viernes, 8 de junio de 2018

Un libro diferente




Hace poco más de un mes que comentaba el último libro publicado de Volpi, una espléndida novela muy en la línea de la no ficción tan en boga hoy y con tan buenos representantes.
Este que ahora comento es inmediatamente anterior y también se trata de otro espléndido libro al que es difícil adjudicar -tampoco es que haga falta-, género. Yo esperaba un conjunto de recuerdos y de aspectos biográficos de su padre, pero me he encontrado con que si bien eso está en el libro, este es algo mucho más amplio pues contiene desde amplias referencias al funcionamiento del cuerpo humano, a reflexiones sobre la historia de México, pasando por aspectos de la vida del autor y críticas a la religión o a las identidades nacionales entre otras cosas. Realmente el espacio dedicado a explicar el funcionamiento del cuerpo es quizá el más extenso del libro; de hecho los diez capítulos se titulan según diferentes partes del cuerpo: cerebro, corazón, ojo, etc. Tengo que reconocer que he aprendido muchas cosas sobre este tema aunque también es cierto que de otras no me he enterado mucho.
Como decía, el texto está plagado de reflexiones sobre la historia de México, pero también sobre temas como el amor, los colores y el arte, la música (verdadera pasión del autor), el sexo muy relacionado aquí con la religión (dedica un buen espacio al caso de Marcial Maciel), la piel, que le lleva a hablar del racismo y la emigración, la melancolía, la violencia (tan presente hoy en el país), y un largo etcétera. Reflexiones interesantes y nada dogmáticas de un escritor que demuestra una amplia cultura y una gran erudición, no muy sorprendente si, como afirma, a los quince años leía a Freud y a Nietzsche.
Reproduzco a continuación tres fragmentos que reflejan muy bien su posición ante la política, la identidad y la religión:

“Pero, insisto, lo más grave es que la ideología neoconservadora o neoliberal, disfrazada de sentido común, egoísmo heroico o individualismo a ultranza, se ha infiltrado en todas nuestras conductas y hoy nos rodea por doquier, como si nadáramos en arenas movedizas. Sus valores y miedos se hallan presentes en el discursos de los grandes medios de comunicación; en las películas de Hollywood y en la cultura mainstream; en las palabras de los líderes de la derecha, ultraderecha, centroderecha, nacionalistas, liberales, libertarios y de la izquierda derechizada; en esa actitud apolítica que prefiere no intervenir y no manifestarse; y, en fin, en una vida social en la que la solidaridad y la persecución de la equidad han desaparecido como metas centrales de la acción política y la discusión pública. Obligado a elegir entre una postura y otra me declaro, sí, a la izquierda” (p. 107)

“Pocas instituciones han hecho tanto daño a tantos seres humanos, sobre todo en su sexualidad y sus deseos, como las religiones, el cristianismo y el Islam de maneras evidentes. Ambas comparten el horror al sexo libre, es decir, el horror a la libertad individual.” (p.211)
                         
“¿Qué significa ser mexicano, francés, malayo o chipriota? Si somos sinceros, no demasiado: haber nacido y crecido en un territorio particular, tener un pasaporte, haber sido adoctrinado para asumir ciertas ideas por encima de otras y haber copiado, de modo más o menos involuntario, las conductas, costumbres y prejuicios de nuestros padres y vecinos. Todo en nuestro tiempo refuerza esta adscripción tribal y primitiva, empezando por las Olimpíadas y los mundiales de fútbol con su exaltación de colores, banderas e himnos.” (p.281)

Reconozco varias coincidencias con el autor. Yo también estudié con los maristas y recuerdo algunos comentarios sobre posibles comportamientos inadecuados de algún “hermano”. Soy ateo y también llegué a serlo tras la lectura de un libro, aunque no del mismo. E igualmente estoy a la izquierda (o algo así). Eso sí, en lo que se refiere a la salud estoy más cerca de lo que cuenta de su padre.
Un libro muy interesante y muy bien escrito en el que no hay ningún punto y aparte lo que en un primer momento asusta un poco, pero enseguida se supera.
Hay un buen comentario de María Teresa Cárdenas en eltiempo.com y otro de Jorge Morla en elpais.com.


Jorge Volpi, Examen de mi padre.

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