jueves, 22 de abril de 2021

La violencia de género existe


Se podría enmarcar este texto en lo que se llama “literatura del yo” por más que esto de las clasificaciones no tenga demasiado sentido aunque, quizá, pueda ser algo útil para saber más o menos de qué va un libro. En este caso, su autora sufrió a los nueve años una agresión sexual, posteriormente calificada por una nueva ley como violación, que le marcó durante muchos años. En el libro cuenta lo que pasó y lo que vino después incluyendo el juicio al agresor que se produce cuando ella tiene treinta y tres años.

El libro está dividido en tres partes. En la primera cuenta en tercera persona lo que sucedió un día de 1990 en la escalera de su casa y las consecuencias inmediatas que tuvo el hecho. La más importante: el mutismo a que se sometió. En la segunda se centra en las consecuencias psicológicas, los traumas y los tratamientos que tuvo. También su matrimonio y maternidad. En la tercera aparece el agresor descubierto, más de veinte años después,  gracias a unas pruebas de ADN y se narra el juicio con detalles de lo sucedido a otras víctimas.

Es interesante ver cómo Bon se describe y con ello nos ayuda a entender mejor lo que vendrá luego:

”Lo tiene todo para ser feliz. Tiene una infancia muy privilegiada, muy protegida. Goza de buena salud, es guapa, es inteligente. Vive en París. Esquía en invierno, se baña en verano, visita museos en el extranjero. Pertenece a una familia respetable residente en un barrio elegante, es educada, sabe comportarse en sociedad. Es blanca, francesa (…) Su padre ha triunfado, su madre también. (…)  Unos padres ocupados, torpes, tiernos y profundamente afectuosos” (p.17)

Sin embargo, con esa situación de partida, lo sucedido, y el trauma consiguiente, le impedirán esa felicidad y eso que, como confiesa en otra parte del libro, esa situación familiar le permitirá pagar los diferentes tratamientos a los que se sometió y gracias a los que pudo resistir, por lo que también se considera una privilegiada.

Ese trauma creo que está muy bien resumido en el siguiente fragmento:

“En lo que dura un violación, el señor de la escalera se ha inmiscuido en los repliegues de mi cerebro, ha dejado su odio y su perversión macerar en la antecámara de mi memoria y, día tras día, han ido goteando en mi interior, han colonizado cada uno de mis pensamientos, han contaminado mi vida. Una invasión invisible que nadie me ha ayudado a descubrir, a nombrar, a comprender”. (p. 128)

Bon cuenta todo de una forma muy literaria sin que por ello deje de ser sobrecogedora y desasosegante su lectura. Como hombre reconozco que me cuesta algunas veces llegar a comprender en profundidad algunas de sus reacciones, pero no por ello dejo de sentir la máxima empatía por ella. También tengo que decir que en los relatos de otras víctimas en el juicio ha habido momentos en que he tenido que cerrar el libro y respirar profundamente.

En la interesante entrevista de Núria Escur en lavanguardia.com me parece muy representativa esta pregunta y la respuesta de Bon:

“¿Le repugnó reescribir alguna de las escenas del libro? ¿Se calló algo?

Encontrar las palabra correctas, no resignarme a la confusión, fue el principio de la lucha de mi vida y después el proyecto de este libro. Encontrar un idioma en el que pudiera nombrar lo innombrable. Responder a la confusión con precisión en cada escena. Piense que, durante la mayor parte de mi vida, no me pude sentir como “YO”. Me sentía como si tuviera muchas identidades distintas, que me desorientaban, me fragmentaban en pequeños trozos. YO era impensable. Este YO llegó mientras escribía”.

Esa búsqueda de las palabras adecuadas y esa precisión se notan perfectamente a lo largo de todo el libro y es uno de sus grandes aciertos y lo que le da también un gran valor, es lo que hace que sea  más que una mera descripción de hechos o sensaciones, que se convierta en literatura y de la buena.

Quiero terminar este comentario con un fragmento en la que hay una información que desconocía totalmente y una muy buena reflexión:

“El haber sufrido violencia sexual en la infancia sigue siendo el principal determinante de la salud cincuenta años después y puede provocar un recorte de veinte años en la esperanza de vida. ¿Cómo es posible que en nuestra sociedad sobreinformada estas informaciones circulen tan poco?”. (p. 137-138)

Una lectura muy recomendable. Dura siempre, porque duro es ver el padecimiento ajeno, y muy dura en algunos momentos porque afecta a los seres más desprotegidos. Un libro que en nuestro país debería leer alguna gente que no cree en la violencia de género.

 

Adélaïde Bon, La niña de la banquisa. Traducción Cristina Zelich.

 

 


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