jueves, 19 de octubre de 2017

Emocionante novela




“Si Pablo fuera mi personaje, no habría muerto. (…) Pero esta historia la han escrito otros por mí. Yo solo la estoy llorando.” (p. 166)

En esta frase que cierra el tercer capítulo del libro se resume muy bien cuál es el espíritu y el ánimo del autor.
El 19 de septiembre pasado hacía la primera entrada sobre un libro de Sergio del Molino y hoy, justo un mes después, hago la tercera. Esto solo puede significar que es un escritor que no solo me ha gustado sino que me ha impactado. No diré nada de los otros dos libros pues ya están comentados y muy recientemente en el blog. Curiosamente, me suele suceder a menudo que leo a algunos autores en sentido inverso a la fecha de publicación de sus obras lo que me ha vuelto a pasar en este caso. 
En la reseña hecha por Santi en el blog unlibroaldia.blogspot.com se afirma: “La hora violeta es una obra triste pero, a pesar de todo, no desesperanzada ni desesperanzadora. Tiene pasajes cargados de un dolor y una angustia evidentes; pero el tono escogido para mostrarlos es de una aceptación y una calma casi estoica”.
Pongo a continuación dos fragmentos que reflejan bastante bien el tono de una parte importante del libro:

“Hijo mío, ¿me perdonarás alguna vez? ¿Sabrás disculpar que no pueda salvarte? No sé ni siquiera si soy digno de reclamar tu perdón. No sé si merezco tus besos. Sólo puedo quererte de esta forma tan inútil y desquiciada. Sólo puedo acompañarte, aguantar tu mano en el dolor. Estás solo ante los monstruos, cariño mío. No sé ahuyentarlos, no sé evitar que te hagan daño. Incluso se me niega el último gesto heroico de sacrificarme por ti, de gritarte que salgas corriendo mientras soy devorado por los bichos. No estoy programado para esto. Mi instinto de padre se rebela, pero ni tiene contra quién rebelarse. Es una insurrección suicida, un grito contra mí mismo.” (p. 86)

“La tralla (se refiere a las fuertes dosis de quimioterapia) noquea a Pablo, que debe recibir transfusiones casi cada día. Devora las plaquetas. Le transfunden una bolsa y, al día siguiente, los niveles hematológicos vuelven a estar casi a cero. La piel, transparente. No tiene hambre. El aparato digestivo se le ha llenado de llagas. No come. Se queja, no sonríe, no quiere ni pide nada. Sólo nuestros brazos, sólo el contacto cálido y lejanamente uterino de nuestro cuerpo. Y ni siquiera obtiene eso. No podemos darle nuestros cuerpos, sino una versión estéril de ellos, encubierta con batas y mascarillas quirúrgicas.” (p. 91)

Finalmente, porque creo que aclara muy bien el sentido del libro, reproduzco un fragmento de la entrevista que hace al autor Benito Garrido en culturamas.es:

P.- Realista, narrada en primera persona, los sentimientos del padre y del enfermo se hacen plausibles. ¿Es el estilo más adecuado para empatizar con el lector?
Quería que el libro se pareciese a un dietario. Y, en cierta forma, es un falso dietario, narrado en tiempo presente. Buscaba la mayor cercanía posible con el lector. Si hubiera escogido otro punto de vista, habría tenido que recurrir a la ficción o habría marcado unas distancias impropias con la historia, como si esta no fuera conmigo. Era, de nuevo, la estrategia más honesta y limpia que encontré.

Tras estas reproducciones me falta expresar el impacto que a mí me ha producido la lectura. Tengo que advertir, porque creo que influye bastante en dicho impacto, que soy padre de un niño de siete años a pesar de haber nacido hace muchísimos años.            Quiero expresar con ello que estoy tremendamente sensibilizado con todo lo que les pase a los niños como vengo observando por mis reacciones ante determinadas imágenes tanto reales como de ficción. En este sentido, a pesar del cuidado que pone al autor para no convertir la historia en un melodrama, tengo que reconocer que en muchos momentos me ha puesto un nudo en la garganta y otro en el estómago; que he tenido ganas de compartir su llanto en muchos momentos y que me he sentido solidario con su dolor y su impotencia.
Del Molino es un extraordinario narrador como buen periodista que es, pero además, como he podido comprobar en los tres libros que he leído, es un escritor con una gran sensibilidad escriba de lo que escriba, pues si bien dos de los libros hablan entre otras cosas de la muerte, en La España vacía también la demuestra y el tema es bien diferente.
En fin, solo me resta recomendar el libro advirtiendo, eso sí, que puede herir la sensibilidad del lector, pero también en esto se demuestra que es un gran libro.
No lo he mencionado hasta ahora, pero creo que se deduce claramente de lo puesto que estamos ante una obra de lo que actualmente se llama faction o non fiction.

Sergio del Molino, La hora violeta

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