martes, 24 de octubre de 2017

Novelando la guerra de Vietnam



Hacía tiempo que no se traducía ningún libro de este escritor. Entre 2011 y 2013 leí los tres libros hasta entonces publicados de los que el titulado Las cosas que llevaban los hombres que lucharon me pareció un gran libro. Por eso al ver este que ahora comento y saber que también iba sobre la guerra de Vietnam me abalancé sobre él. Este libro fue escrito en 1978 y, por lo tanto, es muy anterior al de Las cosas que llevaban… y no sé si será por eso o por otra circunstancia, el caso es que aunque trate de la misma guerra el planteamiento es en parte diferente.
De alguna manera se podría decir que estamos ante dos novelas que se van intercalando dentro del mismo libro. Por una parte hay un escrito bastante realista en el que se describe la guerra y, sobre todo, la situación de los soldados: sus padecimientos, sus dudas, sus miedos, etc., es decir, lo habitual en una novela que trate de la guerra. Esta parte abarca más o menos la mitad del texto y en ella podemos encontrar fragmentos como los siguientes:


“Y yo lo que digo es que a la mayoría de los soldados los propósitos y la justicia se la traen muy floja. Ni siquiera piensan en esas mierdas. Están demasiado ocupados dando botes para que no les corten la cola. Propósitos… ¡A la mierda los propósitos! Lo que a ellos les preocupa es cómo seguir respirando.  Lo que piensan es qué sentirán cuando pisen esa trampa. ¿Se volverá locos? ¿Se vomitarán encima, llorarán, se desmayarán, gritarán? ¿Qué aspecto tendrán cuando no sean más que huesos, carne y pus? En eso piensan, no en los propósitos.

-        Y en huir- dijo Fahyi Rhallo-. Los soldados piensan en huir. ¿ Huirán o resistirán y lucharán?” (p. 225)


“Ni siquiera conocían las cosas más simples: la sensación de la victoria, de la satisfacción, del sacrificio necesario. No conocían la sensación de conquistar una posición y mantenerla, de asegurar una aldea y luego izar la bandera y cantar victoria. No había ninguna sensación de orden ni de progreso. No había frentes, ni retaguardia, ni unas trincheras claramente dispuestas en paralelo. No había ningún Patton que avanzara hacia el Rin, ni cabezas de playa que atacar, ganar y conservar por algún tiempo. No tenían objetivos. No tenían causa. No sabían si la guerra obedecía a la ideología, a la economía, a la hegemonía o al desprecio.” (p. 307)


Este tipo de ideas es bastante habitual en la novela que tanto me gustó de O’Brien hace unos años.
Sin embargo, hay otra parte en la que, siguiendo el enunciado del título, un grupo se dedica a perseguir a Cacciato, un soldado fugitivo,  desde Vietnam hasta París, pasando por la India, Afganistán  o Grecia. Esta parte se desarrolla intercalando capítulos en el resto de lo contado. A mí no me ha aportado nada y, sobre todo, a medida que avanzaba la persecución me iba interesando cada vez menos. Solo el capítulo en el que son detenidos por la policía política de Irán tiene interés por los debates que se establecen en torno a la guerra.
Seguramente el problema es que yo no he terminado de captar el sentido de toda esta especie de ensoñación que es en lo que consiste  la persecución por medio mundo, pero en cualquier caso lo que sí resulta evidente es que rompe completamente con el fondo y la forma de lo que está narrando en el resto del libro.
Se trata pues de una novela muy desigual que atrapa por momentos e incluso emociona, pero que luego te da una ducha de agua fría. Para mejores críticas se puede leer la contraportada.
En todo caso, no dejo de recomendar a este autor y sobre todo el libro que mencionaba al principio del comentario.



Tim O’Brien, Persiguiendo a Cacciato. Traducción David Paradela López.

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