martes, 18 de noviembre de 2014

Novela australiana sobre la batalla del Somme



Excelente novela la de este escritor australiano que combatió en el ejército británico durante  la Primera Guerra Mundial en las batallas del Somme y el Ancre que, como afirma en una nota preliminar, le sirvieron de inspiración para la obra aunque no se trate de un escrito autobiográfico.
Me costó un poco entrar en la novela ya que en su mayor parte se desarrolla en la retaguardia durante los momentos de descanso  y, por lo tanto, los sucesos cotidianos son muy parecidos y me parece que Manning es demasiado detallista. Ahora bien, poco a poco y de forma casi imperceptible, la obra va ganando en interés e intensidad, no porque haya “tiros” (lo que no sucede hasta casi el final), sino porque las historias personales y las relaciones entre los protagonistas van tomando cuerpo y aparecen también las críticas a la forma de hacer dentro del ejército que me parece uno de los elementos más interesantes de la novela.
Efectivamente, aunque no es la típica obra antibelicista sí que refleja algunos de los desastres de las guerras y sobre todo hace una acerada crítica del comportamiento de muchos oficiales mayor cuanto mayor es también la graduación. De hecho, el protagonista, un joven voluntario con estudios, es siempre tentado para el ascenso al que se niega sistemáticamente porque prefiere estar con la tropa de procedencia popular. Otro aspecto relevante de la obra es que el autor inicia cada parte y cada capítulo con un texto de diferentes obras de W. Shakespeare.
Pongo a continuación tres textos que pueden servir de ejemplo de alguna de las afirmaciones que hago:
 
“De repente, recordó a los que cayeron en el bosque de Trônes, muertos sin enterrar con los que había convivido codo con codo, británicos y boches equitativamente mezclados, supurando, descompuestos por las larvas de las moscas, pasto de las ratas, ennegreciéndose por el calor, hinchados con las barrigas dilatadas o resecándose en sus andrajos corroídos; e incluso cuando la noche los cubría, se desahogaba en el viento el hedor de la muerte.” (p.31)
 
“Cuando por fin se marchó el señor Rhys (un oficial), se relajaron y descansaron dejando escapar un suspiro. Entendían mejor al comandante Shadwell y al capitán Malet, porque en cierto modo eran como un soldado raso: hombres que debían coger las armas contra un mundo entero, hombres que luchaban desesperadamente por salvar el pellejo y que, conscientes de ello, en última instancia, estaban solos. Esta autosuficiencia es la esencia de la camaradería. Cuando el señor Rhys participaba de esta actitud, lo respetaban; sin embargo, cuando les hablaba del patriotismo, del sacrificio y del deber, no hacía más que enturbiar y confundir su visión de las cosas.” (p.23)
 
“El general de brigada le dio la orden al coronel, el coronel al ayudante de campo, y el ayudante al señor Sothern, quien, recordando que Bourne (el protagonista) le había hecho de intérprete con una señora mayor de Méaulte para pedirle una escoba, lo empujó a primera línea de fuego. Esto se llama, en el ejército británico, la cadena de responsabilidad, es decir, que la responsabilidad de los errores de sus superiores los asumen los soldados rasos.” (p.256)
 
Una novela muy recomendable por la humanidad de sus personajes, el tratamiento del tema huyendo de lo más efectista y la crítica de los mandos militares.
 
Frederic Manning, Los favores de la fortuna

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