lunes, 15 de julio de 2024

Un interesante libro póstumo

 

He seguido a Lobo a través de varios de sus libros (se pueden ver los comentarios en el blog) y de forma más continua a través de sus intervenciones con Javier del Pino en el programa de la S.E.R. Además, a raíz de mi lectura de su libro Todos náufragos, tuve un breve intercambio de correos ya que descubrí que habíamos compartido colegio (los maristas de Chamberí) y algún profesor a pesar de que él era varios años más joven. Desde luego coincidimos en la desastrosa educación y enseñanza que allí nos dieron. También compartimos algo de lo que hablaré más adelante. Por todo ello, sentí de forma un tanto especial su fallecimiento y eso me ha animado también a leer este libro póstumo. De él dice su autor:

“Ahora no sé qué libro estoy escribiendo. Si este tiene algún sentido literario o periodístico, más allá del terapéutico, el de volcar en él mis sentimientos, alegrías, tristezas y desconciertos, de tratar de compartir mi manera de gestionar las noticias médicas”. (p. 187-188)

No le puedo negar ese carácter terapéutico que seguro tuvo su escritura porque dedica bastante espacio a hablar de la enfermedad y los tratamientos, pero también escribe sobre su familia (de la madre especialmente), hay recuerdos de viajes y reportajes de su profesión periodística y abundan las reflexiones sobre la muerte, su significado y las diferentes formas de enfrentarse a ella. Es decir, es un libro en el que Lobo va dejando constancia, un tanto a vuelapluma, de diferentes aspectos de su hacer, pensar y sentir.

Decía antes que también compartimos otra cosa. Durante unos meses yo también estuve diagnosticado de cáncer que, menos mal, resultó luego que era un diagnóstico equivocado, pero durante ese tiempo tuve ocasión de que me sucediese lo mismo que relata Lobo en los siguientes fragmentos y que han hecho que la lectura me haya resultado por momentos dura al recordarme las sensaciones y temores que tuve. 

“(…) pronuncian el nombre, cáncer, y en un instante la vida apacible se transforma de un condicional suspendido en la nada”. (p. 51)

“Mi impulso de investigar sobre mis enfermedades, pese a los riesgos de caer en tristezas inevitables, forma parte de mi proceso de asunción de los hechos”. (p. 53)

“Siempre existía una razón que nos forzaba a realizar más pruebas (…) Me exasperaba la incertidumbre, no terminar de cerrar el círculo de información para alcanzar un diagnóstico definitivo… (p. 100)

En fin, un libro recomendable sobre todo si se ha seguido algo al excelente periodista que fue, o si se quiere ver cómo se puede reaccionar ante una enfermedad como esa y ante la proximidad de la muerte.

 

Ramón Lobo, Pensión Lobo, Habitación 13.

 

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