lunes, 27 de abril de 2020

El malo como bestia humana




En los últimos dos años he leído casi todo lo publicado en España de esta grandísima periodista argentina. En este caso aparece solo como editora, pero se aprecia su mano tanto en la elección de los temas, como da la impresión de que también de los periodistas que los tratan, porque su calidad es innegable en todos los casos.
Empezaré mi comentario aprovechando dos fragmentos del prólogo de la propia Guerriero que, no por casualidad, titula La jauría:

“Primero, la idea, el origen: un libro de perfiles que dibuje un mapa –oscuro, inverso- de América Latina. Un libro que reúna historias de mujeres y hombres –todos contemporáneos, en su mayoría vivos- que, en el arcoíris de la maldad, habiten la zona feroz de los colores plenos. Un libro que cuente la vida –y la obra- de malos químicamente puros: de malos inapelables.” (p. 9)

“El malo no como un monstruo; no como alguien para cuya concepción anómala deben conjugarse decenas de coincidencias atroces, sino como el vecino que cada domingo baja a pasear el perro y que, de lunes a viernes, aplica chorros de electricidad sobre una embarazada.
El malo como bestia. Pero como bestia humana.” (p. 16)

El primer fragmento es con el que abre el Prólogo y el segundo el que lo cierra.
El libro recoge catorce perfiles de “malos” muy variados tanto por su procedencia geográfica, así: Argentina, Venezuela, Panamá, El Salvador, Brasil, México, Perú, Colombia y Chile; como el tipo de su maldad, así: descuartizadores, violadores, caníbales, asesinos, ladrones de niños, torturadores, etc. y tanto civiles como militares o policías o paramilitares. Además, tres son mujeres. 
Se trata de un texto no siempre fácil de leer. Su dureza hace que en algunos momentos haya que respirar profundamente para coger aliento por los temas y las descripciones que se hacen: cómo se deshacen de cadáveres, perros que violan entrenados por una mujer, torturas de todo tipo tanto por represores como por pandilleros y, en general, el uso sistemático de la violencia. Sin embargo, junto a ello hay muchos momentos conmovedores sobre todo cuando se cuentan detalles de la infancia y juventud de los protagonistas que, como se puede suponer, no fueron momentos especialmente gratos ni alegres para muchos de ellos; no se pretende por eso justificar sus comportamientos, pero sí acercarse algo a una mínima explicación. Hay mucha miseria tanto material como humana en los orígenes de esa maldad, aunque no en todos los casos pues también hay algunos que proceden de la clase media y tuvieron la posibilidad de estudiar y formarse dentro de un ámbito familiar normal.
Los reportajes están escritos en 2014, el libro se publicó en Chile en 2015, pero lo que en ellos se cuenta abarca períodos mucho más largos según los casos. La inmensa mayoría estaban vivos cuando se escribieron aunque muy pronto fue asesinado uno y, por alguna búsqueda que he hecho luego en internet, hay algún otro que ha muerto con posterioridad.
Es casi imposible destacar alguno de los reportajes. Todos tiene gran interés y todos están muy bien escritos. Quizá por mi desconocimiento del tema y porque explican muchas cosas, a mí hay tres que me han llamado más la atención: el de las maras salvadoreñas, el que habla de la situación en la mayoría de las cárceles venezolanas y el dedicado a los paramilitares colombianos.
Al finalizar la lectura se da uno cuenta de que cada uno de los relatos podría muy bien dar lugar a una película e incluso a una serie de televisión. Todos tienen gran fuerza, interés humano y unos protagonistas reales que sería difícil encontrar tan bien caracterizados en una novela.
Desde luego, no solo creo que es un libro muy recomendable, sino que se trata de una lectura tremendamente adictiva y apasionante en la línea de la mejor literatura. De él dice Gabriel Ruiz Ortega en su reseña en leeporgusto.com:

“Pues bien, hace más de un mes leí un libro que bien puedo calificar de histórico y que todo amante de la buena lectura está en la obligación moral de leer. Histórico no solo para los entusiastas de la crónica y los perfiles, sino también para los acostumbrados a leer ficción, que, dicho sea, no sería pernicioso que le den tregua a ese apego, porque estos catorce perfiles que integran Los malos (UDP, 2015), es, por donde se le mire, una obra maestra. Una experiencia literaria total, a secas.”
(Los subrayados en el original).

Leila Guerriero (Ed.), Los malos.


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