martes, 1 de septiembre de 2020

Protagonista único: el libro.



Un buen ejemplo de cómo bastan 137 páginas, en pequeño formato y con no demasiado texto al incluir bastantes fotografías y dibujos, para crear en el lector una buena serie de sensaciones y emociones. Eso sí, este tiene que ser alguien para quien los libros sean una parte importante de su vida. Digo los libros y no la lectura porque desde que existe el libro digital se puede dejar de establecer la relación con los libros de la que habla Marchamalo.
El librito se divide en cinco capítulos cuyo enunciado deja ya muy claro el contenido. Son: Vivir con libros, El orden y el concierto, Cómo deshacerse de 500 libros, Un libro cada treinta segundos y Libros esguardamillados.
En definitiva, cuántos libros tener, cómo ordenarlos, de cuáles deshacernos, cómo tratarlos, etc. Además, el autor cuenta un montón de anécdotas y nos muestra las bibliotecas de algunos escritores (impresionante, por cierto, la foto de la de Cabrera Infante).
Algunas frases del libro son una buena  muestra de lo que se puede encontrar en él.

Sobre el significado y el valor de los libros:

“Los libros delimitan nuestro mundo, señalan las fronteras difusas, intangibles, del territorio que habitamos. Hablan no solo de los lectores que somos y de los que fuimos en su momento, sino de los lectores que quisimos ser, y en los que finalmente no nos convertimos.” (p. 26)
(Me parece especialmente interesante y llamativa esa idea de lectores que “quisimos ser”)

“Octavio Paz nunca consiguió sobreponerse al incendio de sus libros. Porque con los libros se quemaron las historias, los personajes, los lugares. Con los libros ardieron las dedicatorias, las anotaciones en los márgenes, las erratas corregidas a mano. Con los libros ardieron las tardes luminosas en las que los había leído, el olor del papel, el orden de las estanterías, el tacto de los amigos a los que se los había prestado.” (p. 133)

“Una verdad indiscutible es que los libros, en general, otorgan cierta autoridad cultural, dotan de prestigio a sus poseedores y son un signo de aspiración intelectual.” (p. 70)

“También los libros aportan soluciones decorativas, dan tono a una casa y abrigan en invierno, por supuesto.” (p. 71)

Sobre la cantidad de libros:

“Umberto Eco cuenta que una periodista visitó su casa y le preguntó respecto a la cantidad de libros que tenía, ya saben: “¿Los ha leído usted todos?”. A lo que Eco respondió que por supuesto que no, que cualquier lector mínimamente entrenado sabe que hay libros que hay que leer y libros que hay que tener.” (p. 89-91)

“O eres un tipo famoso (…), o quitarse los libros de encima puede llegar a convertirse en una auténtica pesadilla.” (p. 81)

“(…) el poeta Francisco Pino los tiraba directamente a la basura.” (p. 85)

Lo que se dice en estas dos últimas frases lo he tenido que padecer y practicar este mismo año al no ser, obviamente, un “tipo famoso”. Ninguna institución aceptaba la donación de unas buenas colecciones de libros de Historia de España, Relaciones Internacionales, Antropología, Filosofía o Sociología. “No tenemos capacidad para almacenarlos,” me decían. Al final, algunos exalumnos y excompañeros de trabajo se llevaron unos trescientos más o menos, una librería de libros de segunda mano se llevó el volumen fundamental ¡sin cobrarme nada por ello! y, finalmente, otro grupo terminó como los del poeta Francisco Rico, sí, ¡en la basura!
De esos temas apenas me quedé con algunos ejemplares bien por lo que hubieron podido significar o bien porque forman parte de “los que hay que tener”.
En cualquier caso, es una experiencia que no le deseo a nadie. Lo pasé fatal. Ha sido como desprenderse de trozos de vida, deshacerse de vivencias que fueron  en su día muy fuertes. Una pena, pero algo que estoy seguro que le pasa a bastante gente ya que la acumulación de libros llega un momento que resulta también algo agobiante y es inevitable la eliminación. (No en balde hay un capítulo en este librito sobre el particular).
Pero volviendo al texto de Marchamala, me ha gustado mucho lo que escribe sobre libros abandonados o malditos -aunque no coincida con él en mis preferencias-, o sobre libros dedicados –aunque, si no recuerdo mal, solo tengo uno dedicado por Martín Caparrós porque siempre me ha dado apuro acudir a los escritores para obtener esa firma.
Claro, hablar de libros es también hablar de lectura y nada mejor para cerrar el comentario de este estupendo librito que la siguiente cita:

“La maldición de los que no leen, dijo en una ocasión el raro, el despechugado de Houellebecq, es que deben conformarse con la vida.” (p. 33)

Recomiendo la lectura de este texto a todos aquellos que “posean” libros y disfruten viéndolos y tocándolos.
Hay una buena reseña en librosdecibola.wordpress.com.

Jesús Marchamalo, Tocar los libros.


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