras estaban encarcelados. Creo que es la primera vez que he cerrado un libro para respirar profundamente y poder seguir su lectura.
En este tercer libro vuelve a basarse en entrevistas, pero esta vez tanto a supervivientes de las matanzas como a participantes activos en las mismas (los que aparecen bajo el nombre de matarifes). Estos últimos son fundamentalmente los mismos que aparecen en el libro anterior sólo que ahora lo hacen estando ya en libertad.
De nuevo nos encontramos ante un libro de extremada dureza en algunos momentos, aquellos en los que los supervivientes rememoran escenas vistas en los pantanos o en el bosque, lugares en los que tuvieron lugar las principales matanzas. (De una población de 59.000 tutsis, quedaron apenas 9.000)
Otro tema fundamental que se aborda en el libro es el de la reconciliación y la memoria. Muy interesante por las diferentes opiniones que se ofrecen que en lo fundamental coinciden con las que cito a continuación:
“Para hacer justicia habría que matar a los matarifes. Pero entonces parecerá otro genocidio, sería el caos. Matarlos o castigarlos de manera adecuada es imposible; perdonarlos, impensable. Ser justo es inhumano” (p.144)
“La justicia pasa por la aplicación de la ley y la ley echaría por tierra el país. Uno de cada cincuenta agresores fue condenado y el país no puede soportar más. Cuando se indulta o se libera a un matarife en nombre de la reconciliación, ni él ni su entorno ni los familiares de sus víctimas experimentan una sensación de justicia” (p144-5)
 
Ambas, eso sí, pertenecen a dos supervivientes.
Un gran libro que muestra una vez más la sensibilidad de este gran periodista que, además, y como ya sucediera en el anterior, apenas hace acto de presencia y cuando lo hace es con unas reflexiones y consideraciones muy atinadas.
 
 
Jean Hatzfeld, La estrategia de los antílopes
 

 

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