miércoles, 24 de junio de 2015

ANDAMIO

Llevo un par de semanas leyendo los comentarios que sus lectores hacen en Libertad Digital e incluso poniendo de vez en cuando alguno. Estos comentarios se hacen con respecto a tres noticias: el famoso tema de los tuits de Guillermo Zapata, el reciente nombramiento hecho por Manuela Carmena de su Jefe de Gabinete y el acercamiento de los presos de ETA no mal visto por Carolina Bescansa.
 
Son muchos los comentarios que he leído y tengo que decir que en su inmensa mayoría consisten en descalificaciones e insultos tanto a los dirigentes de Podemos como a sus votantes, y en algún caso también a Pedro Sánchez y al PSOE. Es raro encontrar una crítica bien razonada que, por muy dura que sea, sería perfectamente justificable.
 
Ignorantes, analfabetos, tontos del culo, terroristas, hijos de puta o de perra, asesinos, vieja pelleja (Carmena), filoetarras, PablETAs, colETAs, mierdas, … Como se ve, un conjunto de lindezas que ahora puedo recordar, pero las hay más duras y ofensivas, y que no hacen sino manifestar verdadero odio hacia aquellos que piensan de forma diferente.
 
Todo eso me lleva a hacer una vez más la misma reflexión: las ideas se pueden y deben combatir y contra ellas se pueden utilizar los calificativos que se quiera; las ideas no tienen por qué ser respetadas. Obviamente, parece mejor hacer una crítica razonada, pero creo que también es admisible el exabrupto. Ahora bien, en los comentarios que traigo a colación el exabrupto es en la mayoría de los casos contra las personas que son, precisamente, las que sí deben ser respetadas aunque defiendan ideas que nos parezcan equivocadas. Si no funcionamos así, la democracia no puede existir porque, si mantenemos el principio de “un hombre, un voto”, tenemos que mantener también la idea de que lo que salga es lo que quiere la mayoría, y si no nos gusta la que ha salido, lo que tendremos que hacer es intentar convencer a los ciudadanos para que haya otra mayoría. Claro que también hay algún comentarista que se despacha con cosas como: “Y la pena es que su voto tb valga lo mismo que el de otras personas que se esfuerzan por mejorar y demostrar que en este mundo no sólo las garrapatas (aquí se refiere a los votantes de Podemos) merecen vivir.”
 
Evidentemente la mayoría de los que escriben esos comentarios son votantes del PP (algunos dicen que tapándose la nariz) o, en algún caso,  de Vox y por eso me parece preocupante lo que dicen. No existe para ellos la escala de los grises, solo el blanco y el negro, mientras que en democracia, para bien o para mal, el color gris es bastante predominante.
 
(Una aclaración así entre paréntesis. Me imagino que en algún medio similar, pero de ideología opuesta, puede pasar lo mismo pues, desgraciadamente, el dogmatismo no pertenece solo a la derecha.)
 
Y hablando de democracia, quisiera también volver a insistir en un tema que no suelen tratar más que de pasada y en muy pocas ocasiones los medios de comunicación y mucho menos aún los políticos.
Además de por las elecciones, la democracia se caracteriza, o al menos así debería ser, por ser un sistema de contrapesos que eviten el “absolutismo” de las mayorías y logren el respeto de las minorías. El problema es que en un sistema parlamentario como el nuestro, al salir el gobierno de una mayoría parlamentaria, el ejecutivo y el legislativo están formados por los mismos grupos políticos con lo que el parlamento pierde mucho de su poder de control. Para poner algún remedio a esta situación se me ocurren algunas medidas que podría paliar al menos en parte este predominio.
 
Por lo que se refiere a las instituciones, la oposición debería tener la mayoría en:
 
-Las mesas del Congreso, Senado y Parlamentos autonómicos.
 
-Las posibles comisiones de investigación.
 
-El nombramiento de los diferentes órganos judiciales: CGPJ, Tribunal Constitucional, etc., (siempre que, claro está, se mantenga la actual forma de elección de estos cargos).
 
-Los directores de los diferentes medios de comunicación de carácter público.
 
Con esto se mejoraría y mucho nuestra democracia. Pero no basta con ello, no es aún suficiente, porque falta la participación ciudadana en algo más que en el ejercicio del derecho al sufragio por importante que sea. Esta participación podría adoptar formas muy variadas entre las que destacaría:
 
-La posibilidad de realizar referéndum no solo consultivo sobre un conjunto de decisiones sin que para ello haga falta un número de solicitantes que lo hagan imposible.
-La opción de revocación de cargos públicos.
 
-La existencia de comisiones de ciudadanos que puedan aportar información y opinión en los parlamentos sobre temas claves para la marcha de un país.
 
-Este tipo de comisiones serían especialmente importantes a nivel municipal donde, por la cercanía y el tamaño de la población afectada, sería más fácil constituirlas y hacerlas funcionar de forma ágil.
 
 
La lista se puede alargar mucho más, pero creo que si solo se planteasen las propuestas, el debate político quizá se enriqueciese y se evitase, al menos en parte, el encanallamiento y el odio  que se produce a veces. En todo caso, reconozco que no sería fácil articular la formación y el funcionamiento de este tipo de comisones.
Una aclaración final que no sé si es necesaria. Estoy en contra de cualquier totalitarismo: del de los mercados, pero no insulto a los banqueros ni a los accionistas de las empresas del IBEX 35 por poco que me gusten la mayor parte de sus actuaciones; del de las religiones, pero no insulto a curas, imanes o rabinos, aunque no me guste ni lo que dicen ni lo que hacen; del de algunas ideologías políticas cuando no admiten la más mínima crítica porque se pueda tambalear su “edificio” tan bien construido;… Estoy a favor del debate de ideas y dispuesto, parafraseando a Marx (Groucho, por supuesto) a “cambiar mis principios” si fuese necesario. No sería la primera vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario