jueves, 12 de septiembre de 2019

Dura lectura sobre el Alzheimer



Si los libros de Ernaux son esencialmente autobiográficos, este lo es exclusiva y plenamente. La madre tuvo Alzheimer y estuvo primero en casa de la hija y luego en una residencia y un hospital. De su estancia en este último surge el libro. Como dice la autora en la introducción:

“Luego, cuando volvía de visitarla en el hospital de Pontoise, necesitaba escribir sobre ella a toda costa, sus palabras, su cuerpo. Escribía muy rápido, sumida en la violencia de las sensaciones, sin pensar ni buscar un orden.
(…)
Las revelo tal y como fueron escritas, fruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo. No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella (…)” (p. 13 y 15)

Se trata, pues, de un texto que tiene mucho de liberación tras pasar horas asistiendo a situaciones humanas no precisamente agradables y al deterioro físico y psíquico de un ser querido. Como dice en un momento determinado:

“Horror, demasiada degradación, demasiada animalidad. Los ojos vagos, la lengua y los labios chupando, salientes, como hacen los recién nacidos.” (p. 90)

Desde luego es un libro que no puede leer cualquiera y que tampoco se puede leer en cualquier momento a pesar de que solo tiene 116 páginas y que se puede leer en muy poco tiempo. Yo lo empecé hace una par de meses y lo dejé hasta que decidí hacer de tripas corazón y lo volví a coger hace unos días.
Claro que, como pasa también con otros libros, la historia personal tiene mucho que ver en esto. He tenido hace pocos años algunas experiencias y momentos bastante parecidos a los que cuenta Ernaux y, por otro lado, tengo al Alzheimer como la enfermedad que más miedo me produce. Por eso, la lectura de un libro como este me resulta especialmente dolorosa y muy dura de sobrellevar, pero quería hacerla y estoy contento de haber sido capaz de terminar el libro.
Los dos aspectos más relevantes del texto son: la relación madre-hija en la que se adivinan y se dejan entrever reproches y tensiones antiguas y, obviamente, los estragos que provoca el paso del tiempo. Algo que se saca de esta lectura es la necesidad que hay de una ley al menos de eutanasia y muchísimo mejor sería llegar a aprobar el suicidio asistido. No es muy entendible que a estas alturas de la civilización no podamos elegir el momento en el que abandonar le vida si entendemos que esta no tiene ya la dignidad que nos gustaría.
Si he recomendado hasta ahora los libros que he leído de la autora, no puedo hacer lo mismo con este sin algún reparo: Como decía antes, depende del lector y del momento.
Hay una reseña muy buena y completa de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com

Annie Ernaux, No he salido de mi noche. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.

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