lunes, 28 de septiembre de 2020

Continúo conociendo a Taia



 Hace menos de un mes que descubrí a este escritor marroquí que escribe en francés. Fue a raíz de la publicación de su última novela y, como me pasa tantas veces, he leído ahora la que fue su primera publicación. Está escrita con apenas 27 años y cumple perfectamente lo que dice la traductora en un largo texto final que titula Encuentro con Abdelá Taia:

“La escritura de Abdelá Taia parece fácil. Demasiado fácil. Expresión infantil. Frases cortas. Vocabulario limitado y sencillo como el de un niño. Torpezas lingüísticas que lo excluyen automáticamente del Olimpo de los escritores. Pero tiene a su favor lo que constituye la lengua de los grandes, una lengua universal, ni francés ni árabe, la lengua del corazón.” (p. 204)

 Más allá de que yo no soy capaz de detectar esas posibles torpezas, lo que sí soy capaz de percibir es el sentimiento que pone en cuanto cuenta.

El libro está compuesto por 25 breves capítulos que en su mayoría dedica a recoger experiencias y momentos de su infancia y algo de su juventud con un marcado carácter autobiográfico. Taia nació en 1973 en un pueblo cerca de Rabat en el seno de una familia con escasos recursos y siendo el séptimo hijo después del primogénito varón y de cinco mujeres (luego vendría otro varón). Tuvo muy mala salud al principio y requirió mucha atención y cuidados. Esta parte del libro es interesante para ver cómo funciona una familia así en un contexto tan difícil.

Sin embargo, en los últimos capítulos cambia el contenido y dedica cada uno de ellos a un personaje. Destaca los que dedica a Osama, un compañero de colegio del que, aunque no sea muy explícito, el autor estaba enamorado;  al escritor Mohamed Chukri al que admira profundamente y al que me atrevo a decir que imita en algunos pasajes (Chukri ha aparecido muchas veces en el blog porque es un escritor que me encanta tanto lo que cuenta como la forma de hacerlo); o a  Starobinski, un escritor que desconozco pero del que Taia se reconoce deudor.

Tanto en la primera como en esta segunda parte, yo destacaría esa escritura sensible en la que, además, se insinúan cosas que no terminan de explicitarse como puede ser, por ejemplo, la homosexualidad del autor. Hay que decir que el libro lo escribió estando ya en Francia aunque algunos capítulos parece ser que estaban ya redactados en Marruecos.

La verdad es que es un texto que se lee con interés y con agrado aunque, obviamente, no estemos ante un gran libro.

Dejo el siguiente fragmento como ejemplo de su forma de escribir:


“Creo que en Marruecos se tiene miedo al amor. Nunca se expresan directamente los sentimientos. Sin embargo, la ternura es algo omnipresente. Proviene sobre todo de las mujeres.” (p 34)

 

Abdelá Taia, Mi Marruecos. Traducción Lidya Vázquez Jiménez.


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