lunes, 15 de octubre de 2018

Historia, biografía, vida..


Nada mejor para empezar este comentario que hacerlo con unas palabras del autor escritas en el capítulo final de Agradecimientos:

“Y me puse a trabajar. Quería escribir La casa de los veinte mil libros utilizando la narración, las técnicas descriptivas que yo había desarrollado durante más de veinte años como periodista, pero también quería contarla como hechos históricos, utilizar archivos y bibliotecas de una manera que Chimen, un consumado historiador, hubiera aprobado. Finalmente me decidí por una solución intermedia: haría una profunda investigación en archivos y mediante entrevistas, pero no pondría notas a mi texto. Contaría una historia y confiaría en que mis lectores confiaran en mí. Espero haberme ganado, con la narración, esa confianza.” (p. 347-348)

Mi confianza la ha ganado a lo largo de esta magnífica historia en la que hace algo más que la  biografía de su abuelo Chimen, un judío de apenas 1,55 metros de altura, pero con una capacidad intelectual portentosa que le llevó a ser profesor de la University College London en 1974 sin tener ninguna titulación académica.
Nacido cerca de Minsk en 1916, pero muy pronto exiliado en Londres a causa de la situación de su padre, un rabino de los más importantes de la época. Aquí formó su familia con Miriam y regentó una librería, aunque lo más relevante fue su dedicación a la compra y venta de ejemplares de libros relacionados primero con el marxismo y luego con el judaísmo.
En su casa, llena de libros por los cuatro costados, se reunía una parte importante de la intelectualidad de izquierdas primero hasta 1958, cuando el matrimonio era miembro del Partido Comunista,  y judía más tarde tras el abandono de la actividad política.
En esas reuniones vemos desfilar por la casa a gente como: E.Hobsbwam, E.P.Thompson, J.Joll o Ch. Hill que para quienes hayan estudiado historia, como es mi caso, resulta realmente apasionante. El autor dice que a lo largo de los años pasaron por la casa miles de personas. Allí comían, porque Miriam estaba permanentemente elaborando platos, y muchas veces dormían, pero, sobre todo, debatían horas y horas sobre marxismo y socialismo los primeros años y sobre judaísmo más adelante.
Abramsky, gracias a su detallismo y sensibilidad, nos muestra muy bien cómo era la vida cotidiana de esas gentes en el Londres de la posguerra y épocas posteriores. Gentes que pertenecían en su mayor parte al mundo judío aunque fuesen en su inmensa mayoría ateos convencidos. Su forma de narrar hace que el lector se implique mucho en la narración y hasta en alguno de los debates (en los religiosos reconozco que me he perdido en más de una ocasión); es como si de alguna manera fuéramos un invitado más.
Hay informaciones muy interesantes sobre, por ejemplo, cómo pudieron sus abuelos ser estalinistas y el tiempo que les costó dejar de serlo o, algo muy diferente, cómo siendo ateos mantenían las principales fiestas judías e incluso la tradición para las bodas de su familia.
Estamos ante un libro diferente, muy bien escrito y con una narración que no decae salvo en algún momento muy concreto; un texto que derrocha amor por los libros y un respeto profundo por la familia. Un libro en el que se pueden aprender bastantes cosas, pero del que sobre todo se disfruta la mera lectura.
Hay una reseña de José María Guelbenzu, en elpais.com, en la que cuenta más del contenido y una interesante entrevista de Antonio Fontana en abc.es.


Sasha Abramsky, La casa de los veinte mil libros. Traducción Ángeles de los Santos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario