domingo, 30 de julio de 2023

Continúa la trilogía



La obra de Slimani ya la he comentado en varias ocasiones en el blog desde esa Canción dulce que ganó el premio Goncourt en 2016 y que fue la primera novela que se tradujo de la autora hasta El país de los otros con la que iniciaba una trilogía de la que el que ahora comento es el segundo volumen.

Slimani se ha embarcado en una obra en la que pretende contar la historia de una familia marroquí, que parece ser que en gran medida es la suya, a lo largo de prácticamente todo el siglo XX.

Si en el libro anterior relató la historia de los abuelos Amín y Mathilde, en este se centra sobre todo en los hijos de estos Aicha y Selim, aunque sin olvidar a aquellos que ocupan bastante espacio al principio del texto y también al final. Junto a ellos tiene una importante presencia Selma, hermana de Amín con una vida que podríamos catalogar como “de película”; Omar, también hermano, con poca pero muy significativa participación.

Con estos mimbres Slimani va tejiendo un relato muy bien construido y narrado siempre desde el presente de los hechos con solo un par de ocasiones en los que se cuenta algo ya pasado y otra en la que se narra desde un momento más de treinta años después.

La novela se desarrolla básicamente en el período que va de 1966 a 1972. Período de formación de sus tres principales protagonistas y de inicio de sus relaciones que terminará con el matrimonio entre dos de ellos. Slimani aprovecha para contar también algunos aspectos de la situación del país y así menciona los centros de detención clandestinos, el intento de golpe de estado contra Hassan II que terminó con la pena de muerte para los implicados cuya aplicación se retransmitió por la televisión, también insiste como ya hiciera en la anterior novela en el papel subordinado de la mujer incluso cuando el marido es, al menos teóricamente, alguien de ideas avanzadas. Resulta también curiosa la presencia de los hippies en 1969.

Evidentemente sigue la magnífica capacidad narrativa que tiene la autora sobradamente demostrada en todos sus libros, y también la buena construcción de personajes de alguno de los cuales me hubiera gustado saber algo más, sobre todo de las causas de algunas de sus acciones y decisiones.

En fin, un libro muy entretenido que cuesta dejar de leer y que, además, nos acerca a conocer a ese vecino del sur del que  apenas nos separan14 kilómetros que parecen una barrera infranqueable.

Hablaba antes del más que posible carácter autobiográfico del libro. A este respecto dice la autora en una nota final de agradecimientos: “También quiero agradecer a los amigos de mi padre que se pusieron en contacto conmigo durante la escritura de este libro y que, con mucho pudor y cariño me contaron los años jóvenes que compartieron con él”. (p.439)

 

Leila Slimani, Miradnos bailar. Traducción Malika Embarek López.

 

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