miércoles, 2 de diciembre de 2015

Elogio del campo



Pocos libros tienen un título tan acertado como este. Efectivamente, los colonos, los campesinos, son esa bendición de la Tierra; como afirma un personaje dirigiéndose a Sivert, el hijo del colono protagonista: “¿Puedes estar satisfecho! Tenéis todo lo que necesitáis para vivir, tenéis todo por lo que vivir, todo en lo que creer, nacéis y engendráis, sois los imprescindibles de la Tierra. No todo el mundo lo es, pero vosotros sí: los imprescindibles de la Tierra. Sois los que mantenéis la vida.” (p. 356)
Siguiendo la estela de un libro anterior, Pan, Hamsun vuelve sobre la naturaleza, en este caso transformándose por la acción en general benefactora del hombre.
Novela bastante extensa, 362 páginas con densa tipografía, en la que no suceden grandes cosas, no hay apenas elementos dramáticos, ni grandes tensiones, y sí muchas descripciones de trabajos del campo y de construcción de los diferentes componentes de una granja; sin embargo, esa apariencia de novela un tanto rollo, la suple Hamsun con su peculiar estilo y su extraordinaria capacidad de seducción mediante la palabra.
Cuenta la historia de Isak, un hombre que coloniza un territorio hasta entonces deshabitado, forma una familia con Inger, la mujer que primero acude como trabajadora y luego se casan, y tiene varios hijos que continuarán la tarea. Estos personajes son los protagonistas, pero hay también interesantes secundarios tanto colonos como habitantes del pueblo.
Del tratamiento dado a la historia hay que destacar la visión positiva que se da de todos los que se dedican a la agricultura, mientras que los pocos personajes algo negativos son comerciantes, ingenieros (están instalando en la zona el telégrafo) o habitantes de la ciudad. Un ejemplo puede ser el siguiente fragmento: “La vida diaria, acontecimientos que llenan la vida de los colonos. No son pequeñeces, ah, no, son el destino, se trata de felicidad, goce y bienestar.” (p. 54)
Dentro de ese ambiente grato destaca, sin embargo, esta visión que da de otro personaje: “Para ella un infanticidio no significaba nada en sí mismo, no era algo extraordinario, lo que no mostraba más que toda esa bajeza moral e impudicia que cabía esperar de una sirvienta. Se vio claramente en los días siguientes: ni un momento de reflexión; ella seguía siendo como antes, inalterable, repleta de tonterías superficiales, de espíritu de sirvienta.” (p. 2 22)
Esta desprecio hacia una sirvienta por el hecho de serlo resulta extraño en la novela porque aparecen otros casos y no reciben el mismo trato por parte del autor.
Novela enormemente entretenida aunque a veces un tanto reiterativa en las bondades del campo, la agricultura y la vida natural, pero se salva por el gran estilo de Hamsun del que, una vez más, tengo que destacar la original (la novela fue escrita en 1917) y magnífica construcción de los diálogos.

Knut Hamsun, La bendición de la tierra


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