martes, 6 de julio de 2021

Interés desigual


Como se puede comprender fácilmente, cuando el otro día vi esta portada en la librería tardé pocos segundos en seleccionar el libro sin ni siquiera mirar el índice ni la contraportada. Tampoco conocía al autor más allá de saber quién es por el apellido y porque seguramente he oído hablar alguna vez de él.

Es un título magníficamente elegido sobre todo por la segunda parte que es, lógicamente, la que me llamó la atención.

El libro está dividido en varios apartados muy diferentes tanto en contenido como en extensión. Así, lo abre con unas curiosas e interesantes informaciones y reflexiones, nada menos que sobre la batalla del Somme, para demostrar que en solo unas horas murió más gente que en los cien días de confinamiento. Todo para en el segundo apartado, Palos de ciego,  dedicarse a su peculiar análisis de la pandemia con afirmaciones que unas se pueden compartir y otras discutir. A continuación hace una “sucinta y anecdótica autobiografía” que es el capítulo más extenso del libro. En ella vemos al que debe de ser el Tusquets más típico: mucho sentido del humor, muchas anécdotas algunas muy curiosas y, desde luego, sin falsa modestia, pues como dice JavierDivisa en la reseña para revistatarantula.com: “he leído pocas memorias que no adolezcan de vanidad y egolatría”. Este capítulo me ha provocado más de un dejà vu por algunas historias y algunos personajes como, por ejemplo, la inevitable Teresa Gimpera o el siempre mencionado Bocaccio. Son unas páginas que se leen sin más y ya está. Eso sí, aunque el capítulo que viene a continuación sea, precisamente,  Vivir no es tan divertido, lo cierto es que el autor ya ha dejado claro que él sí que se ha divertido lo suyo.

En el resto del libro, más o menos la otra mitad, se ocupa de lo que a mí me interesaba: el envejecimiento. Aquí he de decir que Tusquets es capaz, en el capítulo Envejecer, un coñazo, de mostrar todas y cada una de las dolencias y todos y cada uno de los problemas a los que nos enfrentamos con el paso del tiempo, sobre todo a partir de los setenta. Aunque resulta duro, me ha gustado verme reflejado casi como en un espejo; ha tenido hasta un cierto carácter catártico. Después escribe muy acertadamente sobre la eutanasia, más discutiblemente sobre si hay que desenterrar los muertos de la guerra civil y muy emotivamente cuenta la muerte de varios amigos suyos en un capítulo que tiene momentos muy emocionantes.

Si a eso le añadimos que abre el libro con dos citas de Cioran y que dice que el único ejercicio que practica es el Taichí, puedo decir que ha logrado cierta conexión conmigo como lector.

Ahora bien, su pretensión de ser políticamente incorrecto, el uso de “progre” para referirse a ciertas actitudes, y esa vida burguesa desde la que parece no entender, o incluso ni conocer, que hay gente más allá de esa clase, hace que el libro se haga a veces un tanto insufrible.

Creo que es un libro que solo se debe leer a partir de una cierta edad o, si no, también para saber cómo son y por qué actúan así algunos padres o algunos abuelos.

 

Oscar Tusquets Blanca, Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo.

 

 

 

 

 

 

 

 

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