martes, 8 de marzo de 2022

Una familia judía en Polonia


Soy un lector asiduo de libros que traten del tema del Holocausto. En este blog se pueden encontrar bastantes entradas comentando muchos de ellos. Siempre que veo en las librerías alguno que trate este tema lo ojeo con detenimiento y es muy habitual que lo compre. Ayer mismo descubrí que se acaba de publicar un libro de Raul Hilberg, el  primer investigador en profundidad sobre el Holocausto, titulado Ejecutores, víctimas y testigos. La catástrofe judía contada a través de sus protagonistas (1933-1945), libro que, lógicamente, compré.

El que hoy comento se incluye en uno de los posibles enfoques al tratar este tema que es el de la narración de la biografía de alguien que vivió la época y sufrió persecución. En este caso se trata del padre de la autora que, habiendo nacido en 1927, estuvo internado en varios campos de concentración y al finalizar la guerra fue recluido en un orfanato específico para jóvenes judíos ya que había perdido a gran parte de su familia.

Son varios los libros que han utilizado este enfoque y suelen ser muy interesantes porque muestran la represión y sus efectos a partir de realidades muy concretas. Sin embargo, en el caso del libro de Sznajderman el tratamiento que ha hecho hace que sea un texto tremendamente irregular y, creo, no demasiado interesante al menos para un lector español, con la salvedad de lo que enseguida comentaré.

El primer capítulo lo dedica a mostrar la familia de su padre con gran profusión, excesiva para mi gusto, de material fotográfico. Familia que en su mayor parte desapareció en el Holocausto. En el segundo sigue indagando pero más centrada ya en su padre y en él afirma:

“Este libro nace de sus silencios: mi padre es de los que permanecen callados, su silencio es enorme, abismal; una puede ahogarse en él fácilmente. Por eso empecé a recordar: en contra de ese silencio, en contra del olvido y en contra de la nada que quisiera engullirlo todo.” (p. 110)

Luego dedica bastante espacio a su “familia polaca”, es decir, a su familia materna porque, no lo he dicho hasta ahora, la autora proviene por parte de padre de una familia judía asimilada, pero la otra pata es una familia polaca (esta diferencia la hace la propia Sznajderman a pesar de que, como acabo de decir, se trataba de una familia judía asimilada y, por lo tanto, podríamos pensar que era también una familia polaca).

En esto está lo mejor del libro o, al menos, lo que a mí más me ha aportado y me ha resultado más interesante. Me refiero a las más o menos  treinta páginas que dedica a contar las actitudes del pueblo polaco con respecto a la población judía. Tengo que advertir que, como ya he dicho muchas veces en distintas entradas del blog, mi actitud hacia el pueblo polaco está muy marcada por la serie documental Shoah de Claude Lanzmann. Desde que la vi he tenido un sentimiento de fobia hacia ese pueblo que se consolidó con el “Papa polaco” y más recientemente con los gobiernos que democráticamente están eligiendo. (Estos días me estoy reconciliando un poco viendo la solidaridad que están demostrando con los ucranianos que huyen). Debido a esa fobia me han interesado las informaciones que da la autora que no son, desde luego, muy favorables y me reafirman en mis sentimientos.

Volviendo al libro, dejo tres fragmentos como ejemplo del tipo de actitudes hacia los judíos: 

“Me pregunto cómo eran las relaciones con vuestros vecinos polacos. ¿Manteníais alguna? Lo dudo mucho. Los polacos no acostumbraban a entablar amistad con las familias de judíos asimilados, pero, en cualquier caso, me gustaría creer que no fueron vuestros conocidos ni vuestros vecinos los que en 1942 acudieron a toda prisa con sus carromatos a desvalijar las casas (…) después de la liquidación de los guetos locales” (p.28)

“(…) El mundo judío no existía para la nobleza rural polaca. Y, si existía, solo era un parte de su mundo: una parte imprescindible solo de vez en cuando. Jamás igual, siempre peor, siempre sumisa, nunca digna de un interés verdadero, y solamente a ratos necesitada de los cuidados y de la protección de los señores.” (p.223)

“La Iglesia católica también apeló al Papa para que salvara a los católicos perseguidos, pero no mencionó a sus hermanos judíos.” (p.224)

 

Este es el núcleo de lo que puede interesar más a un lector español de un libro que a lo largo de sus casi 300 páginas se hace un tanto complejo de seguir por la dificultad de los nombres de personas y pueblos (hubiera sido enormemente útil un organigrama familiar como suele haber en este tipo de libros). Además, se detiene en más de una ocasión en enumerar los lugares, calle y número, donde había una tienda de calzado, una pastelería, etc., que pueden interesar a un habitante de la zona, pero no a otro tipo de lector.

Por estas cosas considero que es un libro muy irregular, bien escrito, con la frialdad necesaria en muchos momentos, pero también con pasión en otros, aunque, al menos en mi caso, el interés decaiga en demasiados tramos.

 

Monika Szajderman, Los falsificadores de pimienta. Una historia familiar.

Traducción: Anna Rubió y Jerzy Slawomirski.

 

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