miércoles, 1 de abril de 2020

Otra visión de los campos de trabajo




Este escritor ruso publicó casi toda su obra en los ochenta del siglo pasado cuando estaba viviendo en los Estados Unidos donde se exilió  en 1979 tras ser expulsado del Sindicato de Periodistas.
Ha sido el último de mis descubrimientos a raíz de una reseña hecha por la traductora y escritora Marta Rebón en El País. Este es el tercer libro que leo del autor y, aunque reúne sus principales características, es el que menos me ha gustado.
Dovlátov cuenta en él cosas de la vida en un campo de trabajo de presos comunes vistas desde la posición del guardián, profesión que parece ser que ejerció durante un tiempo. Lo hace, además, como si formasen parte de un libro y eso le permite alternar los distintos relatos que conforman esa visión con otros en los que reproduce cartas que escribe a su editor norteamericano. De este libro dice Care Santos en su interesante Prólogo: “Estas cartas, ficticias o no,  contienen toda su poética, una verdadera declaración de intenciones literarias.” (p. 12)
En el mismo Prólogo comenta un elemento clave en todos sus libros:
 “La distancia explica su sentido del humor sempiterno, la ironía constante que destilan sus textos. Dovlátov interpone la risa entre sí mismo y el mundo, burlándose de lo más fundamental, que seguramente es lo que más le aterra.” (p. 10)
Un ejemplo de esto podría ser el siguiente fragmento:

“- El comunismo ¿llegará pronto –Preguntó “Fidel”.
- De creer a los periódicos, mañana. ¿Por qué?
- Porque se me han acumulado las necesidades.
- ¿En qué sentido? ¿En sentido líquido? – se ilusionó Balodis.
- Exactamente –asintió “Fidel”.” (p. 195)

 (Aquí juega con la famosa frase: De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades que se ha mencionado como la señal de la llegada a la sociedad comunista. En otro fragmento juega también con la misma frase pero aludiendo a la capacidad).

Como decía antes, Dovlátov construye la visión a partir de una serie de relatos que a veces tienen los mismos personajes y a veces no, de tal manera que se trata de componer escenas que reflejan diferentes aspectos de la vida en el campo. Aquí reside lo que menos me ha gustado del libro porque junto a algunos realmente espléndidos como en el que, ya casi al final del libro, cuenta la preparación de una representación teatral con Lenin como protagonista, hay otros que me ha resultado difícil seguir y llegar a captar lo que me estaba contando.
Sin embargo, las cartas que escribe al posible editor me parecen lo mejor del libro. En ellas hace reflexiones sobre diversos temas como por ejemplo: el lenguaje en el campo, la situación de las mujeres, la correspondencia con el exterior e incluso en algunas dejar algo de su filosofía como las que reproduzco a continuación:

“La misma gente puede mostrar una capacidad igual para la virtud que para la vileza. Yo fácilmente podría imaginarme a casi cualquiera de los reincidentes como héroes de guerra, disidentes, defensores del oprimido. Lo contrario también es cierto: un héroe de guerra podría disolverse en la masa del campo con asombrosa facilidad.” (p. 101-102)

“Decidí rechazar los episodios más salvajes, más sangrientos, más monstruosos de la vida en el campo. Me pareció que habrían quedado muy sensacionalistas, especulativos.” (p. 191)

Todo el libro, como en el fondo toda su obra, está atravesado por la crítica al mundo soviético. Destaco los siguientes ejemplos porque me parecen muy ilustrativos y muy bien traídas ambas críticas:

“Conseguir tal posición requería esfuerzos fantásticos. Deliberadamente uno tenía que venderse, mentir, trepar sobre cadáveres. Había que sobornar, chantajear, extorsionar, imponerse a cualquier precio.
En el mundo exterior esta clase de esfuerzo habría abierto el camino a las sinecuras del Partido, el mando económico y burocrático. Los niveles más altos del poder en el gobierno se alcanzan por el mismo procedimiento.” (p. 31)
 (La posición era la de cortador de pan a la que aspiraba un reincidente)

“La grosería ostensible ¿no es una especie de crimen? Supongo que es cuestión de gustos, pero personalmente yo preferiría ser asaltado una vez en mi vida que humillado a cada momento.
Piense en la cara sombría de los vendedores soviéticos, las expresiones malhumoradas de los revisores de tren, el tono de perpetua irritación en las voces de incontables funcionarios.” (p. 161)
 (La alusión al asalto viene del hecho de que haya más inseguridad en Nueva York que en Moscú). 

Algo interesante también a tener en cuenta es que, como dice el mismo Dovlátov en una de las cartas, no ha querido hacer lo mismo que tan magníficamente hicieron Shalámov y Solzhenitsyn. En este sentido, el libro es muy inferior a los de ambos aunque es cierto que ofrece una perspectiva distinta de los mismos hechos.
En fin, un libro interesante y bien escrito, lleno de diálogos muy bien construidos que es otra de las características del autor. No obstante, si alguien quiere conocer al autor creo que es mejor empezar por alguno de los que ha reeditado en los últimos tres años la editorial Fulgencio Pimentel.

Nota: Las cartas están en cursiva en esta edición y he decidido mantenerla en las reproducciones que he hecho.

Serguey Dovlátov, La zona. Traducción Ana Alcorta y Moisés Ramírez.


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